"¿Qué haces aquí?"
Soundtrack ~ Te voy a esperar ~ Juan Magan & Belinda
Capítulo 7: "¿Qué haces aquí?"
Mi última clase, tan solo tenía que hacer esta maldita mezcla de esta jodida clase de laboratorio. Vierto un líquido en el recipiente que me mandan poner, un cuerpo se coloca a mi lado. Toda la concentración que poseía se disipa como si se tratara de una brisa de aire.
Su olor dulce inunda mis fosas nasales, esa colonia solo pertenece a una persona. En realidad, la mayoría de los alumnos se coloca el mismo. Pero, en él, incluso parece que huela diferente, es como si su perfume más su esencia natural crearan un olor totalmente diferente y agradable.
— ¿Qué quieres Dylan? Estoy ocupada — espeto, mi tranquilidad yéndose al contenedor en cuanto empieza a pasar sus dedos por cada objeto que hay en la mesa.
— Nada, solo pasaba a mirar — responde, una sonrisa burlona empezando a invadir su rostro.
No me cae bien, y él lo sabe perfectamente. Pero, parece, que le gusta verme con las mejillas roja del enfado y la rabia inundando cada partícula de mi organismo como si fuera un maldito virus incurable. En verdad, él es una bacteria que no creo que se vaya nunca de mi cuerpo.
— ¿Porque no te vas a visitar a una de tus amigas? — Mis ojos se cierran mientras dejo el recipiente de líquido rosa que intentaba volcar, la poca paciencia que poseo agotándose cada segundo más — Estoy segura que ellas estarán encantadas de estar contigo — mis palabras causan que alce una ceja en mi dirección, simulando no creer lo que digo.
No sé que es lo que le sucede a Dylan, pero, cada cosa que decía, conseguía darle la vuelta para poner mis palabras a su favor.
— ¿Celosa? — dijo burlón. Solté una gran risotada mientras él me miraba confundido. De seguro no se esperaba que me riera de esa forma tan repentina cuando hace menos de dos segundo estaba a punto de perder el control y no poder detenerme de abalanzarme sobre él.
— ¿Yo? ¿De ti? — Asiente en mi dirección con su sonrisa intacta, la broma y la diversión llenando su mirada — Estás de broma, ¿verdad? — Interrogo mientras él me mandaba una mirada envenenada. Tan rápido como ésta vino, se fue. Su rostro cambió de una mirada envenenada a la mayor diversión que creyera posible.
— ¿Por qué no admites de una vez que estas loca por mí? — preguntó él con suficiencia. Su intento de provocación haciéndose más evidente mientras se acerca a mí, su aliento choca contra mi cuello, su barbilla apoyándose en éste.
— Porque admitirte eso sería mentir y no quiero hacerlo — vuelvo mi concentración al frasco que tenemos que entregar a la profesora, él ni siquiera podía ayudarme en lugar de incordiar.
Su silencio es lo único que recibo de su parte en los siguientes segundos, la tensión empezando a escapar de mi cuerpo como los murciélago de su cuerpo. Sus labios rozan el lóbulo de mi oreja volviendo a asentar el mismo sentimiento en la boca de mi estómago.
— Seguro que no dirás eso cuando te tenga debajo de mí, en la cama y gritando mi nombre.
Mis mejillas se calentaron de sobremanera, mi tranquilidad esfumándose al igual que lo hace mi paciencia. Todo estalla como una bomba con un reducido tiempo que marcha hacia atrás. Y, para desgracia de todos, mi bomba ha estallado.
El líquido rosa que tenía en el recipiente de vidrio sale volando con una solo objetivo: Dylan. El carbón en sus ojos parece un pozo sin fondo cuando sus párpados se abren al completo ante la sorpresa de mi acto.
Lastima que los reflejos de Dylan sean lo suficientemente buenos como para que se agachara a tiempo y el frasco se estampara en la pared que había detrás de él provocando que la reacción química que había en éste estallara antes de que nos diera tiempo a salir de la clase.
