4 [Pertenecer]
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😈
El eco cantarín del timbre resuena en las cercanías después de que lo he apretado. Es la misma canción que tenían cuando éramos niños. Unos pocos segundos después, cuando la última nota de la melodía se escucha, Samuel abre la puerta con una gran sonrisa en sus labios.
Le devuelvo el gesto y él me aprieta el hombro de manera reconfortante, como si quisiera transmitirme ánimos por todo lo que ha ocurrido estos días. El ataque de la casa de mi tía parece demasiado lejano. Como aún no sabemos quién fue, Samuel y Kris tomaron una postura sobreprotectora conmigo. Kris tiene sus dudas, pero yo no creo que haya tenido que ver con lo que nos ocurrió en el bosque un par de noches atrás.
Tan pronto como Kris ve a Samuel, toca la bocina con fuerza, en señal de saludo y se marcha.
—Vaya... —silba Samuel con intriga, como si insinuara algo más–. Sueno viejo diciéndolo, pero en el colegio jamás hubiese imaginado este ship.
—Aish. —Lo empujo con suavidad mientras suelto un bufido—. Eres incansable.
Él se ríe mientras hace un gesto demasiado teatral con las manos para invitarme a entrar a su casa. Aún vive con sus padres y su hermana, en su hogar de la infancia.
En cuanto ingreso en la casa, de pronto es como si hubiera viajado al pasado. El recibidor, que consiste en un pequeño pasillo que desemboca en el living, no ha cambiado nada. Camino detrás de Samuel e ingresamos en la sala de estar, en donde se reproducen voces extrañas.
Me recibe una habitación iluminada por una potente luz cálida que, por un instante, me obliga a entrecerrar los ojos.
Me tomo un momento para observar en silencio. A pesar de que una televisión de pantalla plana haya reemplazado a la gran televisión de cubo, la nueva se encuentra en el mismo viejo mueble de roble, que continúa ocupando su lugar desde hace años.
La casa guarda una extraña sensación de familiaridad. Incluso, la televisión está encendida en un canal que reproduce noticiarios de una de las pequeñas ciudades cercanas; es el mismo que solía sintonizar la vieja señora Todd, la abuela de Samuel.
De pronto, mis ojos empiezan a arder con suavidad y unas incontrolables ganas de llorar me envuelven. Parpadeo para apartar las lágrimas y enfoco la vista en una lámpara de pie de luz amarilla. La pantalla de vidrio se funde en mi visión, al punto que comienzo a ver la mancha de la luz cada vez que cierro los ojos.
Suspiro con lentitud y, al hacerlo, me percato del intenso olor a comida casera. Si no me equivoco, Susanne está cocinando canelones. El inconfundible aroma a salsa con carne me abre el apetito y mi estómago gruñe en consecuencia.
Necesitaba este contacto. De pronto, es como si volviera a conectar con la sensación de pertenencia, aunque la haya perdido hace tantos años,
Recuerdos de la infancia se entremezclan con mi presente y me sumerjo en una nube de nostalgia. Las sesiones de arte sobre la alfombra; un sinfín de campamentos dentro de la sala, donde las tiendas de acampar estaban fabricadas con palos de escoba, sábanas viejas y almohadones; maratones de películas; nuestros viernes y sábados de nachos.
Tiempo. Momentos.
Sin embargo, la cadena de recuerdos es interrumpida con la entrada de Susanne a la sala de estar. La mamá de Samuel es una mujer regordeta, ahora entrada en años, que aún conserva la misma mirada dulce y afable.
—Me pareció haber oído el timbre —dice mientras se seca las manos en el delantal florido que tiene atado a la cintura—. Tsk... Samuel, ¡te dije que bajaras el volumen de la tele!
—Pero si yo no la estaba viendo... —farfulla él mientras pone sus ojos en blanco con pesadez.
Susanne hace un puño con una de sus manos y amenaza con darle un golpe. Samuel se aparta de un salto, y yo me río por la calidez del momento.
