Dos vidas.
Los Relegados se habían pasado al cuarto de Giulia, con los chicos aún en su forma acuática, ya que la chica quería acostumbrarse a sus verdaderos ser, aunque claro que todo con su debida precaución, cerraron la ventana y tenían unas toallas listas para cuando llegara Massimo.
Giulia tenía una libreta donde iba apuntando todo lo que tenían que tomar en cuenta para el momento en que le revelaran la verdad a su padre.
—Muy bien chicos, creo que esta es la mejor forma de hacerlo —Giulia se incorporó de la cama y levantó su libreta para poder leerla, Luca y Alberto escucharon atentamente—, primero, tenemos que estar los tres, para que yo pueda explicarle a papá, y evitar que los arponeé.
Ellos asintieron con la cabeza, era un buen inicio.
—Segundo, debemos hacerlo en altamar.
Luca miró a Alberto con duda, pero el moreno estaba igual de confundido, así que ambos la miraron de nuevo.
—¿Por qué? —Preguntó Alberto.
Giulia hizo una mueca incomoda.
—Solo en caso de que las cosas... no salgan como planeamos, así tendrán oportunidad para escapar, en el peor de los casos papá podría reunir un ejército de pescadores para perseguirlos, en el mar solo estaríamos los cuatro, y tendrían todo el océano para huir.
Eso tenía mucho sentido para ellos, estarían en su elemento, aún con su vasta experiencia pescando, Massimo estaría en desventaja.
—¿Crees poder convencer a tu padre de que no lleve su arpón? —preguntó Luca nerviosamente.
Giulia negó con la cabeza.
—No lo creo, desde que nació ha creído que los monstruos marinos son... bueno...
—Monstruos —concluyó Alberto.
Giulia asintió con la cabeza, claramente incomoda.
—Oye está bien, nosotros también solíamos llamarlos monstruos de tierra —aclaró Luca con una sonrisa.
Giulia se encogió de hombros.
—Suena justo, pero ya que estamos en eso, ¿ustedes tienen algún tipo de nombre para su especie? Ya saben, ¿humanos, reptiles, mamíferos?
Luca miró a Alberto, pero este negó con la cabeza levantando los hombros.
—La verdad es que raramente tenemos contacto con otras especies que no sean marinas, así que solo nos llamamos por... nosotros supongo, no vas por ahí recordándole a todo el mundo que son humanos.
Giulia aceptaría ese punto.
—Bueno, no quiero seguir llamándolos monstruos, así que... ¿qué les parece anfibios?
—¿Cómo las ranas? —preguntó Luca, recordando las criaturas que había visto en el libro de zoología de Giulia.
Giulia asintió bajando de su cama, buscó en su maleta hasta que lo encontró y se los enseñó, era un libro que llevaba por título: «Reptiles y anfibios». En la portada había varios especímenes de ambos grupos, entre ellos se encontraban iguanas, tortugas, serpientes, ranas, salamandras, y axolotes.
—¿Cuál es la rana? —preguntó Alberto.
Giulia señaló con un dedo al anfibio en cuestión, y Alberto entrecerró las cejas.
—¡No nos parecemos en nada! —dijo sintiéndose algo ofendido.
—En apariencia no, pero los anfibios son seres que respiran por branquias en su estado larvario, y cuando maduran desarrollan la respiración pulmonar —respondió la chica sin perder su temperamento.
Abrió el libro a la mitad mostrando una ilustración del ciclo de vida de la rana, empezaban como un huevo antes de pasar a ser un embrión, de ahí al renacuajo hasta que le salían las dos piernas y luego las otras dos, hasta finalmente llegar a la rana; Luca abrió los ojos, se acercó y tomó el libro mientras lo examinaba con más cercanía.
—¿Ustedes... nacen así?
—No... nuestras madres ponen huevos, y al nacer somos... bebés, no tenemos que esperar a que nos salgan patas ni los brazos, solo crecemos.
—Ah, y desde chicos ya tenemos estas hermosuras, si te lo preguntas —dijo Alberto señalando sus dientes con un dedo.
«Su nacimiento parece ser más similar al de los reptiles, aunque su apariencia es más anfibia» pensó Giulia, lo que Alberto le dijo le hizo recordar a los cocodrilos, los cuales ya te podían arrancar un dedo desde que nacían. «Como un depredador natural».
Giulia se volvió a fijar en las garras y los colmillos de sus amigos, debían tenerlos por algo.
