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"No podría ser más sexy."

Soundtrack ~ Centuries ~ Fall Out Boy

Capítulo 26: "No podría ser más sexy."

Me miro al espejo una y otra vez, cada dos minutos, cada dos segundos. Intercalo la mirada entre el reloj del escritorio, detrás de mí, y el espejo pegado a la puerta. Respiro hondo y cierro mis ojos, dejo de retorcerme los dedos en mi regazo.

Es una simple cita, me repito aplanando mis labios. Es una pequeña e insignificante cita que no supondrá nada en mi futuro.

Mentira.

Todo es mentira. Es una cita que puede que cambie el resto de mi vida, es una quedada entre personas que quieren ser algo más que amigos y me aterroriza creerlo tanto como me encanta. Cenar con él esta noche supondrá algo enorme y me muero de miedo y curiosidad.

Me giro sobre mi misma volviendo a analizar el vestido, mi espalda totalmente descubierta dejando ver la piel pálida. El color negro ciñéndose a las curvas de mi cadera y el espacio abierto en mi estómago liberando la bandada de mariposas que crecen en el interior de él. El aire se me queda atascado en la garganta, el timbre de la casa suena.

Bajo las escaleras tratando de no dar un paso en falso que me haga caer, bufo cuando escucho el timbre otra vez. Con la mirada al frente contemplo a Thiago acercarse a la puerta, me sonríe de costado al verme tan absorta en la horrible tarea de bajar los interminables escalones.

La puerta se abre mostrando a dos personas, me desplazo directamente a la que más me llama la atención. Se me seca la boca al admirar al chico de ojos oscuros, con su barba de días afeitada, y un traje negro cubriendo su cuerpo.

No podría ser más sexy, pienso.

- Hola, Sky - habla Nora, sacudo la cabeza dirigiendo mi atención a ella. Trago fuerte buscando la forma de escapar de los pensamientos no aptos para todos los públicos y me centro en la morena que, tal y como si fuera su casa, emprende su camino hasta la sala de estar.

- Hola - contesto distraída, busco a mi hermano, que ha abierto la puerta hace segundos, y me sorprendo al percatarme de que no está donde antes. Las voces de mi hermano y la de Dylan en el salón me contestan a mis preguntas. Niego con mi cabeza.

¿Tan distraída he estado en él?

Alzo la barbilla, el aire vuelve a quedarse atrancado en la garganta. Dylan recorre mi cuerpo con la mirada, se vuelve más oscura conforme desciende y se percata de las partes más destapadas. Eso sin que haya visto la parte de detrás.

- Estás... - comienza, se detiene parándose a tragar. Su anzana de Adán sube y baja, se acera al comienzo de las escaleras, donde no he podido dar ni un paso más por preferir pasear mis ojos por algo más importante que el suelo y mis tacones malditos. Sin duda, lo que hay enfrente es mucho más agradable.

- Es un buen halago - aseguro, ríe quedando parado a menos de cinco centímetros de mí. Agacho la mirada comenzando a sentir de nuevo esas mariposas asesinas que parecen transportar miles de cuchillos en sus patitas solo para hacerme la existencia insoportable.

El corazón me martillea a mil por hora, noto su mano alzándose hasta agarrar un mechón de mi cabello castaño. Alzo la mirada chocando con el rostro más enternecido del mundo, pasa sus dedos por detrás de mi oreja dejando apartado el pelo de mi rostro. Los posa en mi barbilla segundos después robándome el aliento y sonriendo como si nunca me hubiera visto.

- ¿Estás ardiente es un buen halago? - Cuestiona jocoso, me olvido de reconocer las grafías que me enseñaron de pequeña. Observo únicamente como sus labios se mueven y como sus ojos profundizan en el interior de mi alma sin esfuerzo alguno.

Tardo unos segundos en responder, segundos que parecen años pero, cuando lo hago, no puedo evitar que la sonrisa sea retenida en mis labios.

- Puede servir - bromeo, suelta un suspiro cargado de diversión. Ladeo mi cabeza obteniendo una fervientes ansias de probar sus labios, sentir como encajan con los míos de nuevo como la última noche. Intercambiamos miradas entre ambas partes de nuestros rostros, ambos tenemos los mismos pensamientos que necesitarán ser saciados dentro de poco a no ser que queramos morir de ganas.

- ¡Dylan Thompson! ¡Ni se te ocurra besar a mi hermana en mi casa! - Doy un salto en mi lugar, la voz de mi hermano nos sorprende. Giramos nuestras cabezas en su dirección al toparnos con que se encontraba en el umbral de la sala de estar, y nosotros a menos de dos centímetros de separación.

- No seas cascarrabias, Thiago - reprende Dylan sin molestarse en ocultar la sonrisa. Tienta a mi hermano sin temer a las consecuencias que puede acarrearle, solo él sería capaz de enfrentarse a Thiago cuando su hermana pequeña se encuentra de por medio. Aún así, e impresionándome por quinta vez hoy, sonríe negando con su cabeza.

