De padre a madre.
Massimo los llevó hasta un café local, un viejo establecimiento que estaba iluminado por la luz del sol que se colaba por las ventanas, la barra era de madera al igual que las mesas, y el lugar estaba algo vacío, el dueño estaba platicando con dos hombres en el mostrador, mientras que había otro sentado en una mesa tomando una taza.
—Buen día Massimo —lo saludó el mesero, al igual que los dos hombres.
—Buen día Carlo, Alonzo, Adriano.
Lorenzo y Daniela entraron paso a paso, temerosos de que en cualquier momento uno de los clientes saltará armado con un arpón o una red, miraban aterrados a todos lados, a pesar de la poca asistencia que tenía el local.
—Daniela... ¿crees que esto fue buena idea? —le susurró Lorenzo al oído.
—No, pero sí así logramos que Luca regrese con nosotros sin poner resistencia vale la pena.
Tan solo tenía que aceptar ese café, fuera lo que fuera, y después volverían a casa y todo regresaría a la normalidad, sí, no era tan difícil.
Tomó asiento seguida de su esposo, Massimo se sentó frente a ellos y llamó al mesero.
—Tres espresso por favor.
Carlo asintió con la cabeza y empezó a prepararlos, Massimo se volvió para ver a los Paguro.
—Muchas gracias por haber cuidado a nuestro hijo —dijo Daniela, al menos tenía que agradecerle eso al monstruo de tierra, después de todo, estaba feliz de que Luca no tuvo que pasar hambre, y que contó con un techo para dormir.
—En verdad estamos muy agradecidos —continuó Lorenzo, con la misma sinceridad que Daniela.
—Fue un placer haber podido hospedar a Luca, es un buen chico.
Los Paguro se miraron entre ellos y sonrieron, sabían que su hijo era un buen muchacho, de hecho, por eso les extrañaba tanto el que hubiera huido así, pero era bueno saber que no había olvidado sus buenos modales, quizás... y el mandarlo al Fondo tampoco había sido la mejor opción, quizás lo asusto tanto que creyó que no tenía otra opción.
—Y nos alegra saber que pudo ayudarlo.
—Sí, fue bueno tener un par de manos extras —dijo para después soltar una pequeña risa.
Daniela y Lorenzo se miraron, no entendiendo porque se reía, pero lo imitaron para no parecer raros. Carlo llegó con tres tazas, colocó una frente a cada uno y luego volvió a la barra, Massimo tomó su taza y le sopló un poco, Lorenzo vio la bebida e iba a acercar una mano, pero Daniela lo detuvo y negó con la cabeza, temiendo que fuera una clase de veneno.
—La verdad es que —dijo Massimo tras darle un sorbo—, estoy muy feliz de que Luca haya podido quedarse con nosotros.
Daniela abrió mucho los ojos y miró a su esposo, quien se veía igual de sorprendido. Massimo suspiró y bajó su taza, antes de levantar la mirada hacia ellos.
—Verán, a mi hija Giulietta... le cuesta hacer amigos, no me lo ha dicho pero yo sé que siente que los demás piensan que es rara, y el año pasado tuvo un accidente en la carrera que... le dejó un mal recuerdo, y empeoró su reputación en el pueblo.
Los Paguro siguieron escuchando, quizás así comprenderían como Luca se hizo amigo de la monstruo.
—Pero desde que conoció a Luca y a Alberto... jamás la había visto tan feliz, su hijo es un muchacho muy curioso, tiene muchas ganas por aprender, y Giulietta es muy inteligente, sabe muchas cosas, muchas más que yo, entonces creo que eso ayudó a que conectaran, no a muchos en el pueblo les interesa aprender, somos gente de tradición, entonces que Giulia pudiera encontrar a alguien que quería escucharla... la ayudó mucho.
—Oh —fue lo único que Daniela pudo decir, miró a Lorenzo, pero su esposo estaba igual de pasmado que ella.
Ahora entendía como era que su hijo pudo hacerse amigo de la monstruo... de Giulietta, y es que si lo pensaba bien, su hijo era bastante parecido a la niña, no tenía amigos en la aldea, le caía bien a las personas pero no convivía mucho con ellas, se pasaba todo el día soñando, haciendo preguntas sobre todo, siempre buscando respuestas.
Y no es que a ella no le gustara, de hecho era bastante parecido a su abuela, era solo que... Daniela tenía miedo de que su curiosidad lo llevará al peligro, sabía de todas las historias de acuáticos que se acercaron demasiado a la Superficie y fueron cazados, no quería ese destino para su hijo, quería que estuviera a salvo.
Era normal que una madre se sintiera así, ¿verdad?
Daniela suspiró tomando su taza, si eso fuera un veneno Massimo no lo estaría bebiendo, y después de la sinceridad de sus palabras, le quedaba claro que su intención no era lastimarlos, realmente estaba agradecido con Luca.
