La Cena.
Ercole había subido hasta el inicio del descenso para poder ver el pueblo, desde el inicio hubo algo que no le olía bien sobre esos dos vagos, y no solo se refería a su apestoso aroma a pescado, ellos tenían algo que no le agradaba, no sabía si era porque se habían hecho amigos de Giulia, y aunque no quisiera admitirlo, el que ahora tuviera a dos a su lado aumentaba sus posibilidades de vencerlo, ahora que eran tres contra tres la balanza se había equilibrado.
Ercole hizo una mueca, no quería admitir que estaba preocupado, pero muy en el fondo sabía que número dos se estaba haciendo más rápido en la bicicleta, la que era SU fuerte; Apestulia siempre sacaba ventaja en el nado y la comida, pero era en la bicicleta cuando su estómago no resistía y perdía el control, ahí era cuando le ganaba; pero ahora que la tonta no tendría que comer ni pedalear, ponía todo en riesgo, por primera vez en seis años estaba en peligro de perder.
Y no podía permitir eso, nadie le ganaba a Ercole Visconti, y menos unos apestosos vagos, tenía que asegurarse de ganar aunque fuera lo último que hiciera.
Lo que le recordaba la otra razón por la que le desagradaban, no le tenían miedo, claro que número dos era más fácil de intimidar, pero hasta él logró amenazarlo con el arpón después de golpear a número uno, así que bajó las circunstancias adecuadas, él también se defendería, por más que intentara intimidarlos y amenazarlos, no lograba que se fueran del pueblo, incluso ya estaba empezando a notar como su poder iba desapareciendo; no solo los niños del pueblo habían empezado a alentar a los vagos, sino que en sus propias filas, Guido cada día parecía alejarse más y más de él, se rió cuando el tonto lo llamó pez gato, impidió que los arrollará con el bote, y pudo notar como Guido se desanimó después de que los amenazara esa noche, sentimiento que siguió presente los días posteriores, ahora cada vez que el castaño se le unía siempre se le veía triste, arrepentido, y hasta algo enojado con él.
Ercole odiaba como uno de sus lacayos estaba volviéndose en su contra, y sabía que si Guido se revelaba contra él, Ciccio no tardaría en seguirle, después de todo, ellos llevaban siendo amigos mucho antes que él entrara al juego.
Apretó los dientes y cerró los puños, ese par de idiotas estaba poniendo su mundo de cabeza, y ahora aparecía esa gorda que se juntaba con Apestulia, ¿quién en su sano juicio se sentaría al lado de ese bicho raro?
No era una coincidencia que tantos fenómenos estuvieran llegando al pueblo, sentía que había una conexión entre los vagos y la gorda, solo que todavía no podía descubrir cual, era por eso que había mandado a Ciccio y a Guido a investigar por el pueblo, al menos aún tenía poder sobre ellos.
Cuando sus dos secuaces aparecieron, ambos estaban sudando por todo el cuerpo, sus camisetas estaban empapadas y se les habían pegado al cuerpo, Guido se dobló por la mitad mientras que Ciccio tuvo que sentarse sobre el suelo.
—¡Idiotas! ¿Qué les pasa? —exclamó Ercole.
—Lo siento Ercole... tuvimos que subir... corriendo —respondió Guido entre bocanada y bocanada.
Ciccio solo asintió con la cabeza mientras levantaba la lastimera mirada, pero Ercole solo soltó un bufido de desaprobación.
—¡Débiles! Los mandó a una simple tarea y ni eso pueden hacer bien.
Guido bajó la mirada e hizo una mueca, estaba empezando a cansarse de los insultos de Ercole, ¿por qué no podía tratarlos con respeto? Eso es lo que los amigos hacían, pero no dijo nada, sabía lo que pasaría si Ercole se enojaba con él.
—Lo siento —fue lo único que dijo.
Ercole se cruzó de brazos, sin mostrar ningún remordimiento.
—¿Y bien? ¿Al menos lograron averiguar algo? ¿O son tan inútiles como para eso también?
—Lo hicimos —respondió Ciccio tras inhalar una buena cantidad de aire—, los niños más pequeños dicen que... la mujer ha estado con otro hombre... haciéndoles bromas.
Ercole arqueó una ceja.
—¿Bromas?
—Sí, les han aventado globos de agua, han ido por ahí con un rociador.
—Incluso nos dijeron que jugaron con ellos fútbol... y parecía que el único objetivo era arrojarlos a la fuente.
