Atrapado.
Como parte de su entrenamiento, Luca había acordado hacer algunas de las entregas de Giulia, el peso de la carroza le ayudaba a crear fuerza y resistencia en las piernas, además de que le daba a tiempo a la pelirroja de entrenar con Alberto, no es que a él no le gustara apoyar a su amigo, era solo que... le aburría un poco esperar mientras Alberto comía, prefería estar reforzando sus músculos, además de que también le daba la oportunidad de conocer mejor al resto de los habitantes de Portorosso; no había día en que no escuchara las palabras de su madre, pero estando ahí arriba...
No se sentía para nada mal.
Y sí, las decoraciones del pueblo no eran las más agradables, y Ercole y su pandilla eran unos verdaderos matones, y los arpones, ganchos y redes eran horripilantes, pero a pesar de eso... Luca se sentía en casa.
Aunque al principio todos lo veían... a él y a Alberto en realidad, como extraños, y en algunos casos hasta con violencia, no pasó mucho para que los habitantes empezaran a encariñarse con ellos, los niños que antes lo veían como un bicho raro ahora lo animaban mientras practicaba, los adultos se alegraban de verlo, y después de que les entregara sus pedidos le ofrecían un vaso de agua, él siempre los rechazaba por temor a que lo descubrieran, pero agradecía el gesto y se excusaba con que prefería acabar con su trabajo lo más pronto posible, aun así los mayores parecían encantados con su forma tan amable de declinar, decían que era un niño adorable.
Y otra ventaja era que así practicaba otra costumbre humana, el dinero, los humanos lo utilizaban para cambiar cosas, aunque normalmente tenías que dar el dinero antes de recibir el cambio, no era como en casa donde si necesitabas algo podrías simplemente pedírselo a algún vecino o intercambiarlo, o si alguien tenía algo que fuera bueno para todos lo compartía, no, aquí tenías que pagar por todo, lo que le pareció muy interesante, además que cada cosa tenía su precio especifico, y podías pagar con más dinero del necesario, y así el vendedor tenía que devolverte esa diferencia, lo que le llevaba a las sumas y restas, para su suerte los números eran una de las pocas cosas que humanos y monstruos marinos compartían.
Luca encontraba fascinante las transiciones que los humanos hacían, y lo que podían lograr con sus operaciones numéricas, por lo general en casa no pasaba de darle la cantidad necesaria al vecino, o de contar cuantos peces había en el rebaño, con los humanos había que ser más precisos, ya que rara vez daban el dinero exacto, gracias a los peces que Giulia supo explicarle cuanto valía cada moneda y cómo funcionaba el cambio, de otro modo estaría perdido.
Ese día acaba de llegar a la casa de la Sra. Marsigliese, la organizadora de la Copa de Portorosso, y de las pocas que pagaba con la cantidad exacta; Luca dejó la bicicleta junto a una pared en el pasillo y fue a tocar la puerta, la señora no tardó en responder.
—Buen día Luca.
—Buenos días señora Marsigliese —le tendió el pescado—, su pedido.
Ella sonrió mientras tomaba al pez y buscaba su dinero, tenía que admitir que disfrutaba más cuando Luca le entregaba su orden, Giulia era una niña buena pero... demasiado energética para su gusto, le gustaba más la timidez y calma de Luca, la dejaba respirar.
—Aquí tienes —dejó caer las monedas en la mano del pequeño.
—Muchas gracias.
—¿Seguro que no quieres pasar? Acabo de hacer soda.
—Se lo agradezco, pero aún tengo algunas entregas por hacer, y debemos seguir entrenando, la Copa está cada vez más cerca.
—Eso es cierto —contestó sonriendo, aunque no lo tuviera permitido... ella esperaba que el nuevo trío fuera capaz de vencer a Ercole, ya había estado bueno que ese inmaduro ganará todos los años, a ver si eso le bajaba un poco el ego—, entrenen duro chicos.
—¡Eso haremos, gracias!
Cerró la puerta mientras Luca se guardaba las monedas en el bolsillo de su short, esa era la clase de cosas que le hacían pensar que podría quedarse allí arriba, y es que... amaba su hogar, pero el mundo humano le ofrecía tantas maravillas por descubrir, parecían que jamás se acababan, y la vida bajo el mar... llegaba a ser monótona.
