
19: La hora de cenicienta
MAU
Me mareaba ver a Dez dar vueltas por toda la sala, repitiendo una y otra vez que la había cagado, que era un bruto y un gran gilipollas.
—¿Nos ponemos a jugar? —pregunté alzando uno de los mandos.
—No, joder. Mi madre piensa que Val irá conmigo; me matará. —Siguió caminando en círculos con las manos en la cabeza.
—Hermano, dile lo gilipollas que eres.
Dez se detuvo y me dio una mirada de culo que me causaba gracia.
—¡No ayudas!
Dejé los mandos en la mesita de centro y negué.
—¿Qué? ¿Quieres un consejo?
—¡SÍ!
Bufé, negando con una risa.
—No soy experto en el tema de las mujeres, ni las entiendo. —Carla no me hablaba y ni siquiera sabía la razón—. Carla no me habla. —Me encogí de hombros—. No sé por qué.
Dez caminó hacia mí, unos cuantos pasos, y me tiró una colleja que hizo que mi cabeza se fuera hacia adelante; si no la tuviera pegada a mi cuerpo, hubiese salido volando.
—¡Oye!
—No seas un grandísimo hijo de puta.
—¿Qué?
—¿En serio no sabes por qué dejó de hablarte, pedazo de animal? Recuerda lo que te dije, subnormal.
Me molesté por cómo me llamó, quise devolverle la colleja, pero él fue más rápido.
—No.
—Te refresco la memoria. —Me apunto con su dedo—. ¡Te tiraste a una de sus amigas!
—¿Y? No tiene nada de malo.
Me proporcionó otra colleja.
—A ver, explícamelo, experto en chicas.
Dez se quedó en silencio, murmuró un "dame paciencia" y me lo explicó.
—Carla es amiga de Ester desde los pañales y una regla de las chicas es no ser amigas de los ligues de sus amigas. ¡Las cosas se vuelven incómodas!
—Pero tú eres amigo de Carla.
—Pero es diferente, imbécil. Yo no soy un simple ligue, yo fui su novio y lo seguiré siendo.
—Pero yo también soy su amigo. —recalqué.
—¿Y tú qué crees? ¿Quién elegirá a un tío que se tira a todas las tías en vez de a su mejor amiga?
Tenía un punto. Carla no me hablaba desde Málaga. Pasaba de mí, me ignoraba, no contestaba los mensajes y en dos oportunidades me había cerrado la puerta en la cara. Sus acciones me habían dejado descojonado y es que, de tanto pasar tiempo con ella, su silencio y falta de compañía me había dejado pensando en lo que había hecho mal. No lo supe hasta que Dez me tiró una colleja.
—Te dejo todo iluminado; yo me debo de ir.
—¿Tendré vacaciones?
Dez se iba a su pueblo; yo también iría a casa.
—Sí, por unos días. No metas la pata, Mauricio.
💌💌💌
Estuve en casa; la calidez de mi hogar en Tenerife me dio alivio. Fui consentido por mi madre y familia, más por mi mami, que también me insistía en conocer a una chica. Decía que era el momento, que era joven y debía enamorarme. Insistió mucho en conocer a alguien, que conocí a una chica en una salida con colegas. Era una modelo que paraba viajando, linda, maja, y terminamos pasando la noche juntos en una habitación de hotel. Ella quería lo mismo que yo, solo distraerse por un momento. Mamá me riñó, dijo que a eso no era a lo que se refería; estaba tan empeñada en encontrarme una novia, que empezó a mandarme tías. Unas que conocía, otras no, y hubo una en específico que no podía estar cerca de mí porque se ponía a temblar.
Me alejé de ello. Aún no llegaba la indicada.
Sonreí al recordar que Carla era experta en ello, que ella misma se hacía llamar Cupido. Estaba seguro de que mamá y ella se llevarían muy bien, ambas apoyándose para encontrarme pareja.
Recordé a Carla; seguía sin hablarme.
Le mandé otro mensaje y vi sus últimas fotos; seguía con su vida y su obsesión por Taylor Swift. Se tomó muy en serio el código con sus amigas; si lo hubiese sabido, no me hubiese acostado con Ester.
—¿Y esa linda chica?
