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17 [La amenazada]

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⚡Soy NaiiPhilpotts en todos lados⚡.


Con mis pies descalzos, apoyados sobre una pila de libros, cargo los datos en la computadora. Tengo que clasificar casi todo el contenido de la biblioteca porque, lo que estaba haciendo Kaleigh, estaba mal. Su concepción de algo sencillo y óptimo, bueno, no me pareció la adecuada. De todos modos, no puedo enfadarme con ella ni regañarla; al contrario, si no fuera tan prepotente conmigo, la felicitaría por haber empezado a digitalizar las fichas en papel que parecen haberse escrito durante la prehistoria. Y, para aumentar mi tortura, la letra de la persona que las hacía antes es horrorosa. Solo entiendo la letra de Micaelal, de la época que trabajó aquí, y la de Kaleigh.

Sé que ya debería estar en casa, pero antes de irme quiero copiar la catalogación de una pequeña colección de libros de historias clásicas. Me quedan siete y el arrepentimiento ya juega con mi cerebro. Sin embargo, soy muy obsesiva y me molesta dejar algo sin terminar cuando me falta tan poco. Me resulta irritante saber que quedó inconcluso.

Suspiro con fastidio y me acomodo contra la pared. Se suponía que Keleigh me ayudaría, pero ella se marchó hace unas horas y aún no ha vuelto. En cuanto regresamos del ayuntamiento, nos encontramos con que Kris y el señor Harris no estaban aquí. Kaleigh los llamó para saber qué había ocurrido y se fue hasta la casa de su abuelo, puesto que, al parecer, ahora la esperarían ahí. Me hubiese gustado acompañarla, pero ¿qué hubiera hecho yo en asuntos familiares? No me competen  y debo atenerme a mi puesto de empleada.

«Al menos, me distraigo con el trabajo...», pienso al tomar el libro que tengo debajo del pie. Es el siguiente que debo cargar en la mini «base de datos» que cree para la Biblioteca de Deeping Cross con mi propia computadora. La verdad es que se trata solo de un archivo online, lleno de celdas, que se puede ir actualizando en cualquier momento. Le agregué unos cuántos filtros para que, en caso de ser necesario, se pueda buscar lo que se necesite de manera más rápida y, además, le añadí tanto un ordenamiento alfabético como uno por fechas.

Los minutos pasan y yo avanzo sin ganas. Estoy frustrada, Deeping Cross me nubla los pensamientos y, desde que llegué, no siento que sea yo misma. Me da la sensación de que la persona que en verdad soy está atrapada dentro de mi propia mente, que esta fachada que demuestro ser no es más que una copia vacía de lo que solía ser hasta hace unos días.

—Hola, princesa —dice una voz familiar.

Suelto un chillido desgarrador mientras doy un sobresalto. Mi computadora amenaza con resbalarse de mi regazo. La tomo con las dos manos antes de que se estrelle contra el piso. El pobre mouse no corre con la misma suerte y se cae sobre un libro. Semisentada en el suelo y con las piernas extendidas, mis talones frenan el vaivén que los mecía bajo una melodía imaginaria. Levanto la vista en dirección a la voz: los ojos de Kris vagan sobre mis piernas desnudas y, cuando nuestras miradas se chocan, aparta la vista, incómodo.

—Me asustaste —le recrimino mientras me levanto e intento estirar el borde del vestido que dejaba mi ropa interior inferior a la vista, lejana a cualquier posibilidad de imaginación—. ¿Está mejor el señor Harris? —pregunto entre carraspeos y con un renovado interés en el libro que tengo en las manos mientras apoyo en el escritorio la computadora.

—¿Puedo? —hace un ademán para cruzar el umbral de la puerta y yo asiento con la cabeza. Luce incómodo, pero a la vez relajado. Lleva puestos unos jeans clásicos y gastados y una sudadera gris de algodón que me encantaría fuera mía.

De reojo, veo que Kris me mira y me sonríe. Un cosquilleo eléctrico me recorre de pies a cabeza y, de pronto, todo lo que quería decirle se desvanece de mi mente. Hacía mucho tiempo que un hombre no me dejaba así de tonta. Mis miedos se esfuman y su compañía me regala una calidez abrumadora, tanto que sé que haría una locura si él me lo pidiera.

—Lo siento —se disculpa por haberme asustado y yo comienzo a ordenar el desastre que hay alrededor mío en el piso; cuando estás por tantas horas en un sitio, llega un momento que ya no sabes cómo demonios acomodarte en los asientos—. Vi tu bicicleta en la puerta y pasé a verte. Pensé que ya te habías ido, es tarde y afuera ya oscureció —advierte—. No me gustaría que te volvieras sola.