Eso llamó la atención de Ercole.
—Espera... ¿quieres decirme que esa señora, y otro hombre, han ido por ahí mojando a los niños del pueblo?
Ambos asintieron con la cabeza tras recuperar el aliento. Ercole miró hacia el océano.
—¿Les dijeron porque?
—No... —continuó Ciccio—, pero mencionaron que... era como si estuvieran buscando a alguien.
Ercole abrió los ojos, y miró al rubio.
—¿Cómo?
—Sí, después de que los mojaran... los niños nos dijeron que... revisaron sus rostros... como si esperaran que algo hubiera cambiado.
Ercole volvió a mirar hacia abajo, los tontos llegando al pueblo, la pareja buscando algo... ¿Cómo entraba el que los mojaran en todo esto? Entonces recordó la primera vez que conoció a los vagos, como número dos había estado tan asustado del agua, y luego ese día en el bote, después de que Guido arruinará su plan, número uno desapareció de la cubierta después de que escuchara un chapuzón, y había habido algo debajo el bote, algo de color morado, lo olvidó después de que Giulia empujara la barca, pero ahora que lo recordaba... ¿era posible que esos dos le temieran al agua porque en realidad eran...?
Ercole sonrió, su idea era alocada, pero si estaba en lo cierto, podría encargarse de sus dos problemas con el mismo arpón.
—¡No se queden ahí par de inútiles, vayan por los arpones y mis binoculares! —les gritó.
—Ercole... estamos muy cansados... ¿podríamos tomar un pequeño descanso? —suplicó Guido.
Lo que solo hizo que Ercole se enojara más.
—¡No sean unos llorones y vayan! —Lo empujó, por suerte el chico logró mantenerse de pie—. ¡Rápido, antes de que perdamos nuestra oportunidad!
Guido apretó las cejas y los dientes, cerró los puños, el grito en su garganta quería salir y gritarle a Ercole que estaba harto de sus tratos, que ellos no merecían ser tratados de esa manera, pero no lo hizo, porque sabía el status que estar con Ercole le daba, y quería conservarlo, más después de haber intimidado a los niños por la información.
Así que tragándose su orgullo, Guido se incorporó y puso una mano bajo el brazo de Ciccio.
—Vamos Ciccio... será mejor que nos apuremos.
El rubio no protesto, con mucho cuidado lo ayudó a ponerse de pie, Ercole solo volvió a cruzarse de brazos, y los vio con una mirada desesperada.
Ambos lacayos suspiraron y emprendieron el viaje hacia la casa del matón.
—¡Más rápido idiotas! —les gritó Ercole al ver su lentitud, los chicos aceleraron el paso.
Ercole soltó una risa burlona y miró de nuevo al océano.
«Es hora de cazar dos monstruos marinos» pensó con malicia.
...
Tras comer el gelato, Giulia y Daniela habían regresado a la casa, Massimo seguía preparando la cena, la pequeña se ofreció a ayudar a lo que Daniela sintió que también debería estar apoyando, pero los Marcovaldo le dijeron que no había problema, que era ella la invitada y podía dejarse consentir, así que Daniela no insistió más.
Poco después regresaron los chicos con Lorenzo, los tres se veían agotados al más no poder, tomando grandes bocanadas de aire.
—¿Qué les paso? —preguntó Giulia.
—Papá... recorrió todo el pueblo en bicicleta... hicimos lo mejor... por atraparlo —dijo un agotado Luca.
Alberto solo asintió con la cabeza mientras recuperaba el aliento.
Lorenzo, quien se había recostado contra una pared, levantó el brazo y lanzó la mano hacia el frente.
—Soy... el... rey del mundo —exclamó con un hilo de voz.
Daniela se llevó una mano a la cara e hizo una mueca.
—Bueno, no se preocupen, ya están todos aquí, y ya casi está lista la cena —dijo Giulia ofreciéndoles una silla a cada uno.
En eso notaron que no había suficiente espacio en la cocina para los seis, así que Giulia propuso que cenaran en el patio, aprovechando que esa noche estaría despejada y sin lluvias; a pesar de su cansancio los chicos la ayudaron a sacar la mesa que tenían de repuesto, tras eso Giulia le puso un lindo mantel rojo con cuadrados blancos, y Luca le añadió un florero al centro para que se viera más acogedor, mientras Alberto se encargaba de sacar las sillas, tuvieron que sacar otros dos bancos para completar los asientos.
