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6.b

Nuestra vida gira siempre en torno a la simpleza de las cosas. Cuando estas dejan de ser tan simples es cuando, en cuestión de humanidad, nuestra naturaleza hace de las suyas y nos arrastra como nos arrastraría la marea alta.

Y nuestro día a día girará en torno a eso, precisamente, hasta que el ciclo del suceso llegue a un desenlace, sea o no breve, sea o no definitivo, para luego volver a tierras elevadas, volver a pisar una vez más la tan mística simplicidad y, así, recobrar la normalidad ante el suspenso.

Porque todo cuanto vemos y conocemos es simple: nuestra vida es "simple" porque así pensamos que podemos lidiar con ella, porque así creemos que podemos escapar de la calamidad, de la pesadumbre y del caos. Pero en la simpleza también existe el caos.

Si algo tan recto como el orden existe dentro del caos ¿qué le hace pensar al hombre que, dentro de toda simpleza, por muy ordenada que sea, no puede haber al menos un atisbo de caos? La respuesta es tan redundantemente simple: naturaleza humana.

Yo pequé de simplista el día en que, de la nada, me topé, en mi casillero, con una nota escrita a mano. La letra no la conocía de ninguna parte, y tampoco era como si fuese a reconocer letra alguna porque nadie solía escribirme notas, ni mucho menos cartas.

A estas fechas y yo todavía me arrepiento de haberme desecho de aquella nota. En aquel momento no pensé, no creí, en realidad, posible que aquel pequeño pedazo de papel fuese a tener valor alguno y hoy, justo hoy, pago el precio de mi simple ignorancia.

Llevaba su firma, la de ella. Al final de un muy breve mensaje, de una muy breve petición, yacía estampado su nombre con una delicada y muy artística letra cursiva.

Silvana había hecho un acto de aparición súbito tras las paredes de un recinto que conocía de pies a cabeza y la cosa era, por demás, muy contraria a "simple". Porque no me era posible decir que yo no conocía cada rostro de aquel lugar, porque los conocía a todos: de nombre y apellido, de edad, año y sección.

Alguien como Silvana no podía, bajo ninguna circunstancia, pasar desapercibida en medio de aquel gentío aprisionado tras los muros de un sistema que, según muchos, no sirve para un carajo.

Al reverso del pequeño papel, también bajo la misma caligrafía, una dirección esperaba ser descubierta.

Mi corazón se volcó.

Mi mente se hizo pedazos.

Había pensado en tantas cosas, en tantas oportunidades, en tantas posibilidades que se habían ido a la mierda cuando ella se despidió que, en cierto modo, yo había empezado a olvidarla mientras me olvidaba, también, del muchacho raro.

Y como la vida es, siempre, tan simple, ella reaparece, como si nada, por medio de una nota y él, el raro, el otro monstruo, se pasea una vez más por los pasillos con el mismo silencio entre los labios, con la misma imperturbable mirada, con la misma sensación que él y solo él sabe generar cuando lo miras demasiado.

Nuestra vida gira en torno a la simpleza de las cosas, porque así mismo ella nos lo ha hecho entender. Sea por las buenas, sea por las malas, la vida es simple y no podemos negárselo. No podemos negar que la muy hija de puta es simple porque es simple para ella cagarse sobre nosotros sin recibir, nunca, un castigo por ello.

Y somos nosotros, al final, los que padecemos del suceso de estar y no estar dirigidos por un parsimónico y contradictorio concepto de simpleza.

En mi caso, lo simple estaba, en realidad, en pesar que, finalmente, volvería la mirada hacia ella y conocería la verdad de la verdad misma; conocería, más allá de una pantalla, el rostro que tanto había hecho de mí un agónico y antipático ser más allá del monstruo que ya había estado siendo.

A su vez, detrás de aquella simpleza, también se perfilaría algo no tan simple: un segundo rostro, uno que había estado habitando mis pensamientos con demasiada regularidad, todo a causa de ella, de Silvana.

Un rostro que había desaparecido y que nadie, en ningún momento, pareció extrañar durante su ausencia, ni menos, pareció reconocerlo cuando, escapando de la muerte, atravesó los pasillos del instituto, como si nada. Así de simple.

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