Nadie salió herido de ese lugar, todos estamos completamente intactos. Simplemente nuestros corazones han decidido bombear sangre cada dos segundo para aliviar el susto de nuestro cuerpo.
Es una inmensa suerte que no me castigara, supongo que ser nueva tiene una pequeña ventaja en este tipo de situaciones. Este es mi primer aviso pero al siguiente sí que tendría problemas.
Salir al exterior supuso un alivio que no pude remediar. Mientras buscaba donde estarían Camille y Jack unos ojos color carbón se posaron sobre los míos. Una chica con una ropa que no servía de nada rodea su cuello.
Sus labios se dirigen al mismo lugar mientras él no separa sus ojos de los míos. Una lenta pero extensa sonrisa se forma en su rostro. Sin embargo, no sé si es a causa de mi presencia o de la atención que le dedica la chica que está amarrada a él como una lapa.
Ruedo mis ojos con desesperación por su infantil comportamiento, el mío tampoco ha sido el mejor de todos pero no conseguía canalizar mi rabia de otra forma. Unas manos se alzan en mi dirección, Camille y Jack me llaman.
En menos de lo que pensé posible estaba delante de mis amigos. Mi campo visual se reducía a ellos dos mientras me olvidaba de la mirada que podía sentir en mi nuca de parte de una persona en especial.
— ¿Desde cuando el chico perfecto y tú os miráis tanto? — Mi sonrisa se extiende mientras mi mirada vuelve a él. Al parecer, ahora, ha descubierto que su entretenimiento es más efectivo comiéndole la boca a la chica.
— Desde que ya odio cada partícula de él — la ceja morena de Camille se alza en mi dirección, la confusión llenando su rostro.
— ¿Qué ha pasado? — La familiaridad con la que empezamos a tratarnos, la forma en la que comienza a conocerme, llenan mi corazón de un infinito cariño hacia ella.
— Solo ha sido el mismo idiota de siempre — me encojo de hombros sin querer hacer un mundo de la situación aunque en mi interior sepa que ya lo estoy haciendo. No quiero creer que soy una asocial que no soporta a nadie.
— Eso no es algo que no sepamos — ríe Jack, sus ojos emana diversión pura.
Mi desacuerdo con la situación no iba a quedar así ni aunque me muera. No quería saber que una chica más sucumbiera a los encantos de un chico que solo buscaba un lío de una noche. Tendrían que ir a buscarlo si querían algo de él.
— Esto no va a queda así— vuelvo mi mirada al chico al que devoran sus labios. Parece estúpido que aún queden chicas que se arrastren de esa forma a ese tipo de chicos —, le voy a hacer saber que conmigo no se mete nadie.
— Sky, no es buena idea — advierte Camille, su voz tiñéndose de preocupación.
— Lo voy a hacer de todas formas —mi respuesta resuena en el lugar mientras fijo mi mirada en un punto perdido de detrás de ellos.
— Supongo que no vas a cambiar de opinión — niego con la cabeza formando una sonrisa de boca cerrada, suspira tirando todo el aire de sus pulmones —. ¿Qué vas a hacer, entonces? — Su curiosidad inunda el momento.
Sus caras cambian visiblemente mientras les cuento la idea de la broma. Solo imaginármela provoca una intensa carcajada que me cuesta detener, depende un mundo de mí no estallar en un millón de risas.
— Tengo una idea. Sé que no me gusta la idea de que le tiendas una broma pero, ya que no voy a poder convencerte para que no lo hagas — las esmeraldas en sus ojos se quedan fijos en los míos. Asiento en su dirección esperando que prosiga —. Te voy a dar un consejo — me sorprende, Camille. Que me brinde su ayuda y no me persuada para que cambie el rumbo de mi idea es un alivio que necesito en estos momentos.
— ¿Cuál es tu idea? — Pregunto interesada,mi voz bajando a medida que lo digo como si contara un secreto.
— Te puedo servir saber que en este instituto hay un periódico escolar en el que se pueden sugerir cosas para ponerlas en él — mis ojos se agrandan al seguir el hilo de la conversación—. Por suerte, soy una de las ayudantes en ese periódico... — Jack la detiene, la mala mirada que le dirige ella es inexplicable.
— ...así que si quieres ella te puede ayudar a que una foto de Dylan, con esa broma, salga en el periódico
La emoción inunda mis sentidos, el dulce sabor de la reciente amistad llenando mis papilas gustativas como un pequeño recordatorio de que no hace falta ser famosa para tener increíbles amigos, o, simplemente, para hacerlos.
— Muchas gracias, chicos — mi voz se tiñe de puro agradecimiento, la sonrisa que se curva en mi rostro lo puede llegar a demostrar.
— De nada — murmuran unos después de otro, río mientras contemplo como se dirigen malas y fingidas miradas para simular molestarse.
El irritante sonido de la campana causa que un suspiro salga de mis labios, escapando. El desfile que al que tenía que asistir me reclamaba.Me despido de los chicos frente a mí. Tener que mentirles es lo que peor me sienta aunque aún no pueda hacer nada para evitarlo.
Me encamino hacia el pequeño círculo de amigos que rodean a mi hermano. Al parecer, él y Dylan van a la misma clase pero Dylan ha reprobado Biología y Química y por eso está en nuestra clase.
Los ojos de Dylan se fijaron en mí en el momento en el que me quedaban dos metros para llegar. La sonrisa burlona que empieza a caracterizarlo aparece en su rostro como un cruel recordatorio de lo que me está haciendo.
— Parece que no puedes deshacerte de mí, muñeca. — se alza del pequeño muro en el que se sentaba, recoge su mochila. Los ojos de mi hermano miran divertidos a Dylan sabiendo por que he ido hasta allí — Tranquila — vuelve al ataque con sus ojos posados en los míos —, si quieres a las cinco puedo hacerte un hueco y voy a tu casa.
Me impresiona que mi hermano no se hubiera abalanzado sobre él para pegarle unos cuantos golpes. En cambio, su carcajada resuena por el lugar recordándome a qué había venido. Una ladeada sonrisa alza mis pómulos.
— Lastima que no esté aquí por ti — Dylan me mira estupefacto por mi respuesta, no le doy tiempo a que me respondiera cuando, rápidamente, dirijo mi mirada a la de mi hermano — ¿Thiago me podrías acompañar un momento, por favor?
La cara de Dylan era un poema pero intente aguantarme la carcajada mientra mordía mi labio para que la risotada no saliera.
En cambio, Thiago mira con diversión a Dylan mientras asiente y me jala junto a él. Coloca un brazo sobre mis hombros en posición de protección. Antes de irse mi hermano miró sobre sus hombros en dirección a Dylan.
— Lo siento, bro, ella ha elegido — siento como se encoge de hombros, me niego a mirar el rostro de Dylan por que, si lo hago, no habrá fuerza suficiente en el mundo, para poder aguantar la carcajada que necesito sacar de mi cuerpo.
En cuanto dimos la vuelta al pasillo solté una gran carcajada mientras mi hermano la secundaba.
— ¿Has visto su cara? — su acento suramericano causa aún más risa por alguna razón. — Era todo un poema — habla mi hermano, la risa empezando a calmarse en mi interior.
— Se lo merecía. Se ha estado insinuando desde el primer día.
Mala idea decirlo, la mirada que Thiago me dedica después no es para nada agradable. Lucho con las ganas de maldecirme a mí misma antes mi torpeza para guardar la verdad en el fondo de un armario.
— ¿Porque no me lo has dicho? — comienza a atacarme con sus preguntas, ruedo lo ojos, divertida —. Podría haberle hecho saber que no te podía tocar — su protección me causa risa.
— Tranquilo hermanito, tengo una idea mucho mejor para que sepa con quien se está metiendo, y te aseguro que no es agradable — abre sus ojos al escucharme, su protección cambiando a una intensa curiosidad.