Tras eso regresaron a la cocina una vez más, Giulia empezó a preparar los cubiertos, pero en eso Luca la detuvo.
—¿Crees que sea necesario? Nosotros no los usamos, y mis papás tampoco.
—Es para no levantar sospechas —respondió Giulia, en eso volteó a ver a Alberto—, y tú deberías estar practicando—, agregó separando un tenedor del montón, levantándolo frente a los ojos del chico.
Alberto solo sonrió y apartó el cubierto con una mano.
—Tranquila, sé que hacer.
Giulia le mandó una mirada seria con las cejas apretadas, Alberto solo rodó los ojos y tomó más vasos.
—Deja de perder el tiempo y lleva eso a la mesa, eres una pésima anfitriona.
Giulia estaba por contradecirlo, y reclamarle que era una excelente anfitriona, pero prefirió seguir con su trabajo.
Cuando todo estuvo listo, los Paguro se sentaron dándole la espalda al muro contrario a la puerta de salida, los chicos tomaron asiento frente a ellos, Massimo llegó poco después con un plato de Trenette al presto.
—Aquí tienes Daniela, espero que lo disfrutes —dijo Massimo tras dejarle la comida.
—Gracias.
El pescador regresó por los demás platos acompañado de su hija, Daniela tomó un poco de la pasta y se la llevó a la boca, cerró los ojos mientras disfrutaba el platillo, su estómago rugió de la felicidad al sentir la comida caliente, hacía días que no comía tan bien, tenía que decirlo, los humanos si sabían cocinar.
Mientras tanto Lorenzo estaba estudiando el tenedor, sintiéndose un poco nervioso ya que parecía un mini arpón con tres puntas.
—Tranquilo, es solo algo que usan los humanos para comer, pero si me lo preguntas es inútil —dijo Alberto, y tras una rápida revisada a la puerta de la casa, y comprobar que Giulia no se acercaba, soltó el tenedor y tomó cuanta pasta su mano le permitía, se lo llevó a la boca y empezó a masticar con mucho placer.
Cuando Giulia iba regresando, Alberto tomó el tenedor y fingió que lo estaba utilizando, la chica no se vio tan convencida, pero prefirió dejar la comida en vez de pelear. Luca ahogó una risa mientras comía, sus padres solo veían de Alberto a Giulia, al final simplemente sonrieron, parecía que esa era la clase de relación que tenían.
Tras traer las últimas cosas necesarias, siendo un vino y el agua, los seis estuvieron sentados a la mesa, con los chicos de un lado, y Massimo del otro junto a los Paguro; Alberto terminó hartándose y dejó el tenedor para comer con las manos, después de todo, no estaban entrenando, Giulia rodó los ojos sintiéndose muy cansada como para discutir, ya lo regañaría cuando se fueran los invitados.
—Me alegra mucho que decidieran quedarse para cenar —dijo Massimo dándole el primer trago al vino.
—Bueno, no salimos mucho de casa, y tampoco somos tan amigos de los vecinos —comentó Daniela antes de comer una gran porción de pasta.
—No, los Branzino se creen la gran cosa por sus premiados cangrejos —le siguió Lorenzo.
—Y sus maravillosas interpretaciones de delfines —continuó Daniela tras pasarse la comida—, ¿por qué? Cualquiera puede hacer esto.
Tras eso levantó la cabeza e imitó el sonido de un delfín. Luca tragó saliva, le alegraba que sus padres se sintieran más cómodos, pero esperaba que no al punto que se descuidaran y hablaran de más, miró a sus amigos, y los dos tenían la misma expresión preocupada, discretamente giraron las cabezas hacia donde Massimo estaba, sin duda se le veía asombrado.
Pero toda tensión desapareció cuando empezó a reírse.
—Esa es la mejor interpretación de un delfín que haya escuchado.
—Bueno, gracias —Daniela sonrió mientras se llevaba una mano al pecho.
Los Relegados suspiraron en alivio, y se unieron a las risas.
Tras eso les contaron todas las aventuras que habían tenido, los corazones de Daniela y Lorenzo se llenaron de orgullo al escuchar como su hijo había mejorado en la bicicleta, le dio el insulto perfecto a Giulia contra Ercole, de lo mucho que había aprendido con tan solo escuchar a su amiga y leer sus libros, y de lo bien que le caía a la mayoría del pueblo.
—Gracias —dijo sintiéndose algo apenado—, pero todo se lo debo a Alberto, sin él jamás habría tenido el valor para intentarlo.
