23: Puedo verte
**Advertencia:**
Este capítulo contiene contenido explícito destinado a lectores mayores de 18 años. Todos los personajes involucrados en situaciones íntimas son mayores de edad. Si no tienes la edad adecuada o no te sientes cómodo/a con este tipo de contenido, te recomiendo que no continúes leyendo, a partir de esta señal (💌💌💌) puedes continuar.
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CARLA:
Regresando...
Podía ver su intento de alejarse, podía escuchar su voz diciéndome "somos colegas" una gran mentira que ni él se creía. Porque podía verlo, cada vez que lo tocaba, se alejaba y volvía para besarme con más ganas y urgencia.
El beso fue suave al principio, casi tímido, pero rápidamente se volvió más urgente. Sentí sus manos recorriendo mi espalda, atrayéndome más cerca, como si necesitara asegurarse de que esto era real. Mis dedos se entrelazaron en su cabello, tirando suavemente mientras nuestros cuerpos se amoldaban el uno al otro.
Antes de que pudiera responder, lo vi tomar una decisión. Sus ojos se oscurecieron con determinación y, sin decir una palabra, volvió a besarme con una intensidad renovada. El calor entre nosotros se encendió de nuevo, y esta vez no había dudas, solo una necesidad compartida y desesperada.
—¿Qué estamos haciendo? —preguntó, volviendo a alejarse, pero no lo suficiente. Estábamos a un respiro -No deberíamos —murmuró, pero su voz reflejaba el deseo que ambos compartíamos.
—Solo son besos —respondí y lo atraje hacia mí, me devolvió el beso y deslizó sus manos por toda mi espalda hasta llegar a mi culo, apretarlo y alzarme.
Lo tomé como una invitación para enredar mis piernas en sus caderas, las cuales hicieron un movimiento contra mi entrepierna que me dejaron saber lo inocente que era. Dicha inocencia se iba desvaneciendo cada vez que nos frotábamos en zonas que había imaginado en mis sueños más salvajes.
Fui cayendo a la cama, su cuerpo cubrió el mío con mis piernas aun enredadas en sus caderas. Los besos seguían, junto a gemidos que se escapaban de nuestras bocas.
Se separó de mí, su aliento aún rozaba mi boca y sus ojos me miraban con deseo.
—Espera...
Antes de que dijera algo más, lo volví a besar. Jalé su labio inferior y lo empujé para sentarme a horcajadas sobre él.
Curve mi espalda para llegar a su boca, mis labios buscaron los suyos, un lento y provocativo beso
—¿Un polvo?
Mordí mi labio y con temor de escuchar un no, lo besé. Él seguía devolviéndome el beso y esta vez su mano se iba metiendo por debajo de mi vestido.
—¿Por qué eres tan directa? —preguntó entre el beso, bajo mi boca sentí una sonrisa de su parte.
¿Eso era un sí?
Moví mis caderas hacia adelante y atrás, frotando mi intimidad con el bulto de su entrepierna y madre mía.
—Carla... —jadeó.
Seguí moviéndome, no sabía si lo estaba haciendo bien o no, pero Pedri jadeaba y se mordía la boca, cerrando los ojos ¿Le estaba gustando?
—Carla...
Me detuve.
Mi dedo índice acarició sus labios, él me lamió aún con los ojos cerrados, mientras mi otra mano bajaba por la tela de sus vaqueros hasta detenerme en el bulto duro de su entrepierna. Tenía la respuesta.
—Somos amigos.
—Reforcemos la amistad.
Antes de que pudiera reaccionar lo besé salvajemente con una pasión que no había sentido antes. Sus labios respondieron de inmediato, más intenso que la primera vez.
No quería una amistad. Yo quería todo, yo quería ir a sus partidos y apoyarlo, ir a citas y besarlo, follar por las noches, reírnos, solos él y yo, con una amistad y un amor de pareja, pero no siendo amigos. Ya lo fuimos por bastantes meses.
—Carla...
Mi mano acariciaba su polla, y él delicadamente agarro mi otra mano y la besó, lento, echando más gasolina a la tensión sexual que teníamos.
—Lo que pasa en Las vegas, se queda en Las vegas —susurré besándolo, jugué con su labio inferior y él me devolvió el beso.
Sus brazos se enredaron en mi cintura, me pegó más contra él y en un fácil movimiento me cargo dejándome sobre el colchón. Intercambiamos posiciones, yo abajo y él arriba. Su cuerpo cubrió el mío, me entró un aire de nervios, el cual se eliminó por el fuego que brotaba entre los dos.
En mi mente me repetí que no debía de estar nerviosa, que el sexo era algo natural, disfrutaría del momento y si quería que esto sea placentero, debía de mantener mis nervios al margen.
