Capítulo 24
--Felicidades princesa--le dijo susurrándole al oído ese hombre recién llegado que pareciese que nunca iba a volver a ver. Él posando sus manos en las caderas de ella atrayéndola hacia él, con la intención de darle su regalo. Un beso, delicioso y tan suave que conseguía que ella vibrase al volver a recordar lo que este hombre le hacía sentir cuando se encontraba sola, sumergida en su caparazón de incertidumbre y miedos por ser rechazada. Él la observaba con un destello en sus ojos mostrando su sonrisa complaciente. Ella como podía disimuladamente actuaba con normalidad, siendo todo una farsa, ya que en su interior desfilaban infinidades de nervios.
--Princesa, ¿no me presentas a tus amigos?--Pregunta José Arlhey, alegre al saber que no le ha ido tan mal a Nayet a pesar de su ausencia.
--Sí-- pudo pronunciar balbuceando. Uno a uno iba presentándole, todos ingenuos, menos Violeta que sabía lo ocurría, miraban asombrados a ese hombre atractivo y a Nayet. Al llegar a donde se encontraba Gael, Nayet lo miró a sus ojos claros con súplica, mientras él la miraba molesto conteniendo su furia apretando sus puños.
Sin percatarse de lo que ocurría, José Arlhey seguía sonriente, sin dejar de mirar a Nayet entrelazando sus dedos para continuar bailando.
Harto de ver lo feliz que se veía Nayet en brazos de otro, su nerviosismo tocó el límite, Gael molesto salió de aquel de lugar sin despedirse de nadie. Al salir a la calle, la pequeña ventisca lo golpeó en la cara aliviando de alguna manera la rabia que abundaba por sus venas.
--Gael, espera por favor.
--Qué quieres Nayet.
--Espera.
--Primero tranquílizate, y después hablas.
--Gael no me juzgues tan severamente. Yo no sabía que José Arlhey iba a regresar.
--Pero cómo puedes ser tan embustera. Cómo no lo ibas a saber que tu querido novio iba a volver.
--Te lo juro Gael, no he sabido nada él.
-- ¿Te as divertido viendo me la cara, Nayet? Escúchame, nunca he echo el pavo con una mujer, nunca le había expresado mis sentimientos y lo que más me duele que he sido un idiota en creerte, no te mereces nada. Eres una mentirosa, críticas a Gina y tú eres mil veces peor que ella. Y para que lo sepas, claro que no eres perfecta, ni lo serás nunca, gorda grasienta cuentista.
Las palabras enfurecidas de Gael traspasaron el corazón de ella como navajas afiladas. Ese hombre que horas antes la colmaba con besos, mimos y palabras cariñosas...ahora la insulta sin apenas haberla escuchado. La voz de Violeta y sus manos acariciandola de manera consoladora, hacían que Nayet fuera en aparencia fuerte, por dentro sus latidos aflojaban al ver alejarse a ese hombre que a su manera lo quería.
--Ven Nayet. Pasemos dentro.
--Violeta, yo...quería explicarle, yo...
--Llora Nayet. Llora, ahora que nadie te ve. He escuchado las palabras de Gael. Han sido muy duras, pero ahora debes enfrentarte a tu destino.
--Qué voy hacer Violeta. Aconséjame algo porque yo no sé como voy afrontar todo esto.--La acongoja iba aumentando como sus temores e inseguridades. Debía hablar con Gael y tratar de explicarle a José Arlhey que todo había cambiado.
Pegando patadas al aire, aún sintiendo una ira descomunal por haber sido traicionado por la única mujer que de verdad quería. Sus impulsos celosos llevaron a Gael ha tener que recurrir a Gina, estaba frustrado y necesitaba aliviar ese sufrimiento, aunque sea en la cama con una mujer que no siente nada hacia ella.
Terminó la conversación y con una sonrisa de victoria en sus labios, no dudó en contárselo a su hermana.
--Bueno hermanita, tengo que irme he quedado con Gael, me espera en una habitación de hotel, y no me gusta hacer lo esperar y más tratándose de él.
--Tranquila, vete. Que...
-- Disfrute y me lo pase bien en brazos de Gael. Ni lo dudes, no veo el momento, estoy tan excitada de pensar que voy a tener sexo con ese dios . -- Con voz vacilante sin dejar de sonreir ante la reacción de su hermana, Gina se marchó tirándole un beso al aire.
El pecho de Nayet se iba contrayendo cada más, sintiendo su corazón más chiquito. Sus ojos ya estaban cargados de agua, agachó su cabeza con sus manos cayendo ha ambos lado de su cuerpo, resignada y derrotada. Le dolía mucho saber que Gael se iba a ir a la cama con su hermana, le iba a dar esos besos y caricias que despertaban en ella multitudes de fantasías cuando estaban juntos.
