Capítulo 27
♢Dedicada a tod@s los lectores♢
Atosigada con todo lo que le estaba ocurriendo, y harta de llorar sin tener culpa, se levantó del suelo con su cara mojada e hipando. Algo ya más relajada, salió fuera y se dispuso a buscar a Zoraida para dar comienzo su primer día de trabajo en los quirófanos.
Entrada la tarde, Nayet salió del quirófano, la operación se había complicado algo y duró más de lo previsto, al final todo salió bien.
Debilitada y aún con sus pensamientos rondándole su cabeza, buscó a Kendal, necesitaba que le explicase lo sucedido. Parándose en seco, vio a lo lejos a su amiga Anais.
«Perfecto, está será la que me dé la explicación que tanto necesito» Con paso firme, se dirigió al encuentro de su amiga. Ambas amigas se saludaron, empezando a narrar un poco por encima como le había ido el día.
―Perdona,¿ Anais, quieres que vayamos a tomar un café?―La pregunta Nayet .
―Sí, claro. Ven, vamos a una cafetería donde te hacen unos bocatas de muerte.
―Estupendo, porque siento como un calambre ya en la panza.
Las dos amigas se fueron para los vestuarios, donde se cambiarían de ropa y marcharían hacia la cafetería. Durante el trayecto, Nayet no quiso comentarle nada Anais, hasta no estar a solas. Sentadas en la última mesa de la cafetería con su comida recién servida, Nayet comenzó sin rodeos interrogando a Anais acerca del comportamiento de Kendal.
―Anais, ¿Qué te pasa con Kendal? ¿Por qué os lleváis tan mal?
―No nos llevamos mal. Solo que...
―Anais, no me mientas, Kendal se enfada mucho cuando estoy contigo, de hecho me ha amenazado con llevarme a mi país porque no le agrada que me junte contigo.
―Qué capullo. Sí, Nayet, Kendal y yo no nos llevamos bien. Mira, resulta que Brenda y yo somos hermanas.
― ¿Así?
―Si, mi madre murió y mi padre se volvió a casar con la madre de Brenda. Yo sólo tenía cinco años cuando perdí a mi madre, en fin, las cosas con Brenda nunca han ido bien, por su puesto, su madre siempre la ha apoyado en todo. Yo he sido como la oveja negra de la familia, la incomprendida, la rebelde. Llegué a sentirme tan mal, no había noche que no llorase por la falta de mi madre, mi padre se dedicaba a trabajar y apenas me hizo caso y cuando lo hizo fue para echarme de casa por ser lesbiana.
― ¿Pero cómo te pudo hacer eso tu padre? No se supone que debe de apoyarte.
―Se supone, pero no lo hizo. En ese periodo de tiempo terminé mi carrera para demostrarle a la subnormal de mi hermana que yo puedo ser fuerte y luchar por todo lo que me proponga.
―Te entiendo. ¿Pero sigo sin entender que tiene que ver Kendal con todo esto?
―Kendal no me traga, porque...de causalidad me enteré de un secreto suyo, él como estaba saliendo con mi hermana, me basté de aquel secreto para que me enchufara a trabajar en este hospital y seguir demostrándole a mi hermana que puedo llegar a ser mejor que ella.
―Entiendo. Te valiste de un secreto de Kendal para hacerle ver a tu hermana que puedes ser mejor que ella. Y nunca pensaste en el daño que le estabas causando a Kendal.
―En ese momento no me importó, sentía tanta envidia por Brenda,lo tenía todo; novio perfecto, coche lujoso, carrera...mientras yo un piso de mala muerte, me dejaba los cuernos estudiando y mi pareja me había dejado por que descubrió que era bisexual. Mi vida se me derrumbó y no sabía encontrar la salida, la única que encontré fue esa. Sé que actué mal, me arrepiento, llegué incluso a pedirle perdón a Kendal, pero el solo ve en mí una mujer que lo extorsionó para tener un puesto de trabajo.
―A veces debemos cometer errores para ver la realidad, pero míralo por el lado positivo, aprendiste la lección, y tu vida ha ido volviendo a su ser.
―Bueno conocí a Carolina, aunque nos estamos conociendo me gusta mucho.
Las dos amigas siguieron por horas contándose su vida, Nayet estaba muy cómoda hablando con Anais, tanto que se olvidó de la hora, hasta que la llamó Kendal.
―¿Se puede saber dónde andas?―Le gritaba furioso.