Abrí mis piernas y mi sexo chocaba con el suyo, Pedri movía su pelvis, empujando su bulto hacia mi humedad. Se sentía tan doloroso y rico a la vez, mi cuerpo pedía sentirlo. Siguió frotando su miembro, cerré los ojos, gimiendo y escuchándolo gruñir por sus estocadas. Aún llevábamos ropa, era una tortura. Sus manos no demoraron mucho en levantar la prenda hasta mis caderas, acarició el interior de mis muslos, apreté los ojos, sintiendo como sus manos me agarraba de las caderas y presionaba su erección contra mi entrepierna cubierta por la tela de unas braguitas de encaje.
—¿Esto es un sí? —pregunté sonriendo entre el beso.
Me dio su respuesta volviéndome a embestir, gemí su nombre y el placer llegaba más. Nunca había sentido eso, estar al borde de una sensación placentera. Sus labios abandonaron los míos y se movieron a mi mandíbula, trazo todo un camino hasta mi oreja y bajar a mi cuello, hundió su nariz ahí y la humedad de su lengua me hizo estremecerme. Siguió jugando, hasta que encontró la diversión con mis braguitas. Tanteo en quitarlas y cambio de opinión al pasar sus manos por el borde mi vestido.
—¿Puedo?
Asentí, no podía decir algo coherente sin gemir en el acto. Me fue quitando el vestido y al terminar quede en braguitas. Se inclinó hacia atrás para darle una ojeada a mi cuerpo. Se quedó mirándome, embobado y haciéndome sentir deseable.
Aproveché su despiste para agarrarlo del cuello y volver a sentarme a horcajadas sobre él. Quedó acostado y yo encima. Sonreí coqueta y me agaché hasta a su altura para besar su cuello, rascarme con su barba y llegar hasta su oído.
—Para que tengas una mejor vista.
Con mis dientes jalé el lóbulo de su oreja.
La boca y la vagina se hicieron agua al ver cómo Pedri se iba quitando la ropa, hasta quedar desnudo. Completamente desnudo y yo estaba a horcajadas en él.
—Te has quedado sin palabras.
—He visto mejores —mentí, dándole una ojeada a su miembro.
Respiré agitadamente, y me froté contra su polla. Estaba tan duro y grueso, que las palpitaciones se hacían más fuertes en mi entrepierna. Nos dimos una mirada, él me veía hambriento, quería follarme, lo sabía.
Nos volvimos a besar, nuestros labios se habían conocido hoy a profundidad y pareciera que ya llevarán conociéndose por más de 20 años.
Deslice mis manos por su pecho, deleitándome con la firmeza de sus músculos. Pedri exhaló con fuerza cuando mi mano fue tocando su miembro, lo acaricié y lo fui midiendo. Era más grande que mi mano. Lo miré deseoso y él empujó sus caderas hacia arriba, intentando aliviarme, me calentó más. Sus manos recorrieron mi espalda y llegó a la curva de mi trasero, me apretó contra él, susurrándome guarradas que ni en mis sueños más salvajes me hubiese imaginado.
Suspirando pegué mi frente con la suya.
—Eres extraordinaria.
Me besó. Soñé tanto con esos besos que me era imposible no imaginarme que esto era un sueño. Un sueño salvaje.
Miró embobado mis pechos desnudos, no tan chicos, no tan grandes, finos y suaves.
—¿Puedo? —Tragó saliva.
Le di la respuesta y él se inclinó a lamerlas, no tuvo una preferida. Consintió a las dos, lamiendo, mordisqueando. Me estremecí y la humedad entre mis muslos fue mojando las bragas de encaje. Debí pedir algo más, jadeaba palabras sin sentido y él lo entendió, sujetándome de las caderas y echándome a la cama.
Me abrió de piernas y siguió embistiendo sin penetrar, mientras besaba mis pechos y subía hasta mi boca.
—Estás a tiempo de detenerme, Carla.
—No quiero hacerlo —dije entre su boca, uniendo nuestros labios y metiendo mi lengua hasta su garganta, mientras guiaba sus manos hasta mis bragas. Las iba deslizando, caían por los muslos, hinchaba, quemaba y él se detuvo abrupto.
—¿Usas algún anticonceptivo?
La respuesta era un claro no. Era virgen y creo que era el momento de decírselo, pero y si él paraba. No quería que lo hiciera, quería que mi primera vez fuera con él, además él pensaba que era esa clase de chica con una vida sexualmente activa. Pensaría que soy una mentirosa y...
Mejor no se lo digo.
—Sí, mentí.
Robarle una pastilla anticonceptiva a Valeria era un buen plan.
Me abrió más de piernas y se metió entre ellas. La punta de su pene rozaba mi entrada, me miró a ver si estaba segura y al confirmarlo, me embistió.
Lo hizo tan fuerte y rápido que no pude evitar gritar. Sentí dolor, uno punzante que pude soportar. Pedri se quedó quieto, un par de segundos para acostumbrarme a él. Me besó en la boca y continuó moviéndose más fuerte, nuestras bocas se juntaron para callar los gemidos de los dos.
