Capítulo 29
De vuelta en casa, todo pareciese que iba a ser igual. Dando varios suspiros de conformismo al entrar a su habitación y deshacer la maleta, Nayet se dio una ducha y se metió en la cama, sin poder olvidar cada momento aunque sea pequeño que ha pasado junto a él.
Tras dar mil vueltas en la cama ya que sus nervios no le permitían conciliar el sueño, optó por bajar a la cocina y beberse un vaso de leche. A oscuras, bajó a tientas hasta llegar a la cocina tropezando con varios muebles.
Nayet maldecía, tras darse varios golpes y uno más fuerte en la rodilla. Detrás de ella escuchó una risa, consiguiendo que se enojara más.
― ¿De qué te ríes, so pavo?―Le preguntó enojada a Kendal que se encontraba apoyado al umbral de puerta con sus brazos cruzados observándola.
―De nada. Que a poco te escoñas hija, si le hubieras dado a la luz...―La risa de él aumentaba y el rostro de Nayet era más de enfado.
―Si tu ríete, como no te duele a ti, no te fastidia el otro.
―Anda ven, dame la patita que te curo, te pongo una tirita, te doy un besito en la pupa y verás cómo se cura. O si no llamamos a un médico.
―Vete a la mierda Kendal, te vas a pitorrear de tu tía la del pueblo. Imbécil.
―Ven anda, ven que te miro esa rodilla.
―Soy médico, puedo yo solita curarme.
― ¿Y no quieres que te un besito en la pupita?
―No hace falta, sobreviviré.
―Anda tonta, ven, si sé que estas deseando de que te abrace.―Los brazos de él rodearon el cuerpo de Nayet captando como su cuerpo vibraba, notando su calor embriagado por su olor. Sin poder soportarlo más, clavó sus ojos en los de ella y la besó. Sus dedos jugaban con su cabello mientras con la otra le sujetaba su espalda, atrayéndola más hacia él, paralizado por el momento se separó sin apartar sus ojos de ella, con la respiración agitada, la tomó de su muñeca tirando de ella escaleras arriba para pasar a su habitación y dejarse llevar por el deseo.
Despacio se acercaban uno al otro palpando sus rostros, sus labios se rozaban sintiendo la melodía de sus corazón sintonizándose para poder convertiste en un solo corazón, la sensación de estar desnudos era cada vez mayor, lentamente sus pensamientos se iluminaban para dar paso a sus deseos convertidos en placer.
Extasiados, y satisfechos, Kendal se quedó a dormir con ella, necesitaba ese contacto, la necesitaba más de lo que él mismo hubiera imaginado. Desde que Nayet apareció en su vida como un sol abriendo paso con su franqueza, inocencia y esa ingenuidad que le hace querer protegerla, conquistando su corazón para volver a amar.
A primera hora, se dieron juntos una ducha, Nayet no se podía creer todo lo que estaba ocurriendo, seducida por Kendal se dejaba enjabonar, deslumbrada por ese hombre que le daba infinidad de besos y caricias conseguía que no fuera ella, que todo fuese como estar en una nube de la que no se quería bajar. Lo deseaba, lo quería, y ese bello hombre le estaba ofreciendo todo lo que siempre ha deseado, sentirse querida.
Nada más llegar al hospital, tendrían que estudiar varios casos y un par de horas después entrar a quirófano. La primera operación estuvieron juntos la segunda Nayet tuvo que salir para asistir a otra operación. Debía de operar a un hombre que había tenido un accidente. De madrugada pudo salir del hospital, buscó a Kendal pero no lo localizó, agotada por el día tan duro que había tenido, prefirió coger un taxi y que la llevara a casa. Rendida se dio una ducha, se puso su pijama y se dirigió hacia la habitación de Kendal, pero no estaba. Una pequeña desilusión volvió aparecer en ella.«Si lo bueno dura poco». Pensó mientras trataba de luchar con esas gotas que amenazaban con salir. Decidida a no pensar, se dejó de llevar por Morfeo para estar más despejada a otro día.
