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34: Amantes a media noche

21 de septiembre, 2022

 Era el día del desfile; desearía haber tenido más tiempo, pero a la vez, el no tener más días en los cuales practicar, me incitó a dar todo de mí. Solo comía y dormía; el resto del tiempo practicaba con profesionales de la compañía de mi madre. Era un evento importante y aunque haya sido la opción de respaldo, las causas eran lo suficiente para dar lo mejor de mí. Había estado tan ocupada ensayando que no había tenido tiempo de estar por más de 10 minutos con el móvil; nada de redes sociales, nada de mensajes, ni llamadas, solo ensayar. 

—¿Le enviaron la invitación a Valeria? —pregunté a mi madre manteniéndome quieta ante las cuidadosas manos de la maquilladora.

Miré a mi mamá y por la expresión de su rostro supe que no lo había hecho.

—Ay, Carla, lo siento mucho. Me olvidé por completo —dijo.

Suspiré, cerrando los ojos por un momento para contener mi frustración. Conociendo a mi madre, sospechaba que lo había hecho a propósito. No quería pensar mal de ella, pero esto significaba que mi mejor amiga no estaría presente. Podía llamarla e invitarla de último momento por mi propia cuenta, pero sabía que diría que no, además ya faltaba menos de una hora para que el evento empezara. Sería imposible. 

—Está bien, mamá —respondí con un tono de voz más suave de lo que realmente sentía. 

La maquilladora seguía trabajando en mi rostro, ajena a la tensión que colgaba en el aire. Traté de concentrarme en su labor, en cómo su pincel se movía delicadamente, añadiendo un toque de color aquí y allá. 

Y cuando terminó, me miré al espejo. La mujer había hecho un trabajo excelente; mi rostro parecía radiante y perfecto para el evento. 

Me puse de pie y tuve una vista de cuerpo entero en el espejo. Los tacones que llevaba me daban más porte de elegancia, que no iba a juego con la bata que cubría la majestuosidad del vestido. Con lentitud me quité la bata y dejé lucir el vestido que me habían asignado. 

Estaba confeccionado en un lujoso tejido negro que brillaba sutilmente bajo la luz. El escote era de tipo corazón, realzando delicadamente mi figura y acentuando mi elegancia natural.

Las mangas del vestido eran una verdadera declaración de moda. Estaban decoradas con grandes volantes que se asemejaban a pétalos de flores en plena floración, añadiendo un toque de dramatismo y sofisticación.

El conjunto era una mezcla perfecta de modernidad y clasicismo, añadiendo mi sonrisa sexy. 

—Fabulosa —halagó mi madre, viéndome de pies a cabeza. 

Maquilladores, asistentes y toda persona que estaba detrás de las bambalinas me dieron los mismos halagos, al igual que a otras modelos que iban igual de fabulosas que yo. 

Era un caos. Por más que estuviera 100% organizado, todos queríamos que saliera a la perfección. Me vi asomándome hacia la pasarela y el público; el evento ya había empezado y las primeras modelos ya estaban haciendo lo suyo. 

—Te ves muy bien —Conocía esa voz. Volteé a ver de quien se trataba. 

—¿Qué haces aquí? —pregunté sorprendida al ver a Bruno; era el último al que me imaginaba encontrármelo aquí. 

—Currando —Me fijé en la bandeja con copas de champaña que llevaba—¿Una? 

—La verdad, es que los necesito —Agarré una copa y sin nada de delicadeza, bebí el contenido—. Lo necesitaba. 

Le sonreí y vi lo apuesto que estaba con su trajecito de pingüino elegante. 

—Carla, en un minuto sales —habló una de las mujeres que llevaba auricular y micrófono muy cerca a la boca. 

Respiré lento, tratando de que la tembladera de mis piernas se desvaneciera a cosquillas de emoción. 

—Estarás bien —La mano de Bruno acarició mi hombro desnudo. Alcé la mirada para verlo, me sonrió, dándome fuerzas—. Eres la mejor, recuerdalo. 

Sonreí por sus palabras.

Era la mejor.

—¿Otra copa?

—Otra copa. 

Volví a beberme otra copa de champaña y salí al escenario, donde las luces, flashes y miles de miradas estaban puestas en mí.

Era la presa, pero también era la arquera. 

Las piernas dejaron de temblar y como lo había ensayado, tiré la flecha. 