Mis ojos estaban de par en par, seguía el dolorcito presente, gemía de placer y de vez en cuando de incomodidad cada vez que salía y entraba más duró. No estaba acostumbrada, lo seguí soportando.
Él no se detuvo y yo tampoco se lo pedí, quería que siguiera.
La cabecera sonaba fuerte al chocar contra la pared, mis brazos lo abrazaban del cuello y mis piernas de las caderas. El dolor y el placer se mezclaron, deje de pensar en ello y disfrute del momento.
Pedri fue bajando la fuerza, mis piernas tocaron el colchón. Salió de mi interior y agarrándome de un pie lo puso sobre su hombro, iba a ser lo mismo con el otro, pero se detuvo al ver algo que brillaba en su pene. Mis fluidos y mi sangre.
Ups.
—¿Estás menstruando?
Tenía la cabeza en otro sitio.
—No...
—No me da asco.
Me resultaba fácil mentir, pero estar en esa posición hizo que me congelará.
—¿Te duele? ¿Te lastimé?
Me quedé muda y lágrimas se juntaron en mis ojos. Pedri al notarlo, bajo mi pierna de su hombro y me inspeccionó.
Hice una mueca de dolor al juntar mis piernas.
—No es eso. Podemos seguir.
Se quedó pensativo y no le fue muy difícil saber la respuesta. Aunque lo pregunto.
—Mierda, ¿Eres virgen?
Bingo.
Lo miré a él, bajé mi mirada a mi cuerpo desnudo y a la posición comprometedora en la que estábamos.
—Lo era.
Se separó más, tensó la mandíbula.
—¿Por qué no me lo dijiste?
—¿Eso importa...?
—Podría haber sido especial o podría...
—Es especial —Me acerqué a besarlo y mis manos se aplastaron en su trasero mientras me frotaba contra él-. Continúa, por favor.
Mis manos siguieron un camino por toda su espalda, hombros y bajé acariciando su torso, fui bajando hasta tocar su miembro y guiarlo a mi entrada.
Lo besé y empecé a mover mis caderas, frotándome contra él. Pedri gimió y también movió su pelvis contra mí. La llama aún seguía encendida, pero esta vez me tomo con más delicadeza y volvió a penetrarme, más suave y lento, no sentí dolor. Siguió moviéndose, de la misma forma.
—Más fuerte —Pedí—. Más.
Me detuve a rogarle con la mirada.
La cabecera volvió a sonar. Salió de mi interior y volvió a embestirme con el mismo ritmo de antes.
—Dime si quieres que pare.
—Sigue, por el amor a Taylor Swift. Sigue.
Pase mis manos por su espalda, mis piernas volvieron a abrazar sus caderas y todo mi cuerpo temblaba por cada vez que salía y entraba, lo hacía fuerte, pero sospechaba que se estaba conteniendo. Acerqué mi boca a la suya, y nos besamos desesperadamente.
En todo mi cuerpo se formó una sensación placentera que jamás había experimentado. Pedri me agarro de las caderas, obligando que mis piernas bajarán. Me alzó a una altura que facilitó la entrada a mi interior.
Gemía cada vez que me embestía.
Volvimos a besarnos, chupo y lamió mis labios, gemí su nombre, envolviéndome en un orgasmo.
Él siguió con un par de embestidas más, me besó y sacó su pene de mi interior. Eyaculo en mi abdomen y parte de mis senos.
Lo limpio con la tela de su camiseta que recogió. Se echó a mi lado y fui yo la que lo abrazó.
—No parecías virgen.
—¿Eso importa...?
—Lo hubieses dicho.
—No me hubiese tocado y no hubieses tenido el mejor polvo de tu vida.
Me subí encima de él y lo besé.
—¿Dime cuanto tengo que esperar para otro polvo? O, ¿en verdad eres de solo uno y ya?
—Calla, onditas.
Me acurruqué a él y cerré los ojos.
El tercer orgasmo me dijo que era afortunada al tener más sexo con Pedri. Era una adicción follar con él, no entendía como las anteriores tías permitieron nada más un polvo y luego dejarlo ir. Yo no podía, es más lo haría hasta que salga el sol. Razón por la que ya íbamos por el quinto, ni uno de los dos nos saseábamos.
Mis manos se sostenían de sus caderas, tenía la V bien marcada, tenía una gran vista al estar montándolo. Él me sostenía de la espalda, sus manos bajaban y subían al compás mientras yo saltaba en su polla y él me embestía. Pedri me había explicado y enseñado lo que tenía que hacer, era alguien que aprendía rápido y no fue la excepción.
El orgasmo quemaba en mí, parecía que me iba a desmayar del placer, que si no fueran por las manos de Pedri yo ya me hubiese caído.