Tras salir de su habitación arreglada para ir al hospital, pasó por la habitación de Kendal, un pinchazo apareció de pronto, la cama estaba hecha. Desilusionada bajó para el salón donde el matrimonio Rosman la esperaban para desayunar. Tras dar los buenos días, y percatarse de los rostros serios y tristes, Nayet preguntó que ocurría.
Hilary le dijo que su suegra había sufrido una recaída, su vida se estaba apagando. Nayet sintió pena por esa familia que la había tratado tan bien.
Tras terminanar el desayuno se dirigieron al hospital, al entrar cada uno se marchó a ocupar su puesto de trabajo . Nayet se fue para los vestuarios se cambió poniéndose su uniforme y no dudó en ir a la habitación de la abuela de Kendal. Al entrar, se quedó impactada, sientiendo una pequeña lastima de ver a una mujer chiquita, flacucha rodeada de cables, y monitores, tumbada con sus ojos cerrados. A su lado, Kendal agarrándole su mano con su cabeza clavada en el colchón. Despacio se arrimó tocando su hombro, consiguió que levantase su cara y la mirase. Sus ojos claros, ahora estaban más claros y rojizos y sus lágrimas vagaban por su rostro, ella pasó su mano por su cara con sombra de barba, él agarró su mano sintiendo ese cariño que le ofrecía Nayet. Se abrazaron para que Kendal volviera a llorar.
―¿Cómo estas Kendal?
―Echo mierda Nayet, la vida de mi abuela se apaga. Se va Nayet, se va y yo he sido un imbécil por no haberla hecho feliz.
―Kendal, por favor no digas eso, ella estará muy orgullosa de ti, y apuesto que le has dado todo tu cariño.
―Pero no he podido cumplir la promesa que le hice de casarme, cuantas veces me había dicho que quería verme casado. Y yo...
―Kendal tranquilo, por favor no quiero verte así, aún estas a tiempo, podemos casarnos y hacerla feliz. Si no quieres que ese mal sabor se te quede en tu conciencia para el resto...
Kendal posó su mano en la boca de ella en modo de que se callara.―Nayet, gracias, pero no. Tampoco estoy tan loco para permitir que te sacrifiques de esta manera por mi. Me gustas, pero no deseo lastimarte, sabes que nuestro matrimonio va ser fingido, secreto y yo no deseo eso.
―Kendal, yo si quiero casarme contigo. Y me arriesgaré, después ya veremos.
―¿Estás segura que quieres hacerlo?
―Sí, segurísima.
―Estas más loca que una yegua.
Nayet, no deseo que pienses lo que no es, recuerda que tú te marcharas cuando acabe tu contrato y yo seguiré con mi vida.
―Tranquilo, podré sobrevivir, solo quiero ayudarte a cumplir el sueño de tu abuela y por qué no el mio. Casarme con un hombre tan maravilloso como tú.
―Entonces...serás la señora Rosman.
Una semana después Nayet vestida con un vestido rosa pálido, acompañada de la única amiga que tenía, firmaba en el juzgado su acta de matrimonio. Tan sólo seis personas fueron testigos de la boda. Harvey, el amigo de Kendal, Anais y los padres de Kendal. Tras salir del juzgado fueron a comer a un restaurante. La comida estuvo bien, todos la disfrutaron dentro de lo que cabía. Nayet se despidió de Harvey y los Rosman, quedando con su marido en verse en su piso, éste se quedaría un poco más tiempo.
Sentadas en el coche Anais no dejaba de contemplar a Nayet que permanecía en silencio mirando el paisaje.
Posando una mano en su rodilla le hizo volver a la realidad;―Nayet, ¿estás bien amiga? No sé, para ser tu boda pareciese que estás de velorio.
Agarró varias bocanas de aire soltándolo despacio―Sinceramente, Anais, pensaba...no sé en otro tipo de celebración. Tampoco quería salir en la prensa, pero no esto. Tan en secreto, tan solo con las personas justas y callando todos.
―Nayet, que quieres que te diga, pero tú solita te has metido en el lío, será que no intenté de convencerte de que no cometieras esta locura. A mi no me van los tíos, aun así reconozco que Kendal está que cruje, pero llegar hacer una locura como la que acabas de hacer tú...si total la abuela se va morir igual.