La música de "Style" de Taylor Swift comenzaba a resonar por todo el salón, y sentí cómo una oleada de adrenalina recorría mi cuerpo. Di un paso adelante, sintiendo la suavidad de la tela negra de mi vestido, acariciando mis piernas. La luz de los candelabros se reflejaba en el tejido brillante, creando la ilusión de un cielo estrellado en movimiento a medida que avanzaba.

Respiré hondo, recordando cada movimiento que había practicado. Me había mirado lo suficiente al espejo mientras ensayaba, para memorizar cómo el escote corazón realzaba mis hombros y clavícula; sabía lo guapa que estaba y eso lo tomé a mi favor.

Con cada acorde de la canción, mi confianza crecía. Sentía las miradas de la audiencia sobre mí, y en lugar de intimidarme, me empoderaban. Mantuve la cabeza en alto, mi mirada fija hacia adelante, pero de vez en cuando lanzaba una sonrisa coqueta a los espectadores, sintiendo la energía de la música guiar mis movimientos.

Al llegar al centro de la pasarela, me detuve por un momento, girando lentamente para mostrar cada ángulo del vestido. La música me envolvía, y en ese instante, era como si todo lo demás desapareciera. Solo existían el vestido, la música y yo. 

Las personas se desvanecieron; la música sonaba como si estuviera en mi habitación bailándola a todo volumen. Y en medio de todas esas personas borrosas, Pedrí apareció. Lucía un traje, se veía guapo como siempre, me miraba a mí, como si yo fuera el sol y él la tierra. Todo se detuvo y en mi mente se reprodujo la discusión que habíamos tenido. Con todas mis fuerzas lo había estado ignorando; las cosas entre los dos quedaron agridulces. Discusiones, besos, él y yo, y en medio de todo, mi corazón seguía latiendo con demasiada fuerza al verlo. 

Le sonreí, como solo a él le sonreía, y comencé mi camino de regreso, sintiendo la energía de la sala seguirme. La falda se movía con una fluidez casi mágica, y los volantes en mis hombros se desplegaban con cada paso, como alas a punto de alzar el vuelo. Mis pasos eran firmes y seguros, cada uno sincronizado con el ritmo de la canción, que seguía pulsando en mis oídos y en mi corazón.

Al llegar al final de la pasarela, me detuve una vez más, girando con una última sonrisa para la audiencia y especialmente para él. La música empezaba a desvanecerse, y sentí una ola de satisfacción y orgullo. 

Detrás de las bambalinas recibí aplausos, pero aún no había terminado. Faltaba la vuelta final, donde todas debíamos de salir y la gala continuaría con la venta de los vestidos donados. 

Me cambié por algo más cómodo, aunque no lo pareciera. Y fui a la gala, donde recibí varios halagos de gente importante y mamá se acercó para susurrarme al oído que varias marcas querían trabajar conmigo. Una buena noticia, creo. 

Cuando mamá me pudo dejar sola, aproveché para buscar a Pedri con la mirada. No lo encontré, lo que me hizo pensar que tal vez me lo había imaginado. 

¿Mucha champaña?

Estaba dudando de mi propia mente y toda duda desapareció al volverlo a ver. Su mirada en mí, la sombra de su barba y aquel traje tan elegante. Hizo un movimiento lento con su cabeza y entró detrás de bambalinas. ¿Me estaba invitando a ir? 

Me hice paso entre la gente y ya me encontraba adentro. Pedri no estaba tan lejos; cualquiera podría vernos. 

—Hola, no sabía que venías. 

—Y yo no sabía que serías una de las modelos. 

—Una canceló y yo fui la segunda opción; lo acepté.

Pedri estaba apoyado en una de las mesas de agua y yo estaba al frente; la imagen que tenía de él dejaba que mi mente fantasease.

Pedri estaba apoyado y despreocupado en una de las mesas de agua. Su presencia dominaba la habitación. Su traje, ceñido a su cuerpo, delineaba sus músculos con precisión, que atrapaba mi atención. Deseaba quitarle la camiseta, y de tan solo imaginarme cómo lo hacía, como al quitarla mis manos pasaban por su torso, sentía un cosquilleo y humedad, como si con solo su presencia él tuviera el poder de encender una llama en lo más profundo de mí. Mi corazón latía con fuerza, y mientras luchaba por mantener la compostura, no podía evitar desear estar más cerca de él, sentir su calor y su presencia envolviéndome por completo. Saber que estábamos bien. 