Mamá de chismosa vio la foto de Carla; sostenía unas flores. Recordé nuestro desayuno.
—Una amiga.
—¿Una amiga? Juraría que suspiraste.
—Tú estás loca.
Me tiró una colleja.
—No le digas loca a tu madre.
—Perdón.
—¿Cómo se llama?
—Carla es una amiga.
—¿Cuántos años tiene?
—17.
—Dos años de diferencia no son nada, pero, hijo. —Acarició mi hombro y me miró con seriedad—. Espérate a cuando tenga dieciocho, ¿vale?
Es una amiga, joder. Ya estaba igual que Fer y mis amigos.
Si Carla volvía a hablarme y se conociera con mamá, estaba seguro de que me avergonzaría con el poder de todas las madres.
—Es una amiga.
—Yo también era amiga de tu padre.
—Mamá, no...
—Escucha... El día que me enamores y compartas cama con una mujer que amas, te darás cuenta de muchas cosas. Ahora escríbele a esa chavala; me gustarían unos nietos rubios en un futuro. Escríbele, antes que otros tíos te la ganen.
"Otros tíos". Recordé al tío rubio de la otra vez, cómo estaba detrás de ella. En mi estómago se creó un nudo y tuve necesidad de saber quién era ese tío detrás de ella. Carla era muy guapa; cualquiera se fijaría en ella. Pero, ¿y si solo la miraban como un objeto, si ese tío era un imbécil y solo la quería para algo sexual? Yo de primera mano sabía que la primera impresión de Carla era darle una gran mirada a su esbelto cuerpo, pero yo la conocía y sabía que era más que eso, más que una cara bonita y un cuerpo que cualquier tío desearía.
Lo impediría.
Quise llamarla, pero ya sabía que no me iba a contestar. Decidí llamar a alguien que me ayudaría.
Dez.
Contestó al tercer tono.
—¿Qué quieres?
—Ala, qué humor el tuyo, hermanito.
—Estoy algo ocupado. —Se le escuchaba agitado, como si estuviera haciendo algo de gran esfuerzo como... —¡Eso es falta! ¡Es falta! —Siguió peleando y escuché las voces que reconoció como sus amigos de su pueblo—. Joder, Mau, ¿qué quieres? Estoy en medio de una pachanga.
—Seré rápido. —Se le escuchaba su respiración; seguía corriendo, jugando con móvil en mano—. Conoces a un tío rubio, alto...
—¡TIEMPO!
Se escuchó que dejó de correr y también las quejas de sus amigos.
—¿Estás hablando del gilipollas de Raúl?
—Si es rubio y alto, tiene ojos claros, creo, y también conoce a Carla.
—Es una lapa con Valeria. Sé que quiere con ella, lo veo en su estúpida cara. Se hace el buenito cuando desde el día uno me la quiere quitar. ¿Por qué lo preguntas? ¿Has regresado a Barcelona y los has visto juntos?
—No, de hecho, lo vi muy pegado a Carla.
—Joder, pues sí, Carla lo enamora. Sería un alivio.
¿Alivio? Yo diría todo lo contrario.
—Espera un segundo. ¿Estás celoso?
Su voz ya empezaba a tornarse un poco burlona y, antes de que empezara con sus inventos, le colgué. Aunque no pude evitar que me mandara un sticker de un gato riéndose por WhatsApp.
La llamada no me alivió del todo, pero al menos sabía que ese tío estaba interesado en Valeria y no en Carla. Que sea un problema para Dez y deje en paz a Onditas.
¿Pero... y si ella estaba enamorada de él?
💌💌💌
Regresé a Barcelona por unos pendientes que tenía. No sé cómo Dez había averiguado que ya estaba en la ciudad; él también había llegado y me escribió para pedirme que sea su chófer. No tenía otras cosas que hacer y acepté; esperé afuera de una casa en uno de los barrios mientras Dez hacía lo que sea que tenía que hacer. Le pediría una explicación y un resumen cuando volviera, y cuando lo hizo, me la dio sin rechistar. Me dijo tanto, pero mi mente solo grabó la parte en que mañana era la graduación de Carla.
—¿Puedo ir?
—Claro, pero primero le debo pedir permiso a mi suegrito. Me ama.
