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24 [La devorada]


El aire vuelve a mí en una respiración agónica, como si me hubiera estado asfixiando y, de milagro, ahora hallé una nueva forma para seguir respirando. Abro los ojos, confundida. Aún puedo percibir el aliento pútrido de la criatura sobre mi rostro. El terror juguetea con mis sentidos y eso me altera. Tiene que ser un error, esto debe ser mentira.

Pero ya no puedo seguir negando lo inevitable. Pronto, la sensación del pensamiento ajeno, del pensamiento implantado, del pensamiento anómalo me deja y mi mente vuelve a ser mía.

Trémula, me llevo las manos a mi rostro y me seco las lágrimas de Kris, esas que soltó antes de terminar en la cueva, cuando estaba perdido en el bosque. Luego, me observo las manos que no paran de temblar. Temo encontrar la cortada que hice —hizo— para alimentar al monstruo, pero no está. Kris nota que he salido de esa especie de trance y se separa de mí, liberando mi frente de su pulgar.

—¿Rain? ¿Estás aquí? —En cuanto él habla, me percato de que la música suena con fuerza; está con nosotros. 

Kris tenía razón. Hoy también sonaría. Sin embargo, me doy cuenta de que es diferente a la que él escucho hace diez años.

Con la respiración agitada y sin aire en los pulmones, intento ubicarme. Por momentos olvido donde estoy y me cuesta mantenerme en esta realidad. Sus recuerdos son pesados y por atisbos me veo aún dentro de la cueva.  y noto que sigo arrodillada en el piso de su departamento. Necesito levantarme, pero él me sostiene de los hombros.

—Ten cuidado —regaña—. Es muy peligroso que salgas en este estado. Ayer perdiste mucha sangre y ver los recuerdos de alguien más te consume tu propia energía —explica.

De nuevo, tiene razón. Me siento molida. Mi cuerpo está deshecho y me cuesta hacer movimientos simples. Todo lo que vivió él ese día lo sentí yo en mi propio cuerpo: corrí tanto como él, sudé, me golpeé, sangré. Sufrí cada rasguño, cada quebradura de huesos y la agonía por la que pasó. 

Cierro los ojos y alejo aquellos pensamientos. Quisiera dormir y encerrarme en algún sitio. pero no puedo. Mi cabeza continúa moviéndose a una velocidad sobrehumana y se divide en dos bifurcaciones de pensamientos: la música y lo que acabo de vivir.

Como puedo, me recompongo gracias a su ayuda que me siento incapaz de negar. Lo primero que hago es dirigirme al baño a trompicones, me choco con los muebles y con las paredes, sin embargo, llego a mi destino y me abrazo al inodoro. Allí, vomito todo lo que tengo en el estómago. Al terminar, aprieto el botón y camino hasta el lavabo para enjuagarme la boca. Tomo agua con mis manos y sin querer mojo parte de mi ropa y mi cabello.

Por unos segundos, mis ojos se chocan contra el espejo y una visión de mí misma me sorprende con la guardia baja. Me veo fatal. Estoy pálida y los vasos sanguíneos de mi cara se translucen de forma cadavérica. Las ojeras violáceas están demasiado marcadas y me otorgan una apariencia mortuoria. Mis labios se ven lilas y la piel cortajeada se acentúa en partes estratégicas.

De pronto, me veo embargada por la angustia y comienzo a llorar a causa de la misma debilidad que siento. Las lágrimas cubren mi rostro y yo no puedo hacer nada para detenerlas. Ahora también me doblego ante ellas.

Para colmo, la música hace estragos en mí. Ahora que probé la mordida de los ascendidos, mi cuerpo necesita más. La deseo tanto como si fuera la droga que anhela alguien que sufre de abstinencia.

Salgo del baño y veo que Kris me está esperando en la puerta con un vaso de agua fresca. Lo acepto, resignada y, por primera vez en mucho rato, abro la boca.

—¿Por qué? —pregunto, en general. No sé si es por algo en específico o porque solo quiero autocompadecerme.

Tomo un sorbo y le devuelvo el vaso, tras hacerle un leve asentimiento de cabeza. Luego, me dirijo al living y, sin siquiera llegar a los sillones, me dejo caer en el piso. Mis muñecas se resienten por el golpe, pero las ignoro. El llanto me consume y los sollozos que suelto compiten con el clímax de la música. Me tapo los oídos mientras siento cómo me mata lentamente.  Aunque esté destruida por dentro, mi cuerpo sigue reaccionando a ella y necesita obedecer su llamado.

Si no acudo a ella, ¿moriré?