Sin duda alguna, era el karma por haberme burlado de los deseos placenteros de mis amigas. Ahora yo quería lo mismo, pero la situación con Pedri no era la mejor de todas. 

Y era mi culpa. 

Si no hubiese besado a Raul, quizá ya estuviéramos desvistiéndonos en mi camerino. 

—Estuvo mal lo que hice, perdón. 

—Y yo me puse celoso, a veces pasas más tiempo con él que conmigo. 

«Pero eso es porque tú quieres mantenerlo en privado», quise decirle. Oculté lo que sentía solo para estar bien y no darle más rollo al problema. 

—Al menos lo admites. 

—Quiero arreglar las cosas. Estos días han sido una cagada. 

—Y yo te juro que yo te quiero a ti. 

—Eso lo sé —Nos habíamos acercado, mis brazos ya estaban rodeando su cuello y su aliento con olor a menta acariciaba mis labios—. Es solo… Necesitaba tiempo para entender tu bromita. 

—Debo de medir lo que digo. 

Muchas veces había metido la pata al no medir lo que decía.

—Me gusta tu bocaza.

—¿Y besarme? 

—Me encanta.

—Pues hazlo. 

Nuestros labios chocaron en un beso ardiente y apasionado, lleno de deseo y anhelo acumulado. Sus manos se aferraron a mi cintura con firmeza mientras nuestras lenguas se entrelazaron en un baile frenético. Sentí el calor de su cuerpo contra el mío, cada centímetro de piel anhelando estar más cerca. El aire vibraba con electricidad mientras nos perdíamos en el frenesí del momento, dejando que el deseo nos consumiera por completo. Mi corazón latía con fuerza, ansioso por más, y su aliento contra mi piel me instaba a desearlo aún más. 

Los besos con Pedri eran como un sueño del que no quería despertar. Su boca descendía por mi cuello, dejando un rastro húmedo y cálido que hacía que mi piel se erizara. Sus besos eran tan urgentes como los recordaba.

Sus manos, suaves y firmes, comenzaron a explorar mi cuerpo a través de la tela ligera del vestido, recorriendo mi espalda y acariciando mi cintura; sus caricias me hacían sentir segura y deseada.

Cada caricia despertaba una respuesta en mí, una mezcla de anhelo y excitación que crecía con cada segundo. Me aferré a él, dejando que su toque me guiara, perdiéndome en la sensación de estar tan cerca de alguien que significaba tanto para mí.

Sus dedos recorrieron mi espalda, subiendo lentamente hasta mis hombros, donde se detuvieron un momento antes de deslizarse hacia abajo, siguiendo el contorno de mi figura. Sentía su toque como una corriente eléctrica, cada movimiento despertando una respuesta en mí; una mezcla de anhelo y excitación que se reflejaban cada vez que me hacía hacia atrás y dejaba escapar gemidos. 

Estaba perdida; sus besos y caricias hacían olvidarme del mundo exterior y todos los problemas. Sus manos tan solo me tocaban por encima de la fina tela y yo ya estaba sumergida en un mar de sensaciones. 

Sentí sus dedos buscando el cierre del vestido, una señal clara de que él me deseaba tanto como yo. La realidad me golpeó; estaba sobre una mesa, en una posición comprometedora. Cualquiera nos podía ver y aunque quería que lo nuestro se supiera, no era la forma correcta. 

—Pedri, espera —susurré. 

Cuando sus manos llegaron a mi cintura, tiró de mí suavemente hacia él, nuestros rostros demasiado cerca.

—Más tarde —susurró él; su voz ronca me causó escalofríos. 

Asentí, sonriendo ligeramente mientras trataba de calmar mi corazón acelerado. Pedri besó mi mejilla y nos separamos lo suficiente, fingiendo normalidad. 

—Estuviste estupenda —dijo, antes de irse y dejarme pedrificada. 

Sonreí encantada y sintiendo un peso menos; si era cierto que los ensayos me habían mantenido ocupada, aún así mi mente y corazón tenían ese peso de la última conversación con Pedri y, aunque nos enviamos mensajes, en este encuentro al fin se habían desenredado todos los hilos de discusión. Y quedaba solo un hilo invisible que nos unía a los dos.