Dejé a Gavi en casa de Valeria y fui a ver a Carla. Tal vez me escucharía esta vez y no me cerraría la puerta en la cara. Con fe fui a verla, me dejaron pasar y la persona que me abrió la puerta principal fue nada más y nada menos que el padre de Carla. Tenía sus mismos ojos, salvo que los de su hija eran más dulces.
—Buenas tardes, señor Nunier. —Su mirada intimidada. La garganta se me secó por el miedo que causaba en mí—. ¿Puedo ver a su hija?
—Escucha, chaval, no me importa que seas un jugador del club de mi vida. No me importa quién eres, solo aléjate de mi hija.
La puerta cerrada en mi cara me dejó con la boca abierta. No insistí; su padre tenía la pinta de tirarme un puñetazo si volvía a tocar la puerta o si me acercaba a su hija. Y por más de esa advertencia, yo ahí estaba el día de su graduación, viéndola subir a la tarima diciendo un discurso que gritaba todo lo que era ella. Cualquiera que la conociera, sabría que era algo que haría y lo hizo. Hablar de Taylor Swift. Aplaudí al verla recibir su diploma y también le tomé una foto. No presté mucha atención al resto de la ceremonia; mi mente estaba concentrada en pensar en cómo acercarme a ella sin que su padre se diera cuenta.
No pensé en nada y mandé todo al carajo al acercarme a ella. Su padre me perforaba la nuca con la mirada, así que fui a pedirle permiso.
Pensé que me daría un golpe, pero me lo dio. No dude en acercarme a Carla.
—Hola.
—Has venido, no te invité...
Las ondas se le escapaban por la birreta; se le veía feliz. Era su graduación. Estaba feliz y no necesariamente por mí, sino por su momento.
—Quise venir, es importante para ti.
—Ahh, vale.
Bajó la mirada. La sentía rara; no hablaba de más, ni me sonreía como siempre lo hacía. Aquella felicidad se apagó al bajar la cabeza, como si no quisiera verme y buscar una excusa.
—Carla. —La llamé, mis dedos acariciaron su mentón y alzó la mirada. Vi un brillo en sus ojos y sonreí a la espera de que ella me devolviera la sonrisa y volviéramos...
—¡Mau!
Carla se separó de mí; las cosas pasaron tan rápido que apenas si me dio tiempo de separar a Ester. Me acababa de besar, en frente de todos.
—¿Qué haces?
¿Qué diablos hace?
—Un beso, cariño.
Las miradas curiosas ya estaban puestas en nosotros; busqué a Carla y ella ya no estaba en mi radar. Carajo.
—Ven, vamos a charlar.
Agarré a Ester del brazo, teniendo cuidado con ella. No conocía el lugar y, al cabo de un par de minutos buscando un lugar privado donde hablar, ella tomó el mando y me guio hasta llegar detrás de las gradas.
—Aquí es donde las parejas vienen a liar.
Pasó sus brazos por mi cuello y trató de besarme.
—Necesito olvidar lo de este día, por favor.
Sus ojos eran tan hermosos; Dez tenía razón. Ester te encantaba como medusa.
—No somos pareja. —Me separé de ella—. Solo fue cosa de una noche, siempre lo hago, te lo hice saber, tú querías lo mismo y follamos. No somos pareja, no puedes venir a besarme en medio de toda esa gente y...
—Qué líos los tuyos. Pero no te preocupes, un último polvo y me olvidas, anda... sé que quieres...
Me miró seductora y volvió a querer besarme.
—No. En verdad, fue un error.
—Yo no soy un error, soy ese tipo de tía que es la perdición para un tío. —Su dedo trazó mi labio—. Como tú.
—Quiero algo serio —dije para asustarla. Ester se veía la tía que buscaba hombres para una sola noche y quizá la seriedad de una relación la asustara.
—Joder, primero me dices que solo eres de un polvo y ya, y me estás diciendo que quieres algo serio, ¿conmigo?
Lo entendió todo mal.
—No, de hecho no eres el tipo de tía que buscaría para algo serio —dije sin pensar.
Ella se separó de mí y aquel brillo seductor cambió a ira.
—¿Me estás llamando puta?
—¿Yo?