Mi espalda se arqueó y estaba a punto de llegar. Cerré los ojos y recibí una última embestida antes de que Pedri sacara su polla y se corriera en mis tetas. Ahogue un grito cuando di saltitos y él metió dos de sus dedos a mi interior, toco un punto y me desplome del placer.
—Ostras.
Estaba empapada de sudor, creo que en mi puta vida con tanto entrenamiento no había sudado tanto como hoy.
—Levántame en un mes ¿Vale? —Besé su pecho y sonreí.
—¿Y el sexto?
—Hombre —Me asomé y apoyé mi barbilla en su pecho—¿Quieres un sextete?
Él asintió, agarrándome de las nalgas. Y subiéndome más hasta su rostro. Me dio un tierno beso que me dejó sin aire.
—Quiero todos tus orgasmos —susurró entre mi boca.
—Vale, tendrás que invitarme a cenar y me llevarás a la cama, me haré la difícil. Así que tendrás que esmerarte.
Me aparté de él y Pedri limpio lo que manchó con la sabana. Enredó su mano en mi pelo y se sentó, atrayéndome hacia él para besarme. Muy lento y suave.
—Quédate.
—Yo igual quiero, pero tengo que irme. Solo es la otra habitación del pasillo, no es para tanto.
Mis pies tocaron el piso y las piernas me pesaron. Ahogué un sonido de dolor, los buenos polvos ya me estaban pasando la factura. Pero era soportable.
Milagrosamente llevaba mi tarjeta, crucé el pasillo y abrí la puerta de mi habitación. Caminé y al alzar la mirada vi a Valeria y Gavi, desnudos, dormidos, sin ninguna sábana que les cubriera y vi la polla de champiñón, cosas que no debí de ver. Me cago en todo.
Di media vuelta y regresé por donde vine.
Toqué la puerta de la habitación de Pedri y se abrió.
—¿Puedo quedarme a dormir?
Sonrió de costado y abrió más la puerta. Crucé por el umbral y sus manos me agarraron por el culo, pegándome a él.
¿Es que no se saciaba?
Desnuda me arropé en la cama. Pedri se echó a mi lado y me pregunté si le gustaba que me acurrucara junto a él. No sabía la respuesta, pero me fui acercando hasta que mi cabeza se quedó en su pecho y mi cuerpo se acurrucó al suyo. No cerré los ojos y esperé algún movimiento de parte de él. Respiré aliviada y sonreí como una tonta cuando él pasó su brazo y me atrajo más hacia su cuerpo. Su mano en mi cintura me acarició.
Pude cerrar los ojos.
💌💌💌
—Onditas —Me moví y busqué su cuerpo para acurrucarme—. Onditas-. Una caricia en mi frente me hizo abrir los ojos y encontrarme con Pedri a centímetros de mi rostro—. Buenos días, chica dorada.
—Buenos días, chico plátano.
Los recuerdos de anoche y madrugada llegaron a mi mente. No pude evitar soltar una sonrisa. Lo había logrado. Él gustaba de mí, no lo había dicho, pero sus besos se lo gritaron a mi corazón.
—Debo de ir a entrenar —dijo y me fijé en que llevaba el conjunto deportivo de la selección.
—Oh claro.
Nos quedamos mirando y me puse nerviosa con sus ojos puestos en mí. Mi corazón se aceleró con solo sus ojos viéndome.
Entonces por mi mente pasó que me levantó para que me fuera de su habitación. Pero eso sería grosero y...
—Mierda ¿Quieres que me vaya?
Me deshice de la sábana, seguía desnuda.
—No, te puedes quedar.
—Entonces... ¿Por qué me levantaste?
Muchas dudas aparecieron en mi mente y él las selló con un costo beso. Me dio vergüenza, mi aliento no estaba fresco y el de él sí.
—Quería que supieras que voy a entrenar y no pensarás que me había ido luego de estar contigo.
Había sido demasiado claro, no quería problemas entre los dos.
—Vale.
Volvió a besarme y su pecho chocó con el mío, provocando que mis pezones se pusieran duros. Hostias.
—¿Tienes planes para la tarde?
—Entrenar. Mañana tengo partido.
—Ah vale.
—Nos vemos. Encontraremos tiempo.
Besó mi frente. Lo hizo y el mundo se me vino abajo. Un beso en la frente era algo sincero.
Se despidió de mí y me tapé con las sábanas, viéndolo marchar. Ahogue un gritito de celebración y pensé en todo lo que tendría que decirle a Valeria, ponerle al día y contarle todo así como ella me contó todo con su Pablo.
¡Al fin era mi turno! Al fin era la protagonista y no sería la amiga que se quedaba a escuchar sus historias de amor.
—Carla —Miré a Pedri, se había dado media vuelta y en pasos rápidos estaba lo suficientemente cerca para tener una conversación.
—¿Mhm?
—Puedes —Guardó silenció y bajó la mirada, pensó en sus palabras—. Puedes no decírselo a nadie. Dejarlo en privado.