Miró al pescador, su apariencia era intimidante, pero estaba claro que su corazón era bondadoso, y que amaba y se preocupaba por su hija, Daniela lo entendía, y hasta podía identificarse con él, solo querían lo mejor para sus niños, en ese caso...
Empezó a golpear la taza con sus dedos, se sentía pérdida, ¿había sido enviar a Luca al fondo la mejor solución? ¿Y por tanto tiempo? ¿Fue demasiado dura con él? Luca siempre había sido bien portado, amable, obediente, ¿en serio era necesario tomar medidas tan drásticas? ¿O es que su hijo había cambiado sin que ella se diera cuenta? Abandonó su puesto cuidando los peces, pero fuera de eso seguía siendo el mismo, quizás hasta un poco más confiado, nunca antes la había contradicho, aunque claro, Daniela jamás le había impuesto un castigo tan severo.
Tantas cosas pasaban por su cabeza, se sentía confundida, necesitaba consejo y... quizás otro padre pudiera aconsejarla, era una locura pedirle consejo a un monstruo de tierra, pero a Massimo le agradaba Luca, entonces quizás... pudiera guiarla.
Podría hablarlo con Lorenzo, pero sabía que su esposo solo trataría de hacerla sentir mejor, sin darle un consejo en realidad, era demasiado amable, prefería darle la razón antes de entrar en pelea.
Lo intentaría con Massimo, solo para ver qué pasaba.
«En verdad estoy desesperada» pensó, pero no importaba, lo que fuera para entender mejor a su hijo.
—La verdad es que —dejó la taza, no podría beber hasta que sacara lo que sentía—, no estamos de vacaciones.
Lorenzo la miró con miedo, pero ella lo reconfortó con una mirada lastimera, entonces supo que su esposa estaba confundida, y que quería oír una opinión ajena a la familia, asintió con la cabeza y dejó que continuará.
—Luca... él y yo tuvimos un desacuerdo hace unas noches, últimamente ha... estado visitando un lugar que no debía, me asusté y pensé que enviarlo a vivir con su tío quizás podría mantenerlo a salvo, él vive algo lejos, ahí fue cuando Luca... huyó de casa.
Daniela levantó la mirada, esperando ver reproche o asco en los ojos de Massimo, sin embargo, el pescador no se veía enojado, sino que guardaba silencio con una mirada simpática, ella lo interpretó como que quería que continuará, así que lo hizo.
—No sé si sintió que quería alejarlo, o si le daba miedo ir con su tío... solo quería mantenerlo a salvo... y jamás me imaginé que haría algo como esto.
Finalmente sintió que podía respirar, al poder sacarlo todo de su pecho, las dudas y el arrepentimiento que había sentido por los últimos días, a decir verdad, se sentía bastante bien; solo faltaba ver cómo reaccionaría Massimo.
Ya no sabía si debía sorprenderse, porque aquel pescador tan solo tenía una sonrisa en su rostro, él no era ningún tonto, supo que los chicos no eran de Génova desde el momento que los vio, pero confiaba en el buen juicio de su hija, y con el pasar de los días se demostró, los dos eran serviciales, amables, inteligentes, eran más que dignos de su confianza, Alberto era de gran ayuda en altamar, Luca en el pueblo, y ambos eran grandes amigos para Giulia, esa fue la razón principal por la que no indagó más en el pasado de los chicos, su hija estaba feliz y eso era más que suficiente para él.
Eso no evitó que muchas veces se preguntara de dónde venían, la opción más probable es que estuvieran huyendo de casa, pero el motivo seguía siendo un misterio, ninguno mostraba señales de maltrato, ni desnutrición, no eran violentos, Alberto tenía carácter pero no lanzaba el primer golpe, Luca era más tímido pero amable, así que no creía que vinieran de un hogar disfuncional.
Así que al final de todo, había sido un simple malentendido, lo único que sorprendía a Massimo era que Luca lo hubiera hecho tan joven, por lo general eran los adolescentes los que tomaban esa clase de decisiones.
Pese a ello, no se sentía con derecho de juzgar a Daniela, un padre a veces tomaba decisiones algo duras para proteger a sus retoños, y pudiera que no fueran las correctas, pero cuando se trataba de alguien tan preciado como un hijo, era difícil usar la razón, lo que si sentía que podía hacer, era aconsejarla.
—Aunque parezca raro, te entiendo Daniela.
Ella volvió a abrir los ojos, sorprendida por la simpatía que mostraba, era increíble que ese mons... que Massimo demostrara cada vez más lo noble que era, aun cuando parecía haber llegado al límite. Lorenzo se quedó igual de sorprendido que ella, y se acercó un poco más para escuchar mejor.