Como si se acordara de mi presencia, la mujer camina hacia mí y me arrastra a ella para envolverme en sus brazos. El nudo que tenía en mi garganta reaparece y, a su vez, se deshace por completo. Me permito sollozar en su hombro un instante, embargada por la emoción. La mujer me da, no uno ni dos ni tres, sino cuatro sonoros besos en mis mejillas. Luego, me aparta y observa mi rostro para ver cuánto ha pasado el tiempo para mí también.
—Gracias por invitarme a cenar hoy —le digo con mis ojos empañados por las lágrimas de los recuerdos.
—Nada de gracias —responde ella—. Al contrario, si no te invitábamos, ¿no ibas a pasar a saludar? Te demoraste mucho en venir a verme.
Comienzo a pensar una excusa, pero honestamente no sé qué decir. Tiene razón. Sin embargo, creo que si supiera todo lo que me ha ocurrido, tendría un poco más de compasión con los regaños.
—Mamá, no hace ni un mes que está en el pueblo —dice Samuel en mi rescate—. Tuvo mucho trabajo como voluntaria por lo del derrumbe.
—Ese tiempo es demasiado para lo que es Deeping Cross. ¡No la defiendas! —refunfuña por lo bajo la mujer, aunque luego terminar por sonreír.
Samuel intercepta a su madre y se la lleva a un costado para enfrascarse en una pelea sobre comportamiento ante visitas. Es probable que le haya dado mil recomendaciones sobre cómo comportarse, incluidos consejos del estilo que ya no soy una niña, que tenga cuidado con lo que me dice porque no me conoce, y cosas de ese estilo. Susanne era bastante regañona cuando éramos pequeños y tenía un carácter bastante explosivo que, imagino, con los años se debe haber acrecentado.
Suelta una risita y me aparto unos pasos para observar la galería de fotos que tienen en una de las paredes. Reconozco las mismas fotos que estaban hace años, pero muchas más se han agregados con el paso del tiempo. Veo la foto de la graduación: Samuel lucía genial con ropa formal y un peinado anticuado, hecho con gel. Llevaba una camisa negra arremangada, con un chaleco abotonado, acompañado por una corbata púrpura, una idea muy disruptiva para un pueblo tan tradicional como es Deeping Cross. Samantha, por su lado, no llevaba vestido. Lucía un hermoso traje femenino, entallado a su cuerpo, del mismo tono que la corbata de su hermano, haciendo juego.
En la foto de la gala, rápidamente reconozco a Hayden y a Winnie. Samuel estaba al lado de su antigua enamorada, con una sonrisa traviesa en su rostro. Por un instante, me busco en la imagen. Un nudo se asienta en mi estómago cuando no me encuentro.
También hay una foto que imagino se trata de la inauguración de Twisted. Samuel y Samantha cortan un gran moño negro frente a las puertas del enorme galpón que ahora es el icónico bar.
Se siente extraño ver estos recuerdos. Por un lado, me transmiten una gran sensación de familiaridad, pero a la vez son momentos de los que soy totalmente ajena
Es como pertenecer, pero a la vez no ser parte de nada. Me pregunto si alguna vez encontraré un lugar en el que me sienta por completo parte, donde esa sensación de encajar sea más que una ilusión recurrente en medio de mi presente.
—¿Samantha no vendrá a cenar? —pregunta cuando escucho que Samuel se acerca a mí y volteo a verlo.
—No, querida. Está en el bar —me responde Susanne—. Ella abrió, por lo que vendrá a casa en cuanto la releve Samu.
—Y mi papá tampoco, aún sigue en el taller —acota Samuel.
—Le dan mi saludo en cuanto lo...
De pronto, unos ladridos me interrumpen y veo a un enorme san bernardo acercarse corriendo. El perro está muy entrado en años y se lo ve bastante avejentado por su edad.
—¡Oh, por Dios! No me digas que es...
—Sí, es Huesito —completa Samuel.
—Huesote, querrás decir —corrijo mientras me acerco a acariciarlo.