—Chicos, cuando están en el mar, ¿de qué se alimentan? —ya sabía que no la lastimarían, pero estaba interesada en saber si cazaban su propio alimento.
—Oh, somos omnívoros —respondió Luca, Alberto lo vio desconcertado—, significa que comemos tanto carne como vegetales.
Alberto abrió la boca en forma de O y asintió con la cabeza.
—Comemos algas y otras plantas marinas, también pescados, y a veces tortugas, algunos comen cangrejos pero en mi comunidad se usan más para competencia, son como mascotas.
Giulia asintió con la cabeza.
—¿Y cazan su alimento?
—Bueno, de vez en cuando algunos salen con redes y atrapan grandes cardúmenes, los mínimos para alimentar a todos por una semana, lo que sí es que cosechamos muchas algas para que nunca nos falten, las usamos para casi todo no solo para comer, hasta para vestir, también criamos algunos peces por sus huevos. ¡Oh! Y de vez en cuando tenemos leche de delfín.
Giulia se quedó sorprendida.
—¿Ordeñan delfines?
—Bueno, mi familia no, ni nadie en mi comunidad, pero hay otras colonias a parte de la mía, y ahí sí ordeñan, de vez en cuando vienen a la nuestra y hacemos intercambios —Luca sonrió y se sobó el estómago al recordar lo dulce que sabía la bebida—, es un mangar pero es raro de conseguir ya que los delfines no son domesticables, y si quieres ordeñarlos tendrás que darles algo a cambio, no es algo que todos puedan hacer, por eso es tan rara.
Giulia estaba fascinada, realmente sus amigos venían de un mundo completamente nuevo, y aun así, similar al suyo, sus amigos tenían una sociedad, no eran solo animales que actuaran por instinto, había una cultura debajo del mar de la cual podían aprender tanto.
Y también encontraba todo el asunto muy divertido,
«Los temibles monstruos marinos a los que todo el pueblo teme no son más que granjeros» pensó con gracia, pero tenía que volver al asunto principal.
—Muy bien, entonces cultivan su comida, y cuando tienen que pescar lo hacen con redes.
Luca asintió con la cabeza.
—Entonces, ¿no utilizan sus garras ni colmillos?
Los chicos se miraron las manos, y luego pasaron sus lenguas por sus dientes.
—Bueno, no tenemos cubiertos —dijo Alberto—, así que cuando comemos pescado las garras son para que no se nos resbalen, y nuestros dientes... pueden triturar huesos.
—Entonces comen el pescado en su totalidad, no dejan nada.
Siempre que ella comía peces tenía que ser muy cuidadosa de no tragarse alguna espina, cosa de la cual sus amigos no tenían que preocuparse.
—Y usamos los caparazones de tortuga como platos, así que para partirlos sujetamos con la mandíbula un extremo, y luego lo jalamos con fuerza y así logramos romperlo en dos —explicó Luca, al levantar la mirada pudo ver que Giulia lo miraba atónita.
Hasta hace menos de una hora Giulia creía que sus amigos eran chicos comunes y corrientes, pero ahora escuchaba que sus dientes tenían la fuerza suficiente para destruir huesos, tenía la prueba frente a ella, pero le costaba imaginarse a los chicos partiendo a una tortuga por la mitad, era mucho que digerir. Ambos chicos miraron hacia los lados sintiéndose avergonzados, eso sí los hacía ver como bestias salvajes, Giulia rápidamente notó su incomodidad y se apresuró a negar con las manos.
—¡Ai no! ¡Perdonen, no lo dije con mala intención, ni quiero juzgarlos! Es solo que —tomó aire antes de continuar—, quiero entenderlos chicos, por eso les estoy haciendo tantas preguntas, jamás había visto nada como ustedes, y quiero que se sientan cómodos... conmigo.
Eso hizo que ambos se relajaran, se miraron entre si sintiéndose más tranquilos y contentos, debían hacerse a la idea de que Giulia jamás los juzgaría por nada, así que se pusieron de pie y fueron a sentarse a su lado en la cama, quedando ella en medio de los dos.
—Oye, está bien —le dijo Alberto poniéndole una mano en el hombro, si bien era cierto que en los últimos días había llegado a sentirse un poco celoso de ella, más que nada por temor a perder a Luca, el que los hubiera aceptado al ver sus verdaderas formas, y que estuviera esforzándose por entenderlos, hacía que fuera muy difícil seguir enojado con ella.
Toda su vida papá le dejó en claro que no podía confiar en los humanos, incluso fue su último consejo antes de marcharse, y por mucho tiempo lo creyó, por eso mismo evitó el pueblo por tanto tiempo, y porque solo se acercaba a los botes de noche, y aunque sus encuentros no habían sido los mejores, ahora que conocía a Giulia se daba cuenta que sí había humanos que los aceptarían, y querrían, hasta ese punto solo había visto a la chica como una conocida, pero ahora...
¿Sentía por ella lo mismo que por Luca?
Con Luca había sido fácil, sin secretos entre ellos así que la confianza fue instantánea, Giulia era agradable pero siempre estaba el miedo de lo que pasaría cuando descubriera la verdad, y ahora que había visto que no era el caso... se sentía confundido, pero sabiendo que podía confiar en ella por completo.
Aparte del hecho de que, ahora que su plan de escapar había quedado obsoleto, necesitaba una idea de que iba hacer en el futuro, o al menos después de ganar la copa, la única cosa que tenía clara es que no quería regresar a la Isla...
Al menos no solo, y ahora que los padres de Luca habían regresado de seguro lo llevarían de regreso a su hogar, así que tenía que pensar que haría.
Pero por el momento se concentraría en apoyar a su amiga, después de todo, su futuro dependía, en gran parte, de la reacción de Massimo.
—Sí —continuó Luca—, todo esto es nuevo para nosotros también, así que estamos aprendiendo en la marcha.
Él le puso la mano en el otro hombro, Giulia sonrió, dejó el libro sobre sus rodillas y tomo cada mano para después apretarlas suavemente, estaba feliz de que sus amigos fueran tan comprensivos con ella.
—Gracias chicos, solo estoy tratado de ver si son más parecidos a los reptiles o a los anfibios, creo que eso es un buen inicio para entenderlos mejor.
Ambos la soltaron para que pudiera volver a revisar el libro.
—¿Y bien, qué somos? —preguntó Alberto.
—Bueno, las dos especies son muy similares entre sí, pero también cuentan con muchas diferencias, pero parece ser que ustedes son un caso muy especial ya que, por lo que me han contado, son como una combinación de ambos.
Ambos escucharon con más atención.
—Su apariencia es más anfibia, pero su nacimiento es más parecido al de un reptil, no sufren ninguna metamorfosis mientras crecen, lo que me hace creer que tienen pulmones desde el nacimiento, pero los reptiles son más que nada animales de tierra, pueden pasar horas en el agua pero siempre tienen que salir a la superficie, algo que, por lo que veo, no es problema para ustedes.
—Hemos pasado días sin entrar al agua y nada malo nos ha pasado —colaboró Luca.
—Yo solía pasar semanas fuera con papá sin mojarnos, y nunca nos sentimos mal.
—Interesante, los anfibios necesitan la humedad para sobrevivir, pero ustedes viven bien sin ella, y tampoco creo que sean de sangre fría, ¿en los días lluviosos o nublados se sienten débiles? ¿O cuando hace mucho frío?
Luca no supo que contestar, ya que bajo el mar las temperaturas no solían cambiar muy a menudo, sus visitas a la isla y a Portorosso eran sus únicas salidas verdaderas, y el clima se había mantenido constante, así que no podría decir con certeza.
Por suerte Alberto sí.
—Para nada —dijo con un movimiento de nada—, ha habido días muy fríos en la torre, pero solo tenía que ponerme encima una cobija, o saltar mucho para calentarme, el clima no nos afecta.
—Entonces no son de sangre fría, y son antropomorfos.
Los chicos se miraron con confusión.
—Oh, es una palabra que se usa para lo que tiene apariencia o características humanas —continuó Giulia—, la palabra reptil viene del latín reptĭlis, y significa el que se arrastra o el que se desliza.
Giulia señaló en el libro la ilustración de un cocodrilo en sus cuatro patas, los muchachos la miraron con curiosidad, luego Alberto se bajó de la cama y apoyó ambas manos sobre el suelo, los dedos de sus pies reposaron mientras elevaba el talón, sus huesos parecían muy flexibles, levantó su cola y los miró.
—¿Algo así?
Giulia tenía que admitir que, de no ser por la mirada amable y divertida de Alberto, su amigo sí se veía como un feroz depredador, su posición hacía que su cola se viera más larga, sus garras sobresalían más al estar aferrándose al piso, el acomodo de sus pies hacía pensar que en cualquier momento te saltaría encima, y daba un ángulo perfecto de sus filosos dientes.