— ¿Que le vas a hacer, enana? — La diversión teñía su voz.
— Nada de lo que tú tengas que preocuparte — dije despreocupada
— Ya me lo contarás — responde seguro. Sonrío al saber que tiene razón —. ¿Para qué me ha llamado? — La seriedad destruye el momento.
— Ah, por supuesto — contemplo sus ojos electrizantes, perdiéndome en ellos por unos segundos —. Un coche tiene que venir a recogerme para un desfile, no me esperes para comer, tardaré — Thiago asiente, comprendiendo.
— ¿A qué hora vas llegar? — Suelto un suspiro sin saberlo realmente, un brillo de compasión aparece en sus ojos, desparece en menos de dos segundos.
— No lo sé, Thiago, yo te aviso.
La despedida no dura mucho, me recuerda que le avise de que le avise cuando esté a punto de salir de allí. Le aseguro que lo haré para después salir por las puertas de madera que posee el instituto en la entrada del edificio.
Mi móvil vibra ante la llegada de un supuesto mensaje, el mismo número que pertenece a mi nueva agente aparece en la pantalla.
Un coche rojo te recogerá en frente del instituto. Tiene capó blanco. No creo que te sea muy difícil reconocerlo.
–Jessica.
Observo a mi alrededor. Tal como ella me ha enviado, un coche aparece en mi capo de visión. Puedo contemplar como los cristales están tintados impidiéndome ver quien hay dentro. Mi intento de saber quien es se va al garete en el momento en el que su olor dulce se adentras en mis fosas nasales.
— Hola, preciosa — que no se hubiera acercado a mí era demasiado extraño para una persona como él.
— Hola, Dylan — mis ojos se cierran intentando coger la mayor paciencia que pueda — ¿No te cansas de arrastrarte? — Termino, puedo ver como la persona que hay en el coche baja la ventanilla del coche, unos ojos negros como el tizón impactan en los míos azules.
— ¿ Y tú? — Puedo sentir como él sonríe ante mi respuesta — ¿Por qué no vienes conmigo y así no tengo que seguir arrastrándome?
— Por que no quiero ir contigo — contemplo como sus ojos, aunque no le conozca, me reclaman para que me dé prisa —. Además — vuelvo mi vista a él —, tengo planes — le doy leves palmadas en su fuerte brazo, su mirada sorprendida llena mi corazón de orgullo —. Adiós, Dylan.
Mis pasos se encaminan por sí solos al coche con el capó blanco, el asentimiento que me dirige el chico alivia mi incomodidad repentina. Entro en la parte trasera del auto, salude al conductor y me pongo el cinturón de seguridad.
El coche arranca pero por la ventana polarizada puedo ver como Dylan se queda mirando el coche con una extraña mirada. Pensé que podría ser por haberlo rechazado por más de cinco veces, pero por más que lo intente él no se rinde.
Llego al lugar donde se celebraba el evento. Paso la entrada una horda de empleados de la agencia y me apresuró para llegar al camerino donde Nick y Mara me esperan. La puerta del camerino se encuentra entreabierta, un simple impulso y ésta se abre.
— Hola, Sky — la primera en hablar es Mara, sus ojos se posan, sonriente, sobre lo míos. Sostiene lo que supongo que es la primera prenda que debo llevar en el desfile.
— ¿Como has estado? — Nick la secunda, los cosméticos son lo que llenan sus manos. Dejo mi mochila en el suelo esperando que, al volver, siga estando ahí.
—Tengo que contaros un millón de cosas, chicos — la sonrisa en mis labios no tiene precio, estoy lo suficiente feliz para no dejar de hacerlo.
Las siguientes horas que pasaron mientras me arreglaban fueron lo más divertido que pude haber hecho. Participan en la conversación como si fuera uno de sus compañeros y no podía expresar lo agradecida que me sentía por ello.