—Eres un cabrón, ¿lo sabías? —Me empujó. Y maldijo de mil maneras posibles.
—Escucha, Ester. Podrías no contarle esto a Carla.
Prefería hablar primero con ella.
—¿Me estás dejando por Carla?
Nunca fuimos nada, pero sí.
Después de la fiesta...
Su padre me había dicho que me alejara de ella. Y me estaba acercando. Lo había hecho y en esa oportunidad seguía haciéndolo. En la tarde, al ayudarla con el desastre de su cabello, al hablar con ella y haber venido a su fiesta sin ser invitados.
La fiesta aún no terminaba; la mayoría de jóvenes seguía bebiendo y bailando. Mi mirada estaba fija en Carla; bailaba junto al chico que, según recordaba, se llamaba Bruno; era su pareja. Gracias a Dios, el tal Raúl ya se había ido hace un par de horas y había dejado en paz a la rubia; era tan empalagoso con ella que me daba una diabetes. Me sentí un poco aliviado. Pero aun así, no dejé de quitarle el ojo de encima por la mera razón de que iba pasada de copas.
—Hermano. —Dejé de ver a Carla; mi campo de visión fue interrumpido por Dez y Val—. ¿Puedes llevarnos a casa?
Asentí pensando que era el momento de también llevarnos a Carla. Me puse de pie en el momento exacto en donde Valeria se puso de puntitas, le susurró algo al oído a Dez y él se ruborizó. Aparté la mirada cuando eran muy notorios los jueguitos sexuales que se hacían entre los dos.
"Iré por Carla", les dije y les pedí que esperaran. Mis ojos dieron con Carla y caminé hacia ella; me detuve a una distancia prudente cuando nuestras miradas chocaron. Se veía demasiado hermosa, era hermosa y el vestido que llevaba puesto hacía resaltar más su piel y aquellos ojazos verdes.
Le hice señas para que se acercara. Vi que le dijo algo a Bruno, le susurró algo muy cerquita a su oído y, al separarse, juraría que sus labios estuvieron a punto de rozarse. Quise apartar la mirada, pero no lo hice. La vi acercarse a mí y la presión en mi pecho se fue aliviando.
—Creo que la hora de Cenicienta ya pasó —dije.
—Apenas la fiesta inicia. —Sonrió, una sonrisa inocente que hacía curvar las esquinas de mi boca.
No sé de dónde Carla había sacado una botella de champaña, pero la tenía entre sus manos y dio un gran trago desde la boca de la botella. Estaba borracha; era por eso que estaba mil veces más feliz de lo que siempre estaba.
—Te llevaré a tu casa, vamos.
—Me meteré en problemas. —Hizo un puchero y se pegó a mí, pasando sus brazos por su cuello—. Creo que estoy borracha; mi papá me va a regañar. No tendré novio hasta los cuarenta. —Sonreía de oreja a oreja, pero al terminar formaba un puchero y sus rubias cejas se curvaban hacia abajo.
—Te llevaré a mi casa. —No aguanté el impulso de acariciar su labio inferior.
Carla volvió a sonreír de oreja a oreja y dejó un rápido y corto beso en mi nariz. Se dio media vuelta y regresó por Bruno.
Lo seguí con la mirada. Hasta que la parte, al ver cómo Carla lo abrazaba, mi mirada dio con Dez y, aunque no escuché su voz, podía leer sus labios y su voz se hizo presente en mi cabeza.
"Sonríes como idiota".
Dejé de sonreír.
En el coche, fui yo el que manejaba. Dez iba atrás con las chicas, cuidándolas; por el espejo retrovisor yo también los cuidaba de vez en cuando. Valeria con una sonrisita, Dez más rojo que una manzana y Carla seguía con su botella de champaña. Al llegar a casa le dije a Dez que podía usar una de las habitaciones. Carla estaba apoyada en mis hombros y soltó un largo suspiro al ver cómo Dez llevaba cargada a Val.
La rubia se puso al frente de mí, sus ojitos verdes brillaban y su boca estaba curvada en un puchero.
—¿Me cargas como una princesa? —pidió con una vocecita y una sonrisita que no podía decirle que no.
—Venga.