En una pequeña habitación de hotel, Gina esperaba con un mini camisón rojo transparente a ese hombre que la estimula bastante, llegando a perder la cordura. La puerta se abrió despacio, con sus ojos enrojecidos entre el llanto y el alcohol, Gael examinó a esa bella mujer. Su mente lo traicionó imaginándose que era Nayet. La agarró de su cintura, dándole un beso salvaje, apretando la más contra su erección.
Su cólera se mezclaba con violencia, el pánico lo abordó llegando a hacerla suya de una manera nada amorosa. Mientras él se desquitaba con el cuerpo de Gina, ella sentía más placer. Lo que acabó en un buen asalto. Al despertar todo le daba vueltas, parpadeo varias veces asimilando donde estaba, esperaba que fuera lo que él creía. Pero no, la mujer que yacía durmiendo a su lado era Gina.
«Soy un monstruo, qué he echo» pensó al ver como dormía Gina tranquilamente. Despacio, se levantó de la cama para darse una ducha, el agua templada le vendría bien para aliviar el sufrimiento y la traición que había recibido por parte de Nayet.
Debería estar feliz, contenta y dando botes como una quinciañera enamorada. Pero era todo lo contrario, el regreso de José Arlhey no era como ella hubiera querido. Seguía tan guapo y cariñoso como lo recordaba, y su comportamiento hacia ella no había cambiado. Quería ser fuerte, le era imposible, volvió a esconderse dentro de su caparazón de cobardía e indecisiones.
Sentada en el borde de la ventana, miraba hacia el frente, derramando lágrimas dolorosas, al recordar el antes y el después con Gael.
Con su cuerpo débil y siguiendo los consejos de Violeta, Nayet se arregló para ir al hospital, aunque quisiera tapar su rostro con tres kilos de maquillaje, no había que ser muy tonto para darse cuenta que en sus ojos reflejaba un filo de rojez y sombras de ojeras, ocultando el lamento de un amor. Abatida agarró su bolso y se fue para el hospital.
Nada más entrar en el hospital fue derecha hacia el consultorio de Gael, llamó repetidas veces a la puerta y no respondía. Intranquila con la necesidad de hablar con él, lo buscó, cuando ya pensaba que no había ido a trabajar, se lo encontró tonteando con Leticia y Maica, dos enfermeras jóvenes y guapas. Necesitaba estar lo más serena posible para hablar con Gael, con paso indeciso, temblando de poder estar cerca él, con la esperanza de que todo se pudiera aclarar.
Lo primero fue el distanciamiento, después el orgullo y el derecho de no hablarle, así se pasó todo el día Gael, evitando lo inevitable.
Agotada de hacer la imbécil, y pasarse todo el día detrás de él, Nayet decidió dejarlo por imposible. Ya no tenía sentido intentar dar una explicación, si él la despreciaba de esa manera.
A la salida del hospital, Nayet se topó con Gael. Su mirada era fría, en sus iris se podía ver ese odio que transportaba por cada poro de su piel.
--Gael, ¿podemos hablar? --Preguntó resignada, sabiendo que iba a obtener un "no" como respuesta.
--Tú dirás. Aunque ya me ha quedado todo claro. He sido...a ver como te lo digo... así...tú entretenimiento, tú marioneta... ¿Qué he sido para ti, Nayet?
--Gael escúchame, todo tiene una explicación.
-- Qué me vas a contar. Solo puedo decirte que me has lastimado y no pienso perdonarte.
--Gael, no me hables así, yo no te mentido, te hablé de José Arlhey.
--Sí. Pero te se olvidó un detalle. ¡¡Te vas a casar con él!! Mientras yo hacia el gilipollas para que te fíjaras en mí, dime, ¿cuántas veces te refería que algún día nos casaríamos? ¿Cuántas?
Se hizo un silencio. Las lágrimas de ella era como lluvia en sus ojos deslizándose por su cara. --Gael yo no he jugado con tus sentimientos, por que yo también te quiero.
--Demasiado tarde Nayet. Ahora quédate con tu prometido y déjame en paz. Haberlo pensado cuando te metias en mi cama.
Gael comenzó a caminar más rabioso de lo que estaba. Nayet lo observa alejarse, lo poco que le dejaba ver el agua de sus ojos. Su mano fue directa a su pecho doblándose de la angustia y la ansiedad que en estos días la estaba destrozando por dentro.
Al llegar a su casa, todo era oscuridad, prefirió no encender la luz, así era como se encontraba, apagada y dudosa sin saber que camino coger. Si casarse con José Arlhey, ese hombre que la colma de cariños, o luchar por Gael, ese hombre que quiere y la hace sentir tal y como es ella. Perfecta.
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