Y también estaba... ese lugar que Giulia llamaba escuela, donde al parecer podrías aprender un millón de cosas... Luca no podía evitar soñar en lo increíble que sería ir a ese sitio, de hecho, estaba por preguntarle a Giulia si sería posible que ellos la acompañaran, quizás habría una forma de que eso sucediera, después de todo, si la gente del pueblo había logrado encariñarse con ellos, quizás allá también; y claro que pensaba ir con Alberto, no podía dejar a su mejor amigo detrás.
Le preguntaría esa misma tarde, en el descanso después de entrenar, no podía creer la buena racha que estaba teniendo.
Tan inmerso estaba en sus pensamientos que no notó que alguien venía por el pasillo, chocaron y ambos retrocedieron un poco por la fuerza del impacto.
—Lo siento —respondió apenado.
Era una mujer algo gordita, de piel blanca, ojos y cabello marrones, que vestía un vestido azul con estampado de flores y un delantal blanco.
«Oh no pensó» Luca, al adivinar de quien se trataba, quizás fuera humana, pero él reconocería la mirada de su madre donde fuera.
—Oh, está bien —respondió Daniela mientras examinaba al niño—, no hay proble... ¿Luca?
Luca gritó e intentó correr, pero su madre logró sujetarlo del brazo, y antes de que pudiera poner resistencia, lo jaló hacia sí misma para rodearlo en un fuerte abrazo que casi lo deja sin aire.
—¡Luca! —Exclamó de alegría mientras lo mecía hacia los lados—. ¡Ai santos peces, estaba tan preocupada!
—¿Luca? —su papá apareció detrás de ella.
Como humano Lorenzo era casi igual a su esposa e hijo, solo que él también contaba con un bigote, usaba un sombrero azul, pantalones azul marino con un cinturón y una camiseta blanca.
Se asomó por encima de los brazos de su esposa, y al ver el rostro de Luca supo que era su hijo, gritó su nombre emocionado y se unió al abrazo.
Mientras tanto Luca intentaba liberarse, le estaba costando respirar; Daniela aflojó el abrazo, solo para tomar con una de sus manos el rostro de su hijo, para después llenarlo de besos.
—¡Estábamos tan preocupados! —Se separaron pero ella no dejó de sujetarlo, se agachó para estar a su altura, y empezó a examinarlo con la mirada—, ¿Estás herido? ¿Los monstruos de tierra te hicieron algo? ¿Has comido? ¿Dónde has estado todo este tiempo?
—Mamá... mamá... estoy bien —respondió mientras el oxígeno regresaba a sus pulmones.
Daniela dio una última revisada, y tras comprobar que no estaba herido, suspiró aliviada.
—¡Gracias! —miró al cielo antes de regresar la mirada a su hijo, Lorenzo hizo lo mismo, ambos se veían muy contentos y aliviados— ¿¡Cómo pudiste hacernos esto?! ¡¿Tienes alguna idea de lo angustiado que estábamos por ti?!
Lo sacudió de atrás hacia adelante, solo que ahora con un poco más de fuerza. Luca tragó saliva, si había algo de lo que estuviera aterrado en esta vida, aunque le temía a muchas cosas, era a su madre enojada.
—¡Lo siento! —admitió, y es que en realidad, jamás se detuvo a pensar en cómo se sentirían sus padres ante su huida, pero es que en verdad no quería ir a las profundidades...
—¡¿Cómo se te ocurrió venir a este pueblo de lunáticos?! —siguió Daniela mientras miraba a sus alrededores.
—¿En qué estabas pensando hijo? —se unió Lorenzo, aunque con un tono mucho más calmado que él de su esposa, él no expresaba enojo, solo preocupación—, pudieron haberte lastimado.
—No, papá, mamá —respondió Luca mirando a ambos—, los humanos no son tan malos como creíamos, se los juro.
Sin embargo, no parecía que ninguno de ellos lo hubiera escuchado, pues rápidamente se pusieron detrás de él, empujándolo levemente fuera del túnel, rumbo al océano.
—Rápido Luca, tenemos que salir de aquí antes de que nos vean —dijo Daniela.
—No, mamá, por favor escúchame —suplicó Luca, no quería pelear contra sus padres, ni mucho menos poner resistencia, pero tampoco quería regresar al mar, no podía dejar ni a Alberto ni a Giulia solos, eran los Relegados, tenían que ganar la copa...
Y por nada del mundo quería ir al fondo.
—Luca, por favor, no tenemos tiempo para...
—¿Luca?
Los tres se detuvieron y miraron al frente, ahí estaban parados Giulia, Alberto y Massimo, todos cargando bolsas llenas de comida, y estaban observándolos fijamente, confundidos por igual.
Alberto observó a los padres de su amigo, abrió los ojos dándose cuenta de lo que pasaba, miró a Luca y él se encogió de hombros haciendo una mueca, los habían encontrado.
—Ai, anchoas —susurró Daniela, no sabiendo porque la monstruo de tierra sabía el nombre de su hijo, ni quiénes eran los otros dos.
—Giulia... ellos son mis padres —respondió nerviosamente—, ¿qué hacen todos ustedes aquí?
—Fuimos a comprar cosas para la cena —Giulia no le quitaba la mirada de encima, Luca había mencionado que escapó de casa porque sus padres querían enviarlo a un lugar horrible.
Supuso que se refería a un internado, o quizás con un familiar lejano, pero como era un tema muy personal no quiso indagar más, y con el tiempo se olvidó de ello, ahora que estaba frente a los padres de su amigo, era extraño, parecían buenas personas, aunque claro, las apariencias engañaban, lo que si notaba es que ambos se veían muy nerviosos, y asustados.
¿Habían lastimado a Luca? No parecía posible, su amigo no presentaba muestras de maltrato ni desnutrición, era un chico fuerte y sano, ¿Por qué se veían tan nerviosos entonces? Tendría que preguntarle a Luca porque había escapado de casa de una vez por todas.
—¿Tus padres, Luca? —preguntó de pronto Massimo.
Todos voltearon a verlo, el pescador había levantado las cejas y podían verse sus ojos, Luca tragó saliva, aunque poco a poco habían conocido al padre de Giulia, y se habían dado cuenta del buen hombre que era, no dejaba de ser un cazador de monstruos marinos, él que parecía comprobar los peores temores de sus padres.
—¡Oh Luca! ¿Por qué no nos dijiste que tus padres llegarían hoy de Génova? —interrumpió Alberto de repente.
Le mandó una mirada segura y Luca supo lo que su amigo intentaba hacer.
—Perdón, se me olvidó decirles que mis padres ya estaban de vacaciones, y que hoy me alcanzarían.
La confusión había dejado sorprendidos a Daniela y a Lorenzo, así que Luca aprovechó para zafarse de su agarre y se unió a su amigo, ambos estuvieron a punto de protestar, pero no querían causar una escena ahora que estaban frente a más monstruos de tierra.
Luca tomó una de las bolsas de Alberto para luego acercarse a sus padres.
—Giulia, señor Massimo, les presentó a mis papás, Lorenzo y Daniela Paguro; mamá, papá, él es mi amigo Alberto, mi amiga Giulia y su papá Massimo.
No sabía si era lo correcto, pero así al menos esperaba que sus padres se sintieran más tranquilos, y quizás fuera una buena forma de convencerlos de que no había nada que temer.
Daniela y Lorenzo se miraron entre sí, no sabiendo que hacer, no habían esperado que su hijo hiciera amigos con esas bestias, después de todo él no era conocido por ser muy sociable en casa, y tampoco sabían cómo proseguir, ¿debían saludar a ese aterrador hombre de un solo brazo? Y parecía que lo habían invocado, pues él gigante le entregó su bolsa a Alberto, para luego acercárseles.
Luca apretó los dientes, miró a Alberto y comprobó que estaba igual de asustado, no sabían lo que Massimo quería hacer.
—Es un placer conocerlos, familia Paguro —y les tendió su mano.
—Oh —Daniela miró a la mano, y luego a su esposo, él se encogió de hombros y tomó la mano del pescador.
—El placer es todo nuestro, señor Massimo.
