Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo único

—No soy gay, pero por vos me dejo hacer lo que quieras.

Había perdido la cuenta de la cantidad de veces que le había hecho aquel chiste a su amigo. Él solo lo miraba con una ceja levantada, sonriendo de forma incrédula.

Probablemente lo tomaba como una de tantas bromas que se hacían, porque entre ellos era costumbre hacerse chistes sexuales, incluso si la cosa era entre ellos mismos.

El problema estaba en el trasfondo. ¿Qué tan cierto era que todo se trataba de una simple broma? Alejo empezó con la pura intención de fastidiar a su amigo cuando se enteró de que éste era bisexual; fue su forma de hacerle saber que estaba todo bien con su elección. Sin embargo, las cosas fueron escalando hasta tal punto, que ahora esos chistes no hacían más que camuflar una realidad que fue haciéndose cada vez más latente.

Obviamente, Alejo no se lo admitía ni a sí mismo, y mucho menos le había comentado algo a su amigo Damián.

—Sos un pelotudo —contestó Damián, mientras intentaba acertarle un manotazo que Alejo consiguió esquivar.

—Daaaale, no te enojes, te estoy jodiendo, boludo —dijo entre risas.

—Yo no me enojo —Damián se había acomodado en el sillón, con los brazos extendidos a lo largo del respaldo y las piernas cruzadas —. Algún día te voy a agarrar y vamos a ver si encarás o te hacés el gil—remató con una sonrisa.

Damián siempre fue un tipo rudo. De esos que usan pulseras de tachas, pantalones de cuero con cadenas y botas de caño alto. Era un "darkillo" según Alejo. En lo único que fallaba era en el peinado, porque no le gustaba usar el pelo largo, así que lo usaba rapado en la nuca y largo hasta los pómulos. Las amigas que tenían en común le decían en joda que parecía un fuckboy, pero lo cierto era que, detrás de toda esa fachada oscura, Damián era muy serio y reservado con su vida amorosa.

Alejo, por otro lado, era un pibe bastante clásico. A él no lo sacabas de las camisetas con cuello y los jeans. A lo sumo usaba alguno un poco rasgado en las rodillas para salir a bailar, solo para intentar estar a la moda.

Eran dos polos opuestos que se habían hecho casi mejores amigos justamente por sus diferencias. A Damián le caía bien por su forma de ser; era alegre, divertido, jodón y bastante inocente cuando quería. A veces le decía en broma que era la versión masculina de Susana Gimenez*.

—Bueno, no empiecen otra vez ustedes dos.

Una de las chicas del grupo de amigos saltó cuando vio que Alejo se estaba preparando para responder. Todos sabían por dónde iba la cosa; una vez que empezaban esas discusiones se olvidaban de todo el mundo. Eran ellos dos tirándose indirectas y manotazos hasta que alguien les paraba el carro, y solo ahí caían en cuenta de que no estaban solos en el mundo.

—Para mí tendrían que darse una buena revolcada a ver si se les pasa esa tensión sexual que tienen.

Otro de los chicos, que estaba sentado en el patio trasero con una lata de cerveza en la mano, y un cigarrillo en la otra, les gritó desde su lugar.

—No digas boludeces —saltó Alejo enseguida—. Estamos jodiendo.

—Seh, jodiendo. Lo que más quieren es joderse.

—Quiere que lo joda yo a él —dijo Damián—. Siempre me dice que quiere que le haga de todo.

Alejo chaqueó la lengua, después le tiró una patada a su amigo, y esta vez logró pegarle en la pantorrilla.

—Sos un pelotudo.

Damián se sobó con energía la pierna mientras le dedicaba a su amigo una mirada de reproche.

—¡Ustedes también hacen jodas así y nadie les dice nada! —volvió a saltar Alejo—. Le viven diciendo cosas a Damián. ¿Entonces todos quieren con él?

—Obvio —contestó la chica que los había parado al principio —, te tengo las re ganas, Dami.

El muchacho le sonrió, luego le tiró un beso que la chica recibió con una sonrisa.

—Dah, andá. No se puede ni hacer una broma porque ya le dan tremendo color.

—Vos sos el boludo que se siente tocado cuando te jodemos con eso —volvió a internevir el otro chico—. Desde que Dami nos dijo que era bi te pusiste re denso con los chistes, y lo decís con unas ganas que parece cierto. Y encima vivís tocándole el culo.

—Pero él sabe que es en joda—Se defendió Alejo.

—Ah, ¿es joda?

Alejo volvió a tirarle un golpe certero a su amigo.

—¿Ves? Vos me la seguís, tanto no te molesta.

Los demás, incluido Damian, solo se rieron.

En algunas ocasiones todos terminaban acorralando a Alejo, porque sus chistes casi siempre lo dejaban en evidencia. Pero él siempre terminaba haciéndose el desentendido, porque según él, era cien por ciento heterosexual, y lo que decía era solo una joda. Algo natural que se daba entre hombres. Incluso palmearle el trasero o apretarle una nalga le resultaba algo súper normal.

La reunión continuó con normalidad. Un par de cervezas de por medio acompañaron la charla amena entre los cuatro chicos, y al final, a eso de las dos y media de la mañana, los chicos se despidieron de Alejo y Damián.

—¿Vos te quedás hoy? —le preguntó Alejo mientras le pasaba llave a la puerta.

—Ya me encerraste, así que sí.

Su amigo chasqueó la lengua.

Damián vivía a dos horas de la casa de su amigo, así que ya se había hecho una costumbre que se quedara a dormir después de las reuniones, porque nunca terminaban a una hora apropiada para que Dami consiguiera transporte de vuelta a su casa.

—Porque ya sé que te quedás —le contestó, colgando la llave en el portallaves de la pared.

—¿Entonces para qué preguntás?

Alejo chasqueó la lengua otra vez. Su amigo solo soltó una carcajada.

—¿Qué te pasa? ¿Seguís enojado?

Ante la pregunta de Damián, Alejo se puso tenso.

—¿Yo? No, ni ahí.

—Te conozco. ¿Te molestó que los gurises te cargaran hoy?

—¿Por qué me iba a molestar?

—Porque sos un calderita de lata.

Alejo encogió los hombros e hizo un mohín.

—No, la verdad no.

Damián soltó una carcajada al ver la actitud infantil de su amigo. Tenía el descaro de decirle que no estaba molesto cuando se le notaba a leguas que estaba súper enojado por los chistes de sus amigos.

—¿De qué te reís? —preguntó Alejo, cruzando los brazos sobre el pecho.

—De vos. Decís las cosas y después no te la bancás.

Ante la cara de indignación de su amigo, Damián volvió a reírse, y eso hizo que Alejo se enojara todavía más.

—¿Sabés qué? Andá a cagar, al final no se puede hacer una broma porque me agarran de gil, y vos me seguís la corriente y después te hacés el interesante.

—Yo no me hago nada —se defendió Damián—. La próxima vez que me digas eso te voy a comer la boca adelante de todo el mundo, para que no digas que no te sigo la corriente.

Ante aquel comentario, Alejo se quedó sin palabras. No sabía hasta qué punto era capaz de llegar su amigo solo para llevarle la contraria.

—¿Viste? —atacó Damián al ver que Alejo no le respondía—. Sos tremendo getón, pero no te la bancás.

—¿El qué? —Alejo descruzó los brazos de forma brusca —. ¿Qué te pensás, que te tengo miedo? Hacé lo que quieras, si al final te gusta que yo te cargosee, decí la verdad.

La sonrisita triunfal que se había formado en sus labios se borró de inmediato cuando Damián se paró frente a él y lo acorraló contra la puerta de entrada. A pesar de que era apenas un poco más alto que él, tuvo la sensación de que era más grande y más ancho de lo que realmente era. Tragó saliva, luego alzó la ceja, para tratar de mantener su postura de "no me importa nada", pero cuando Damián avanzó, Alejo sintió que sus piernas se habían convertido en dos palitos de gelatina.

—¿En serio puedo hacer lo que quiera?

Alejo solo chasqueó la lengua. Sentía la cara hirviendo y el corazón palpitándole en todo el cuerpo. Sabía que posiblemente esa sería una oportunidad única y tenía que aprovecharla, de lo contrario se quedaría siempre con esa espinita por no haberse dejado llevar.

Encogió los hombros como si no le importara, pero Damián estaba en todas, y ya le había sacado la ficha a su amigo desde hacía tiempo. Solo estaba esperando un momento, una oportunidad para encararlo y ver si lo que pasaba entre ellos realmente se trataba de una broma o había algo más. Y sí lo había; por supuesto que lo había.

Sus dedos largos y delgados atraparon la nuca de Alejo, las palabras y los reclamos sobraron cuando sus labios se unieron en un beso agresivo y hambriento que dejó en claro que aquella cosa extraña que había entre ambos era recíproca. La espalda de Alejo chocó con violencia contra la puerta cuando Damián lo apretó con su cuerpo. Se escuchó el crujido de su camiseta cuando Alejo tiró de ella para meter la mano dentro y sentir la piel desnuda de su amigo bajo sus dedos. Sus caricias fueron apuradas, un tanto agresivas; Damián sentía los dedos de su amigo enterrándose en sus costillas, arañando su abdomen, y le encantó percibir la urgencia con la que Alejo lo tocaba, dejando en evidencia sus ganas.

Damián lo tironeó de la camiseta para llevarlo hasta el sillón, y allí lo tumbó boca arriba para subirse a gatas sobre él. Se sentó sobre sus caderas, y bajo la mirada atenta del muchacho se sacó la campera de cuero que llevaba puesta, y luego la camiseta. Ambas prendas cayeron al costado del sillón, y a ellas se unió también la camiseta de Alejo, que no esperó a que su amigo se la quitara. Luego de eso, un nuevo beso nació entre ellos mientras sus manos curiosas seguían recorriendo la piel del otro, arañando, pellizcando y apretando. Ninguno de los dos estaba pensando en cuán lejos pretendían llegar, y aquella pregunta surgió cuando Damián enganchó los dedos en el cinturón de los pantalones de Alejo. En ese instante, se generó un pequeño momento de tensión entre ellos. Se miraron durante unos instantes, serios, mudos, como dos gatos que estaban a punto de pelearse.

—¿Qué?

Damián fue el primero en animarse a hablar.

—¿Qué de qué?

—Eh... ¿paramos?

—No, pero me surgió una duda...

—¿Justo ahora?

—Sí, sí...

Damián arrugó el entrecejo. Sabía que su amigo podía salirle con un martes trece, pero lo conocía tan pero tan bien, que ya imaginaba por dónde venía la mano.

—¿Cuál de los dos...?

—Sí, sí, lo supuse —Suspiró—. Mirá, yo soy versátil. Acá el curioso sos vos, ¿qué querés? Te dejo elegir.

Alejo hizo un mohín.

—Yo que sé... ¿Duele?

—Si lo hacés bien no —contestó Damián, esbozando una sonrisa pícara—. Y no es por nada, pero yo lo hago bien.

Alejo se mordió el labio.

—Después me vas a cargar con que soy pasivo.

Damián volvió a reírse.

—Acá el boludito que hace esa clase de chistes sos vos, Ale.

Alejo le tiró un manotazo que su amigo logró atajar antes de que golpeara de lleno sus costillas.

—Donde me hagas algún comentario te hago comer del tupper, ¿entendiste?

Damián asintió, sin quitar aquella sonrisita triunfal.

El asunto prosiguió sin muchas más interrupciones. Damián puso en práctica todos sus conocimientos y se esforzó un poquito más que de costumbre para dejarle una buena experiencia a su amigo el curioso, que terminó boca abajo, sosteniéndose con las dos manos del pozabrazos del sillón mientras Damian lo embestía.

Al terminar, no hubo muchas palabras de por medio. Los dos asumieron que las cosas iban a seguir como antes, solo que ahora tenían ese pequeño secreto que acordaron no compartir con sus otros amigos.

Sin dudas esa no iba a ser la última vez, pero aquello no fue necesario acordarlo con palabras. Quedó implícito al momento en el que ambos asumieron que detrás de esa estrecha amistad que compartían, también había una tensión sexual tremenda, y esos chistes y jugueteos de mano no hicieron más que prender la mecha entre ambos.

. . .

La reunión entre los cuatro resultó como siempre. Los chicos se quedaron hasta tarde conversando, tomando cerveza y cargando a Alejo cada vez que le hacía algún chiste a Damián. Al final, a eso de las tres y pico de la madrugada, la chica les avisó que tenía que irse y el muchacho, que no quería dejarla sola, aprovechó para despedirse de Alejo y Damián, y se fueron juntos.

Ninguno de los dos había hecho comentarios al respecto. Las bromas entre ellos seguían, pero esta vez eran más intensas, más pesadas. Sonaban más a una invitación que a broma.

Damián se estiró en el sillón mientras se empinaba el último sorbo de cerveza que quedaba en la lata. Alejo cerró la puerta, pero dudó un poco antes de cerrarla con llave. Cuando estaban solos las cosas eran distintas, porque los dos sabían lo que había pasado, y lo que querían que pasara, pero la vergüenza seguía ahí, sentada entre medio de ambos.

—Che, em... —Alejo se aclaró la garganta, mientras revolvía las llaves entre las manos.

—Sí, trancá —contestó Damián, mientras se levantaba. Alejo sintió sus pasos, y su presencia detrás de él, y en ese momento se le aceleró el corazón —. Me quedo. 

 . . . 

*Susana Gimenez es una conductora argentina bastante famosa, que se caracteriza por ser una persona súper ingenua. Muchas veces ha sido motivp de chistes por las preguntas "obvias" que les hace a sus invitados en su programa.

¡Hola a todos! Hablaré de este oneshot en mi tablero, ¡espero que les haya gustado!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro