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(2)

Esa mañana de martes no tenía interés en hablar de mi amigo, pero las chicas me esperaban para el cotilleo. no me costaba confiar en Miriam, pero con Leti era todo diferente, solía ser infantil, y, otras veces, adulta, cuando le convenía. Sin embargo, no era lo que se dice una persona que sepa guardar un secreto. Era curiosa, entrometida e impaciente.

También llevábamos mal la parte de su vestuario. A Mimi le gustaban los colores cálidos, sabía conjuntarlos. Yo prefería los fríos, quizás el blanco formaba parte de mi identidad. Cada una de nosotras sabíamos nuestro color. Pero dudaba de si algún día la más infantil hallaría el suyo.

Cuando me encontraba en el patio, descansando de la clase anterior, escuché algo, y me acerqué más, pero fue un error.

—Leila está misteriosa.

—No me digas.

—Estoy segura de que esconde algo, a lo mejor se cayó de la cama o se enamoró.

—¿Si fuera así no crees que lo hubiera dicho?
Saqué un libro que tenía guardado en mi mochila pequeña.

—Otra novela, menudo rollo.

Aquello venía de nuestra amiga Leti, no soportaba mi costumbre de estar continuamente leyendo.

Ella resopló, al darse cuenta de que iba a seguir en ello.

A pesar de estar sentada a su lado, no me importó que se levantara,; en el fondo, sirvió para ahuyentarla.

—Puedes hablar —siseó Miriam.

Aún prestaba atención a mi mejor amiga, el libro seguía entre mis manos, pero lo dejé abierto boca abajo sobre el banco.

—Me metí en internet, miré contenido sobre Gael.

—De espía, ¿no?

—Algo así, necesitaba saber de él, aunque no añade nada en su perfil, ni cambia su foto.

—Sabes cómo es él, quizás esté ocupado.

Dejamos de hablar del tema al ver que llegaba. (Leticia)

En la tarde, estuve con todas mis amigas, fuimos a la plaza de nuestra ciudad. Allí vimos a Gael. Charlaba con una morena, una joven alta y que parecía atleta.

—Este chico no pierde el tiempo.

—Van a durar dos telediarios.

—Fíjate en ella, tiene curvas, es perfecta.

—Define perfecta, la veo como todas.

—¿Acaso crees que va a cambiar sus gustos con respecto a las mujeres que frecuenta?

Dudé, pero aún tenía la esperanza. Sabía que Gael no era el típico chico que mantuviera una relación formal.

Otro día que necesitaba más apoyo que nunca, al salir del instituto, no esperaba encontrarme a Gael después de días sin verle.

—No hay quien te vea.

—A mí no me mires, dejaste de llamar. Quizás alguien ocupe tu mente.

—No bromees con eso.

—¿Sabes?, me apetece quedar contigo. ¿Por qué no vienes a un bar que abren por la tarde?

—¿Es en serio?

—Claro, eres mi amiga; además, podríamos hablar sobre lo que nos ha ocurrido en estos días.

No estaba de acuerdo, pero no se lo dije.

Siempre habíamos sido amigos, incluso confidentes. Él era tan él, Lo vi irse, pero no perdí detalle de la mancha de carmín de su camiseta.
¿A saber quién estuvo anoche con él? Cada cual tenía su vida privada.

Comprobé, como siempre, su auténtica personalidad. Decidió que íbamos a coincidir en ese bar. Allí una morena lo saludó, yo no la conocía. Pero él sí, y me imaginaba que habrían tenido algo por el regalito que le ofreció. Era educado y cordial, un profesional en la materia del flirteo. Me sentía ahogada, excluida, por lo que consideré que, para ser un estorbo, mejor me iba. No encajaba en ese ambiente donde Gael estaba cómodo, junto a esa camarera y algunos jóvenes de su círculo.

Salí del bar, sin avisar. No sabía qué me pasaba, prefería pensar que nada cambiaría entre nosotros, pero estaba sucediendo.

Al llegar a casa, me eché agua en la cara. Luego pensé, le di vueltas a lo mismo mientras agarraba una toalla. ¿Acaso me estaba engañando?

Nunca había sentido celos de aquellas mujeres porque sabía que solo eran un rollo pasajero para Gael, aunque no sería extraño que alguna de ellas permaneciera ahí, durante un tiempo. Podía tener más amigas. Lorena por ejemplo, una pelirroja que jugaba de porrista para su equipo de fútbol. Ella podía ir a su casa, luego verle en cualquier otra parte y se comportaban como si no hubiera ocurrido nada. No entendía mucho esa relación que llevaban, se podría definir como amigos con derecho.

Al pasar aproximadamente una hora, recibí un mensaje.

Gael: ¿Dónde leches te has metido?

Leila: Estoy en mi casa.

Gael: Es decir, que no estás aquí. Pues te estuve buscando.

Leila: Lo siento, me surgió algo.

Empecé a mentir, era el comienzo. No podía creer que me hubiera buscado por todo el bar, dejando a sus amigos.

Gael: Podrías haber avisado. Eso no se hace.

Leila: No ocurrirá de nuevo.

Gael: Vale, la próxima vez me invitas a una caña.

Leila: Hecho.

No sabía si habría una próxima vez.

Cierto día, creo que fue un viernes, no pude esquivar a Leti. Ella se acercó sigilosa, me inspeccionó y, por último, encontró el momento para interrogarme.

—Leila.

¡Por Dios, no!

—¿Qué has estado haciendo durante estos días?

—Estudiar.

—Quiero salir por ahí, ¿vienes?

—Se acerca un examen.

—Es viernes, va. Además, tienes esta semana para repasar.

—Está bien.

—Me convenció la muy pilla.

—¡Yupi, ahora nos queda Miriam!

Después de oír su grito, puse los ojos en blanco. Ese entusiasmo suyo, algún día podía venirse abajo si no cambiaba. Estaba loca.

A eso de las ocho, quedamos en el piso de Mimi, no estaba su madre porque le tocaba rehabilitación. Vi su ropa en su cama. Esta chica siempre tenía estilo al vestir.

—Me voy a poner este, es el que mejor me sienta. ¿Cuál es tu preferido?

Esa pregunta iba dirigida a mí, pero ¿qué sabía yo de moda?

—El rojo, es bonito —dije mi opinión, pero alguien tenía que venir del otro extremo e interrumpir.

—Prefiero el azul, ¿cómo sois?

—Dime qué tratas de decir.

«Uy, ya empezaron».

—Me parece que lo que llevas puesto es aburrido —Leticia opinó.

Quise evitar eso, ambas se desafiaban. Sin embargo, siempre acababa en medio y oyendo cada tontería.

—Este vestido me lo regaló mi tía, que lo sepas —dijo Miriam con énfasis.—Ella trabaja como diseñadora.

—¿Y con ese conjunto pretendes ligar?

—No, me gusta vestir así para sentirme bien conmigo, no voy en ese plan. No puedo ser como tú.

—Te odio.

Quise desaparecer, en ese momento más que nunca.

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Un poco antes de salir, llamamos a una compañía de taxis.

Antes de llegar a ese bar pasamos por un paso de peatones fue en el instante de ver cómo se alejaba el taxista. Entramos y enseguida pedimos unas cervezas al guapo camarero, el quien observó curioso a Leti. Ella enseguida lo percibió y le echó ojitos; sin embargo, su top de rayas amarillo y negro y los pantalones de leopardo llamaban su atención.

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