El cambio de apariencia llega a su final en el momento en el que miles de personas se arremolinan al rededor de la pasarela que se extiende diez metros a la distancia. Los ojos de periodistas, nuevos agentes de moda en busca de su próxima modelo para su campaña.
— ¡Bienvenidos al "L.A. Fashion Day"! — La voz del presentador resuena por el lugar cada vez que empieza un evento de estos —. ¡Sabemos que estáis desesperados por ver a las modelos que patrocinarán este evento así que sin más preámbulos os dejaremos con estas bellezas! ¡Un fuerte aplauso para ellas y disfruten! — Esa fue mi señal para salir.
Los flashes no tardaron en aparecer al igual que las caras de sorpresa que ponían los productores de la prensa. La revolución que se crea en el ambiente parece incluso lógica. No me parecería de extrañar que a la salida me encontrara con una ola de paparazzi esperando un declaración del porque me había ido. Algo que no puedo hacer.
El desfile sigue su curso y también yo, salgo a la pasarela seis veces. Los pies me duelen miles de clavos hundiéndose en mi piel como si fuera una maldita pared. Puede que ame probrarme ropa pero lo que sentían mis pies no es normal.
Ni siquiera tuve tiempo de hablar demasiado con Nick y Mara, nuestras palabras fueron mínimas mientras me desnudaba y salía de mi camerino. La decepción que siento no se puede explicar pero no podía hacer otra cosa.
Sentía que mi pies estallarían y no quería derrumbarme al salir del lugar. Al pasar, antes, por la puerta ya se escuchaban los sonidos de las cámaras practicando la mejor foto que pueden hacer.
Lo mejor que podía hacer era llamar a un guardia, según me había dicho Mara. Y no dudo ni por un segundo en hacerlo cuando me encuentro con uno en medio del pasillo de mi camerino.
— Buenas noches — los ojos negros que reconozco del chico que me acompañó en coche hasta aquí se posan en mi rostro, asiente en mi dirección esperando que hable — ¿Podría ayudarme para salir de aquí, por favor? He visto a bastante gente ahí fuera.
El hombre comprende al instante. Me acompaña a la puerta de salida, el miedo empezando a invadir mi cuerpo. Una oleada de periodistas se abalanza sobre mí en el momento que pongo un pie en el exterior.
— ¡Sky, ¿Porque has venido aquí?!
— ¡¿Te has peleado con tus padres!?
— ¡¿Cuanto tiempo vas a estar aquí, Sky!?
Con ayuda del guardaespaldas pude salir de aquel lugar, la adrenalina que siento cada vez que sucede esto es abrumadora. Con los años he podido sobrellevarlo lo suficiente, me tuve que hacer a la idea de vivir esto hasta la mayoría de edad.
Terminaron de incordiar cuando se dieron cuenta de que no podrían sacarme nada de lo sucedido. Ya le había enviado un mensaje a Thiago antes de salir y su coche era seguro que estuviera. Todas las hipótesis de los periodistas eran falsas e inútiles así que, al meterme en el coche de mi hermano, no pude evitar soltar una pequeña risa.
— Parece que no están muy contentos — el divertido tono de mi hermano hizo que le mirara, empieza a arrancar el coche.
— No — mi acento suramericano se hace presente, los ojos de mi hermano no se separan de la carretera —. Solo quieren saber por que estoy aquí.
— Con que no se lo digas — niego con mi cabeza rápidamente con solo pensar en ello, ríe olvidándose de todo — Tienes que contarme la broma que le vas a hacer a Dylan — ordena intrigado mientra posaba sus intensos ojos azules en mí por una fracción de segundo antes de volver a la carretera.
Niego con la cabeza. Tiene que esperar al viernes y así será una sorpresa para todos. Era un alivio saber que nuestras conversaciones se alargaban lo suficiente como para llegar a casa. Que no haya nadie a estas horas de la tarde era increíble y nos daba la libertad de cruzar un poco lo límites de velocidad.