―Che, para el carro Magdaleno, creo que soy mayorcita para saber lo que hago, y mira estoy con la lesbiana, ahora voy para casa.
―Nayet, no escuchas cuando te dicen las cosas.
―Me tendrás que dar dos azotes y castigar.
―No me toques las pelotas porque vamos acabar tú y yo muy mal.
―Kendal, voy para casa. Estoy bien.
Seguidamente Nayet se despidió de Anais, cada vez que la conocía y la trataba, más se encariñaba con ella, en un sentido se sentía identificada con ella. Al entrar en casa, el volcán Rosman explotó. Kendal se dirigió hacia ella, se puso delante de ella bufando como los toros del cabreo que tenía.
―Kendal, podemos hablar.
― ¿Tú no sabes obedecer? Toma tu pasaporte y lárgate de aquí.
― ¿Cómo? Kendal...No estarás hablando en serio.
―Tengo cara de Fofito.(payaso de la tele).
―No. Pero de Miliky si. Kendal, he estado hablando con Anais, y me ha explicado todo, incluso lo de tú secreto.
―Será zorra la lesbiana. Embustera, qué no iba a decir nada. La mato, te juro que la mato a polvos.
―Kendal, tranquilízate que te voy a tener que poner oxígeno. Déjame que te explique.
―Qué me vas a explicar. ¿Eh? Que vas a venir con tus penas. Ay pobre Kendal no puedes tener hijos eres esteril, tienes mi apoyo. Bla, bla, bla, pues ahórratelo Nayet.
―¿Qué? ―Nayet se encontraba con la boca abierta y su entrecejo fruncido, no se esperaba que ese fuera el secreto de Kendal.
―Es...que...la...no te ha dicho nada.
―No. Solo me ha dicho que sabía tú secreto, pero no me ha dicho cuál era. Me lo acabas de soltar tú.
―Joder, mierda, mierda, y mi lengua viperina. Y ahora qué hago.
Kendal caminaba de un lado a otro con una mano puesta en su cabello ya revoltoso y otra atrás en la espalda, se había delatado así mismo. Inquieto miraba a Nayet que seguía sentada en el sofá mirando hacia la tele apagada. Angustiado se acercó a ella. Algo más apaciguado y bajando su voz intentando aplacar sus nervios inició una conversación que no le llevaba a ningún sitio.
―Kendal, nadie somos perfectos, pero no debes por qué avergonzarte por ello. Ser estéril no es malo.
―Nayet, si lo es, y más un hombre, es como si te quitaran la esencia de ti mismo. Te cuento, yo llevaba dos años con Georgina, era la mujer que amaba, éramos jóvenes, teníamos nuestras carreras acabadas, nos fuimos a vivir juntos. Después de un tiempo decidimos tener hijos, al ver que no podíamos, nos hicimos pruebas. No te puedes hacer una idea de cómo me sentí cuando me dijeron que era estéril. Que no podía tener hijos. Georgina por supuesto me dejó. Ella quería ser madre y yo no podía hacer su sueño realidad. Me hundí, el alcohol fue mi via de escape y tirarme a toda tía. Tiempo después conocí a Brenda, y bueno ella está operada de los ovarios y matriz, por lo cual no puede tener hijos. No la quiero, pero con ella sé que ese sueño de tener hijos está a salvo.
Nayet lo miraba incrédula, no podía creerse las palabras de Kendal, un hombre joven, guapo, atractivo que con solo mirarte con esos ojos verdes te hace sentir como si viajaras en una nube de algodón. Y ahí estaba, abatido, con sus ojos rajaos en agua desahogándose con ella. Contándole su secreto, un secreto que llevaba callando años, tanto se avergüenza que no lo había dicho nada ni a sus padres. Comprendió todo el dolor que llevaba guardado, pero no podía explicarse como había podido compartirlo con ella, reparó que lo había soltado por un mal entendido. Volvió sus ojos hacia él, que mantenía su cabeza gacha y sus manos flotando en sus rodillas. Le agarró una de sus manos y con una sonrisa intentó darle animos. No sabía por qué, pero verlo así tan abatido le dolía. Llegando a notar la necesidad de ayudarlo, igual que a ella sus amigos siempre están ahí cuando se hunde por sus complejos, ella tenía que demostrarle que también estaba ahí para apoyarlo.