¿En privado? ¿Por qué?
—¿En privado?
Él asintió.
—Hasta que hablemos.
Respiré tranquila al escuchar esas tres palabras.
—Vale. No se lo diré a nadie.
Salvo a Val.
—Ni a Valeria, porque de seguro Gavi se lo dice y se entera todo el mundo.
—Soy una tumba.
Le vi irse y cerré los ojos aún sin creer lo que había sucedido. Sentía que era un sueño y no estaba durmiendo, había pasado. Era verdad.
Muchas cosas pasaron en mi cumpleaños número 18; le confesé mis sentimientos a Pedri, le besé, él me devolvió el beso, perdí mi virginidad con él.
Debía de contárselo a Val. Pero no podía.
Busque volverme a dormir. El sueño no llegaba y es que estar en esa cama me traía los recuerdos calientes de hace unas horas. Me di por vencida y fui a ducharme, el agua caliente relajó mis músculos ante la dura noche.
Estuve curioseando por la habitación de Pedri, mi curiosidad se esfumó a la parte en donde llegué al cajón de la ropa interior. Tuve la idea de ponerme una de sus camisetas para salir, decliné la idea al recordar que debía de mantenerlo en secreto y salir con su camiseta, de su habitación a temprana hora de la mañana, dejaba mucho a la imaginación.
Volví a ponerle el mismo vestido y con tacones y ropa interior en mano, con mi bolso colgando en mi hombro, salí de la habitación. No había nadie en el pasillo y fue fácil cruzar hasta mi habitación.
—¿Val? ¿Gavi? ¿Siguen desnudos? —pregunté con los ojos cerrados. No recibí respuesta.
Entreabrí un ojo y vi a Valeria en una de las camas, estaba leyendo un libro con sus auriculares. Abrí los ojos y me tumbé a su lado. Notó mi presencia y dejó a un lado su libro junto a los audífonos.
—Menuda noche que has tenido.
Sus mejillas se pusieron rojas.
—Perdón, perdón. Sé que también es tu habitación y que trajera a Gavi, es solo que tú seguías en la fiesta y pues te quedarías hasta que el sol salga y ya no había otras habitaciones.
—Relájate, Val —Le peiné el flequillo, tranquilizándola—. Todo en orden, siempre y cuando lo hayan hecho en tu cama.
—Todo en orden.
—Y dime ¿Estuvo bueno?
Me daba risa la expresión de inocencia que reflejaba en su cara. Sus mejillas rojas y mordiéndose el labio.
—Joder, sí.
La boca me picaba para decirle que yo también había tenido una magnífica noche. Controlé mi bocaza y me mantuve al escucharla. Aproveché para hacerla hablar y preguntarle temas que yo no tenía idea y que tampoco le preguntaría a mi mamá por vergüenza y ahorrarme líos.
—¿Fuiste al ginecólogo?
—En mi primera vez no fui porque me daba vergüenza decirle a mamá que estaba teniendo relaciones con Manú, pero luego ella nos pilló y me obligó a ir. Luego fui porque volví a tener relaciones sexuales con Pablo, no me preocupaba las Ets porque él era virgen, pero si me preocupaba la manera en la que nos cuidaríamos. Los implantes me daban miedo y las pastillas, no sabría como reaccionaría mi cuerpo y me quede con el método del condón. Práctico, pero trae sus sustitos. Razón por la cual siempre llevo un plan B.
—¿Rezar a la virgen de la fertilidad?
—No —rio—. Pastillas del día después. Las odio, pero al menos no me traen una bendición.
—¿Por qué las odias?
—Es cuestión de cada una. A mí me caen fatal, vómitos y fatiga.
Temblé frío. Debía de tomar esa pastilla, pero los vómitos y fatiga no me daban gracia.
—Pero como dije, es cuestión de cada una. A otras les da acné, también puede contribuir en tu peso, más sangrado, dolor de senos, cambios de humor, calambres —Por cada palabra que decía más miedo me daba—. Es cuestión de cada una, por ejemplo a mí me da vómitos y Ester que sigue tratamiento con pastillas, le crecieron los senos.
Entre el dolor de sus palabras, me dio un poco de gracia lo último que dijo y en un tono vacilante, dije:
—¿No eran implantes?
—Fueron las pastillas.
Hostias.
Debía de agendar una cita con el ginecólogo al regresar a España o aquí. Me quedé con la duda y con tantas preguntas, me quedé mirando a Val con cara de perrita perdida, rezando para que se diera cuenta de que necesitaba ayuda. Ella no se fijó en nada y era parte de ella, desde niña no se daba cuenta lo que pasaba frente a sus narices y disociar era algo que la caracterizaba. No podía culparla, yo era su lechuza mensajera. Pero por primera vez deseé que ella lo fuera también para mí.
—Val —La llamé con ganas de decírselo.
