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Capítulo-1

Sentada en un banco del aeropuerto se encontraba Nayet llorando por tener que alejarse de su novio. José Arlhey un hombre algo mayor que ella, pero ni la edad ni el físico se ha interpuesto entre estos dos enamorados.

Nayet una chica tímida, confusa con sus sentimientos dado que nunca se ha gustado así misma. Desde la adolescencia siempre estuvo rellenita, a hecho infinidad de dietas, ejercicio, se ha tomado los famosos remedios para quitarte esos kilos que no deseas. Al final todo es mentira y su cuerpo es como es. Atormenta por los comentarios de los chicos siempre insultándola con palabras como gorda, ballena,foca...y marginada por las delgaditas de la universidad. Cada vez que Nayet se miraba al espejo, nada de lo que veía en su figura le gusta. Grasa, celulitis, caderas anchas... Un desastre para una chica que nunca supo lo que era tener un novio. Sólo ha sido el centro de burlas de sus compañeros.

En el último curso de universidad conoció a Lucas, un chico diferente, nada que ver con los demás chicos. Qué era lo le hacía tan especial, además de su simpatía y dulzura, que era ciego y luchador.

A su lado Nayet aprendió que todo en la vida no es el físico aunque por desgracia la sociedad de hoy en día lo demanda. Nayet volvió a sonreír, a sentirse a gusto con su belleza. Lucas le enseñó muchas cosas sobre sí mismo y como valorarse y quererse a uno mismo. Siempre le decía que si el podía ayudar a otras personas discapacitadas por qué ella teniendo luz en sus ojos no podía. Esas palabras le hicieron de pensar. Tras pensarlo y sacar de sus casillas a sus padres, que ya habían decido que estudiara empresariales, ella decidió estudiar medicina.

Nayet no es como su hermana Gina. Gina es todo lo contrario a Nayet, rubia, alta, delgada, buena figura, grosera, ambiciosa y creída. Ya que por su físico hombres no le han faltado. Aquello se lo llevaba los demonios a Nayet. ¿Por qué ella no podía ser como su hermana?
Ella vivía en la sombra de su hermana, recogiendo las sobras de ella. Si había alguna fiesta, su acompañante sería el que su hermana hubiera desechado. Después de acabar todo, llegaba lo peor. Tirarse en la cama a llorar y odiarse por no ser como su hermana.
Si a eso le sumas que los cinco miembros de su familia que vivían en la misma casa se mentieran más con ella, eso era la gota que colma el vaso.

La única persona que la entendía era su abuela Seferina. Era dulce, cariñosa, comprensible y siempre estaba ahí para ayudar a su nieta preferida. Era la única que sacaba la cara por ella, cosa que lo agradecía Nayet con todo su corazón. Su abuela Seferina, no era como las demás abuelas, era una aventurera. Desde que enviudó hace seis años se compró una caravana y comenzó a viajar por todas las ciudades y países. Al año de volver de nuevo a casa, le contó a Nayet un secreto, había conocido a unos amigos que le gustaba la música. Y no precisamente los pasodobles, si no el Rock y Heavi Metal. Llegando a hacer un grupo. Todo era una locura y más viniendo de una mujer de sesenta años. Nayet admira a su abuela, y con su ayuda se fue de su casa para compartir piso con Violeta.

Violeta era de piel morena, pelo largo rizado y delaga. «Mi pesadilla» pensó Nayet. Pero Violeta no era Gina. Era todo lo contrario. No tardó en hacer amistad con ella. Violeta fué la que le presentó a José Arlhey, su nuevo jefe en la disco donde trabajaba. El primer día que fue a tomarse una copa con Violeta, lo vió. Ni sus ojos ni su cuerpo podían moverse de ver aquel hombre moreno a juego con su piel. Y qué decir de sus rasgos, ojos intensos negros sonrisa evacuadadora para poder ser víctima de sus besos. Era alto, hombros anchos, y se veía que se cuidaba. Su boca se secó nada más escuchar ese acento cubano. Su cuerpo no tardó en alamarse. Dió varios suspiros antes de que sus mejillas se rozaran. Olía tan rico, hablaba tan educado. «Esto si es un hombre, y no los niñatos de la universidad», le dijo su subconsciente. La noche pasó con normalidad, se despidió de él susurrándole algo a su oído. Aquellas palabras consiguieron que Nayet volviera a sonreír. Era el primer paso para sentirse bien consigo misma. A lo primero fantaseó a la vez que dudaba, no podía creerse que un hombre con José Arlhey le hubiera dicho que era preciosa. Lógico, es lo que suelen decir los hombres atractivos como él a lo primero para caer bien a una mujer. Abatida volvió a meterse en su caparazón de amargura volviendo a fantasear con ese cubano que tantas noches le había interrumpido el sueño.

Dos semanas después, volvió a la disco donde trabajaba Violeta. Era su cumpleaños, sus veinte y seis años, tan sólo deseaba pasarlo bien en compañía de sus dos mejores amigos. Lucas y Violeta. Como todo buen cumpleaños su deseo se hizo realidad. Esa noche probaría los besos de José Arlhey, regalándole un hermoso ramo de rosas blancas.
A partir de ese día Nayet cambió "algo". Temía que ese hombre atractivo la rechazara o se burlase de ella por no ser perfecta. Por no tener buen tipo, simplemente por no ser adaptada en la sociedad.
Pero no, todos sus malos pensamientos iban desapareciendo conociendo más a su cubano a su vez que él le demostraba cuando la amaba.

El día que José Arlhey le comunicó que debía irse a su país, el mundo de Nayet se vino abajo. No sabía como iba a caminar sin estar agarrada de su mano, quien la iba apoyar, quien la iba alagar con palabras dulces delitandola con besos. ¿Quién? Si el único hombre con el que ha estado se marchaba, sin saber por cuanto tiempo.

Al despedirse José Arlhey de ella sin poder dejar de mirarla fijamente a sus ojos verdes agarrando sus manos pegándolas contra su pecho sintiendo los latidos de su corazón haciéndole prometer que esperaría su regreso y que debía continuar con su vida como tenía planeado.
Ella sólo pudo asentir con su cabeza, sus gotas empezaron a derramarse por su rostro.

-Te amo mi niña, a mi regreso pienso casarme contigo. ¿Aceptarías ser mi esposa?
Sin dudarlo Nayet gritó un sí lleno de tanta emoción como amor sentía hacia su chocolatito.

Lo peor vino después, verlo irse hacia el túnel con su maleta cargada de momentos tan bonitos que han pasado juntos. Tener que despedirse la destrozaba por dentro. No era un adiós, era el comienzo de la nueva vida de Nayet.

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