—¡Rain! —grita, preocupado, y se acerca a mí tras dejar el vaso a un costado

La proyección de lo que acabo de ver a través de Kris ha sido algo de otro mundo, la música es de otro mundo.

—Haz que se detenga —pido, sin esperanzas.

Se arrodilla ante mí, me aparta el cabello mojado de la cara y me lo peina tras las orejas. Me mira con una ternura abrumadora y también con dolor. 

—Sabes que no puedo hacer nada —susurra— es una maldición.

Sí. Sé que no puede hacer nada para cambiar lo que nos han hecho, hasta él es un peón más de este horrible juego.

La música comienza a cesar. Mi cuerpo comienza a latir en son de la anticipación.

—Ayúdame —imploro con un hilo de voz cuando ella acaba.

El rugido del momento se siente en todo mi sistema y sé que él también lo sabe. Me tiende la bebida otra vez.

—Bebe, quizá te ayude —sugiere poco convencido— tiene unas gotas tranquilizantes.

Acepto el vaso y bebo con la esperanza de que la necesidad se apague. Sin embargo, no lo hace.

—Kris —llamo—. Ayúdame. Sabes que lo necesito... —El calor sube por mi cuerpo y me domina los sentidos—. O déjame salir. Me estoy muriendo, me estoy muriendo, me estoy muriendo —comienzo a chillar, histérica.

—No funciona así. No te morirás —grita—. Los llamados son cada quince días y... —él se nota intranquilo, el horario debe estar jugándole en contra también; debe comer—, con que asis- asistas a uno, es suficiente. Si abusas, se-será peligroso. No puedes Rain, no tú.

—Muérdeme —exijo—. Lo necesito. ¡Sabes que es así! —grito, desesperada.

Pronto, recuerdo cómo clavó sus colmillos en la mocosa, recuerdo cómo disfrutó de ella. Las imágenes me paralizan y caigo en la cuenta de que estoy así porque aún nadie me ha mordido. Me cortaron y eso calmó mi necesidad. Sin embargo, ¿será suficiente para no perderme a mí misma? ¿Es por eso que no puedo contralarme? ¿Porque dependo de alguien más, porque dependo de que ellos me tomen?

Anoche, Kris no me mordió, solo lamió de mi cortada como un perro muerto de hambre. Mi deber es complacerlo, sentirlo, obedecerlo. Mi cuerpo necesita de la mordida, ahora que sé lo que significa, la anhelo como al aire que respiro. Sin pensarlo dos veces, miro el vaso de vidrio que tengo en las manos. Mi lado racional me pide que me detenga, pero no puedo hacerlo; debo actuar y soy incapaz de oír aquella parte de mí.

En un último intento por acallar esa voz por completo, lo hago. La voz se calla por completo, como si no existiera en mi interior; se apaga y me deja sola con mi instinto. Me observo la mano ensangrentada y dejo caer el pedazo de vidrio al suelo con el resto de los trozos del vaso.

—Ven —le digo mientras extiendo mi herida frente a su rostro.

Los ojos de Kris se transforman y su mirada animal lo posee de forma instintiva. Sin poder resistirse, me lame la herida y el placer comienza a filtrarse por mis venas.

—Tengo que detenerme mientras pueda, es peligroso. No tienes la marca —susurra, pero lo callo con un beso; no me interesa nada de lo que tenga para decirme

—Continúa —pido entre jadeos.

Kris me obedece sin volver hacer el intento por frenarme. Ya no puede controlarse. Obedecer los deseos de un ascendido es un honor, es lo quedebo hacer, una esclava de mi destino.

—Hazlo, muérdeme —suplico. Me arqueo contra su cuerpo y me las arreglo para estirar la playera y dejarle mi hombro libre.

Kris no puede resistirse y me ataca como un animal certero. Sus colmillos se clavan en mi carne y comienza a succionar mi sangre para alimentarse. Cierro los ojos y me dejo conquistar por la esencia del momento. Las sensaciones me abruman y permito que el placer de alimentar al ascendido me consuma.

El fuego de la necesidad no se apaga, solo crece en mi interior como un incendio sin control.

Kris me abraza y yo percibo que las toxinas de su mordida penetran mi cuerpo como las caricias de un demonio extasiado que me devora con placer.

Sonrío. 

Me dejo devorar.

🤎🖤 FIN DE LA PRIMERA PARTE 🖤🤎

🤍 Hasta aquí llega Los marcados, esta primera parte de No sigas la música. 🤍

Gracias por acompañarme durante este camino, gracias por darme tu apoyo, gracias por leer mis disparates.

Ahora...

🩸 ¿Estarás dispuesto a perderte junto a mí en Los decadentes? 🩸

Te espero en mi grupo de Telegram y mis redes sociales. 😉

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