Intercambiaron miradas y ambos se sonrieron, Daniela se sintió conmovida, sabía que los chicos eran amigos, pero hasta ahora comprendía lo cercanos que realmente eran, Luca no solo tenía miedo del Fondo, sino que temía perderlo, y aunque claro, no justificaba sus acciones, ahora tenía más claro porque huyó de esa manera.
«No puedo separarlos, Alberto y Giulia significan el mundo para Luca, y él para ellos».
—Y claro que Alberto no se queda atrás —añadió Massimo—, desde que él me ayuda, no hay día en que regrese al puerto sin peces, es muy fuerte y capaz.
Alberto bajó la mirada tratando de ocultarla, sin embargo, Luca alcanzó a ver que se sonrojaba, abrió los ojos sorprendido, sabía que a Alberto le gustaba que Massimo lo alabara, pero nunca lo había visto tan... feliz.
—Y noble... —dijo de repente Giulia.
Eso era algo que ni Luca ni Alberto esperaban, vieron pasmados a la chica, quien seguía teniendo su mirada en el plato.
—La última vez que Ercole me molestó, él me defendió... incluso estaba dispuesto a llegar a los golpes por mí.
Massimo levantó ambas cejas, por suerte, antes de que pudiera expresar su enojo, Giulia continuó.
—Por suerte no llegaron a tanto... pero agradezco la intención, Alberto es como él hermano mayor que te protegerá de todo.
Miró a su padre, esperando que estuviera enojado; Massimo sin duda estaba molesto, más que nada porque Giulia le hubiera ocultado que Ercole la seguía molestando, y otra parte con Alberto por rebajarse al nivel de ese patán, pero por el otro... estaba feliz de saber que Alberto cuidaba a su pequeña, a ella y a Luca en realidad.
«Un hermano mayor» pensó Massimo, y le gustó como sonaba eso... no, no podía hacerse esa clase de ideas, por más que no le gustara admitirlo, Alberto no era su hijo, de seguro sus padres estaban esperándolo en la isla.
Lo que le recordaba que tenía que hablar seriamente con él, quería saber de dónde venía para poder ayudarlo, quizás no fueran familiares, pero él no estaría tranquilo hasta garantizar el bienestar del muchacho.
—Muchas gracias por defender a Giulia, Alberto, pero por favor, no te rebajes al nivel de Ercole, solo los tontos usan la violencia.
—Tiene razón —añadió Lorenzo.
Daniela prefirió no decir nada, ya que ella pensaba que todo tenía un límite, y no solo había encontrado otra razón para odiar a Ercole, sino que, secretamente, esperaba que Alberto le hubiera podido dar al menos unos buenos golpes al matón, pero no quería contradecir a Massimo después de tan buen trato, así que solo dijo:
—Es bueno ver que se cuidan entre ustedes —y sonrió, al menos saber que Luca estaba con quienes lo protegían reducía su paranoia.
—Esos somos los Relegados —respondió Giulia, entonces notó que Alberto la estaba viendo, claramente feliz de que la chica lo hubiera elogiado—, no te acostumbres —le susurró, pero sonrió.
Al terminar de cenar, Daniela y Lorenzo habían quedado tan llenos que tuvieron que reposar, los chicos se ofrecieron a levantar la mesa, a lo que nadie puso objeción, cuando Alberto tomó los tres platos, Massimo se le acercó.
—Oye Alberto, me gustaría hablar contigo, en privado.
—Oh —respondió, una alarma dentro de él empezó a sonar—, ¿hice algo malo?
El miedo empezaba a crecer dentro de él, y no sabía porque, si era porque Massimo los había descubierto, o si porque quería que se fuera con los Paguro.
—¿Qué? Claro que no —esa respuesta también alertó a Massimo, ¿por qué pensaría eso? Si lo único que había hecho desde que llegó fue traerle dicha—, es solo que... tengo algo que preguntarte, y preferiría si solo estuviéramos los dos.
—Oh... está bien —cedió, aunque ahora estaría con la paranoia de qué quería preguntarle Massimo.
«De seguro te va a preguntar que cuando planeas irte» le dijo Bruno.
«Cállate» le respondió mientras llevaba las cosas de vuelta a la cocina.
Cuando todo estuvo recogido, los adultos se pusieron a platicar un rato más, a Massimo se le ocurrió ofrecerles un poco de café, pero al recordar el efecto que tuvo en Lorenzo, pensó que quizás no fuera la mejor idea; mientras tanto los chicos subieron al escondite de Giulia, y observaron cómo sus padres convivían. La chica miró a los muchachos, y sonrió mostrando los dientes mientras levantaba las manos a la altura de su pecho.
—Parece que funcionó —dijo felizmente.
Alberto sacó el pecho mientras se llevaba las manos a la cintura, mostrándose orgulloso, mientras que Luca solo levantó los pulgares sintiéndose feliz, hasta que recordó algo y bajó la mirada.
—¿Qué pasa? — Preguntó Giulia preocupada.
Alberto también notó la tristeza de su amigo, se acercó a él y le puso una mano en el hombro.
—La cena terminó, me llevarán a casa... y no sé si podré volver.
Alberto cerró el puño que tenía libre, temiendo lo peor.
—Bueno... —empezó Giulia girando la cabeza hacia la derecha, su tono hizo que sus amigos prestarán más atención a sus palabras—, quizá haya hablado con tu mamá y... le haya dicho que me dijeron la verdad.
Si Luca hubiera estado bebiendo, habría escupido el agua, pero como no, solo se palideció más de lo que ya estaba, y sus ojos cayeron en picada, mientras que Alberto apretó la camiseta de Luca.
—¿Qué hiciste qué? —preguntó Luca tratando de no sonar tan fuerte para que los adultos no lo escucharan, ahora sí estaba aterrado, si su mamá no lo mataba por todo lo que había hecho hasta el momento, sin duda lo haría por eso.
Ya se imaginaba como le reclamaría en cuanto llegarán a casa, seguro que ahora sí lo encerraba en una cueva de donde nunca lo dejarían salir.
—Tenía que hacerlo, tú mismo dijiste que teníamos que hacerlos sentir a salvo, ¿qué más seguros podrían sentirse que con una humana que los acepta tal y como son?
Luca iba a responder, pero empezó a repasar lo que su amiga le decía, y se dio cuenta que tenía razón, aun así, temía a la respuesta de su madre.
—¿Cómo lo tomó? —preguntó tímidamente.
—Bien, hasta le invité un gelato, y le hice saber que no permitiré que nadie les haga daño —empezó a jugar con un mechón de su cabello—, y ella me dijo que era apasionada, no rara.
Luca suspiró aliviado, al menos su mamá parecía cómoda, así que el regaño podría no ser tan grave, y parecía que hasta se estaba llevando bien con Giulia, aunque claro, no era garantía.
—Le pedí que te dejara quedarte, y competir en la carrera, solo dijo que lo iba a pensar pero... espero haberla convencido, sonaba segura pero...
Luca solo asintió con la cabeza, mientras que Alberto suspiró soltándolo.
—Ella tiene razón, tenemos que intentarlo todo.
—Eso me recuerda... ¿quieres venir con nosotros? —le preguntó Luca.
Alberto abrió los ojos y lo miró.
—¿Qué?
—¿Quieres venir conmigo a casa? No creo que a mis papás les guste la idea de dejarte aquí solo, y en caso de que no pueda regresar...
Alberto se mordió el labio y apartó la mirada, ir a casa de Luca... ¡Sonaba como la mejor idea del mundo! Así y quizás podría convencer a sus padres para que regresaran, pero...
Se moría por descubrir que quería Massimo hablar con él, ¿sería algo bueno o malo? Y sentía que si iba con Luca... solo los haría ver más sospechosos, así que les platicó lo que pensaba a sus amigos, eso puso en alerta a todos.
—¿Crees que lo sepa? —preguntó Luca asustado.
—Él dijo que quería preguntarme algo, pero no específico que.
—No lo creo, no le hemos dado indicios de nada... —continuó Giulia—, pero si dijo que quería que estuvieran los dos solos... debe ser algo personal.
«¿Qué puede ser?» Se preguntó Alberto, la incertidumbre lo estaba comiendo vivo.
—Sabemos que mi papá se preocupa por ustedes, así que dudo que sea algo malo, pero solo por si acaso... dile que quieres que sea en la playa, así si algo sale mal, podrás correr al océano y escapar, reúnete con Luca y...
—¿Y nos olvidamos de todo esto? —preguntó Alberto desilusionado.
—¡No! —Exclamó Giulia—, estoy pensando en qué lugar podríamos vernos que sea seguro para ustedes.
