Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

15.b

Aquella vez el odio que reflejaba mi rostro no iba dirigido a ellos. Aquella vez, cuando el interrogatorio llegó a su fin, las sensaciones que revoloteaban en mi interior carecían de nombre y forma, pero no de fuerza.

Mi cuerpo, cansado, atravesó los pasillos con presencia colosal. Mi madre caminaba a mis espaldas mientras yo buscaba deshacerme de ella escaleras abajo. Me perdí entre el bullicio urbano ni bien abandoné la comisaría, enfilé mis pisadas en direcciones siempre vacías porque no pretendía volver a casa y tampoco podía escaparme a la suya: él ya no estaba.

Aquella vez, cuando todo lucía perdido y sin sentido, opté por sacarle el cuerpo a cuanto me era conocido. Opté por difamar palabras y acciones que habían poblado mi mente desde hacía tanto tiempo que, simplemente, comencé a desahuciarme a mí mismo.

El efecto borrador comenzaba a ejercer, en mí, aquella fatídica acción que solo el olvido sabe ejecutar sin mediar palabras. Quería olvidarlo todo, olvidar cuanto habíamos vivido juntos, antes y después de confrontar todas y cada una de las verdades que nos correspondían a cada uno.

Vagué hasta altas horas de la noche para luego, hambriento y sucio a más no poder, crucé la puerta de mi casa, tomé un baño, cené con brutal desánimo y me dejé caer, luego, sobre la cama para llorarle como lo había estado haciendo desde hacía una semana atrás.

Porque todo fue demasiado pronto.

Todo fue demasiado súbito también.

¿Cómo podría yo, con mi alma flagelada, sobrevivir una pérdida como esa cuando, la noche anterior, habíamos compartido los placeres de la carne?

¿Cómo podría yo, luego de aquella intervención azul, superar el claro hecho de que su muerte, por muy planificada que haya sido, había sido también culpa mía?

¿Cómo iba yo a saber que un corazón roto y una humillante aparición en televisión harían de mí un amasijo quebradizo de nervios inestables y lágrimas imperecederas?

El monstruo había muerto.

El monstruo desapareció en el instante mismo en que él partió de la realidad con destino a ninguna parte. Un boleto de ida hacia el olvido, aunque yo no lo olvidé nunca porque nunca pude arrancarme su nombre del corazón.

Cinco años han pasado ya desde que toda aquella tragedia me hizo convulsionar la existencia. Cinco años deambulando por una realidad prestada, una realidad plástica y superficial que carece, día con día, de sentido y significado.

Todavía yacen en mi posesión ciertos enigmas que él no quiso aclarar cuando todavía podía mirarme a los ojos. Todavía quedan, sobre mi piel, ciertas marcas causadas por su nombre, marcas que suelo besar o acariciar antes de derramar un par de lágrimas en su nombre.

Aquella vez, cuando desperté al día siguiente, solo pude hacer una única estupidez con la esperanza de tranquilizar mi tan atormentado corazón. Porque, al parecer, las huellas que dejamos en vida parecen dibujarse nuevamente cuando visitamos los recintos del pasado.

Era temprano, muy temprano, y el sol no había siquiera dado muestras alguna de su presencia. Yo pedaleaba con desaforada fuerza, con ágil desenfreno, mientras lo dejaba todo atrás en busca de aquel último recuerdo, vívido recuerdo, que había estado dando vuelcos en mi interior desde su fatídica partida.

Recordaría ciertas palabras suyas en el camino. Recordaría muchas de sus ideas, muchas de sus nociones, así como recordaría también la manera tan dulce en la que su voz hacía resonar mi nombre bañándolo de colores que solo él podía darle cuando me nombraba.

Era temprano, insisto, así como ahora. Y la imagen de aquel momento, hace cinco años ya, no era tan distinta a la que vislumbro hoy por hoy con mis propios ojos: la vida no ha cambiado demasiado, la realidad no ha sido alterada en lo absoluto.

Recuerdo abandonar la bicicleta y correr hasta el punto en que el mar acaricia la orilla. Todavía lloraba. Todavía susurraba su nombre entre espasmos causados por un llanto desconsolado y un corazón flechado por la agonía.

El recuerdo dejó de ser recuerdo entonces cuando el sol anunció el inicio de un nuevo día. Cuando su luz se levantó detrás de aquel lejano horizonte fue cuando volví hacia atrás los relojes, hasta el día en que caminamos juntos por aquella playa, solos él yo.

Quizá haya sido cosa de la imaginación, quizá haya sido cosa de dolor y sufrimiento, pero el sol que vi en aquel momento no se parecía a nada que haya visto antes.

Como dije, quizá haya sido cosa de la imaginación y nada más, pero el tono saturado de los colores me dejó casi tan perplejo como me dejó su imagen al verlo correr, una vez más, en dirección al horizonte. Un hecho trascendental, sin duda, ese de verlo corretear tras las aves.

Sonreí. En ese momento, ahogado entre lágrimas, sonreí mientras él corría. Y sé que también él sonreía, que sabía que yo estaba ahí haciéndole compañía una vez más. ¿O había sido él quien había llegado para acompañarme en mi desgracia? ¿Un acto de despedida, tal vez?

Cinco años. Cinco malditos años sopesando tu pérdida, superando mi dolor y reviviéndote cada vez que puedo solo porque así siento que no pierdo el norte, que no pierdo mi razón de ser. Y hoy, precisamente, cuando lo revivo todo a detalle, es que vuelves a corretear por esta playa.

Vuelvo entonces a escuchar tu voz y tu risa mientras siento en mi pecho esa sensación que creí haber desterrado de mi ser. Vuelvo, sin remedio, a escuchar tus palabras mientras veo tu figura alejarse entre las saturadas luces de un sol a media tarde.

Es una tarde similar, idéntica a aquella en que luciste las ropas que llevas puestas todavía mientras correteas a lo lejos.

Y aprovecho este reencuentro para aclarar mi error, para aceptar mis fallos, para hacerte saber que no cumplí del todo con lo que de mí esperabas: hice lo que pude.

Nunca olvides, Silvestre, que no solo las aves tienen alas habías dicho aquella vez entre mis brazos, cuando pasamos juntos la noche fuera de casa. Y no había comprendido, en aquel momento, que te habías despedido de mí, que lo habías estado haciendo tan continuamente y yo, tan ciego, no me daba cuenta de ello.

Y esas palabras son, Ángel, las únicas que llevo conmigo, siempre, simplemente porque vienen de ti, porque vinieron de ti, porque yaces con vida cuando surgen de mi voz, que sigue siendo tu voz, porque no te he olvidado, porque no te he superado, porque no me siento listo todavía para seguir de largo por un sendero que no te incluye.

No solo las aves tienen alas, Ángel, y tú buscaste la forma de abrir las tuyas. Poco importó el precio, poco importó el resultado, así como poco importó, también, el sinsentido que alimentó tus razones para salir volando sin mí haciéndote compañía.


Maracaibo. Marzo de 2020

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro