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46: Lo amo

Claudia entraba y salía de la casa con maletas. Las mismas maletas que tenía en mi armario.

Papá y mamá habían desaparecido hace unos minutos en la planta de arriba, dejándome con una mala sensación en el cuerpo.

«¿Qué estaba pasando?» pensé.

Las piernas me pesaban, de tal manera que se me hizo un mundo subir las escaleras. Entré a mi habitación y vi a Claudia y otras chicas más guardando toda mi ropa en las valijas. En cuestión de minutos ya no quedaba nada mío en mi armario.

—¿Qué... —Respiré profundo, necesitaba respirar urgente —¿Qué sucede? —Logré formular la pregunta.

Claudia me miró apenada.

—El señor Nunier me ha dado las órdenes de empacar sus cosas.

Un pitido fue lo que escuché y mí cuerpo se volvió más pesado. Esto no estaba pasando, papá era mi héroe, él no podía echarme porque sí.

Él no...

Busqué mi móvil y empecé a marcar el número de Pedri, pero antes de que le diera a llamar, mamá entró a mi habitación.

—Cariño, ¿estás bien?

—Yo...

Las lágrimas me hicieron cerrar los ojos y el cuerpo pesado apenas si me permitió negar con la cabeza.

—Estarás bien... —Mamá me agarró de la cintura y me ayudó a sostenerme—. Vayamos a tomar un poco de aire —Asentí ante sus palabras aún con los ojos cerrados—. Claudia, ayúdame a llevarla al jardín.

Mis pasos eran fantasmales; era como ser jalada por cadenas de un muerto en pena. ¿Qué me estaba pasando?

—Respira, cariño.

Abrí los ojos y me obligué a respirar al ver que estaba en el jardín delantero de mi propia casa. El coche estaba aparcado a unos metros y veía como seguían metiendo maletas en la cajuela.

—¿Qué pasa, mamá? ¿Por qué están llevándose mis cosas? —Insistí, tratando de encontrar una respuesta en su mirada, aunque ella estaba igual de temerosa que yo.

—Tu padre ha decidido que por el bien de la familia nos iremos de la ciudad.

—¿A dónde?

—Relájate cariño, te vas a descompensar otra vez.

—¡No! —me negué, retrocediendo—. No puedo irme. No quiero. Debo de decírselo a mis amigos, a Pedri... Por favor, ayúdame.

El pánico se apoderó de mí cuando mi papá se hizo presente. Ni siquiera volteó a mirarme. Solo miraba a mamá.

—Isadora, el coche ya está listo.

—Enric, démosle unos minutos a Carla. Está nerviosa...

—El coche ya está listo —dijo y avanzó ignorando a mamá y mis miles de "Por favor, papi".

—Papá... —Mi voz se quebró.

—Carla, vamos al coche —dijo mi madre, agarrándome con suavidad de la mano, todo lo contrario a mí que la empujé bruscamente.

—¡No me toques! Yo no pienso irme a ninguna parte, así que a tomar por culo. Yo no me voy.

Mire desafiante a papá y mantuve la compostura cuando vi como le hizo un gesto al segurata, quien avanzó rápidamente hacia mí. Mi corazón se heló y un terror recorrió mi cuerpo mientras me agarraba fuertemente de los brazos y tiraba de mí, arrastrándome a la fuerza. Todo intento de resistirme fue inútil. Lo único que logré fue que los agarres fueran más dolorosos.

Grité; la garganta me quemaba de lo mucho que grité. Esperanzada de que alguien me escuchara.

Veía a mamá llorar y decirle a papá que se estaba pasando de la raya. Aún así no hacía nada más por mí, ni cuando me tiraron al coche como si fuera una valija de quinta.

Mis manos acunaron mi vientre. En ese momento me arrepentí tanto de no contárselo a Pedri. Tal vez las cosas hubiesen sido diferentes.

Él no hubiese permitido que me llevaran.

Pero las cosas no fueron así.

Necesitaba pedirle ayuda a alguien. Valeria era la única que sabía y por esa razón me aferraba con fuerza a mi bolso. Necesitaba solo un mensaje.

Miré de reojo a mi padre, su misma expresión fría y mi madre siendo una maría magdalena a mi lado.

En el coche no tenía oportunidad de sacar el móvil, debía de esperar y no esperar demás.

En el aeropuerto, miraba a todos lados, buscando a alguien que me ayudara. Pero nadie me dirigía la mirada e íbamos por una zona privada en donde no había nadie aburrido que prestara su atención en mi. Al llegar a la sala de espera vi que había gente y por mi mente pasó que era el momento de dar el grito de mi vida pidiendo ayuda.

—Carla, por favor, no hagas un escándalo —me susurró mamá—. Tu padre se enojara más. Confía en mí, no te va a pasar nada malo. Yo hablaré con él.

Me miraba con una mezcla de lástima y firmeza, sostuvo mi mano y me acarició. Susurrandome que todo estaría bien.

—No quiero ir —sollocé, dispuesta a hacer cualquier cosa para detenerlos.

—Te prometo que todo estará bien —dijo mi mamá, apretando mis manos entre las suyas—. Confía en mí.

Su voz suave logró calmarme lo suficiente como para seguir adelante sin más resistencia, aunque el miedo seguía por cada segundo que pasaba.

Uno de los trabajadores nos avisó que nuestro vuelo ya iba a despegar. Mis piernas seguían pesadas y las lágrimas descendían por mis mejillas. Caminando hacia el avión, le di una última mirada suplicante a mi padre. Quien, en vez de pedirme perdón y dar marcha atrás a todo, me quito el bolso donde iba mi última esperanza.

Supe que habíamos aterrizado en la capital por el piloto. Ni siquiera sabía qué hora era y apenas llegamos al hotel, me encerraron en una habitación, dejándome sola con mis pensamientos y miedos.

No pude dormir en toda la noche. Toda mi vida había dado un gran giro. Toda la noche llorando, recordando, los gritos, lo que no dije, mi héroe con capa que se convirtió en un villano.

No era su princesita.

¿Acaso debía de sufrir para ser el personaje principal?

Supe que ya había amanecido cuando mamá llegó a la habitación con un carrito de desayuno y abrió las cortinas dejando entrar la luz del día.

—Buenos días.

No dije nada y no era porque no quería, tenía la garganta seca y dolía. Suponía que era por todos los gritos que pegué el día anterior y no había bebido nada.

—Cariño...

No pude contenerme y rompí a llorar, buscando desesperadamente consuelo en su mirada.

—Mamá, ¿qué está pasando? —le supliqué, mi voz apenas si era entendible—. ¿Por qué estamos aquí?

—Tu papá ha conseguido una clínica para deshacerse del problema sin que nadie se entere.

El mundo se me vino abajo. 

—¡Mi bebé no es ningún problema! —grité entre lágrimas.

—Carla, debes pensar en tu futuro —dijo mi mamá—. Tienes 18, eres una cría. ¿En verdad quieres tener un bebé? Tienes toda una vida por delante. No puedes arruinarla ahora, eres joven, eres bella, inteligente. Eres mi niña y aún no vas a un concierto de Taylor Swift, aún no empiezas la universidad, no tienes miles de novios y experimentas; aún no viajas por todo el mundo, ni vas a todas las fiestas a las cuales te invitarán. Eres joven, cariño...

—Mamá...

—Sé que no hemos tenido la mejor relación, pero te apoyaré en lo que decidas. Piensa en ti, estás a tiempo.

Las lágrimas no cesaban y pensé en todo, en que solo era una cría de 18 años que era lo suficientemente inmadura para hacer daño a las personas que quería, que amaba las fiestas y los viajes, que le encantaba ser coqueta y enamorarse de todo aquel que le sonriera. Pero también estaba el hecho de que no había muchas posibilidades de que quedara embarazada, y esa mínima posibilidad está dentro de mí. Una muestra de amor y confianza que tenía con Pedri, y aunque ambos éramos jóvenes, sabía que podíamos con ellos.

—Mamá, Pedri y yo... Él me ama. Quiere una familia algún día.

Mi mamá suspiró, acariciando mi cabello.

—Tú misma lo has dicho cariño —me dio una sonrisa nostálgica—. Algún día ¿Y si él no quiere al bebé? —preguntó, plantando una semilla de duda en mi mente.

Su carrera. El miedo que tiene.

Y sí lo arruinaba más.

Y sí arruinaba lo nuestro.

¿Y si lo único que hacía era arruinarle la vida a un bebé que no pidió nacer?

—Yo...

—Sé que te puede dar miedo —La abracé sollozando, ella estaba igual que yo—. Hay otras opciones.

—¿Cuáles?

—Podría convencer a tu padre de que empieces a salir con uno de los hijos socios de tu padre y así se casarían y podrían tener al bebé.

Negué con la cabeza, sollozando más fuerte.

—No, mamá. No puedo hacer eso.

—Entonces, piénsalo en darlo en adopción. Hay muchas familias que desean tener un hijo. Podríamos decir que te fuiste a estudiar al extranjero...

Lloré más fuerte sin estar segura de qué hacer. Me daban tres opciones y ni una me gustaba.

Casarme con otro.

Darlo en adopción.

Abortarlo.

Las opciones me abrumaban, y el miedo y la confusión eran insoportables.

—Piénsalo, vale. Regresó más tarde.

Mamá me besó la frente y me dio una esperanza que solo las mamás daban. Pero apenas cerró la puerta, la esperanza desapareció con ella.

Miré toda la habitación; no había ni un solo teléfono. Lo único que había era un televisor que no me interesaba.

Las lágrimas caían y rebotaban una y otra vez.

No tenía ni una decisión clara y lo único que había logrado en mi momento a solas fue que la duda incrementara más y más. Mi familia feliz en mi mente se había convertido en una familia infeliz.

Salí de mis pensamientos cuando escuché golpecitos en la puerta. Al principio, pensé que se trataba de una alucinación mía, pensando que Pedri era mi romeo y venía a pedirme matrimonio y salvarme de todo esto. Pero no.

La puerta volvió a sonar y me puse de pie. Me agarré de la lámpara para no caerme ante mi mareo. La vista se me oscureció y respiré profundo para que todo volviera un poco a la normalidad. Caminé hacia la puerta y vi que era un carrito igual al que mamá trajo para el desayuno y del cual no había probado ni un bocado. Este carrito traía comida nueva y fresca; ya era hora del almuerzo, supuse, y aunque quería vomitar, entré el carrito para comer un poco. Por mi bebé.

Me senté en la cama y agarré un plato de comida; era sopa de pollo y estaba rica. También había otro con puré de patata y una gran chuleta de carne. Comí como si nunca hubiese comido en mi vida, no me importó embutirme la comida y paré cuando vi que había una taza humeante con mi té de frutos rojos favorita.

Mis manos se dirigieron a la taza y antes de beber escuché unos pasos detrás de la puerta y una corazonada me hizo dirigirme hacia allá.

—¿Papá? —pregunté rogando que fuera él y que pudiéramos hablar de verdad—. Papá por favor.

Silencio.

—Papá, lo amo.

Estoy embarazada de él.

No contestó, fueron largos minutos en los que esperé pensando que abriría la puerta y me daría un abrazo. No fue así.

Actuaba como si estuviera muerta.

Volví a la cama y bebí del té. Me dejé caer agotada en la cama. De pronto sentí cómo mis párpados se volvían pesados y la habitación se volvía borrosa. No podía resistirme, algo iba mal. Caí en un profundo sueño y no había un príncipe que me despertara con un beso de amor.













💌💌💌















Desperté lentamente, los párpados me pesaban y apenas si podía abrirlos. Poco a poco mi vista se fue adaptando a la fría que era la luz. Mi cabeza palpitaba de dolor, y mis extremidades se sentían pesadas, casi inertes. Como si mi cuerpo estuviera muerto y solo mi mente estuviera viva. Abrí los ojos, parpadeando contra la luz blanca y fría de la habitación. ¿Dónde estaba? Intenté moverme, pero algo me retenía. Miré a mi alrededor, aterrorizada, paredes blancas y muebles sin gracia del mismo color. «¿Dónde estaba?» pensé otra vez. Bajé la mirada hacia mis manos y me di cuenta de que estaba amarrada a una cama. Forcejeé intentando deshacerme de las correas, mientras miraba a mi alrededor intentando descifrar dónde estaba.

No era el hotel, era una clínica.

El miedo me inundó, y las lágrimas empezaron a brotar sin control. Sentí un nudo opresivo en el pecho, una mezcla de desesperación y traición. Mi mente estaba nublada, pero los recuerdos empezaban a volver en oleadas caóticas. La noticia del embarazo, el pensar que mis padres me apoyarían, la indiferencia de papá, la promesa de mi mamá de que todo estaría bien, el té que bebí...

Intenté hablar, pero mi voz era un susurro quebrado. Susurraba ayuda, sintiendo un pánico creciente.

Una enfermera entró en la habitación, con una expresión de muerto.

—Por favor... —intenté decir, pero mi voz se quebró en un sollozo—. ¿Qué me han hecho?

Ella no respondió, solo ajustó algunos equipos y salió rápidamente, dejándome sola con mis pensamientos torturados. El dolor físico era intenso, pero el emocional era insoportable. Sentía como si mi corazón estuviera siendo arrancado de mi pecho, una y otra vez. Necesitaba acariciar mi vientre, saber que todo estaba bien, pero ni siquiera podía hacer eso.

Escuché la puerta siendo abierta y el temor junto a la esperanza se mezclaron en mi pecho al ver a mamá; sus ojos se llenaron de lágrimas al verme.

—Carla, por favor, calma.

Me retorcía con todas mis fuerzas, sintiendo que la rabia y la desesperación se apoderaban de mí.

Ni siquiera podía hablar.

Ella se acercó y, con lágrimas en los ojos, empezó a desatarme.

—Tu padre quiere lo mejor para ti. Siempre lo ha querido.

Finalmente, libre de las correas, me incorporé con dificultad, sujetando mi vientre instintivamente. El terror y la incertidumbre me abrumaban. Sentía cada músculo tenso y cada respiración era un esfuerzo doloroso.

—Es mejor que te vayas —dijo mi mamá en voz baja, justo cuando una enfermera entraba con una silla de ruedas.

—Mamá... —mi voz se quebró, llena de miedo y confusión.

Entre la enfermera y mi mamá, me ayudaron a ponerme de pie. Cada movimiento era un recordatorio del dolor y la traición. Sentí las manos firmes de la enfermera sosteniéndome por un brazo, mientras mi mamá, con delicadeza, me sujetaba del otro lado. Me ayudaron a caminar unos pasos vacilantes hasta la silla de ruedas.

—Despacio, Carla —dijo la enfermera con una voz sorprendentemente suave—. Vamos a ir poco a poco.

Me senté en la silla de ruedas, sintiendo una punzada aguda en el vientre. Mi mamá me pasó algo de ropa, y la enfermera me ayudó a quitarme la ropa del hospital con movimientos rápidos y eficientes. Estaba demasiado débil para resistirme o siquiera quejarme del dolor.

—Te vamos a sacar por la salida trasera, para que nadie te vea —explicó la enfermera mientras me cubría con una manta. Mi mamá asintió, sosteniendo mi mano con fuerza.

Con una mezcla de urgencia y cuidado, me llevaron por los pasillos vacíos del hospital. Cada giro y cada paso resonaban con el eco de mis pensamientos caóticos. Sentía el frío de los pasillos en mi piel, pero el miedo que me envolvía era aún más helado.

—Tranquila, todo estará bien —murmuró mi mamá, apretando mi mano.

Llegamos a una puerta trasera que daba con el estacionamiento. Una camioneta estaba estacionada allí, con el motor en marcha. La enfermera abrió la puerta trasera y, con la ayuda de mi mamá, me levantaron de la silla de ruedas y me ayudaron a entrar al vehículo. Cada movimiento era una tortura, y el dolor en mi vientre se intensificaba con cada segundo.

—Tienes algo de ropa, dinero para unas semanas —dijo mi mamá, colocando la mochila a mi lado en el asiento—. Cuídate —Besó mi frente—. Hablaré con tu papá, vas a ver que va a recapacitar y en diciembre estaremos en la montaña. Vas a ver. He hablado con Valeria, le he contado todo...

—Gracias... mamá —murmuré, sintiendo las lágrimas rodar por mis mejillas.

Ella me miró con los ojos llenos de lágrimas.

—Solo serán unas semanas.

—Unas semanas.

Nos despedimos con un abrazo y la camioneta arrancó, alejándonos del hospital. Mientras nos alejábamos, acariciaba mi vientre con amor, miedo y la esperanza mezclada en mi corazón.

Las lágrimas caían y rebotaban de una manera silenciosa, mientras juraba que iba a hacer todo para proteger a mi bebé.

El sonido de la ciudad y la radio apenas audible se mezclaban; de pronto el zumbido de un móvil me sacó de mis pensamientos. Volvió a sonar y a vista de que el chófer seguía manejando, miré a la mochila que mi madre me había dado. Otro zumbido, y con dificultad atraje la mochila y busqué el móvil. No era mío, era uno nuevo.

Los mensajes de Valeria eran los que resaltaban. Más de cien mensajes. No me tomé el tiempo de leerlos todos, pero sí vi el último.

Joder.






































































Xoxo. Sí, lo sé soy una drama queen.

Deacuerdo a los votos del capitulo anterior, desbloquearon Capitulo hoy y mañana omg!!!!!

¿Qué opinan al respecto de todo lo que está pasando? 

¿Qué le dirían a Carla en este momento?

El siguiente capítulo lo Narra Pedri :)

Denle mucho amor al capitulo que ya estamos a nada del final
Si este y el de mañana llega a +750 subo el último capitulo el lunes 🥰

No se olviden de votar 

Muchas gracias por leer :)

Ig: ancovi12
Tiktok: ancovi12

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 ©  a  n  c  o  v  i  1  2

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