- No lo sería si no me hubierais encasquetado a una niña de nueve años un sábado por la tarde - reclama cruzándose de brazos. Ruedo los ojos exasperada, los únicos planes que tenía para hoy era ir a alguna fiesta donde una chica cubriera sus necesidades más íntimas. Tampoco pedía mucho si le demandaba una tarde para mí y mis deseos.

- Yo también me alegro de estar contigo, Thiago - expresa la morena colocándose al lado de mi hermano. Se miran al mismo tiempo, los ojos envenenado de Nora matarían a Thiago de no ser por que esa carita tan dulce no podría matar ni a una mosca.

- No me malinterpretes, peque. Estoy encantado con que estés aquí pero no un sábado por la noche - se retracta, ella rueda los ojos. Río comprendiendo como debe sentirse, yo estoy de la misma forma cuando Thiago entra en su fase de estupidez infinita.

- Cuida de Nora, Thiago. Sabes que no tardaremos mucho - recuerdo, miro a Nora esperando a que ella asienta antes de que mi hermano lo haga. A fin de cuentas, Nora es la que tiene más cabeza entre los dos, eso está claro. Simplemente hay que cambiar el significado de la frase para que Thiago crea que tiene algo de autoridad.

- Seguro, Sky - responde él. Me acerco a Dylan, me tiende su brazo para que me sostenga en él. Sonrío como una estúpida cediendo y dirijo una última mirada a los dos antes de que mi hermano cierre la puerta y le escuche decir algo que no llego a responder.

Rezo por que, cuando vuelva, no encuentre la casa ardiendo en llamas ni a los bomberos apagando las llamas de una televisión que se ha prendido. Sin embargo, cuando me adentro en el interior del coche de Dylan, y me recibe con una sonrisa abierta de par en par, me olvido de todo lo que hay a nuestro alrededor para ocuparme del ahora.

Y ahora solo hay un sitio donde más me gustaría estar. Esa cena llega antes de lo que pienso, mientras hablamos y reímos como si no hubiera un mañana, el restaurante se alza ante nosotros y nos da la bienvenida a una etapa que deberemos descubrir ambos.

- Madame - habla Dylan con un perfecto francés. Le sonrío mientras él abre la puerta del restaurantes tras haber aparcado. Me quedo sorprendida con el lujo que el establecimiento te genera, las paredes de un precioso tono rojizo, las mesas blancas con detalles color escarlata que no te permiten retirar la mirada si no es para admirarlo.

- Esto es increíble, Dylan - susurro sin tener más palabras para describirlo. Noto sus manos colocándose a ambos lados de mis caderas, ahogo un jadeo impresionada cuando me acerca a él, me apoyo en su pecho dejando mi cabeza recostada en su clavícula disfrutando cada sentimiento que su toque me transmite.

- Te mereces mucho más - murmura en mi oído, me estremece su tacto y, que esboce una sonrisa, no disminuye las mariposas que quieren destrozar mi organismo.

- ¿Habían reservado mesa? - Pregunta la voz de una mujer. Nos volteamos sobre nosotros mismo para contemplar a la mujer que nos atiende con una sonrisa formal en el rostro. Sus ojos se iluminan por le reflejo de la lámpara a menos de dos centímetros de distancia de ella misma. Dylan asiente acercándose al podio donde está situada la mujer de no más de treinta años.

Se dicen unas cuantas palabras antes de que la mujer coja dos cartas de la estrecha mesa y se los pegue al pecho -. Síganme, por favor - aconseja, descruzamos sus pasos mientras admiro la belleza y riqueza del lugar como si nunca hubiera pisado un restaurante de esta clase. Nunca he tocado un sitio como este con él, y esa es la diferencia entre una experiencia y la otra.

Doy un respingo caminando hasta la mesa cuando la mano de Dylan se coloca en mis caderas, el corazón me late acelerado cuando levanto la barbilla y le pillo con una sonrisa incontenible en el rostro. Suelto un bufido divertido respondiendo a su egocentrismo, si no fuera porque estoy cayendo por él como el agua en una cascada, habría rodado los ojos.

- Aquí tienen - se detiene delante de una mesa mientras deja las cartas encima de la mesa. Sin percatarme, Dylan tira la silla hacia atrás, sonrío enternecida olvidándome de la camarera cuando me siento -. Un camarero les tomará nota ahora mismo - asegura retirándose cortés, Dylan termina de sentarse en su asiento y yo no puedo evitar abrir los ojos con sorpresa al ver los altos precios en la carta. No me he traído nada de dinero, pensaba que no me llevaría a un sitio como este, y me hace sentir pésima saber que él tendrá que pagar una cantidad tan alta de dinero por cuatro bocados a un plato.

- No me puedo creer que me hayas traído a un lugar tan caro, Dylan - reprendo sin aire, alza la mirada de la carta que estaba analizando y unos pequeños hoyuelos se forman a ambos lados de sus labios cuando sonrío y crea un estremecimiento que recorre gran parte de mi piel.

- Te mereces la mejor cita que nadie te haya hecho, Cielo - declara, envía oleadas de ternura por todo mi cuerpo con esas palabras. Recuerdo no babear en medio de nuestra cita pero se hace muy difícil cuando él me dice ese tipo de cosas que hace que me derrita.

- Esto es demasiado, te pagaré la mitad en llegar a casa - confirmo, niega con la cabeza reteniendo en sus labios aplanados una risa. Vuelvo a agachar la cabeza mirando todos los platos que hay en la lista, son tan apetitosos que no tengo ni idea de qué pedir.

El camarero viene tan rápido como la señora dijo, una sonrisa afable se extendía por sus labios mientras nos tomaba nota y nos aseguraba que tendríamos una buena cena. No me extrañaría teniendo en cuenta los brutales precios que hay en la carta, ni siquiera sé cómo es que Dylan se atreve a pagar tal cantidad de dinero, solo, por salir conmigo.

- ¿No deberíamos llamar a Nora? - Cuestiono -. No me fío demasiado de que estén solos en casa - confieso, miro a ambos lados de mi sitio, nerviosa. No suelo mostrar ese miedo a que algo les pase comúnmente pero no confío en que Thiago se haya despistado con Nora y algo pase.

Dylan me sonríe con cariño, la ternura llena sus ojos. Acerca su mano a la mía por encima de la mesa y la sostiene, deja un pequeño apretón en ella mientras yo suelto un suspiro. No debería ser tan desconfiada, ambos estarán bien, me repito una y otra vez.

- Thiago sabe cuidar de alguien - promete, trago saliva -. Es nuestro momento, Cielo. Disfrútalo aunque sea un poco - aconseja, asiento retirando los pensamientos de madre de mentira por unas cuantas horas. La comida llega a nuestra mesa mientras hablamos de temas banales que nos hacen reír y gozar de la noche como dos colegiales en su último día de escuela.

No me había sentido tan liberada en la vida, ni tan mimada. Dylan se encarga de hacer la cena lo más romántica posible, acariciando mis nudillos en cada momento que tenía la oportunidad, resaltando cualidades de mí que no sabía ni que existían, bromeando a cada rato sobre momentos de un pasado que no es tan lejano.

Toda la carga emocional que supone mi día a día se queda atrás conforme las horas pasan y nosotros con ella. No soy Skylar Forbs, la modelo que nunca podrá tener una relación de verdad con alguien de la calle. Somos solo él y yo, Dylan y Skylar, compartiendo opiniones, riendo como posesos y halagándonos como dos cursis.

En algún momento de la noche, Dylan paga la cuenta y salimos al exterior del restaurante escuchando la despedida de la señora del podio. Me llevo las manos a los brazos, frotándolos, cuando el frío se cala a través de mis huesos. Sonrío al sentir como el aire fresco provoca que mi nariz se ponga como la de Rodolfo el reno.

Siento un peso caer sobre mis hombros y mi boca se ensancha. El olor de Dylan, dulce y avainillado, llega hasta mi nariz. Volteo mi rostro a tiempo para que él me rodee por la cintura y me atraiga hacia su cuerpo. Me desprendo de la tensión para fundirme entre sus brazos, que calienta cada minúscula parte de mi cuerpo y me hace sentir como en casa.

Su respiración se hace más pesada, noto como unas arrugas se forman a ambos lados de mis labios cuando sonrío. No soy la única que se siente como si estuviera volando cuando estamos juntos, su pulso se acelera y levanto la cabeza para encontrarme con esos ojos intensos y ahora negros como la noche misma.

Las sonrisas comienzan a desaparecer, al igual que la distancia. Sus manos se aferran a mis caderas, mi barbilla se alza buscando el contacto de sus labios sobre mi piel. Nos miramos a los ojos descifrando las intenciones del otro, disfrutando cuando dejamos de contener nuestros impulsos para que nos inundemos en el sabor del otro.

Levanto las manos hasta trazar su mandíbula con mis dedos, ahogo un gemido cuando su lengua toca la mía y creamos la mejor danza buscando el poder en nuestras bocas. Mi respiración se detiene y olvido como tirar el aire, ese beso en el que nos sumergimos tiene más importancia. Pero no es tan necesario cuando comenzamos a separarnos en busca de ello.

Permanezco con los ojos cerrados sintiendo su tacto en mi rostro, delineando mis pómulos y creando escalofríos que recorren mi piel desde la cabeza a los pies. Soy incapaz de abrir los ojos, estar en esta situación es tocar el cielo con las puntas de los dedos y sentir el paraíso estallando en mi interior.

- Ahora no podré dejar de besarte nunca - susurra, abro mis ojos. El sentimiento que poseen los suyos me roba el aliento. Sonrío como no lo he hecho en años y me acerco a él para estar a la altura.

- Yo no quiero que dejes de hacerlo - murmuro, su sonrisa es lo último que veo antes de volver a cerrar los ojos para volver a fundirme en nuestro beso, donde los problemas desaparecen y solo me preocupo por conseguir aire antes de volver a atacar sus labios de nuevo.

Tiene razón, soy incapaz de dejar sus labios ahora que los noto tan cerca y mi corazón bombea por volver a sentirlos sobre los míos.

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(CAPÍTULO EDITADO ;))

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