―Lo sé. Sé que me dejado llevar por lo encantos de Kendal, pero ahora no hay marcha atrás.
―A lo hecho pecho, amiga. ¿Por lo menos no te habrá privado de sexo?
―Ya te lo diré en mi luna de miel.
― ¿Y dónde habéis pensado ir a pasar la luna de miel?
―A trabajar al hospital. ―La voz de Nayet cada vez sonaba más debilitada y desalentada.
Al llegar a su piso que alquiló Kendal, éste le mostraba lo que iba a ser su nuevo hogar. Desencantada, fingiendo un interés que no iba con ella, disimulaba que le gustaba el piso.
―¿Quieres que hablemos Nayet?-- Le pregunto Kendal al ver el rostro de ella entristecido.
―No, estoy bien.
―¿Te arrepientes, verdad?
―No es eso...es que...no me esperaba que la boda iba ser tan simple, tan sosa.
―Ya, pero que querías un bodorrio por todo lo alto. Te recuerdo que cuando hablemos con mis padres tú estabas decida, además en una semana pocos milagros se pueden hacer.
―Sí, claro. Lo siento. Estoy cansada, me gustaría ir a ducharme y dormir, creo que mañana me espera un día largo.
―Sí, ve ahora subo yo.
Nayet subió por las escaleras contando los escalones moralmente hundida.
Abajo, él agarró un vaso y se sirvió un whisky, tomó asiento en uno de los sofás y echo la cabeza hacia atrás. Miraba hacia el techo reconociendo que había actuado en forma egoísta, él quería a Nayet en su vida, pero no espera que su estado fuera de nostalgia todo el tiempo. Notando una amargura dentro de él se levantó comenzando a subir por las escaleras hacia la habitación. Dentro, ella ya se encontraba profundamente dormida. Se quitó su ropa rondándole una culpabilidad que no sabía cómo la iba afrontar.
Al día siguiente, Kendal le había preparado el desayunado a Nayet, ella algo más relajada y con una sonrisa le dio un beso a su marido, él la recibió encantado y feliz. Se pusieron a desayunar entre risas y halagos hasta que llegó la hora de tener que irse a trabajar.
Al llegar al hospital se encontraron con una emergencia, sin tiempo que perder se fueron al quirófano para prepararse para la operación. La operación duro horas, pero desafortunadamente el paciente murió, no se pudo hacer nada por salvar su vida.
Aquello le afectó mucho a Nayet, había sido su primer paciente y no asumía esa desgracia.
En la cafetería Kendal y Anais le daban ánimos a Nayet, hasta Kendal intentaba darle de comer. A excasos metros de ellos, Brenda y las dos enfermeras más observaban la escena, para Brenda aquello era demasiado, Kendal elogiando a la gorda. Como una pantera enfurecida se fue hasta la mesa, pero Kendal se levantó antes y se marchó. Ella sin dudarlo se marchó tras él.
En la aérea de descanso, Brenda aprovechó que no había nadie, cerró la puerta tras ella y se dirigio hacia Kendal con la intención de provocarlo.
―Qué quieres, Brenda.―Dijo él en un tono serio y frío.
―Nada, solo venía para que te pasases por mi casa, llevo días sin saber nada de ti y te echo de menos.―Sus dedos rozaban el pecho de Kendal provocando en él un inicio de furia.
―No tengo tiempo, cuando tenga un hueco en mi agenda te buscaré.
―No me hagas de reír, ¿tan bajo has caído que estas liado con la gorda?, por favor Kendal, no me digas que ahora te van las gordas.
―No vuelvas a insultar a Nayet, ¿entendido? Y que no me entere que haces alguna de las tuyas, si no tú y yo vamos a tener más que palabras. Ten un poco de decencia y déjame en paz.
Furioso Kendal se marchó dándole la espalda aquella mujer atractiva que durante años ha sido su amante y ahora la había dejado por otra mujer mucho inferior a ella. Encrespada salió en busca de Nayet, no le haría nada malo, pero si la humillaría, tenía que dejarle claro que Kendal es hombre para ella, no para una mujer gruesa y rolliza como ella.
