" No quiero perderla, señora Brown. "
SOUNDTRACK: We Are Young ~ fun. feat. Janelle Monáe
Capítulo 41: " No quiero perderla, señora Brown. "
Estoy atacada. No puedo decir una forma mejor de describir lo que siento en estos momentos. No sé que voy a decir cuando llegue a casa de los padres de Camille. Sé que no puedo empezar con "Hola, soy Skylar Forbs y les obligo a dejar a su hija en California". ¡Por Dios! Me tacharían de loca, y eso es algo que no estoy dispuesta a afrontar.
Menos mal que Jack viene conmigo, estaría aún más nerviosa en caso de que no me ayudara con esto. Debo suponer que es normal sentirlo, no he conocido a sus padres, solo a su hermana. Y eso fue porque tenía que cuidar de ella hasta que sus padres vinieran.
El caso es que no tengo ni idea de cómo tratar a sus padres. No es que haya sido muy común para mí tener que conocer a los padres de alguien porque tenía una amiga. En mi caso, siempre han sido que mis padres los que me presentaban a personas importantes que pudieras subir aún más mi estatus social o el de mis padres en su empresa.
Una cosa que no entiendo porque prácticamente somos una de las personas más importantes en cuestión de dinero y Estatus Quo. No sé para qué quieren más fama. Al menos yo, no me voy a pasar toda mi vida desfilando y teniendo que hacer viajes por doquier para presentarme a una gala importante. Eso no es estabilidad y, sinceramente, el equilibrio de mi vida es lo que necesito.
Pero no quiero pensar en eso. Dentro de poco tengo que quedar con Jack unas manzanas un poco más arriba e iremos a casa de Cam. Estoy más tranquila en ese aspecto. Jack tiene más familiaridad con los padre de Cam y creo que eso puede llegar a tener más posibilidades en cuestión de convencerlos. Lo que es un alivio tanto para mí como para él.
Apago la televisión y dejo el mando a distancia encima de la mesa. Agarro la cazadora negra que había dejado antes en el sofá y emprende mi camino hacia la puerta. Cojo las llaves antes de que se me olviden por los nervios. Mejor prevenir que lamentar. Me encamino hasta la calle donde Jack y yo habíamos quedado y me calmo al descubrir que está ahí y que no se ha largado como me gustaría hacer a mí
— ¿Preparada? — pregunta con una sonrisa divertida en la cara.
Sin embargo, la sonrisa no llega a sus ojos. Su cuerpo se encuentra rígido y trata de mostrar una sonrisa en mi dirección para que no desvíe mi mirada hasta sus dedos mordidos y llenos de sangre seca.
— ¿Es tarde para decir que no? — cuestiono jocosa buscando transmitir la tranquilidad que me transmite él estando a mi lado.
Creo que verlo me ha hecho bien, ahora estoy más ocupada en calmarlo a él que a mí. Me dispersa de mis pensamientos hacer cualquier cosa para que no piense demasiado en lo que está a punto de suceder. Es como una vía de escape encontrar algo paralelo a lo que estoy intentando realizar, en este caso mi vía de escape es que a Jack no le de un ataque de pánico. Y, sin duda, eso me ayuda a olvidarme de todo por un momento.
— No — dice fulminándome con la mirada. Su dedo índice me señala acusatorio —. Tienes terminantemente prohibido dejarme solo ahora — me advierte.
— Vale — suspiro divertida —. Lo he pillado — declaro levantando mis manos en señal de inocencia.
Sus hombros se relajan visiblemente.
— Lo siento, estoy nervioso.
— No tienes de qué preocuparte, Jack. Todo va a estar bien, ya lo verás — le dedico una sonrisa para intentar calmarlo. Es más como si estuviera tratando de convencernos a ambos pero consigo que su cuerpo esté más calmado.
— Eso espero — comento con un suspiro.
Emprendemos la marcha sintiendo el destino de Camille en cada paso. Juro que siento como si estuviera decidiendo si voy a ir al infierno o al cielo cuando llegue a esa casa. Noto como todo el camino que tomo me puede llevar a dejar ir a mi amiga o estar con ella por el tiempo que nos sea permitido.
Por el camino intento alejar a Jack de sus pensamientos, al menos por un momento. No quiero que el estrés le invada más, eso puede no ser del todo bueno. Comprendo que esté nervioso, yo también lo estoy, mucho, pero tengo que aprender a controlarlo. Tengo que parecer tranquila antes sus padres porque si me pongo nerviosa no conseguiré nada de lo quiero. Al igual que tengo que intentar que le pase lo mismo con Jack.