—¿Qué pasa? —Sus ojos dejaron de estar perdidos para verme otra vez a mí-. Perdón.
Sonreí, era tan linda.
Me pregunté si era lo correcto decírselo. Debía de hablarlo con alguien, pero también quería esperar a hablar con Pedri y aclarar en qué punto estábamos.
Acaricié la mejilla de Val y besé su naricita.
—Nada, solo que estás muy linda hoy.
—¿Yo? Mírate tú, si eres una diosa.
Estuvimos echadas en la cama, ella me contaba sobre el libro que estaba leyendo y yo le atendía, preguntándole como si los protagonistas fueran conocidos nuestros y yo quisiera todo el chisme con notas incluidas.
Valeria fue a ducharse y yo aproveché para buscar en Google si era correcto tomar una pastilla del día siguiente. Por precaución debía de hacerlo.
La regadera aún sonaba, Valeria seguía en la ducha. Me puse de pie y fui a por su maleta. No me demore mucho en encontrar un recipiente con varias pastillas, antiinflamatorios, antidepresivos, anti bendiciones, pastillas para dormir. Tuve un mal sabor a la boca al leer lo que decía cada compartimiento, era como meterme en algo privado de ella y hacerme saber que aunque la viera feliz, seguía estando mal.
Dejé de escuchar el agua caer. Rápidamente saqué un par de anticonceptivos y dejé el pastillero en su sitio. Valeria salió del baño a la vez que yo trataba una pastilla con la saliva y mi cuerpo amenazaba con devolverlo.
—¿Servicio a la habitación o salimos?
Me dolía demasiado el cuerpo, estaba cansada y con ganas de seguir durmiendo, pero estaba en otro país y debía aprovechar cada segundo.
—Salgamos.
Fuimos a comer. Aproveche para grabar contenido. Intenté que Valeria apareciera en mi blog, pero ella negó diciendo que yo era la protagonista y no ella. No era por eso, era por el absurdo hate hacia ella.
Fue divertido grabar y tenerla detrás de cámaras apoyándome. De una manera sutil ella también salió en mi video, sé que ella no quería y que estaba haciendo mal en mostrarla, pero ella era parte de mi vida y no dejaría que hablaran mal de ella, porque no se lo merecía.
—Así será cuando estemos en Madrid, ir a desayunar a cafeterías lindas, almorzar en terrazas y noches en bares.
Me emocionaba y aterraba esa nueva etapa. Vivir nuevas aventuras, reír, asustarme y extrañar Barcelona.
¿Qué pasaría con Pedri?
Ese día no pude hablar con Pedri, nuestros tiempos no coincidieron y las chicas habían sacado un plan para la noche a la cual no pude decir que no. Eran vacaciones.
💌💌💌
A la mañana siguiente me levanté porque tocaron la puerta. Me quité el antifaz y revolviéndome entre las sábanas llamé a Valeria para que ella fuera a abrir.
—Val.
—Anda tú —Pidió aún con el antifaz en los ojos y el pelo hecho un nido de pájaros—. No quiero.
Se tapó el cuerpo entero e ignoró mis peticiones. Siguieron tocando la puerta y no me quedó más opción que ir.
—¿Por qué tanta insistencia? —Miré a la persona que tenía al frente y vi a un repartidor, llevaba un gran ramo de rosas rojas.
¿Eran para mí? ¡Eran para mí!
La pereza abandonó mi cuerpo.
—¿Para mí?
—¿La señorita Valeria Martina Rosón Blair?
La sonrisa se me apagó.
—Está durmiendo, yo lo recibo —dije emocionada por mi amiga, pero mi corazoncito creía que eran para mí, que Pedri las había enviado.
Firmé el papel y recibí el ramo, junto a un café y un libro. Esto era obra de champiñón, demasiado romántico.
—Muchas gracias.
Cerré la puerta y corrí a enseñarle a Valeria. Grité su nombre y ella asustada se levantó, me dio risa como llevaba el pelo y como se quitaba el antifaz negro dejando ver sus grandes ojos asustados.
—Mira lo que te manda el futuro padre de mis sobrinos.
—Hostias, no empieces tú también —Se restregó los ojos y con pereza vio lo que llevaba para ella-. Ala, ¿Es para mi?
—Champiñón te las envía. Mira tiene una carta, todo un romántico.
Con cuidado le entregué el ramo, y el café, dejando el libro en el colchón. Valeria ya se estaba bebiendo el café cuando volvieron a tocar la puerta. Fui a abrir y era otro ramo.
—¿Otro para mi amiga?
Champiñón era todo un amor.
—No, para Carla Nutria.
—Es Carla Nunier —dije con total fastidio y entré en razón. Alguien me había enviado flores y eran tulipanes, ¡mis preferidos! —¿Para mí? ¿En verdad son para mí?
Firmé el papel, la mano me temblaba y recibí los tulipanes como si fueran lo más preciado de todo el mundo. Era un gesto tan bello y el único que debía de ser era Pedri.
