"Estás coladito por ella."
SOUNSTRACK: My Immortal ~ Evanescence
Capítulo 48: "Estás coladita por ella."
El problema no mejora con el paso del tiempo. Durante toda la semana me he convertido en una completa zombie. Me despierto, bajo a desayunar, me encierro de nuevo en mi habitación y repito el mismo proceso para comer y cenar.
Mi familia me ha llamado varias veces, preguntándome cómo estoy pero me niego a decirles que no tengo ganas de hacer nada más que no sea dormir o permanecer el mayor tiempo posible en mi recámara. Al igual que mis padres, Mara también me ha llamado varias veces. No le cojo el teléfono ni una sola vez, y sé que no debo mosquearme con ella ni con nadie de mi entorno laboral pero necesito que me comprendan. Por mi maldita profesión, mis miedos y la fama he perdido a mi novio.
Pero aún no está del todo decidido, tengo que conservar la esperanza por que se supone que eso es lo último que se pierde, aunque por cada día que pasa ese sentimiento se va debilitando un poco más.
— Skylar, es hora de desayunar — avisa mi hermano al otro lado de la puerta.
Despego las sábanas de mi cuerpo con pereza y paso las manos por mis ojos. Un bostezo se escapa de mi boca como todas las mañanas.
Desde que Thiago se ha enterado de la pausa que hemos tenido Dylan y yo en nuestra relación, él ha estado más estricto. Pero no en el mal sentido, es decir, se preocupa más por mis horas de comida, la cantidad que como y si fuera posible estoy segura de que también estaría en mi habitación observando mis movimientos. Comprendo que está preocupado por mi, y lo agradezco infinitamente, pero yo también necesito mi tiempo para recapacitar y pensar en mi misma y sobre lo que va a suceder en mi vida.
— Ahora bajo —respondo con mi voz ronca.
No tengo nada de ganas de ir al instituto hoy. Todavía puedo escuchar el sonido de voces de periodistas al saber que hoy voy a salir de mi casa por primera vez en este fin de semana. Han pasado estos dos días con noticias mías en cualquier canal que pusieras, ya fuera de televisión o de radio. Y cada vez que lo veía o lo escuchaba me acordaba de Dylan. Al igual que me volvía a regañar a mi misma por ser tan idiota, he perdido la cuenta de las veces que lo he dicho hasta ahora.
Con una inútil fuerza de voluntad me levanto de la cama, cojo la ropa que necesito para hoy y me meto en el baño. Ahora mismo ni siquiera pienso en cómo me debería ver. Sin embargo, no tardo mucho en averiguarlo porque al entrar al aseo observo mi reflejo en el espejo de éste.
Debajo de mis ojos hay unas ojeras que parecen infinitas. Mi cabello parece un nido de pájaros, todo desordenado y sin cepillar. Incluso me parece ver mi cara más delgada como si no hubiera comido y estuviera pagando las consecuencias de mis actos.
Ignoro como si no me importara para nada mi propio rostro, porque ahora es eso lo que siento. Entro en la ducha con necesidad después de haberme quitado toda mi ropa. Subo la temperatura del agua de modo que ésta sale ardiendo. El agua recorre cada parte de mi cuerpo mientras me dedico a pensar. Una de las tantas cosas que se suele hacer en este momento del día.
Recuerdo el día en el que pasó todo como si hubieran pasado mil años cuando en realidad solo han pasado cuarenta y ocho horas. Después de que Dylan entrara a su casa y cerrara la puerta esperé. Pensé que saldría de nuevo y me diría algo que me haría pensar que de verdad no quería que nos diéramos un tiempo. Que no quería estar sin mí y que no había nada que nos pudiera romper. Pero nada de eso pasó. Me quedé debajo de la lluvia casi media hora, esperanzada de que, por un milagro del cielo, él saliera de su casa.
Mientras pasaban los minutos y reconocía que no iba a venir a por mi, me fui. Llegué a mi casa empapada y con agua chorreando por cada centímetro de mi ropa. Agradecí no haberme encontrado con ningún periodista porque sino no habría podido deshacerme de ellos. Estaba demasiado triste como para encargarme de ellos.