Nos pasamos haciendo bromas, riéndonos de estupideces y aliviando la tensión durante todo el recorrido. Inclusive, creo que Jack se ha tranquilizado un poco más. Aunque la sonrisa no le llegue a los ojos y en algún momento se adentra en sus pensamientos, creo que está calmado. Y me siento orgullosa por eso.
Sin embargo, cuando llegamos en frente de su puerta, los dos nos quedamos callados. No sabemos que nos va a suceder en un futuro, nos puede pasar tanto un regalo del universo como una masacre de la tierra. Pero conservo la máxima esperanza en conseguirlo, lo haré por Jack y por Camille, y, sobretodo, por nuestra amistad.
— Ahora te tengo que preguntar yo, ¿estás preparado? — le pregunto con una sonrisa comprensiva.
Me mira a los ojos esperando algo de fuerza de voluntad, intento transmitirle que voy a estar a su lado y que vamos a hacer lo posible por lograr lo que queremos. Tras de unos segundo, Jack suelta un sonoro suspiro.
— Sí, lo estoy — responde decidido.
Toco el timbre que está al lado de la puerta. Dentro de la casa se escucha ese familiar e irritante sonido y, extrañamente, otro sonoro ruido de algo cayéndose también se hace presente en la escena.
— ¡Ya voy! — exclama una voz dulce dentro de la vivienda.
Pocos minutos después, una mujer muy parecida a Camille nos abre la puerta. Me quedo asombrada al descubrir que Camille y su madre son como dos gotas de agua, parecen el espejo de la otra, solo que una es más mayor. En serio, con el mismo pelo negro, los mismo ojos azules eléctricos, y los idénticos rasgos faciales de Cam. O más bien, Camille tiene los rasgos exactamente igual a los de su madre.
— ¡Jack! — se sorprende nada más abrir la puerta —. ¡Buenas tardes, cariño! ¿Cómo estás? — pregunta la señora Brown mientras le da un abrazo.
Al parecer se llevan, incluso, mejor de lo que yo pensaba. Cuando la mujer termina de darle el abrazo a Jack, su mirada repara en mí, una pequeña sonrisa cordial se posa en su rostro e imito su expresión como respuesta.
— ¿Y esta chica tan guapa quién es? — le pregunta a Jack mirándome.
— Señora Brown, ella es Sky, es una amiga de su hija y mía — me presenta él.
— Te he dicho un millón de veces que me llames Dámaris, cariño — le reprende, sin embargo, una sonrisa familiar se instala en su cara. Su mirada se vuelve a posar en mí —. Bienvenida, Sky — se acerca a darme dos besos como saludo y yo se los devuelvo con gusto. Al menos, hemos empezado con buen pie.
— Muchas gracias, señora Brown — le correspondo a su recibimiento.
— Dámaris, queríamos hablar contigo — titubea Jack, nervioso. Mucho.
Jack y Dámaris intercambian una mirada, y solo eso hace falta para que su ilusión al recibirnos se desinfle como un globo. Está claro que sabe a lo que venimos. Siempre me ha sorprendido la increíble forma de ver que tienen las madres, solo que una mirada pueden saber tu estado de ánimo e, increíblemente, muchas saben como arreglarlo, ya sea con una broma, una película o, incluso, haciendo una tarta.
Conmigo fue diferente, mi madre sabía como me encontraba cada día, a cada hora y a cada segundo. Pero, algo cambiaba en este caso, cuando yo estaba triste, decepcionada o enfadada, ella llamaba a mi padre y le decía lo que me sucedía.
Él lo que venia hasta mi, me miraba a los ojos, y me llevaba al patio de casa. No podía durar ni dos segundos sin decirle lo que me preocupaba o me agobiaba. Él me cogía de los hombros y me acercaba a su pecho mientras yo descargaba todas mis palabras en él. Siempre he escuchado que las chicas están más apagadas a su madre, en mi caso fue al contrario. Le contaba todo a mi padre y él me daba consejos.
Me gustaría que estuviera aquí ahora mismo. A mi lado y sosteniéndome en sus brazos. Él me aconsejaría y me diría lo que es mejor para mí y para mis amigos en este momento. Pero yo también tengo que aprender a hacerlo por mí misma. Me pueden aconsejar lo que quieran, pero, al final del día, la decisión es únicamente mía. Por eso, emprendo el camino por la casa de mi amiga hasta el salón. Donde su madre nos dice que nos sentemos en el sofá.