Alberto se llevó una mano a la barbilla, y regresó la vista al mar, allá a lo lejos, estaba el lugar al que temía volver... solo, sí Luca y Giulia iban con él, no se sentiría tan mal, y si todo fallaba, sería la única parte de La Superficie donde estarían a salvo.
—La isla —Alberto la señaló con un dedo—, si no regresó con tu papá, veme ahí mañana.
Giulia asintió con la cabeza, Luca solo sonrió como señal de aprobación, parecía el mejor plan.
—Oye Alberto, pero si por algo las cosas no salen bien... puedes venir a mi casa, después de todo lo que hemos pasado, estoy seguro que a mis papás no les molestara que te quedes.
Alberto sonrió de oreja a oreja, honestamente prefería pasar la noche con su mejor amigo que solo en la isla, ya sabía cómo era pero... si podía evitar volver a estar solo, tomaría cualquier oportunidad.
—Luca... es hora de irnos —la voz de Daniela llegó desde abajo.
El pequeño tragó saliva, cerró los ojos y los puños, preparándose para lo peor, Giulia y Alberto intercambiaron miradas, ambos sintiéndose mal de que ya no pudieran hacer nada por su amigo, solo les quedaba esperar que sus intentos rindieran frutos. Sin darles tiempo de reaccionar, la chica se abalanzó sobre ambos y los atrajo hacia ella en un abrazo, sujetándolos con todas sus fuerzas, para que nadie pudiera quitárselos. Esta vez Luca y Alberto estaban muy sorprendidos, más que nada por la intensidad con la que la chica los estaba estrujando, nunca antes había mostrado ese nivel de poder.
Ya que la cabeza de Giulia estaba encima de los hombros de los muchachos, ninguno podía ver que ella estaba llorando, esperaba que su conversación con Daniela la hubiera convencido, pero seguía el miedo de que todo saliera mal, así que si esta era la última noche que veía a los chicos... Quería recordar cómo se sentía su tacto, sus cabellos, su calor, su amor.
—Lo siento —dijo soltándolos, se limpió la nariz con el brazo y se sorbió un moco—, me pasé, ¿verdad?
Obtuvo una sonrisa por parte de los dos como respuesta.
—Nunca para nosotros.
Los chicos bajaron, Daniela y Lorenzo estaban esperando en la puerta mientras Massimo los despedía.
—Gracias por la velada Massimo, fue encantadora —le agradeció Daniela mientras le estrechaba su mano.
—Fue un placer, Daniela, espero que podamos volver a hacerlo.
Daniela sonrió, lo soltó para que su esposo pudiera despedirse.
—Y de nuevo, muchas gracias por haber cuidado a nuestro hijo.
—Los Paguro siempre serán bienvenidos en esta casa.
Ambos padres sonrieron, considerando seriamente esas palabras, cuando los chicos se acercaron, cada uno tratando de mostrarse fuerte, pero la decepción y tristeza era evidente en sus rostros, y en su andar. Daniela no pudo evitar sentirse algo culpable, así que rápidamente añadió:
—Bueno, será mejor que busquemos ese hotel.
Eso fue suficiente para darle algo de esperanza a los Relegados, intercambiaron miradas, sin creer lo que había dicho.
«¿Es verdad? ¿O solo quiere despistar a Massimo?».
—¡Maravilloso! —Exclamó Massimo, genuinamente feliz—, espero verlos pronto, entonces.
Daniela y Lorenzo miraron a su hijo, Luca se volteó para despedirse de sus amigos una vez más.
—Bueno... supongo que este es el adiós.
Alberto hizo un esfuerzo por aguantar las lágrimas.
—¿Sabes? Los humanos tenemos una palabra, ciao, que significa tanto adiós... como hola, así que... mejor digamos ciao.
Luca sonrió.
—De acuerdo, ciao a los dos.
Luca abrazó a Alberto, y luego a Giulia, con cada uno se tomó su tiempo, aunque una parte de él estaba esperanzada de que volvería a verlos.
—Oye Alberto —Daniela habló, viendo al chico—, ¿te gustaría venir con nosotros?
Después de todo, le agradaba Massimo y todo, pero se sentiría más segura si el chico venía con ellos, no podía dejar a uno de su especie entre humanos, menos a un infante, aparte de eso... seguía pensando en qué condiciones vivía el niño después del café que tuvo con Massimo, y quería preguntarle personalmente, solo para estar segura de que estaba a salvo, después de todo, ¿qué clase de monstruo dejaría solo a un niño?