Sin embargo, lo primero que sentí al llegar a casa fue el calor de una manta. Ni siquiera me había dado cuenta de el frío que estaba sintiendo hasta que mi hermano me arropó con ella. Ni una sonrisa de agradecimiento le pude dedicar porque me derrumbé en ese instante. Durante todo el camino a mi casa había intentada tranquilizarme pero, en ese momento, se me había hecho imposible aguantar el nudo en mi garganta y las lágrimas que amenazaban por salir.
Thiago me abrazó pasando de largo el echo de que estaba mojada y me llevó al salón donde me hizo contarle todo lo que había pasado. Pensé que reaccionaría mal, en contra de mí, de Dylan o de nuestra relación, pero pasó todo lo contrario. Porque, al terminar de relatarle todo, me abrazó aún más fuerte y me alentó a seguir con mi vida con la cabeza bien alta.
Y, ahora, en este momento, con el agua de la ducha mezclándose con las lágrimas que se derraman de mis ojos puedo decir que en ningún momento de mi vida me he sentido peor. Es como si mi corazón fuera una rosa roja marchitándose cada momento más por la falta de agua, aunque en mi caso sea por la falta de mi Dylan.
Aún recuerdo cuando de pequeña me parecía tan extraño que en las películas románticas que veía con mi madre por las tardes describieran que el amor era tan doloroso cuando una pareja acababa. Siempre he pensado que nadie podía sentir tanta tristeza por una persona que no fuera de tu familia. Rememoro que nunca me imaginé una vida como las de esas chicas que lloraban día y noche por el chico al que amaban pero que no podían tener de vuelta. Parece irónico que ahora yo sea un de esas chicas.
Salgo de la ducha enrollando una toalla a mi cuerpo. Envuelvo con una toalla más pequeña mi castaño cabello. Me visto con tranquilidad sin que siquiera me percate de que si sigo así no llegaré a tiempo a la preparatoria. Salgo del baño cuando he tirado toda la ropa sucia al cesto de la colada y he recogido medianamente bien el aseo.
El sonido de la comida siendo preparada en la cocina provoca que mi estómago ruja. No haber comido mucho durante el fin de semana tiene sus contras. Entro a la cocina con un humor de perros y me siento. Mi hermano no se da cuenta de que estoy allí, sino que sigue bailando como si estuviera en el videoclip de Anaconda.
Suelto una risa ante la escena, una risa de verdad. Mi hermano suelta un respingo al escucharme reír, a punto ha estado de que los huevos que estaba en la sartén se le cayeran al suelo. Se gira con una sonrisa en la cara y mirándome desafiante, como si me retara a seguir riéndome. Agarro mi cabeza con mis dos manos al sentir el dolor que causaban mis carcajadas.
— ¿Te hace gracia? — pregunta mi hermano con la sonrisa en su rostro.
Limpio una traicionera lágrima que ha salido de mi ojo derecho. Le dedico una sonrisa con cariño al ver que se alegra de haberme visto así, sin embargo quiero seguirle el juego y olvidarme por unos segundos de los problemas que abundan en mi cabeza.
— No sabía que bailabas tan bien, hermanito —bromeo jocosa.
— Supongo que tengo una buena maestra — me devuelve sonriendo.
Se gira para seguir con su trabajo. Mas yo no puedo pasar desapercibido eso que ha dicho. Yo en mi vida le he enseñado a hacer esos movimientos, me niego a tener que verlo bailar eso todas las mañanas. No deseo tener ganas de vomitar por las madrugadas.
Los platos se colocan delante de mí gracias a mi hermano mientras él, después de pasarme el desayuno, se sienta en el asiento de enfrente.
— ¿Quién es la afortunada? — me hago la desentendida.