—Bah, ese perro mugroso —se queja la mujer—. Sigue haciendo tantos desastres como cuando era cachorro, o peor. Porque ahora está medio ciego y medio sordo.
El tiempo pasa para todos, incluso para los animales. Cuando me mudé, Huesito era un cachorrito podía dormir dentro de mi camiseta hecho una bolita de peluche. Adoraba jugar con él, ya que en casa nunca me dejaron tener mascotas.
El perro me olisquea con cautela y me olfatea los pies, luego continúa por mis piernas hasta que se detiene en mi mano extendida. Por un momento, pienso que me va a gruñir, pero al final mueve la cola y me deja que lo acaricie detrás de las orejas. El animal me lame las manos y sonrío por su grata bienvenida.
—¡Vaya! Se puso más contento que Samantha al verme —exclamo con emoción, al ver cómo el perro viejo mueve la cola.
Susanne se ríe con una carcajada sonora que le sale desde el estómago que nos contagia a Samuel y a mí.
—¡Ya me contó, Samuel! Por favor, esa niña jamás cambiará —dice la mujer mientras menea la cabeza de un lado al otro, diciendo que no—. Pero bueno, vayan a lavarse las manos que ya casi está la comida.
Comienzo a dirigirme hacia el baño, sin que nadie me dé una indicación ya que conozco este lugar a la perfección; pero antes de dirigirme en sentido al lavamanos, me volteo para hablar.
—¿Cocinaste canelones, verdad? —pregunto con una sonrisa amplia que tironea mis mejillas.
—¿Cómo supiste? —chilla la mujer y mira a su hijo de forma acusatoria—. ¿Por qué le dijiste, Samuel? ¡Era una sorpresa! —con el entrecejo aún fruncido, agrega—: Recordaba que te gustaban mucho cuando eras pequeña.
—¡Ey! ¡Yo no le dije nada! —se defiende Samuel desde atrás, mientras intenta jugar con el perro y le lanza una pelota sucia. Huesito ve su movimiento, pero se termina echando sus pies, listo para dormir.
—Fue mi estómago —confirmo mientras me froto de la panza—. ¡Me muero de hambre!
—¡Eres de las mías! —Ríe la mujer como si el exabrupto con su hijo no hubiera existido—. Yo amo esta comida. Cuando estaba embarazada de estos dos, siempre me hacía canelones... —hace una pausa—. Y así quedé —Le da una palmadita a sus amplias caderas mientras se menea con simpatía.
—¿De verdad? —pregunto, curiosa—. Mi mamá, en cambio, dice que cuando estaba embarazada de mí siempre comía palomitas saladas.
Susanne se queda en blanco por un instante, como intentando recordar.
—Ah, mira no lo recordaba —murmura con vos queda—. ¡Serán los años! —se excusa—. Pero bueno vayan a lavarse las manos que ya estoy por servir la comida.
Asiento con una sonrisa. Sin embargo, antes de ir al baño, tironeo a Samuel para que deje en paz al perro antes de que su madre los regañe otra vez a los dos.
💜 No sé si tenían dudas, pero cumplí. 💜
Como les conté en el otro capítulo, estoy intentando sanar mi relación conmigo misma, y un aspecto muy importante de mi vida es la escritura. En todos sus aspectos, físico, online, aquí, en Wattpad, con ustedes. Leyendo todos sus comentarios y fangirleando cuando me dejan sus teorías. 🚀🥂
Espero ir encontrando mi ritmo, tengo muchísimas ganas de volver. De a poco, creo que lo estoy haciendo. Reencontrándome con mis historias y personajes; con ustedes. 💕
Pero bueno... dicho esto, vayamos a lo importante ✍🏻la trama✍🏻
Por más que, por ahora el libro venga tranquilito... No se olviden que esta historia la escribe su servidora. 💃🏻 Así que les advierto que habrá mucho caos. 🔮👌🏻
Y, una vez comience, nada podrá apagarlo. 😈
|| Próximo capítulo: antes del 10 de octubre💜 ||
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