—Oh —dijo Alberto, su estómago le hizo cosquillas, los Paguro lo estaban invitando a ir con ellos, era oficial, se preocupaban por él, no lo veían como el que intentó llevarse a su hijo, una molestia, un busca pleitos...
Ellos lo querían a su lado.
Estaba tan emocionado que estuvo a punto de dar saltos, por suerte se contuvo, miró a Luca y vio el brillo de sus ojos, su amigo también quería que fuera con ellos.
Estaba a punto de decir que sí cuando notó a Massimo, el pescador no se veía sorprendido ni enojado, de hecho estaba sonriendo, pero no de felicidad porque pudiera deshacerse de él, parecía más una sonrisa reconfortante, como si quisiera decirle que podía tomar la decisión que él quisiera, la respetaría y no habría rencor.
Alberto se rascó detrás de la cabeza, quería ir con Luca y estar a su lado, pero... ¿qué tal si era una trampa para que así los Paguro no tuvieran motivo para regresar? Daniela claramente estaba preocupada por su bienestar, y si se quedaba quizás volvería al pueblo, acompañada de Luca; y de igual forma, si los dos se iban dejarían a Giulia sola, en general y para competir, y con Vespa o no, Alberto no quería que Ercole ganara, ansiaba ver la cara de ese pez gato cuando lo derrotaran e hicieran comer el polvo.
Además, sentía que entre Giulia y él podrían idear un plan para rescatar a Luca.
Y también quería saber lo que Massimo tenía que decirle, si se iba no tenía garantía de volver, y la duda lo atormentaría por el resto de sus días, y claro que, aunque no fuera con Luca en ese preciso momento, siempre podría zambullirse cuando nadie le viera e ir con su amigo.
Así que... estratégicamente hablando, quizás debía esperar, solo un poco más.
—Me encantaría pero —miró a Giulia y luego a Massimo, se encogió de hombros—, alguien tiene que cuidarlos.
Giulia se sintió conmovida, no esperaba que Alberto escogiera quedarse con ella... pero agradecía que no tuviera que quedarse sin ninguno de los dos, pero no perdería las esperanzas de volver a ver a Luca.
Massimo sonrió, sintiéndose feliz de que el chico no lo abandonaría esta noche.
Luca se vio un poco decepcionado, pero rápidamente se resignó, sería mejor que uno de los dos se quedara en tierra, y así Giulia no se quedaría sola, él por lo menos tendría a sus padres, abuela y peces, ahora que lo pensaba, extrañaba un poco a su rebaño, sobre todo a Giuseppe, por ese lado sería bueno regresar casa.
Daniela solo sonrió, estaba temerosa de lo que podría pasarle al chico allá arriba, pero solo suspiró, Alberto y su hijo pasaron varios días en la Superficie, sin daño alguno, así que sabían lo que hacían, un día más no haría daño, y estaría al cuidado de Massimo, hasta que descubriera la verdad, Daniela tenía fe que el pescador lo cuidaría bien.
—Muy bien, pero nuestra puerta está siempre abierta.
—Gracias señora Paguro.
Daniela asintió con la cabeza.
Massimo los acompañó hasta afuera, diciéndoles que si querían podría mostrarles un hotel muy bueno que conocía, pero Lorenzo le aseguró que había visto uno en su paseo con los chicos, así que Massimo no insistió más y los dejó ir.
Cuando estuvieron solos, Luca suspiró y cerró los ojos, se preguntaba si su madre lo regañaría ahí mismo, o si esperaría hasta que llegaran a casa, escuchó los pasos de Daniela acercándose a él, giró la cabeza esperando lo peor, para su sorpresa, tan solo sintió las manos de su progenitora sobre sus hombros, el tacto fue suave y agradable, Luca se atrevió y abrió los ojos.
Daniela lo estaba viendo directamente, más no se veía enojada ni molesta, sino... comprensiva.
—Luca, escúchame —dijo con un tono suave y amable—, hay mucho de lo que tenemos que hablar, pero ahora tu papá y yo estamos muy cansados, hace días que dormimos en las calles de este pueblo, y nos vendría bien descansar en casa.
—Lo entiendo mamá.
Sonrió, Luca estaba dispuesto a escuchar, era un buen primer paso.
—Así que cuando lleguemos todos nos iremos a la cama, y mañana podremos discutir sobre... bueno, sobre todo.
Luca apartó la mirada, temiendo preguntarle lo siguiente.