Ya conozco a la chica que lleva de cabeza a mi hermano últimamente. Pero él no me lo ha dicho todavía así que espero que confíe lo suficiente en mi como para contarme lo que le sucede con ella. Además, él se ha estado preocupando por mi desde que llegué, ya es hora que le ayude a él con sus problemas. Si es que me lo permite.
— ¿Te acuerdas de la chica que viste el día del partido? ¿Cuándo Dylan formalizó vuestra relación? — asiento contagiándome de la sonrisa soñadora de mi hermano.
— ¿Es ella? —interrogo más como una afirmación que como una pregunta.
Su mirada se dirige hacia mí, nervioso, como si estuviera recordando algo. Una cosa que al parecer no le agrada. Su mirada se vuelve de nuevo a su taza de café y suelta un suspiro.
—Es ella, me gusta. Aunque no creo que sea correspondido — confiesa apenado.
Dejo la comida que estaba llevando a mi boca en el plato otra vez. Me pongo seria al ver el rostro de mi hermano. Mucha gente me ha dicho que soy muy empática con la gente que me rodea, que tiendo a ayudar a las personas que lo necesitan. Es por eso que ahora intento aconsejar a mi hermano en lo que sea, simplemente no puedo dejar que alguien de mi misma sangre lo pase mal. No se llama empatía, se llama familia.
— ¿Por qué? — cuestiono intrigada. Puede llamarme chismosa o lo que él quiera pero es que nunca lo he visto de ese modo. Preocupado por que la chica que le gusta no tenga el mismo sentimiento que él.
— Ella es demasiado fría — explica tras respirar hondo —. A menudo tiene cambios de humor y discutimos mucho. La mayoría de veces es de broma, nos peleamos con gracia sin que sea verdad lo que estamos diciendo. Pero los días que no se toma las cosas a broma es un infierno y ya no sé si lo que me dice es verdad o me está tomando el pelo — se lleva las manos a su cabeza y se tira de el. Una manía que compartimos los dos.
— Tiene que haber algo que te haga sentir que dice la verdad. Sino no me estarías diciendo esto — lo aliento.
Y creo que tengo razón. Nadie está tan confuso de algo si no tiene una razón para creer que lo que pasa sea verídico o no. Un gesto, unas palabras o una simple mirada puede hacer que lo que sientas cambie de una momento a otro.
— La mayoría de las noches me quedo con ella a dormir en su apartamento — suelta la bomba conteniendo el aliento.
Su mirada no se despega de la mía esperando un reacción errónea de la que él piensa que va a suceder.
— ¿Crees que no lo sé? — le digo con una sonrisa divertida —. Te vas de casa a las tantas de la noche y vuelves por la mañana — me mira sorprendido —. Aunque admito que me ha sorprendido que sea con ella con quien te vas.
Una sonrisa se posa en sus labios, como si recordara algo.
— Cuando estamos solos es como si me dejara ver en su interior. Como si retirara las barreras que protegen el caparazón de su corazón. Es divertida, tierna y muy simpática. Es simplemente ella.
Sonrío con él. Observo el tenue brillo de sus ojos, y es ahí cuando comprendo que en verdad le gusta y no es un simple rollo pasajero. Además de que sus hermosas palabras dan la clave de que realmente le agrada.
— Estás coladita por ella — objeto con una divertida sonrisa.
Me mira con los ojos brillante. La sonrisa aún permanece en su rostro y no tiene intención de irse en un buen tiempo. Se encoge de hombre dándome la razón para luego posar sus labios sobre la taza de café de su desayuno.
No habré ayudado mucho, por que sé que él solito se ha dado cuenta de lo que siente. Sin embargo, ha terminado ayudando más él a mí que yo a él. Ha hecho que me olvide por unos minutos de todo lo que ha estado pasándome. Y sin duda se lo agradezco.
Algún día te devolveré todo lo que estás haciendo por mí, pienso en mi interior. Por supuesto que lo haré, aunque sea lo último que haga.
ESPERO QUE OS HAYA GUSTADO.
CAPÍTULO EDITADO.
BESOS Y XOXO,
NHOA
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