Ganando puntos para pedirme que sea su novia.
—¿Quién te lo envía?
Estaba tan emocionada que no me había acordado que Val seguía en la habitación. Me miraba emocionada desde la cama, con un bigote de café espumoso.
La boca me picó por decirle que se trataba de Pedri y contarle desde el día uno. Le mentí.
—Mi Papi, me extraña.
Olí las flores y cerré los ojos, di media vuelta y hundí mis flores en los tulipanes, olían a amor.
Cuidadosamente saque la tarjeta y la guarde en el bolsillo de mi pijama.
Acomodé los tulipanes en un florero, Val también acomodo las rosas. Me emocionó saber que las dos estábamos en el mismo punto, solo faltaba compartir nuestras historias.
Me encerré en el baño y ahogué gritos de felicidad al leer lo que decía la tarjeta:
"Nos vemos hoy en la noche"
💌💌💌
Por la noche el ambiente del partido me taladraba los oídos. Los cánticos se cantaban a todo pulmón y los colores azul y rojo sobresalían de este lado de las gradas. Le preguntaba discretamente a Valeria por algo que no entendía y ella sin dejar de ver el partido me respondía.
Se escucharon gritos fuertes y vi como Gavi caía al césped de espalda. La mayoría incluyendo a Valeria se puso de pie a gritar.
—¡No lo ha pitado! ¡ES UN HIJO DE PUTA!
—Eh, eh, Valerio, relájate —La obligué a sentarse y calmarse, en sus ojos se veía la angustia y rabia.
Pasar mucho tiempo con Gavi le estaba afectando. Val siguió insultando al árbitro, movía el pie, ansiosa. Miré hacia el campo y la sonrisa se me formó de inmediato al ver a Pedri. Se veía sexy sudado. Sintió el pesar de mi mirada y me sonrió de una forma ladeada que me derritió y calentó por dentro. Le sostuve la mirada y mordí mi labio en un ademán de provocarlo, él siguió viéndome y lo único que le hizo dejar de mirarme fue un empujón que recibió producto de un empujón que recibió Gavi del equipo contrario.
El partido finalizó con una victoria nuestra. La parte del estadio con colores blaugranas celebró con cánticos, mientras la blanca fue con lloros y su excusa de "Fue un robo" "es un amistoso". Fuimos directo al hotel donde nos quedábamos, se haría una pequeña celebración por la victoria en el restaurante. Buscaba a Pedri con la mirada y al encontrarlo, supe que él también me estaba buscando.
—Hola.
Llegué a tal punto de no saberlo saludar, el beso en la mejilla de colegas, el beso provocador cerca de sus labios o un besote en la boca. Me quedé con ganas y es que en el momento en el que nos estábamos acercando, alguien se metió entre los dos. Eric García y su coquetería junto a una sonrisa pulida.
—Hola, ¿cómo va la noche? —Nos preguntó y miró a Pedri—. Has hecho un partidazo, hermano —. Le dio unas palmadas y me prestó toda su atención a mí—. ¿Qué te pareció el partido?
—Bien, de hecho iba a felicitar a Pedri —Miré al mencionado pidiéndole con la mirada estar a solas.
—Yo también soy parte del equipo, merezco mis felicitaciones.
Estaba metido entre los dos como el relleno de una galleta empalagosa, no me quedó más remedio que felicitarlo, una simple palabra que él transformó en dos besos en las mejillas. Mis ojos buscaron la ayuda de Pedri, pero el cuerpo de Eric no me dejaba verlo.
—¿Bailas?
—No, perdona —Mi cerebro se inventó una gran excusa—. Solo pasaba para saludar, me duele la cabeza y tengo unos cólicos horribles —Fingí dolor en mi vientre, pase mis manos y le miré con dolor— Cosas de tías. Pero la próxima, nos vemos. Adiós, me iré a mi "Habitación".
Recalque la última palabra para que Pedri entendiera. Di media vuelta y a pasos normales fui saliendo del restaurante. Me dirigí al ascensor y marqué el piso donde me quedaba. Esperé en la puerta de la habitación donde me quedaba y el corazón se me aceleró al ver al final del pasillo las puertas del ascensor abrirse y ver a Pedri salir de allí. Camino decidido hacia mí y cuando llego a mi altura, fui yo la que lo beso.
Un beso para que no se olvide todo lo que hicimos hace una noche atrás.
—¿Y eso?
—¿Quieres otro?
Uní mi boca con la suya y le besé con más ganas. Ahogue un gemido al tener una de sus manos en mi cuello y la otra en mi cintura, pegándome contra él.
Abrí la puerta y entré besos e ir intentando quitarnos la ropa, nuestros gemidos y el de otros se mezclaron. Guardé silencio y nos dejamos de besar, los gemidos seguían y provenían del baño.
