—Y si me tienes paciencia puedo cambiar lo que es ahora, y te amaré.—al decir ese comentario Tom marco notoriamente sus dientes en el cuello de Marco. Dejando una mordedura que todos notarían si no usaba abrigos.

—O eso espero, porque no quiero aceptar que te fallé.

Marco terminó desatándose de ese abrazo comprometedor, sus mejillas estaban con lagrimas. Sollozó con suavidad, viendo como Tom también empezaba a llorar.

¿En serio le dolía?

¿O solo era su farsa también?

El castaño puso sus manos sobre su rostro, ocultando aquellas lagrimas que aún salían de sus ojos.

Tom sollozó en silencio. Marco sabía que él no se rebajaría tan fácil a sollozar de manera sonora y menos frente suyo.

El castaño notaba como el demonio trataba de reprimir sus lagrimas para no verse tan débil como podía parecer al llorar.

Los ojos de Tom volvieron a centrarse en los marrones de su pareja.