Capítulo-20
ππDEDICADO A TODOS LOS LECTORES ππ
Con espanto Nayet intentaba articular alguna palabra, pero todo le resultaba imposible. Tan sólo podía zarandear sus manos todo lo deprisa que podía tragando agua. Se tenía que armar de valor pero en ese instante todo era un temblor y sospecha de lo que le podía ocurrir. Un ruido en el agua la sobresaltó.
―Nayet por favor agárrate a este flotador y a mí. -Le grita de desesperación Gael.
Ella haciendo caso a sus palabras lo hizo intentando sacar la cabeza lo máximo que le era posible. Al llegar al bordillo entre dos hombres más sacaron el cuerpo débil y frágil de Nayet. Gael no perdió su tiempo, se arrodillo y comenzó con los primeros auxilios.
Desde el otro extremo varios enfermeros ayudaban Camilo a incorporarse. Él quería hacer algo. Pero nada de lo que pensaba podía hacer. Era un discapacitado. Un hombre fuerte y deportista sentado en una silla de ruedas sin valer ya nada. Lleno de impotencia pegó un puñetazo al brazo de la silla maldiciendo por verse en esa situación. Un celador se lo llevó para que lo observaran, el susto aún permanecía en su cuerpo. Como en el cuerpo de Gael que se aferraba en hacerle los primeros auxilios para ver la reacción de Nayet. Lentamente ella fue respondiendo. Todo quedó en un susto.
Sus ojos quedaron clavos en un silencio de extrañeza y agradecimiento.
En una camilla se la llevaron. Él parado con su cuerpo mojado miraba hacia esa piscina apretando sus puños. ¿Qué hubiera pasado si no hubiera llegado a tiempo?
En la sala de espera los padres de Nayet esperaban angustiados. Cuando una enfermera avisó que podían pasar su madre no tardó en salir corriendo a ver a su hija.
―Nayet, hija ¿Cómo estás?
―Estoy bien mamá. Todo ha sido un susto.
― ¿Qué ha pasado? ¿Cómo te has caído a la piscina?
―Pues...por mi torpeza, ya sabes que yo soy muy torpe.
―Nayet, no sabes nadar. Imagínate lo que te ha podido suceder.
Nayet movió la cabeza para otro lado aguantando sus gotas que amenazaban en salir al exterior. Podía caerle muy mal Davinia, pero tampoco quería que perdiera su puesto de trabajo. Lo mejor que se le ocurrió fue callar para después hablar con ella. Al final todo ha quedado en un susto. Un susto que había tenido consecuencias mayores.
Mientras sus padres y su abuela hablaban con Nayet, Gina buscaba a Gael. Necesitaba verlo. Desde hace semanas no ha vuelto a saber nada de él, y aunque no quisiera reconocerlo, Gael es un buen amante.
―Gael, querido estas aquí. -Dijo pronunciando con la mayor alegría que le podía salir. Moviendo sus caderas se fue acercando a su mesa. Gael ni la miraba, en sus pensamientos esta Nayet y en ese momento era su preocupación.
―Qué quieres Gina.
―Nada. He venido a ver a la torpe de mi hermana. Y ya de paso a saludarte. Como hace tantos días que no sé nada de ti.
―Pues ya me has visto. Ahora si me disculpas tengo cosas que hacer. Nos vemos luego.
Otra vez. Otra vez ha sido rechazada por él. Su orgulloso pareciese que no existía ya que no le importaba rebajarse ante él para conseguir su propósito. Ser el centro de atención y halagos por parte de los hombres.
Despacio, medio atontada por los medicamentos, Nayet abrió los ojos. Parpadeó repetidas veces para intentar visualizar mejor. Ahí sentado en un sillón se encontraba Gael.
― ¿Gael?
―Nayet, ¿Cómo estás? ¿Cómo te encuentras? -Hablaban en un susurro. Algo que le pareció a Nayet sensual.
―Bien gracias. Pero... ¿Qué haces aquí?
Él tomó asiento en el borde del colchón, la agarró de la mano para contemplar a esa mujer que tanto lo trae de cabeza. Pudo percibir su nerviosismo a través de su tacto, descubriendo como sus ojos brillaban. Despacio se iba arrimando, sus ojos permanecían quietos mientras los de ella se movían de nerviosismo. Con sus dedos acariciaba su rostro acalorado, acariciando con su pulgar los labios de ella, abordando en su interior deseos incontrolables. Uniendo sus labios pudo rozar con su lengua los de ella que se abrían complacientes y ansiosos de probar su miel. Poco a poco Gael se fue adentrando con su lengua en el interior de la boca de Nayet, deleitándose con esa boca que lo trae loco. Ella gustosa seguía probando la miel que recibía por parte de Gael. Era lento y pausado, agradable como placentero. Al separase para tomar aire sus miradas seguían ahí, sus respiraciones agitadas y sus cuerpos deseos de explorar más. El toque de la puerta, hizo que Gael se separase bruscamente para que entrara una enferma para tomarle la tensión y la temperatura.