La sonrisa se le agrandó. Y espero paciente mientras yo me hacía un caos para poder cargarla. Hice mis manos puño para no tocar donde ella se podía incomodar. La acomodé entre mis brazos y la llevé como si fuéramos una pareja de recién casados.
—¡Yupi! —Carla le dio otro trago a la botella de alcohol.
La llevé a mi habitación, encendí la luz y con cuidado la senté sobre mi cama.
—Mau, ¿has visto 50 sombras de Grey? —preguntó.
—No. —contesté y le di la espalda para ir a mi armario a buscarle uno de mis pijamas. Encontré uno que creí que le quedaría; Carla era alta, le podía quedar bien de altura, pero no de anchura.
Agarré las prendas y regresé.
La boca se me abrió y tragué saliva al verla en ropa interior. Sus largas piernas... Dejé de verla.
—Hace calor.
Mi mirada viajó a sus ojos, solo a sus ojos. Yo era un cabrón, pero con ella no podía serlo. Estaba borracha; no podía tomarme la libertad de verla cuando ella no estaba en sus cinco sentidos.
—Me voy a quitar el sujetador.
—No, no lo hagas. —No podía tenerla semidesnuda en mi cama; bueno, ya la tenía semidesnuda en mi cama y, por respeto, ni siquiera me atrevía a mirarla más allá de su rostro—. Levántate, te he traído un pijama.
—Hace mucho calor.
Cerró los ojos y volvió a hacer un puchero.
Volví a tragar saliva cuando volví a verla en ropa interior, una rápida mirada para notar su encaje rosado. Dejé de mirarla y la ayudé a sentarse.
—¿Me vas a cambiar tú? —preguntó con una sonrisita ladeada.
—Te ayudaré. Alza los brazos.
—Sí, señor.
Alzó los brazos y deslicé la camiseta; hice lo mismo con el short. Carla volvió a acostarse en la cama.
—¿Dormirás conmigo?
—Sí, pero primero iré a cambiarme.
Sonrió de una forma coqueta, como si fuéramos a follar y ella lo sabría.
Fui a por un pijama y, al regresar, vi a Carla sacándose el sujetador por debajo de la camiseta. Seguro le incomodaba.
—Pensé que ya estarías dormida.
—Te estaba esperando.
Volvió a darme esa sonrisa de hace unos minutos. Dio palmaditas en el colchón, junto a su lado. Me acosté junto a ella y se creó un silencio que me hacía mirarla de reojo. Ella también me miraba de reojo.
Recordé lo que dijo mi mamá: "El día que me enamoré y comparta cama con una mujer, me daría cuenta de muchas cosas".
Pero, ¿cómo se sentía estar enamorado? ¿Cómo era compartir cama con una mujer que amaba?
Lo hacía con Carla, pero ella era mi amiga. Me veía como un amigo.
—¿Me puedo quitar las bragas? —Ambos nos miramos, ella me suplicó con la mirada—. Es que me suda la vagina.
Ella rompió el silencio con una total sinceridad que me hizo tragar saliva.
—Claro.
La miré de reojo, cómo metió sus manos por el short. Alzó sus caderas y se quitó la pequeña tela de encaje color rosa pastel. Lo dejo a un lado de la cama y volteo a verme.
—Mucho mejor.
Tragué saliva y miré su boca; volví a mirarla a los ojos. Se estaba acercando y mi boca se estaba aguando. Podía oler su aliento a alcohol y chicle; también podía ver que sus ojos eran de un verde claro y brilloso, como el oliva.
—Carla.
—Mau.
Cerré los ojos.
—¿Cómo sé cuándo estoy enamorado?
—¿Por qué lo preguntas?
La punta de su nariz rozó la mía; su cercanía me quitó la autoridad de mis músculos al querer alejarme.
—Curiosidad.
—Pues...
Bajé la mirada, viendo cómo su mano jugaba con la tela de la camiseta. Cerré los ojos como un reflejo cuando su mano se metió por debajo de la tela. Contuve la respiración y abrí los ojos, encontrándome con el brillo de su mirada y sintiendo la calidez de sus dedos en mi piel.
Carajo.