Ella se va y nos deja solos. Observo a Jack que se mira las manos con impaciencia, como si eso fuera una cosa de lo más interesante del planeta. Mueve sus piernas arriba y abajo. Comprendo y reconozco que es para aliviar la tensión, para calmarse, pero me estoy poniendo nerviosa yo también, y eso es algo que no me puedo permitir. Aún así, dejo que lo haga porque no quiero que esta tontería acabe en algo más fuerte.
Dámaris vuelve a la sala con una bandeja en sus manos, la deja encima de la mesa y, en ese momento, podemos ver lo que contiene. Galletas y jugo de naranja. Me parece realmente bien que nos quiera dar algo para poder hablar pero, ahora mismo, mi estómago se encuentra tan cerrado como mi boca.
La madre de Cam se sienta en el asiento opuesto al nuestro. No dice nada por unos momentos, mirándonos con angustia al imaginarse el porque de que hayamos venido aquí esta tarde.
— ¿Venís por la mudanza, no? — presupone escrutándonos con la mirada en busca de alguna emoción en nuestros rostros. Nosotros asentimos —. Sabía que vendríais pero pensaba que tardaríais un poco más — mira de nuevo a sus manos inquietas como si vernos durante más tiempo le hiciera perder la compostura —. Mirad, no voy a dejar aquí a mi hija, se va a venir con nosotros. Ya lo hemos decidido, ella va a vivir mejor allí — defiende su palabra decidida.
Se le ve atormentada y comprendo que no quiera hablar del tema. Que te vengan a decir que tienes que dejar en esta ciudad a tu hija e irte tu no es agradable, supongo que es difícil dejar que tu hija vaya por libre. Sin embargo, Camille no quiere esto. La he visto y no quiere irse a otro sitio donde puede hacer otros amigos, quiere quedarse aquí, con nosotros, ella mismo me lo dijo.
— Dámaris, no te voy a obligar a que dejes a tu hija en California pero entiende que Camille quiere estar aquí y yo también, quiero que Camille esté conmigo y no en otra ciudad o en otro país. La necesito conmigo — confiesa Jack.
— No puedo, Jack — se niega Dámaris —. Camille, se tiene que quedar con su familia. Ella vivirá mejor al lugar donde vamos. Aquí no tenemos el dinero suficiente para poder comer todos a fin de mes. Conmigo sin trabajar y con sólo un sueldo en casa para dar de comer y vestir a toda la familia no es suficiente. Donde nos han ofrecido el trabajo tendremos el sueldo suficiente para todo eso, inclusive para algún capricho, si surge en algún momento.
— Pero Camille no quiere quedarse, Dámaris. No se quiere ir, y tú la estás obligando a hacer algo que no desea. Ella quiere quedarse aquí y si no le permites quedarse no va a ser igual de feliz. Puede que haga algunos amigo pero... ¿qué pasará con los que tiene aquí? ¿Qué pasará conmigo? Las relaciones a distancia no son buenas y no quiero romper mi relación con su hija — argumenta.
Puedo ver como las decisiones de Dámaris están empezando a caer. Ya no está tan segura y eso es un punto a nuestro favor, la estamos haciendo recapacitar. La pequeña chispa de esperanza se mantiene pero, aún le queda bastante para que no termine por apagarse.
— Si tan obsesionados estáis con que se quede respondedme a una cosa — nosotros asentimos de nuevo al ver la opción que nos está dando para hacer que Camille consiga quedarse —, ¿Qué pasará si se hace daño? ¿Si necesita ir a algún lugar? ¿Quién se quedara con ella cuando esté sola? — pregunta desafiante.
Esta intentando callarnos con sus preguntas pero no lo va a conseguir. Sería capaz de mover cielo y tierra para que las personas que quiero no se vayan de mi lado. Y Camille es una de ellas.
— Yo me quedaré con ella el tiempo que quiera — responde Jack —. La llevaré a cualquier lugar que ella desee. Y, si se hace algún tipo de daño, usted será la primera en saberlo. Aunque sea un simple corte haciendo la comida, se lo informaré. Incluso si quiere, la llamaré todos los días para contarle cómo ha ido el día de su hija.
La señora Brown nos mira sorprendida, más de Jack que de mí. No me extraña, durante todo el tiempo que hemos estado aquí no he abierto la boca pero tampoco he visto el momento en el que tenga que hablar.
— Vale, eso lo tenéis solucionado — nos apremia, sigo con el aire retenido esperando lo que viene —. ¿Pero, y el dinero? El sueldo de Camille no cubre todos los gastos que ella necesita para vivir. La ropa, la comida, los caprichos... No caen del cielo — asegura, al parecer poco faltaba para poder hablar —. ¿Quién le ayudará a pagar todo eso? Nosotros le podemos ayudar mandándole algo de dinero pero no somos tan ricos como para pagar los gastos de nuestra familia y además a Camille en otro continente.