«Quizás de ahí vienen las historias» pensó «los marineros tuvieron encuentros con ellos, y al estar asustados adoptaron esta posición para defenderse».
Como táctica de intimidación era muy buena, Giulia estaba segura que hasta el hombre más valiente de Portorosso, se la pensaría dos veces antes de meterse con Alberto.
—Sí, ¿adoptan esa posición muy seguido?
Alberto se puso de pie negando con la cabeza, Luca hizo lo mismo.
—No, es la primera vez.
—En casa nunca lo hemos hecho.
—Bueno, en ese caso no creo que la palabra reptil les quede.
—¿Qué significa anfibio? —preguntó Luca.
Giulia pasó las páginas hasta que encontró las dedicadas a ese grupo.
—Deriva del griego, amphí y bíos, y significa: ambas vidas.
Luca y Alberto abrieron sus ojos.
—¿De verdad?
—Sí, amphí quiere decir ambos, y bíos es vida, ya que los anfibios nacen en un elemento pero evolucionan para adaptarse a otro.
—Wow —Luca quedó asombrado, Giulia le pasó el libro mientras el chico empezaba a leer con más atención esas páginas.
—De una forma ustedes también pueden tener dos vidas, una aquí arriba y otra debajo del mar.
Su transformación era diferente, pero a final de cuentas era un cambio que les permita vivir con más normalidad en tierra firme.
—Muy bien, eso suena genial, lo cual es adecuado para una especie tan impresionante como la nuestra —presumió Alberto posando.
Giulia tuvo que ahorrar una risa, tenía que bajarle los humos a ese tonto, aunque en una cosa tenía razón, era bastante genial lo que podían hacer.
—Entonces, ¿les parece anfibios?
Luca y Alberto se miraron, la verdad es que nunca les molestó el término «monstruo», ya que para ellos era simplemente otra palabra para persona, pero al saber lo que significaba anfibio, y que ellos encajaban perfectamente con esa definición, era muy genial para ignorarlo, así que ambos sonrieron y asintieron con la cabeza.
—Muy bien, entonces anfibios se queda —dijo Giulia.
Era increíble que tanto logró aprender de sus amigos en tan poco tiempo, y una parte de ella se sintió algo frustrada, tantos años que los humanos pasaron temiéndoles a los anfibios, cuando en realidad, había tanto por aprender de ellos, apenas y había explorado el gran intercambio cultural que podría haber entre ambos pueblos, si tan solo se hubieran dado la oportunidad para conocerlos.
Aunque bueno, si ella hubiera conocido a sus amigos con esa forma la primera vez, quizás no habría reaccionado tan positivamente, lo bueno es que Luca y Alberto habían tenido el valor de revelarse ante ella, algo que la ponía muy contenta ya que ahora, un universo de posibilidades se abría ante sus ojos.
Eran esos momentos los que la hacían tener fe en el plan de Luca, los pueblos debían estar unidos no en guerra, no podía esperar para ver que secretos del océano podrían contarle sus amigos.
Pero primero tenían que ir por partes.
—Muy bien, ahora que resolvimos eso, podemos regresar al asunto principal.
Luca y Albero asintieron con la cabeza, Giulia fue por su libreta cuando escucharon la puerta de la casa abrirse.
—Giulietta, ya regresamos —la voz de su padre resonó por todos lados.
—Vamos papá —respondió la chica.
Los muchachos tomaron las toallas y se secaron rápidamente, regresando a su forma humana, Giulia se quedó un momento observándolos, era algo extraño verlos cambiar así de rápido, pasar de las escamas a la piel humana, y que las colas desaparecieran, la desconcertaba un poco, pero solo tenía que recordarse que eran Luca y Alberto y eso jamás cambiaría, con aletas o no, sus amigos eran los mismos en el interior.
—Lo siento chicos, es cuestión de costumbre.
Ambos sonrieron, le darían todo el tiempo que necesitara para acostumbrarse.
Ella salió primero, miró por hacia las escaleras antes de voltear a verlos.
—¿Listos? —preguntó.
Alberto asintió con la cabeza, mientras que Luca cerró los ojos, tomó aire y lo dejó salir.
—Silencio Bruno —susurró antes de abrir los ojos—, estoy listo.
Giulia sonrió, y los tres bajaron, preparados para enfrentar a sus padres.
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