—Es algo que sientes desde el estómago. —Sus dedos acariciaron, subiendo hasta llegar al lugar que hablaba; acarició lento, robándome jadeos que se perdían por el sonido de su voz—. Las dichosas mariposas —Sonrió ilusionada y en lo único que pensé fue en que se veía extremadamente sexy susurrándome y mirándome—. Sube como una gran nube de ilusiones que te ahoga buscando un puñado de aire que solo se otorga por un beso de esa persona.
No estaba respirando.
Su mano seguía en mi piel y se había detenido en mi corazón, que por alguna razón latía como si estuviera corriendo una maratón.
—Y te acelera el corazón.
Su mano siguió en mi pecho y la otra subió a acariciar mi pelo. Estábamos demasiado cerca y la mano me picaba por acariciar su mejilla y empujar su rostro hacia el mío para eliminar ese centímetro que nos separa. Por un segundo quise besarla, para comprobar todo lo que me había dicho, pero mi lado racional me decía que ella estaba borracha y que no podía aprovecharme de algo que ella no quería. Me quedé quieto e inmóvil; debía de apartarla, pero no podía.
Ella me iba a besar y yo tendría que apartarla o no quería hacerlo. Y cuando pensé que me iba a besar, ella se echó para atrás.
—Supongo que así se siente —murmuró.
La vi de perfil; su respingada nariz daba un bello ángulo con su mentón. Ella volteó a verme y con una dulce sonrisita dijo.
—¿Tienes desmaquillante?
Su pregunta fue un tirón de la realidad. Ella no quería besarme; me veía como un amigo. Para ella era un colega. Si me quería besar, ya lo habría hecho, como siempre besaba a tíos sin conocerlos en fiestas.
Carla estaba borracha.
—No.
—Joder.
Me dio la espalda para dormir y, al no tener ya su mirada en mí, entré en razón del bulto que me apretaba el bóxer.
Mierda.
No pude dormir toda la noche y me sentía como un tremendo capullo al no poder controlar mi cuerpo al tenerla a ella a mi lado, durmiendo como una princesa.
La llevé a su casa cuando se despertó y su padre volvió a matarme con la mirada. Me odiaba, estaba cien por ciento seguro de eso.
27 de junio, 2022
Carla:
Hola.
Volvemos a ser las lechuzas mensajeras.
Ven a mi casa.
💌💌💌
No me demoré mucho en llegar. Con algo de miedo por encontrarme a su papá, toqué la puerta y todo alivio apareció cuando una sonriente Carla.
—Entra.
En su casa se veía un desorden entre cajas y bolsas; me hizo un ademán para ir a su habitación, la cual estaba peor.
—Toma. —Me entregó la carta; tenía una pegatina de un corazón—. Ya sabes lo que debes hacer. —Agitó su mano señalando hacia la puerta.
¿No quería charlar un rato? Después de las cartas siempre nos quedábamos hablando.
—¿Te vas a mudar? —Eso explicaría las cajas y el desorden.
—Me iré a Madrid, estoy empacando.
Verdad que se iría a la universidad.
—¿Ya encontraste piso? —pregunté para iniciar conversación.
—Mhm, tengo opciones; debo de hablarlo con Val. Pero digamos que sí.
—¿Te llevarás todo?
—Algunas cosas; también voy a donar ropa y mamá quiere remodelar la casa; me robaré un par de floreros y cuadros para el departamento. Pero de seguro también haré unas compritas para la decoración. Es fabuloso.
Se le veía emocionada por irse y yo sentía un nudo en mi interior. No lo entendía, era confuso como aquellos sentimientos de hace unos días en su habitación.
Borré todo pensamiento de ello y guardé la carta en mi bolsillo. Supongo que ya me debía de ir.
—Un concejo, Dez estará con un cohete en el culo cuando lea la carta. Será mejor que te prepares.
Carla tenía razón; Dez estuvo como si tuviera un cohete en el culo al leer la carta. Se tranquilizó y escribió una respuesta. Aún seguía en mi trabajo.
Fui a buscar a Carla; seguía metida en el desorden de su casa, viendo qué deshacerse y qué quedarse. El mero hecho de pensar que ya no la vería tan seguido me causaba una presión en el pecho. Ni siquiera quería irme; necesitaba estar con ella y que me contara lo que fuera que pasara por su cabecita.