«Silencio Bruno» se recordó, llenando su pecho de aire para sentirse más grande.
—No van enviarme al fondo, ¿oh sí?
—No, no, no —Daniela también negó con la cabeza—, eso ya no pasará, te lo prometo.
Se mordió el labio, sabía que en esos momentos Luca tenía todo el derecho a desconfiar de ella, pero tenía que intentarlo, tenía que reponer la relación con su hijo.
—Sé que no tienes razones para confiar en mi Luca, por eso sé que te pido mucho cuando te digo que... —cerró los ojos, peces, sí que era difícil abrirse de esta manera con su hijo, sacó todo el aire de sus pulmones antes de continuar—: por favor tenme paciencia Luca, todo esto es nuevo para mí, estoy aprendiendo cosas que jamás me imagine y... estoy algo abrumada, pero quiero entenderte, ¡y no quiero que vuelvas a huir así nunca más!
Luca notó que las lágrimas empezaban a formarse en sus ojos, su corazón no lo resistió más, no podía ver a su mamá en ese estado, sí, enviarlo a las profundidades había sido una pésima idea, y tenía un poco de rencor hacia ellos por tan siquiera pensarlo, pero verla así... era algo que no soportaría, pese a sus defectos, Daniela siempre fue una madre cariñosa que buscaba lo mejor para él, aunque a veces estuviera equivocada, y él no la dejaría estar triste.
Por suerte, tenía el remedio perfecto.
—Oye —Luca le puso una mano en la mejilla—, mírame a los ojos, sabes que te amo, ¿verdad?
Daniela ahogó una risa de alegría, tampoco quería armar un escándalo a mitad de la noche.
—Ai Luca.
Su hijo le dio un beso en la mejilla, Daniela lo rodeó con sus brazos y le devolvió el beso, luego lo giró un poco hacia los lados, Luca solo agradecía que no con la misma intensidad que cuando se reencontraron.
—Vámonos a casa —dijo cuándo se separaron.
Lorenzo se unió a ellos poco después, sujetó a Luca de una mano y Daniela de la otra, y así los tres emprendieron el camino de regreso al mar.
...
Cuando Guido y Ciccio regresaron con los arpones y los binoculares, Ercole los llevó hasta la azotea de una vieja casa abandonada, ahí tenían una vista perfecta de la casa de Giulia y la playa, estuvieron observando toda la noche, sus dos lacayos estaban cansados, con deseos de decirle que querían volver a sus casas para dormir, no obstante, ninguno tenía el valor para decírselo.
Cuando los Paguro salieron, Ercole prestó suma atención a la escena.
—¡Ahí están, miren! —tras ver por sus binoculares, se los pasó a Guido, golpeándolo en el estómago con ellos.
Guido soltó un grito de dolor, pero se recuperó rápidamente y miró a través del objeto, antes de que Ercole pudiera reclamarle por otra cosa.
—Es verdad, ahí está la señora con... —en eso se dio cuenta que no sabía el nombre de ninguno de los dos chicos nuevos.
—Ese vago —Ercole se los arrebató y volvió a mirar, justo en el momento en que madre e hijo se abrazaban—, claro, ahora todo tiene sentido, la gorda es la madre de ese vago, por supuesto, debí saberlo por su gusto en ropas.
Esperaba que sus secuaces se rieran, pero ambos estaban muy cansados para ello, Ercole hizo una mueca y estaba por golpearlos, pero su atención estaba con la familia, así que volvió a asomarse, ahora los Paguro se dirigían al océano.
—¿A dónde van? —preguntó.
Los tres llegaron hasta el borde, miraron hacia los lados, buscando testigos, tras comprobar que estaban solos, se soltaron de las manos y saltaron al agua. Guido y Ciccio se quedaron sorprendidos ante eso.
—Dios mío, ¿Quién sale a nadar a estas horas? —preguntó Ciccio.
Ercole no le hizo caso, número dos había estado tan asustado todo este tiempo del agua, y ahora se arrojaba así como si nada, no, algo muy malo estaba pasando ahí, y él iba a llegar al fondo de todo. Volvió a ver por los lentes, pero la espuma del mar no permitía ver nada en el agua, y la oscuridad nocturna tampoco ayudaba.
Ercole apretó los dientes y bajó las binoculares.
—Vamos a bajar, quiero obtener un acercamiento.
Guido y Ciccio quisieron protestar, pero ninguno tuvo el valor para hacerlo, así que solo se levantaron, y siguieron al matón.
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