Al irse la enfermera, atónita, Nayet seguía mirando en silencio a Gael mientras él miraba por la ventana la Luna con sus manos en sus bolsillos.
―Gael, gracias por haberme salvado la vida.
―Soy médico. Es mi deber.
―Lo sé. Pero si no hubieras llegado a tiempo. Yo...
―Tranquila, mientras que estés cerca de mí no te pasará nada. Aunque sea yo el que te esté lastimando constantemente. Sé que no me porto bien contigo y me jodió mucho que Ginés te llevara a ti a Houston. Pero pensándolo bien, acertó en llevarte a ti. Seguro que habrás aprendido mucho.
―Y tanto que aprendido, ha sido un viaje que no olvidaré.
«Como para olvidarlo, si tú supieras, que lo más me gustó no fueron las charlas si no ver a ese momento de hombre. Mierda, porque tiene que aparecer Kendal ahora»
Gael se giró y la besó en la frente para después besarla en sus labios. Un beso que quiso prolongar todo lo que le fue posible. No quería separase de ella, quería seguir a su lado. Pero debía marcharse, en un par de horas entraría en quirófano.
Por la mañana temprano Lili y Dulce fueron a visitarla.
―Nayet, por el amor de cristo, cómo estas amiga. Estas bien, te duele algo, te traigo un paracetamol o mejor un macizorro que te ponga una buena inyección.
―Lili, cómo eres. Nayet que tal estas. Sigues asustada.
―Gracias chicas, ya estoy mejor, ya he pedido el alta. Y de Davinia... ¿qué sabéis?
―De esa víbora, que Ginés la ha puesto de patitas en la calle. Una mujer de la limpieza y no sé quién más confesaron que fue ella quien te empujó. Pero sabes, la muy zorra le ha enseñado unas fotos tuyas y del bombón de Camilo. Uff como me pone el futbolista. Ginés hablará contigo, pero esa rata de laboratorio está en la calle. Que le den, se lo ha buscado ella solita.
―Es Lili, radio patio. Lo que no se entere ella no se publica ni por Facebook.
Las tres amigas se echaron a reír. Al rato cada una se dispuso a comenzar su jornada. En la puerta esperaba Davinia.
―Puedo pasar.
―Si Davinia, pasa.
―Yo...venía para disculparme contigo y agradecerte que no digieras nada. Pero parece que las maldades hay que pagarlas.
―Lo siento Davinia, yo no hubiera querido que te echaran. Me hubiera echado yo la culpa.
―Tranquila, mis actos los tengo que pagar y creo que escarmentado. Me deje llevar por la envidia, los celos de que Gael te hiciera más caso a ti que a mí. Y mira. Nayet, te doy un consejo, ese hombre se ve que te quiere, no hagas tonterías en el hospital, pero fuera no dudes en estar con Gael.
―Gracias por tu consejo. Lo tendré en cuenta.
Nayet le extendió la mano a Davinia y firmaron la paz. Nayet miraba como esa chica se marchaba entristecida, y ella se sentía mal. Sabe lo que cuesta conseguir una plaza y tener que irte es más duro todavía.
―Buenos días Nayet.
―Camilo. Los ojos de ella se agrandaron más, su corazón empezó a bombear más rápido.
Camilo le hacia entrega de un ramo de rosas blancas, sus ojos azules estaban más apagados. Quería preguntarle tantas cosas, pero sus nervios se lo impedían. Camilo la agarra de la mano, directamente la mira a los ojos, aclarándose la garganta comenzó a pronunciar:
―Nayet, vengo a despedirme de ti. Me marcho para Estados Unidos en unos días. Quiero operarme, quiero volver a caminar. Lo que pasó ayer me hizo reaccionar. Si yo pudiera sostenerme en pie, nada de lo que te pasó te hubiera ocurrido. Te hubiera defendido de esa mujer impidiendo que cayeses al agua. Y si hubieras caído, que fuera entre mis brazos. Nayet siento aquí en mi pecho, un dolor muy grande. Impotencia. Es lo que me ha llevado a tomar esta decisión.
―Camilo, tú no puedes someterte a esa operación, te costaría la vida. Es una operación muy arriesgada, te puedes quedar bien o morir.
Los ojos de Nayet no tardaron en cargarse de agua, soltando una lágrima en señal del dolor que siente al saber que no volverá a ver más a Camilo.
―Nayet no sufras por mí. Si lo hago es más por ti que por mí.
―Si lo haces por mí no lo hagas.