—Por favor, con el Massimo basta —luego le dio la mano a Daniela—, su hijo ha estado quedándose conmigo estos días.
—¡Ai! Espero que no le haya causado muchos problemas —respondió Daniela algo apenada.
«¡Viviendo con monstruos de tierra! Este niño va a matarme...» pensó para sus adentros.
—No, no, para nada, de hecho, él y Alberto me han ayudado bastante, gracias a ellos tuve la mejor pesca en años, mi negocio nunca había sido tan lucrativo.
—Oh —ella vio a su hijo, quien solo se encogió de hombros—, eso es... muy bueno.
—Sí, y también están ayudando a mi hija, van a participar como equipo en la copa de Portorosso de este año.
Daniela y Lorenzo intercambiaron miradas.
—¿La Copa Portorosso? —preguntó Lorenzo.
—Es un cruel triatlón italiano —exclamó Giulia dando un paso al frente—, nado, comida y bicicleta, solo los más fuertes sobreviven.
Luca tragó saliva, sabía que Giulia a veces podía ser muy ruidosa y activa, a él no le molestaba, de hecho le gustaba, pero temía que sus padres la encontraran peligrosa; y parecía que sus miedos eran infundados, pues ambos miraban con cierto temor a la pelirroja.
—¿Me pase? —Preguntó viendo la reacción—, me pase.
Siempre le pasaba lo mismo, con niños y adultos por igual.
—Bueno, todo esto de la copa Porpoposso suena muy bien —continuó Daniela dando un paso al frente—, pero tenemos que irnos.
Luca sintió que el mundo se le caía a pedazos, no quería regresar a casa, no todavía, no solo deseaba estar lo más alejado posible del fondo, sino que no quería dejar ni a Alberto ni a Giulia detrás, tenían que ganar la carrera, y debían hacerlo como equipo, además... aún había mucho por descubrir del mundo humano.
Mientras tanto Alberto estaba igual de preocupado, no podía perder a Luca... a él no, debían conseguir la Vespa para irse de ese pueblo, lejos de la Isla... tenían que estar juntos, él no podía abandonarlo también.
—Oh, ¿se quedarán en un hotel? —preguntó Massimo con un tono amistoso.
—Eh... oh no, de hecho pensamos regresar a casa.
—¡¿Qué?! —Preguntó Giulia con un tono preocupado—. ¡No pueden irse todavía! ¡Aún tenemos que entrenar! ¡Y la copa está a pocos días! ¡No podemos perder a Luca!
Estaba hablando muy rápido, y con muchos nervios, y es que por primera vez en años tenía oportunidad de vencer a Ercole, pero para lograrlo debía tener a los chicos a su lado, eso y que...
Ni siquiera en Génova había conocido a alguien como Luca, tan lleno de curiosidad y deseos por aprender, tan amable y puro... No quería decir adiós todavía; Alberto también era genial, pero él se creía un sabelotodo lo que dificultaba enseñarle, era más como el chico cool de la escuela sin llegar a ser un patán, no sería lo mismo si perdían a Luca.
Giulia jamás había sido tan feliz antes, y sabía que eso era porque ahora tenía a los chicos con ella, Los Relegados eran tres, no dos.
—Giulietta tranquila —dijo su padre poniéndole una mano sobre el hombro—, estoy seguro que los Paguro tienen una buena razón por la que tengan que irse.
—Sí, muy buena —respondió Daniela, esa niña la aterraba, no entendía como su hijo pudo hacerse su amigo.
—Aunque debo admitir que es una lástima, los niños estaban logrando mucho progreso, no solo su hijo me ayudó con la pesca, también ha estado haciendo entregas, parece estar llevándose bien con la gente del pueblo.
—¡Deberían verlo en la bicicleta! —Alberto entró en la conversación—, es muy rápido, él es quien nos hará ganar la carrera.
Tenía que jugárselas todas por su amigo, quizás lograran convencerlos de dejarlo, aunque fuera por unos días.
—Es cierto, ya es más rápido que yo —volvió a hablar Giulia, parecía que ella y Alberto hablaban telepáticamente, teniendo el mismo plan para que Luca se quedara con ellos.
Luca se sintió conmovido por lo mucho que sus amigos estaban luchando por él.
—Oh... —empezó a decir Daniela, sintiéndose acorralada, se sentía muy orgullosa de que estuvieran alabando a su hijo, parecía que Luca tenía muchas cualidades escondidas.
Pero... no había forma en que pudieran quedarse en ese mundo, ¿verdad?
—Bueno, nos alegra saber que lo ha estado ayudando tanto Massimo —dijo Lorenzo—, pero es que...
Miró a su esposa por ayuda.
—Ya sé —Alberto tuvo una idea—, ¿por qué no, Luca, Giulia y yo regresamos a la casa y dejamos esto? —Señaló las bolsas con su cabeza—, y mientras ustedes van por un café.
Luca asintió con la cabeza, eso les daría tiempo.
Daniela y Lorenzo abrieron mucho los ojos, dándose cuenta de lo que querían lograr.
—Es una idea muy amigable, pero necesitamos...
—Vamos mamá —intervino Luca—, si tenemos que irnos al menos mira el pueblo, puede que te termine gustando.
—Luca...
—Si me lo permite señora Paguro —intervino Massimo.
—Con Daniela basta, gracias.
—Claro, si me lo permites Daniela, creo que al menos le debemos a los niños el tiempo para despedirse, se han hecho muy unidos estos días, y creo que Luca necesita recoger algunas cosas de la casa.
El pescador miró por encima de su hombro al pequeño, Luca se sintió sorprendido al ver que Massimo lo estaba mirando con cariño, y con una pizca de complicidad, como si el tampoco quisiera que se fuera todavía, y estuviese ayudándolo a ganar tiempo.
—¡Es verdad! —Exclamó Luca—, tengo que ir mis cosas.
—Por favor señora Paguro, denos al menos la tarde para despedirnos —suplicó Giulia poniéndose al lado de su amigo.
—Sí, por favor —Alberto se le unió colocándose en el lado contrario, de esta forma Luca quedaba en medio de los dos.
Daniela miró a los tres jóvenes, todos la miraban y mentiría si dijera que no se sintió intimidada, si por ella fuera solo tomaría a su hijo e huiría de ahí, pero no quería parecer sospechosa frente a Massimo.
—Cariño, quizás debamos darles algo de tiempo, no es justo que no les dejemos despedirse —dijo Lorenzo, después de todo, desde el inicio él tampoco estuvo tan seguro con la idea de mandar a Luca a las profundidades.
Le parecía excesivo.
Los Relegados sonrieron, si lograron convencerlo quizás podrían hacer lo mismo con Daniela, la madre abrió la boca sorprendida, miró a s su esposo, quien solo se encogió de hombros. Suspiro sintiéndose derrotada, no solo por la presión social, sino porque... era estricta pero no cruel, su hijo sí merecía despedirse de sus amigos, aunque fueran monstruos de tierra.
—Muy bien, iremos por ese café y podrás despedirte de tus amigos, pero cuando regresemos nos iremos a casa, ¿entendido jovencito?
Luca asintió con la cabeza, por ahora había logrado lo más importante, ganar algo de tiempo.
—¡Gracias mamá, gracias papá! —Y antes de que sus padres pudieran arrepentirse, corrió hacia la carreta—, ¡vamos amigos!
Alberto y Giulia lo siguieron al instante, con la chica adelantándose para colocarse al lado de él.
—¿Qué fue eso? —preguntó sintiéndose nerviosa.
Luca tragó saliva y miró a Alberto, quien apretó los dientes con una mirada nerviosa.
—Es una larga historia —fue la única respuesta que le dio mientras se subía a la bicicleta, sus amigos se sentaron en la carreta—, te la contaremos llegando a casa.
Giulia puso una mirada seria, pero no insistió más, Luca suspiró aliviado y empezó a pedalear.
Mientras tanto, Lorenzo y Daniela vieron como su hijo se alejaba, preguntándose si habían tomado la decisión correcta.
—Bueno, vamos por ese café —dijo Massimo.
La pareja se volteó para ver a su nuevo... guía, sintiéndose algo intimidados por su descomunal figura, se rieron nerviosamente intercambiando miradas, ambos preguntándose con la mirada:
«¿Pero que hemos hecho?»
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