—Quieres que te deje en casa de Val y luego vayamos por esa cena que me debes.
—Solo porque tengo hambre y se me ha antojado pasta.
Esperé a que Carla se alistara; mientras tanto, verifiqué que el pez dorado seguía con vida. "Ya estoy lista" fue lo que dijo la rubia al terminar de darle colorcito a sus rosados labios. Como le dije, la dejé en casa de Val y no demoró ni diez minutos en dejarle la carta. Luego conduje siguiendo las indicaciones de Carla.
El lugar se veía lujoso y privado, la luz era tenue y el ambiente reflejaba el estilo italiano. Uno de los encargados nos guio a una mesa en la terraza, donde la iluminación era por velas. Era un lugar algo romántico.
El ambiente no ayudaba, no dejaba de verla y era hermosa, siempre lo había notado, pero en ese momento era diferente. Joder, la estaba mirando con otros ojos. ¿Por eso era diferente?
—Me apetecen ravioles. ¿A ti? —La boca la tenía aguada y mis ojos estaban fijos en el brillo de su boca—¿Mau?
—Lo mismo.
Ni siquiera había mirado la carta.
Carla llamó al camarero y pidió los platillos junto a una botella de vino. Sonreía, sus ondas se agitaban, sus ojos brillaban y aquellos labios...
Su móvil sonó.
—Discúlpame.
Carla se entretuvo con el móvil. Observé cómo sus dedos se movían con agilidad, sonreía a la pantalla y seguía escribiendo. ¿Se estaba mensajeando con alguien? ¿Quién era?
—Perdona, perdona —dejo el móvil a un lado—. Raúl me ha invitado a un taller de introducción a la arquitectura.
Un taller, ¿o era una cita?
—El rubio que quiere contigo.
Carla río negando.
—No quiere conmigo.
—Quiere.
—Que no, si quisiera conmigo, ya lo supiera —se encogió de hombros.
Qué ciega.
Su móvil volvió a sonar y se volvió a disculpar para contestar el mensaje. La sonrisa que llevaba era de ¿enamorada? ¿Estaba enamorada de Raúl?
Lo sospechaba desde que Dez me dijo que ese tío estaba enamorado de Val. Por eso Carla cambió el color de su pelo a castaño, para que él se fijara en ella. Y como Val y Dez habían vuelto, Raúl se había fijado en Carla y ella sonreía enamorada al contestarle los mensajes.
Me daba mala espina ese tío.
—¿Regresarás a casa?
—Sí, en un par de días. Aún sigo de vacaciones antes de viajar a América.
—Cool.
—Yo me iré a Madrid a finales de agosto...
Eso quería decir que quizá esta cena era nuestro último momento juntos. Como amigos. Yo regresaría a mi isla, luego viajaría a otro continente, regresaría a Tenerife y cuando volviera Carla ya se habría ido.
Todo pensamiento e inicios de mirarla con otros ojos se eliminaron. Ella ni gustaba de mí, me veía como un amigo; yo también debía de hacer lo mismo, teniendo en cuenta que lo único que busco en las mujeres es un acostón y Carla no se merecía eso. Ella sería el tipo de tía con la que iniciaría una relación, pero ella estaba en un punto y yo estaba en otro.
Lo mejor era seguir como lo estábamos. Siendo amigos.
Nos trajeron nuestros platillos, ravioles con un tipo de salsa que no entendí.
—Sé que no tomas alcohol y te pedí limonada. —Una dulce Carla me sirvió una copa de la bebida; le correspondí con la misma amabilidad al servirle una copa de vino.
—Oye, un momento. Si no eres mayor de edad, no deberías beber.
—Solo es vino, lo hago desde los 14.
Bebió de su copa y, sin dejar de verme, sonrió ladeada.
Me prometí que no la vería con otros ojos.
Xoxo.
Este capítulo nos dejó 🫠
Cuéntenme cuál fue la parte que más les gustó.
Tienen teorías de lo que pasara?
*750 votos para desbloquear el capitulo del domingo*
(Solo actualizo domingos)
Feliz domingo santo
Bye
Ig: ancovi12
Tiktok: ancovi12
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© a n c o v i 1 2
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