—Pero si en Deeping Cross no se pierde ni una mosca —me río y le resto importancia a su atención; Kris frunce el entrecejo con disgusto ante mi comentario—. Sí, bueno, me distraje haciendo esto —señalo los libros—, y perdí la noción del tiempo. Prefiero estar concentrada y hacer algo útil... además, si adelanto, mañana puedo entrar a las nueve y no a las ocho como me exige la tirana de Kaleigh. Madrugar no es lo mío.

—Pero si sigues así, creo que conseguirás un día libre —añade.

—No me vendría mal.

—Vamos, deja eso. Te llevo a tu casa —invita.

—Solo si aceptas cenar conmigo. Hay algo de lo que quiero hablarte —pido con una sonrisa que  se esfuma tan pronto como puede para dejar paso a la seriedad.

—Me encantaría, pero no puedo quedarme contigo —explica y pronto agrega—: Le prometí a Kaleigh que iría a ayudarla con mi tío.

—Mmm... Lo siento —respondo—. No quise incomodar. Creo que lo mejor será que vuelva en mi bici.

Y tras mis palabras comienzo a arrojar todas mis cosas en mi bolso.

—Pero creo que tengo tiempo para beber algo —ofrece como consuelo.

Lo observo con fijeza por unos segundos y no puedo descifrarlo. Me resulta un enigma sin solución. Soy incapaz de leer la expresión en su rostro y eso me confunde, sin embargo, acepto. Me urge hablar con él, y no tiene nada que ver con lo que hicimos. 

Pronto, él me sonríe y me hace una además para que lo siga. No tiene que decir mucho más para convencerme.

—Gracias por acomodar esas cajas. Mis profesores siempre dicen que el trabajo del bibliotecario es un trabajo de fuerza —comento para romper el hielo y Kris me mira, confundido—. Claro, hay libros que pesan muchísimo y, si no estás en forma, hasta puedes conseguir un esguince o quebrarte un dedo. ¿Imagina si una de esas cajas te aplasta el dedo chiquito del pie.

—Eso es muy estúpido —admite entre risas, incapaz de aguantar la carcajada—., pero en el fondo... sí, tiene demasiado sentido. Creo que saqué más músculos ayudando a mi tío que al salir a correr —comenta.

«Vaya... sale a correr. ¿Es mal momento para invitarlo?». 

—Claro que no es estúpido —me quejo y lo observo con fijeza; noto que está sudando y que sus brazos están perlados por el sudor, resaltando así cada uno de sus músculos y sus venas. La sudadera espera por él a un costado—. De seguro, es la afirmación con más lógica has escuchado en todo el día... —comienzo a decir, pero mi celular suena y he interrumpe mis divagues.

«Flo, deja de interrumpirme», pienso e ignoro el aparato.

—Bueno, puede ser. Estuve todo el día con Luke. Y habrás notado que él no es muy coherente, ya sabes... A veces cree que estamos en los noventa y que el fulano de bigotes sigue siendo nuestro presidente. —Cuadra sus hombros con una divertida mueca.

—¡Oye, no seas malo! —Le doy un pequeño golpecito en su hombro y me río, pero pronto recupero la compostura al ver su nula reacción y que no me sigue el juego. Él está raro conmigo. No lo puede fingir más. 

«Maldita sea, sabía que me estaba evitando».

Estamos a nada de llegar a la casa de mi tía y me siento muy nerviosa. No me gusta esta situación. Quiero aclarar las cosas con él y no quiero que piense que lo que pasó entre nosotros significa que quiero tener una relación con él. Aún nos falta conocernos... aunque estoy abierta —y dispuesta, claro— a que se repita.

Bajo la perilla de la calefacción hasta apagarla. Como pronto nos bajaremos, me parece innecesario que esté prendida. Además, siento la imperiosa necesidad de hacer algo con las manos; poner la radio y que suene algo molesto sería contraproducente para mis nervios. 

La ansiedad me consume, casi como un mal presentimiento. Me acomodo el cabello que cae desnudo sobre mis hombros. Otra vez olvidé el abrigo en la oficina, sin embargo, Kris no me hace sentir expuesta. ¡Ni siquiera se ha fijado en mi desde que entró!

Kris no me mira, me evita, y yo tomo mi bolso. Quiero concentrarme en algo que no sea él y en su actitud lejana. Como para mantener mis manos ocupadas y evitar sentime más idiota de lo que ya me siento, busco mi móvil y lo desbloqueo. Suelto el aire que tengo contenido en mis pulmones para ocultar la decepción que me acongoja mientras observo la oscuridad que baña las callejuelas de Deeping Cross por la ventana.