Apaga el motor mirándome por fin, sus electrizantes ojos azules impactan con los míos. La intensidad de su mirada enviando un escalofrío a través de mi espina dorsal.
— Vamos — su ruego consigue hacerme reír mientras salgo del coche con tranquilidad —. ¿No me harás arrastrarme, ¿verdad? — nuestros pasos empezando a entrar en la casa, una oleada de intranquilidad repentina asentándose en mi estómago.
Y, tenía toda la razón del mundo cuando la inquietud invadió mi organismo. Ante mí, un chico de ojos carbón nos observa, la molestia tiñendo su rostro sin sentido alguno. El nerviosismo calando en mi cuerpo sin poder detener que se siga extendiendo.
Mi hermano se coloca delante de mí, su intento de ocultarme siendo totalmente ridículo cuando ya me ha visto. Sus ojos en llamas con la vena de su mandíbula palpitando en un claro sentimiento de enojo.
— ¿Qué haces aquí, Dylan? — Le pregunta Thiago, nervioso.
— Venía a avisarte de que nos fuéramos a la fiesta de Mason — sus ojos volvieron a posarse en mí, asomada tras el cuerpo de mi hermano parecía una niña en apuros — ¿Y tú qué haces aquí? — pregunta con diversión, ni una gota de ese sentimiento brillando en su mirada.
— Eh... — nada aparece en mi cabeza, todo está blanco. Las histéricas preguntas llenando mi cuerpo.
La mano de Thiago se coloca en mi brazo, un apretón de su parte avisándome de que él se encargaba de la situación. Como siempre hacía, desde pequeño hasta ahora. No me podía sentir más agradecida por él
— Venía a darme unos apuntes de clase de Lengua, ya sabes, nos puedo reprobar esa asignatura otra vez — le dijo con una sonrisa nerviosa.
Casi habría preferido que no hubiera dicho nada. La mentira llena el ambiente pues Thiago va a un curso superior que el mío. Sus apuntes deben ser completamente diferente. Sin embargo, la desconfianza de Dylan se esfuma mientras contesta.
— Vale — me mira de nuevo, sus manos convertidas en puños mientras la rigidez está presente en su cuerpo — dale sus apuntes, nos tenemos que ir.
La mochila de mis espalda parecía pesada mientras cogía unos papeles cualquiera y se los entregaba. Un toque frío provoca un escalofrío en mi cuerpo, su mano cerrándose con la mía mientras con la otra coge los apuntes.
— En cuanto nos vayamos entra a casa y ciérrate, yo tengo otro conjunto de llaves así que no esperes por mí — en el poco tiempo que llevo aquí aún no he podido hacer una copia de las llaves, en mi cuerpo se extiende una oleada de alivio.
— Lo haré — su mano se retira de la mía, el acento suramericano susurrante entre nosotros, como un secreto — Ten cuidado — una pequeña sonrisa aparece en su rostro mientras asiente.
La mirada molesta e injustificada que nos dirige Dylan es confusa pues es él el que ha venido cuando no debía. Que él no sepa que yo vivo aquí es otra cosa pero él debería avisar también. Aunque siendo la casa de mi hermano debería ser él el que lo dijera.
— Largo — me dijo Dylan con un ademán de cabeza mientras me echaba de mi propia casa, bueno, la de mi hermano.
Cuando estuve fuera me dirigí a la parte trasera y después de unos minutos el motor de un coche se escuchó y, seguidamente, aquel ruido fue disminuyendo. En el momento en el que la calle estaba en silencio pude salir de la parte trasera y con el juego de llaves que Thiago me había dado entro en casa, otra vez. Esta vez sin interrupciones.
La confusión de su molestia llenaba lugares de mi mente, la gran mayoría solo tenía un objetivo: Dylan. Sus extraños cambios de humor conseguían cabrearme al no saber como tomármelos.
Un capítulo largo pero la situación lo requería.
Espero que os guste, los capítulos irán más rápidos e intentaré subir otro esta tarde.
(CAPÍTULO EDITADO)
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