Alguien más nos había ganado y ver la ropa de champiñón tirada en el piso, me daba la respuesta.
—Vamos a mi habitación.
—¿Me llevas como princesa?
Sus brazos me alzaron y entre susurros y varios besos, terminamos desnudos en su cama. Mi respiración era agitada, mi cuerpo cubierto de sudor se retorcía del placer, Pedri me agarro fuerte de las caderas y se hundió en mí por una última vez antes de llegar al tan delicioso clímax.
Salió de mí y se quitó el preservativo, se echó a mi lado y nos mantuvimos en silencio por varios minutos. Él jugaba con mis ondas y yo me estaba quedando dormida entre sus brazos.
—Carla...
—¿Qué pasa? —Mi voz se escuchaba adormilada, media parte de mí en el sueño y la otra feliz siendo acariciada por Pedri—. Sé me da mal esto.
Abrí los ojos y moví ligeramente mi cuerpo para verlo.
—¿Qué cosa?
Su mirada lo dijo todo. Se refería a él y yo.
—Ahh pues... yo tampoco sé. No es que haya tenido muchos novios, solo me duraron dos semanas, la relación más larga que tuve fue de 15 días y eso fue como a los 16. Se perdieron mucho a decir verdad —Pedri me miraba tan fijo que mi mente empezó a repetir lo que había dicho "novios", empece a divagar, nerviosa—. Bueno tampoco es que tú y yo... es que tú y yo seamos novios... lo decía por... por...
Sus labios me callaron.
—Sí se perdieron de mucho.
—Lo sé. Tan solo mírame.
Me dio una mirada y sus ojos se conectaron con los míos. Volvió a besarme, acariciando la curva de mis caderas.
—Se perdieron de mucho.
—Demasiado.
—¿Y tú? ¿Te lo perderás?
Dejé de besarlo y me contuve para mirarlo a los ojos y escuchar su respuesta.
—No —Apoyo mi frente con la suya y suspiro—. Escucha —Acarició su nariz con la mía y se sentó, apoyándose en la cabecera, copié su acción, tapando parte de mi cuerpo con la sabana-. Me haces feliz, me siento muy bien contigo y eres diferente a otras mujeres. No quiero hacerte daño...
—No lo harás.
—Es difícil, teniendo mi carrera, estaré fuera de la ciudad, del país, mi carrera es lo primordial, el club es lo primordial.
—Lo entiendo.
—No podrás tener citas normales, saldrán muchas mentiras en la prensa, en las redes, no tengo idea de cómo es tener algo con alguien y lo último que quiero es hacerte sentir menos. Tú te irás Madrid...
Le callé con un beso, mi corazón escuchaba sus palabras como excusas y me negaba a escuchar cómo terminaba.
—¿Y nuestra amistad?
—Una bonita relación empieza de una buena amistad.
—¿En verdad me quieres?
—No tanto como a Taylor Swift, pero estás por ahí.
Moví mi mano en el aire y arrugué mi nariz. Escuché la suave carcajada de Pedri. Él jugó con una de mis ondas, manteniéndose en silencio por un par de segundos o minutos, el tiempo no corría de la misma forma cuando estábamos juntos.
—Podemos mantenernos en privado.
¿En privado?
—¿En privado?
No entendía muy bien a lo que se refería, me separé de él.
—Solo nosotros dos, sin contárselo a nadie. Pongámoslo a prueba, ni uno de los dos tiene idea de cómo funciona esto —Nos señaló a los dos—. Tendríamos tiempo para solo nosotros, sin que la prensa u otros juzguen o sin que tiren mierda y nos acosen. Solo nosotros dos ¿Qué dices?
Me miró esperando una respuesta. Me quedé en blanco, pensativa con varios puntos que me decían miles de razones por las cuales todo saldría mal, pero también miles de razones por las cuales las cosas saldrían bien.
Mantenerlo en privado sería perfecto para que las malas lenguas no interfieran.
Pero por otro lado...
Tal vez...
Me convencí y aunque había dudas, fingí estar de acuerdo. Me la creí y él también.
—Vale, en privado.
Xoxo
Holi chicas, estoy de vuelta ¿Me extrañaron?
Trate de demorarme los menos posible, pero admito que si estuve medio flojita. En mi defensa la uni me consumió y cuando llegaba a casa me quedaba dormida 😔
Pero ya estoy aquí, para dar salseo a nuestras vidas.
Vuelvo a aclarar que los protagonistas son mayores de edad y también quiero aclarar que Carla fue irresponsable al no usar protección la primera vez, no sigan su ejemplo. Siempre deben de cuidarse y recuerden que siempre pueden cambiar de opinión. Un "No" es un "No".
Regresemos a la historia ¿Qué les pareció este capítulo?
¿Qué se esperaban?
¿Teorías? Lxs leo
Recomienden la historia para que crezca
Capítulos todos los domingos siempre y cuando lo desbloqueen 🥰
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