Volví a la gala y busqué a Pedri con la mirada. No lo encontré entre tantas personas, pero al que sí logré identificar fue al larguirucho de Bruno. Me acerqué a él y jugándole una broma pesada, toqué su hombro derecho y me puse del lado izquierdo. Bruno miró hacia donde lo había tocado y mi pequeña risa lo hizo darse cuenta de mi presencia. 

—Qué graciosa. 

—Gracias —Me sentí halagada e hice una reverencia juguetona—. ¿Cómo lo hice? 

—¿El desfile o el revolcón con ese futbolista?

Me quedé fría y suponía que pálida. Bruno no me miraba; seguía sirviendo más champaña. Me tendió una copa, la cual bebí hasta dejarla vacía. 

—Lo puedo explicar. 

—No me importa a quien te folles. 

—Pero… 

La seriedad y a la vez ese tono sarcástico que lo caracterizaba reflejaba que le daba igual. Tal vez me equivoque y yo no le gustaba; no se veía molesto, ni dolido; se veía indiferente.

—No se lo digas a nadie —pedí.

Alzó la bandeja de las copas, sonrió ladeado y retrocedió sin dejar de mirarme. 

—Soy una tumba, rubia tonta. 

Siguió con su trabajo y mis ojos lo siguieron, hasta que la calidez de una mano en mi cintura me sacó de los pensamientos hacia Bruno. Volteé a ver a Pedri, quien acarició y apartó su mano velozmente, me sonrió y dejó dos besos en mi mejilla.

Lo entendí. 

Ante el ojo de los demás, recién nos estábamos saludando.

—Hola —dije, intentando que mi voz sonara casual y no como si estuviera deseando regresar a esa mesa y comernos a besos. 

Su cercanía me envolvió en su olor, una mezcla de su colonia y algo indefinible que siempre me hacía sentir segura. 

Su voz, suave y baja, tenía ese tono familiar que podía calmar mis nervios y acelerar mi corazón al mismo tiempo.

—Hola, Carla —respondió Pedri, con su voz suave y baja que aceleraba mi corazón. 

Nos mirábamos con una complicidad que solo nosotros entendíamos. En medio de un bullicio de gente, nosotros estábamos en una burbuja privada. Me pregunté si estábamos dando un gran paso, dejarnos ver juntos y el hecho de que a él no le importó besarme en un lugar donde nos podían ver. 

—Carla, hija. Al fin te encuentro—la voz de mi madre se escuchó detrás de mí. Me giré para encontrarme con su mirada inquietante—. Te debo de presentar a alguien, vamos. 

Me agarró de la mano y tiró de mí; ni siquiera se había fijado que estaba con Pedri. 

—Justo estaba hablando con Pedri. 

Mamá se detuvo a mirar al mencionado. 

—Estaba felicitando a su hija. Es realmente espectacular. 

—Por supuesto, Carla siempre sabe cómo llamar la atención. Si no te importa, debo presentarle a alguien importante. 

Volteé a mirar a Pedri y me disculpé con la mirada. Él me miró comprensivo y nos despedimos con una sonrisa a la distancia. 

Mamá me fue explicando de quién se trataba y lo importante que sería para mi carrera. No me importaba en lo absoluto, estaba bien como estaba, pero ella no lo veía de esa manera. Ella solo me presentaba como si fuera un ángel de Victoria Secret. 

La gala terminó y pude respirar tranquila al estar entre mis cobijas. 

Cerré los ojos, dispuesta a descansar por el largo día. Todo sueño desapareció cuando mi móvil sonó en una llamada; abrí los ojos y no dudé en contestar. 

—¿Estás despierta? 

Volvimos a ser amantes a medianoche. 
































































































































































Xoxo. Holiiiii
Trataré de actualizar 2 veces por semana 💕

Es un capítulo medio corto, pero trae algo importante 👀

¡Espero que hayan disfrutado este capítulo tanto como disfrute yo escribiendolo! No olviden votar si les gustó y dejarme sus comentarios. ¡Me encantaría saber qué opinan sobre lo que está pasando entre Pedri y Carla! Sus votos y opiniones son muy importantes para mí. ¡Gracias por leer!

Ya saben Trataré de actualizar 2 veces por semana, sean generosos con los votos y comentarios. Que ya ni comentan 🤧🤧🤧🤧 y peor votan 🥲


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