―Kendal, sé que debe ser duro para un hombre no poder cumplir un sueño que todas personas anhelamos, aun así eres médico y sabes que hay soluciones. Por favor vuelve hacerte las pruebas y verás como todo cambia, y si no puedes tener hijos queda la inseminación artificial, la adopción. No quiero verte así. Si quieres yo te ayudaré.
―Gracias, muchas gracias Nayet, pero ya me echo mil pruebas y estoy agotado, siempre la misma repuesta. Estoy condenado, ahora ya no me afecta tanto, pero no puedoñ estar con una mujer, yo nunca podría estar contigo.
―Anda el otro, ni que fuera una pulgosa.
―Nayet, no puedo porque tú en un futuro querrás tener hijos, y yo no podría dártelos. Al final acabarías dejándome. No puedo amar a una mujer y saber que no puedo hacerla el cien por cien feliz.
―Lo siento. Pero si yo te amase, nunca te dejaría, porque estaría con la persona que más amo, y si no podemos tener hijos, queda la adopción. Pero siempre me quedará esa persona que me abraza cada noche, que me hace el amor, y con la que envejeceré.
―Eres preciosa, tan maravillosa como perfecta.
Mirándola con sus ojos verdes platino, pasándole su pulgar por su rostro lentamente se arrimó a ella para unir sus labios abordando un deseo que le nacía desde dentro, precisando probar esa dulzura, de la mujer que tenía ante él consiguiendo que perdiera la cordura llegando a entusiasmarse más con ella, con el único pensamiento de seducirla. Ahora estaba más seguro que debía de seducirla, quería agradarle, le gusta todo de ella, no había nada que no deseara de ella. La vida le había quitado lo que todo hombre quiere, se había sumergido en su mundo lleno de tinieblas, viviendo al máximo y disfrutando cada noche con una mujer distinta, intentando de alguna manera olvidar lo que lo estaba matando por dentro. Sin embargo ahí estaba ella, probando sus apetecibles besos, rozando sus mejillas bajando por su cuello sintiendo como se va encendiendo bajo sus manos, como sus besos se van volviendo más salvajes gozando de ese momento la tumba. La desea, la acaricia por encima de su ropa viendo como ella cierra sus ojos desalmándose por todo lo que él le proporciona. No hay nada más bonito que ver como una mujer se entrega a ti en cuerpo y alma.
―Nayet
―uum
― ¿Te querías casar conmigo?
Los ojos de ella se abrieron de golpe, al mismo tiempo que se levantó echándolo a él hacia atrás de un empujón.
―A ti te sea ido la cobertura o que te pasa.
―Nayet, quiero que te cases conmigo. Eres la mujer perfecta para mí.
―Tú te as electrocutado, o eres tonto de nacimiento.
― Todo tiene una explicación, no te aceleres. Nayet, quiero que te cases conmigo, porque tengo a mi abuela Simona, que le queda medio telediario. Y antes que se despida de mí, quiero cumplir su deseo de casarme. Dale la felicidad a una pobre mujer que me ha criado de que me vea casado. Tú ya sabes mi secreto, no sientes nada hacia mí, todo será fingido. Y haremos feliz a mi pobre abuela.
―O me acabas de meter el mayor farol de tu vida, o eres un embustero de aúpa. Mira Kendal, yo no me voy a casar contigo, porque no tengo ninguna intención de engañar a tú abuela.
―Nayet, por favor, si no fuera importante para mí, no te lo pediría, por favor. Ayúdame.
―Aver hermoso, como te explico que un matrimonio no se puede fingir, que debe de haber amor. Que yo no puedo casarme así como así, que no, vamos ni harta de vino.
Kendal marcó rápido en su móvil, al minuto ya se encontraba hablando con su abuela, al rato se la pasó a Nayet. Al otro lado se podía escuchar una voz de una mujer anciana casi sin aliento, con una voz de bondaz. Nayet se estremeció, siguió hablando con Simona hasta que está comenzó a toser. Apenada, entristecida miró hacia Kendal que no dejaba de mirarla. Nada de lo que le estaba pasando tenía sentido, ¿Cómo iba a casarse, tan solo por hacerle un favor? Pero por otro lado, ella sentía algo hacia Kendal, le gustaba, le había encantado la manera de como la había besado antes y tocado. Sus emociones empezaron a liarse como su mente. Le entregó el móvil y decidió irse a darse una ducha, la contestación se la daría mañana. Debía pensar si realmente quería seguirle el juego a Kendal o no.
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