—Giulietta solo vive conmigo durante el verano, pasa el resto del año con su madre en Génova, y cada vez que tiene que irse, desde que la acompaño a la estación, cuando se sube al tren y el viaje inicia, siempre me siento preocupado, de que si tiene todas sus cosas, que si le preparé el almuerzo, o que si lleva su suéter; aunque ya haya comprobado todo miles de veces, no puedo sentirme tranquilo hasta que me llama desde casa de su mamá diciéndome que está bien.
Daniela escuchaba con más atención, Massimo comprendía perfectamente cómo se sentía, por más que no lo quisiera, era imposible no preocuparse por el más mínimo detalle, en especial en un lugar tan peligroso como lo era el mundo.
—Pero aun así después, siempre estoy algo nervioso, a veces durante el día me preguntó si estará bien, si algún niño de la escuela no la estará molestando, si a ella o a su mamá les falta algo, porque sé que el mundo es un lugar peligroso.
Daniela asintió con la cabeza, al fin alguien quien la entendía.
—Pero también sé que no siempre podré estar ahí para ella, llegará el momento en que tenga que valerse por sí misma, y aunque me preocupe un poco, no tengo miedo, porque confió en ella, sé que sabrá hacer lo correcto cuando el momento llegue.
Eso la puso a reflexionar, miró a su taza de nuevo y empezó a golpearla con sus dedos, quizás el problema no fuera que Luca estuviera explorando la Superficie, quizás era que... ella no confiaba en él, desde que su hijo empezó a visitar el mundo de arriba no solo había encontrado un poco de valor, también hizo amigos, adquirió nuevas habilidades, descubrió cosas sobre sí mismo que jamás hubiera podido hacer estando en casa, incluso logró que tomaran un café con un monstruo de tierra.
Sí se lo ponía a pensar, era maravilloso todo lo que había logrado, incluso era el jugador más fuerte de su equipo, y era cierto que aún era joven, pero también era listo y parecía estar tomando todos los pasos correctos.
—Este lugar que tanto te preocupa, ¿es realmente muy malo? —preguntó Massimo.
Ella sonrió.
—No, de hecho ahora que lo pienso... es todo lo contrario.
Lorenzo no añadió más, tan solo puso una mano sobre la de su esposa, ambos se vieron a los ojos y se sonrieron, al parecer su esposo había tenido la misma reflexión; Massimo sonrió.
—Sé que no es de mi incumbencia, y ustedes tienen la última palabra, pero me gustaría que pudieran quedarse unos días más en el pueblo, al menos hasta la carrera, los chicos han trabajado muy duro por esto, y sé que pueden ganar, pero para hacerlo necesitan estar los tres.
Sabía lo mucho que significaría para Giulia, eso y que no quería separar a los chicos todavía, la amistad que había florecido entre ellos con tan poco tiempo era algo hermoso, y Massimo esperaba que pudiera durar hasta el final del verano, cuando Giulia tuviera que ir a la ciudad, y todavía mejor, quizás aún pudieran mantener contacto cuando eso pasara.
Nuevamente los Paguro se mostraron nerviosos, si bien las palabras de Massimo les ayudaron, seguía el peligro de que los humanos los cazaban, pese a todos los logros de Luca, si llegaban a ver sus escamas no dudarían en sacar los arpones, pero tampoco sería justo que todo el esfuerzo de los chicos fuera en balde.
Pero...
—Tenemos que pensarlo —fue lo único que logró decir Daniela, mirándolo a los ojos.
—Sí, creo que también sería buena idea que habláramos con Luca —dijo Lorenzo.
Daniela asintió con la cabeza, desde ese día se prometió a no tomar decisiones tan drásticas sin antes platicarlo con su hijo, Luca merecía por lo menos decir lo que pensaba.
Massimo sonrió y bebió un poco más del café.
—Muchas gracias por escucharme Massimo, y por aconsejarme —quizás también había estado equivocada en juzgar tan pronto a los humanos, aunque claro, no pensaba revelarle su verdadera forma, pero atesoraría el gran consejo que le dio.
—Estaré por siempre agradecido con su familia —respondió Massimo moviendo su taza ligeramente al frente, luego tomó un poco más.
Daniela miró la bebida, se dijo que podría aprender de su hijo y probar cosas nuevas, así que le dio un sorbo, y le gusto el sabor. Massimo sonrió, estaba feliz de que sus invitados estuvieran más calmados y que se sintieran más cómodos, después de todo, ¿de que servía visitar un pueblo tan pintoresco como Portorosso si no se disfrutaba?
Y así se resolvía el misterio del origen de Luca, pero...
—Oigan, ¿puedo hacerles una pregunta?
Daniela bajó su taza y miró a su esposo, quien estaba a punto de beber de la suya, ambos regresaron al modo paranoia, ¿los había descubierto? No, no habían dado indicios, ¿o sí?
—Em... claro —cedió Daniela, al final decidió que era lo justo por haberla ayudado.
—¿Saben si Alberto también tuvo problemas con sus padres?
Eso si no lo esperaban, ninguno de los dos había conocido al chico hasta hace unos momentos, solo sabían que era amigo de su hijo y ya, se sintieron un poco avergonzados al no saber nada de él.
—La verdad es que Luca y él se hicieron amigos hace poco —mencionó Lorenzo—, no conocemos a sus padres todavía.
—Tuvimos nuestra discusión antes de que pudiéramos conocer al muchacho.
Daniela volvió a sentirse mal, al menos debió darle una oportunidad a Luca de presentárselos.
—Oh —eso dejó desconcertado a Massimo, los chicos eran tan unidos que pudo jurar que se conocían de toda la vida, hasta llegó a pensar que eran hermanos.
—Sabemos que vive en la isla, en la torre —dijo Lorenzo de repente, recordando que la exploraron antes de ir al pueblo.
Daniela recordó su pequeña expedición, al momento solo le interesaba encontrar a su hijo, pero ahora que reflexionaba recordó todos los objetos humanos que ahí estaban, así como una especie de red que colgaba de dos muros, seguramente era para dormir, hecho para una sola persona, mientras más lo pensaba Daniela se daba cuenta de que ese parecía ser el hogar de uno solo, no había indicios de algún padre o adulto.
Podría ser que...
No, no sacaría conclusiones ni le daría información a medias a Massimo, quien sabe lo que eso podría desencadenar.
—¿La isla? —preguntó Massimo levantando ambas cejas.
Asintieron con la cabeza.
El pescador dejó su taza sobre la mesa y se hizo para atrás un poco, todos en el pueblo preferían evitar esa zona porque era territorio de monstruos marinos, Tommaso podía comprobarlo, así que todos asumieron que estaba deshabitada, ¿Cómo era posible que un niño viviera allí? Y... ¿Cómo había salido de ella? Giulia le había dicho que ni Luca ni Alberto sabían nadar, y no creía que tuvieran un bote, ¿Cómo llegó hasta la orilla entonces? No había bote, no podían nadar, y nadie se acercaba lo suficiente como para traerlos, es más, ¿de dónde venían los Paguro?
«Conocemos a muchos peces».
«Tal vez sea porque aquí es un cementerio embrujado».
«Obviamente no está embrujado, los peces creen que sí, a esta hora los peces prefieren estar por allá».
Ahora recordaba todo lo que le dijeron, al principio parecían técnicas de pesca, pero si lo pensaba con cuidado, sonaba como que conocían a los peces en persona, ¿de qué otro modo podían saber sus supersticiones? ¿Y cómo podían conocer eso si no sabían nadar? Quizás habían estudiado el comportamiento del cardumen y sacado la conclusión de que no les gustaba esa zona, quizás...
Pero seguía sin explicar cómo salieron de la isla, ¿Cómo sabían pescar en mar abierto si no tenían un bote? La única explicación que encontraba era que...
No, no podía ser, era una locura, él reconocería a un monstruo marino donde quiera que fuera, además era imposible que pudieran transformarse de humanos.
¿Verdad?
Massimo vio al matrimonio, ambos estaban pensativos sobre la familia de Alberto, algo le decía que con las preguntas correctas lograría acorralarlos, pero... no quería hacerlo, se había esforzado porque se sintieran a gusto, y no quería alejarlos, y pese a todos los cabos sueltos de la historia, eso no quitaba el hecho de los grandes amigos que eran Luca y Alberto para Giulia.
Quería saber las respuestas, pero no era el momento indicado, tenía que poner la felicidad de los chicos primero.
—Le preguntaré a Alberto esta noche —fue su decisión final, si alguien merecía explicarse, era él en persona, no lo acorralaría ni nada, solo le pediría la verdad porque francamente...
Se había encariñado con él, desde que su papá falleció había deseado en secreto un compañero de pesca, alguien con quien compartir esos momentos del trabajo, desde preparar las redes hasta sacar los peces del agua, alguien en quien pasar la tradición y los conocimientos familiares, y aparte de eso Alberto era muy agradable, fuerte, de carácter, gracioso, alocado, era como...
El hijo que nunca tuvo.
Massimo sonrió ante la idea, en realidad, le gustaba mucho, pero no podía hacerle eso a los padres del chico, lo que tenía que hacer era sentarse con él y preguntarle por la verdad.
Luego ya decidiría que hacer.
Los Paguro parecieron contentos con la idea, también debían conocer quién era el amigo de su hijo, pero si a Luca le caía tan bien, debía ser por algo, y desde ese día Daniela se juró a confiar más en su hijo.
Aunque aún tenía dudas respecto a la carrera...
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