―Tú has sido mi ángel, con tu sonrisa, tu sencillez, y con esta ternura que desprendes he descubierto que te quiero. Y si de verdad tú sientes algo hacia mí, déjame marcharme.
―Camilo...yo...
―Ahora no soy tu paciente.
Sus ojos azules destellaban un brillo de felicidad y deseo. Nayet, apreciaba como sus pulsaciones se aceleraban, su estómago estaba lleno de mariposas. Tragando repetidas veces saliva se acercó a Camilo, le acarició su cabello, palpó su cara mientras el cerraba sus ojos para sentirla. Al abrirlos los dos se fundieron en un apasionante beso. Un beso lleno de tantos sentimientos como amargura.
Se abrazaron tan fuerte que pareciese que sus vidas dependían de ese abrazo. Nayet no podía dejar de derramar lágrimas mientras lo miraba. Era una despedida, tal vez para siempre o tal vez no. Pero lo único que estaba segura era que Camilo se había adentrado en su corazón. Armándose de valor agarrándolo de las manos se lo confesó. Podría ser sus últimas palabras. ―Eres especial Camilo, y así me has hecho sentir los días que pasado junto a ti. Deseo que vuelvas a ser el que eras.
―Prométeme que me esperarás.
― ¿Eh? Otra vez no. Hacemos una cosa, cuando te recuperes. Búscame.
―Lo haré Nayet. Lo haré aunque me tenga que ir a la Patagonia a buscarte. No me olvides. Acepta esta pulsera. Cada vez que la veas acuérdate de mí. Es una luna, con eslabones cruzados de plata. Cada vez que yo mire a la Luna me acordaré que conocí a la mujer más bella del mundo y que brilla por lo que es. Por ser tú misma.
Aquellas palabras sorprendieron a Nayet, eran tan distintas pero tan parecidas a como se las dijo Kendal. Se mojó sus labios intentando no sollozar más pero le fue imposible. Abrazó a Camilo susurrándole que lo quería. Se deshizo de su abrazo justo al llegar un enfermero. Los dos se soltaron de la mano y Camilo se fue acompañado del enfermero. Giró su cabeza despidiéndose de Nayet con la mano. Ella permanecía en la puerta con una mano en el pecho y la otra en su boca intentando apaciguar el llanto que la consumía de saber que no volverá a ver a Camilo.
Acongojada con un fuerte dolor en su pecho, pasa dentro de la habitación. Con su cara mojada se mira al espejo colgado en la pared apreciando su figura. Como puede decir esas cosas Camilo, si ni ella misma se gusta. Nada de su cuerpo le gusta. Pechos algo voluptuosos, piernas gorditas y grasa, celulitis por todos lados. Sintiéndose más destrozada se mete en la ducha enjabonándose. Las palabras de Kendal son las primeras que se asoman, después las de Camilo. ¿Qué está ocurriendo?Ella no es una modelo, esa no es perfecta, como puede gustarle a hombres como ellos tan atractivos. Imposible, ella nunca podrá aspirar a salir con un hombre como ellos. Por lo menos le queda el consuelo de mantener una amistad.
Vestida, sale fuera para irse a casa. Se dirige hacia el consultorio de Gael. Sentando con la mesa llena de papeles lo mira recordando aún ese beso de anoche. Se estremece a la vez que se da pena así misma cuando ve a su hermana sentada con una mini falda y un top ajustado mostrando su espalda al aire. La mira de arriba abajo como siempre ha hecho, pensando entre ella lo guapa que es su hermana y ella no es ni la mitad. Gael alza sus ojos y la saluda. Su hermana se gira y también la saluda. Los tres comienzan hablar. Todo bien hasta que descaradamente Gina rodea a Gael por detrás con sus brazos y comienza a besarle en el cuello. Furiosa Nayet sale del consultorio. Mientras Gael se deshace de Gina regañándola, éste sale en busca de Nayet necesita aclarar las cosas con ella.
―Nayet espera. Escúchame.
―Qué quieres Gael. ¿A qué juegas? Primero anoche vas y me besas y ahora te veo como mi hermana te magrea y quieres darme una explicación. Por favor, que no nací ayer.
―Pues parece que sí. Escúchame. Gina no me interesa, no te das cuenta, es ella la que me busca. Yo solo tengo ojos para ti. Joder Nayet me gustas. Me gustas mucho.
Aquellas palabras fueron suficientes para Gina. Su cuerpo no tardó en reaccionar lleno de cólera y envidia. Gael el mejor amante que ha tenido, guapo, atractivo. Ha puesto los ojos en su hermana, la peor humillación que le podía hacer. Indignada, Gina piensa en cómo hará para que su hermana y Gael sólo exista odio. Ahora queda pensar en cómo lo hará para burlarse de su hermana y que sepa lo que es el desprecio.
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