Por el pasillo, Brenda se topó con Nayet, poniendo cara inocente, la invitó con la excusa de su cumpleaños a su casa, haría una fiesta. Nayet aceptó sin percatarse lo que esa mujer estaba tramando.
Ingenua con todo lo que estaba pasando, Nayet acompañada de Anais, fueron hacia la casa de Brenda. Allí en un gran jardín cubierto, con piscina climatizada y buen ambiente, la gente se divertía.
Temblorosa, Nayet pidió a su amiga que no la dejara sola, ésta mirando a su hermana, la agarró de la mano, motivo que le dio a Brenda para insuniar que era lesbiana.
―Mirad amigos, os presento a la nueva "amiga" de mi hermanita, parece que se llevan de maravilla hasta se agarran de la mano.―Dijo Brenda alzando la voz para que todos la escuchasen, incluso Kendal.
Avergonzada, Nayet retrocedió, tensa mirando para todos lados le pidió a su amiga de marcharse.
―Nayet, no debes estar así, sé que las palabras dañan pero pienso que no debes venirte abajo por tus complejos, debes asumir y sentirte feliz contigo misma. ¿O tienes algo de que avergonzarte?, además si nos vamos le estarás dando la razón a la víbora de mi hermana. Nos quedamos, y tranquila, yo estaré contigo.
―Gracias Anais.
Tras cambiarse y ponerse el bikini, las inseguridades de Nayet volvieron aparecer. Hay estaba ella con su cuerpo robusto enfundada con un bikini, que no hacia mas que marcarle más los michelines. Al salir a la piscina, varias personas la observan, notando como sus mejillas ardían de vergüenza. Tomó asiento en la primera silla que vio tapándose todo lo que podía su cuerpo. Nerviosa, con su tímidez rondándole todo su organismo miraba para todos lados en busca de Kendal, Anais tuvo que salir para ir a buscar a Carol a su trabajo. Aturdida, bajo las miradas de algunas mujeres que la miraban y reían, ella se sentía más intimidada, observando a esas mujeres delgadas, altas... sintiendo una pequeña envidia, bajó su mirada al suelo con su rostro cada vez más rojo de la vergüenza que sentía.
― ¿Quieres una cerveza, doctora Morales?
―Sabes que no bebo, doctor Rosman.
―Bueno, un día es un día, si nos ponemos malos creo que algún médico saldrá a nuestro auxilio.
―Al tuyo si, al mío no.
―Pues aquí estoy yo, para protegerte. Ven vamos a pasarlo bien, y sonríe no quiero que estes así tan depre.
Cogiéndole de su mano, haciéndola girar sobre si misma, le susurró al oído lo guapa que estaba, aquellas palabras fueron como cohetes que explotaban en su interior de felicidad. De madrugada, Nayet salió en compañía de Anais, Carol y Kendal. Al final se lo pasó muy bien y con Kendal a su lado cambió sus complejos por risas.
Al llegar a su casa, Nayet derrochaba una inmensa felicidad, aún no se podía creer que Kendal hubiera echo todo eso por ella. Cuando estaban solos en su dormitorio, Nayet lo abrazó sin poder dejar de besarlo, excitada intentó llegar a más pero Kendal la paró.
―Lo siento Nayet, pero no. No puedo, bastante te he utilizado ya como para tener que hacerte esto. Lo siento.
―Kendal, no me estas forzando a nada, yo quiero, no , deseo hacerlo contigo.
―¿No te das cuenta que con esto sufrirás?
―Eso es problema mio, no tuyo.
Avivada por los besos de Kendal, le quitó la ropa, impulsada por lo que sentía por ese hombre no pensó en las palabras de él, tan solo hizo lo que deseaba, sin pensar en las consencuencias. Un resultado que le marcaría llegándole a dejar seculas, mientras ella hacía la vista gorda y no escuchaba sin pesar en el mañana, disfrutaba en los brazos de Kendal. Quería sentirse querida, y eso era justamente lo Kendal le estaba dando, amor y pasión.
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