Ahora entro yo en acción.
— Yo lo pagaré todo si es necesario — declaro con convicción.
Los dos me miran estupefactos, y confundidos. Sé que pensarán que no podría conseguir el dinero. Lo comprendo, no saben en qué trabajo ni como voy a a conseguir tanto dinero como para pagar los gastos de Camille. Pero, es en estos momentos, en los que agradezco el haber ahorrado todo el dinero de los desfiles y los festivales. Gracias a ello voy a poder conseguir que Camille pueda quedarse en California.
— ¿Cómo vas a conseguir eso, Sky? — me pregunta Dámaris.
Buena pregunta señora Brown.
— No creo que eso sea lo más importante ahora, señora Brown — rehuyo la pregunta —. El caso es que el dinero y la estadía aquí se puede. Jack va a cuidar de Camille y yo voy a pagar los gastos que le haga falta. Lo único que hace falta es su aprobación. No soy quien para obligarla a decidir que se quede. Es su decisión la que importa. Yo, lo único que puedo hacer, es intentar convencerla. Y lo estoy intentando con todas mis fuerzas por que quiero que Camille se quede. Ha sido la primera persona que confío en mi el primer día de instituto. En mi vida había sentido la confianza suficiente como para poder contarle cosas a Camille. Mi vida se ha a basado en mentiras de parte de la gente y, saber que puedo confiar en Camille, como una amiga realmente especial, me hace sentir increíblemente alegre. Por eso no quiero que se vaya, en este poco tiempo Camille se ha convertido en alguien muy especial para mí y no quiero perderla, señora Brown.
El discurso no le viene bien a Dámaris, porque se mira angustiosa y agacha su cabeza. Reconozco que no tiene que ser fácil dejar ir a tu hija pero en algún momento tiene que hacerlo, no iba a permanecer toda su vida a su lado y, aunque sea un poco pronto, sé que Camille va a lograr independizarse. Porque ella es fuerte y lo va a conseguir, y porque va a tener el apoyo de sus amigos y de su novio.
— Me podríais dejar pensarlo unos días — nos ruega —. Su padre también está en esto.
Puedo notar su voz quebrada y sé que va a necesitar un tiempo para dar paso a su decisión final. La chispa de esperanza que mantenía en mi interior se hace más fuerte, pues la respuesta aún no es la final. Ahora, Dámaris ha recapacitado y, aunque aún le quede hablarle con toda la familia, no es una negación lo que nos ha dado.
— Por supuesto, Dámaris — le responde Jack —. Hasta pronto.
Jack se acerca hasta ella y le da un pequeño beso en la mejilla. Ella no responde pero una sonrisa de su parte es lo único que Jack necesita para irse tranquilo de esa casa sin que piense que la señora Brown está enfadada con él.
No es enfado, es reflexión.
Con una mirada Jack me indica que me espera fuera. No entiendo porque pues yo no tengo que decirle nada, creo que he dicho todo lo que deseaba decir.
— Hasta luego, señora Brown — me despido con toda la amabilidad que consigo reunir.
Cojo mi bolso y mi chaqueta y me levanto del sofá. No hay ninguna respuesta de su parte y pienso que está aclarando sus ideas cuando una pregunta hace que detenga mi paso en seco.
— ¿Tan importante es mi hija para ti, Sky? Quiero que seas muy sincera, por favor— escucho detrás de mí.
Me doy la vuelta para ver a la madre de Camille con los ojos rojos. Aún no se ha permitido llorar pues puedo ver como las lágrimas luchan por salir y ella no lo permite. Puedo ver en ella la misma fuerza de voluntad que Camille posee, son absolutamente iguales.
— Sí, señora Brown. Su hija ha sido la primera persona en la que he podido confiar desde hace mucho tiempo. Es una hermana para mí, es de la familia y no quiero por nada del mundo que se vaya.
Ella agacha de nuevo la cabeza y un sollozo que no tenía permitido salir es la única señal que necesito para largarme de ese lugar.
Me voy de ese lugar con una sensación nueva en mi interior, pues no sólo he luchado porque Camille se quede aquí, sino que también he podido ver con claridad mis pensamientos. Puedo sentir cómo he podido construir una familia en este poco tiempo, he podido dejar mi confianza en otra persona aunque nunca lo haya hecho. Y eso es lo que me llevo de esta casa aparte de un suspense por la respuesta. Me llevo el sentimiento de saber que he creado una nueva familia en California.
CAPÍTULO EDITADO
ESPERO QUE OS HAYA GUSTADO ;)
BESOS Y XOXO
NHOA
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