«Pensé que las cosas serían diferentes, que no sería un idiota».

Mi celular vuelve a sonar y golpeteo con mis uñas el cristal de la pantalla con insistencia; en el fondo, no me apetece ponerme a responder los mensajes de mi amiga o mi madre en estos momentos.

—Mmm... si no quieres pasar, no hay problema. No quiero molestarte —farfullo lo más digna posible y con la cabeza en alto mientras subo mi teléfono a la altura de mis ojos y leo los mensaje que de seguro me mandó Flo: ya es la hora de nuestras llamadas habituales. 

Si él no quiere estar conmigo y ha pensado que lo buscaba porque quiero seguir estando con él, está muy equivocado. No soy así. Es una lástima que me haya malinterpretado, solo pensé que él podría ayudarme con el tema de las advertencias, que podía confiar en él.

Sin embargo, no es Flo. Mi corazón se escapa al ver que no es mi amiga la que me ha hablado. El bolso se cae entre mis pies y algunas de mis pertenencias amenazan con salir del interior y rodar por el piso de la camioneta. Un número desconocido, diferente al anterior, aparece en mi pantalla.

El miedo comienza a trepar por mi columna vertebral y sus garras se entierran en mi nuca con malicia.

[No pidas ayuda, o será peor]

[Hazme caso, Rain. Vete de Deeping Cross]

—No puede ser... no otra vez —susurro. Una mezcla de indignación, de furia y de terror luchan en mi cuerpo por ver quién me domina primero.

Mi teléfono recibe otro mensaje, su pitido me daña los oídos.

[Deja el pueblo. Abandónalo, hazlo antes de que sea tarde]

Y, un segundo más tarde, otro más:

[Vete ahora mismo]

—Rain... ¿qué ocurre? —pregunta Kris de forma lejana. El zumbido que siento en mis oídos no me deja escucharlo. ¿Dónde estoy?—. Rain, escúchame.

[Vete]

Los mensajes siguen llegando, una y otra vez aparece la misma palabra en mi pantalla.

[Vete]

Y otro:

[Vete]

Y otro:

[Vete]

Y otro. Y otro.

Y otro.

Y otro. Y otro.

Y otro.

Y otro. Y otro. Y otro.

—¡Rain! Respóndeme, por favor, ¿qué ocurre? —alguien me habla a lo lejos.

Con las manos temblorosas, bloqueo el número. Un último «vete» logra ingresar a mi teléfono y, desesperada, lo dejo caer en mi regazo mientras oculto mi rostro con mis manos. Kris me agarra del hombro y siento que el calor de sus palmas taladra la piel desnuda de mis brazos. Cuando logro centrar mi vista en él, noto que se ha estacionado a unos metros frente a la casa de mi tía.

—¡Rain! ¡Rain! —Me mueve con fuerza y me obliga a mirarlo a los ojos.

—No, no, no... No está pasando... —empiezo, pero es inútil tratar de continuar.

Pero yo no puedo verlo a él. Mi vista se pierde en la fachada de la casita pistoresca de mi tía. Todas y cada una de las ventanas han sido destruidas. Lo sé por la luz de la calle; las de afuera de la casa están apagadas y yo sé que las dejé prendidas.

Kris se gira hacia donde estoy mirando, confundido, y suelta una maldición, sorprendido por el espectáculo que se desarrolla ante nosotros. Abro la puerta de la camioneta y salgo, apresurada, dejando el móvil en el vehículo. Sin embargo, me quedo estática, parada al lado del todoterreno sin saber qué hacer.

Las ventanas de la casa han sido reventadas a piedrazos. Parece que la oscuridad se cierne sobre la casona y la tiñe con un aspecto desolado y abandonado. Terrorífico.

Quiero entrar y ver si me han robado, no obstante, en lo profundo de mi interior sé que eso no es lo que ha pasado. Me dejo paralizar por el terror y el llanto comienza a escapar de mí desconsoladamente.

—Es la criatura... es la criatura... —sollozo entre incoherencias que, dentro de mi mente, cobran una claridad demasiado abrumadora—. Sí, lo es. Estoy segura. Está relacionado con los mensajes. Me persigue otra vez. Está a dónde quiera que vaya, me quiere destrozar, me quiere devorar, me quiere asesinar. Me quiere entre sus garras, solo para ella.

Con mis uñas, araño mis palmas.

—Rain, por favor, ¿de qué demonios estás hablando?

—No estoy a salvo, no estoy a salvo —hiperventilo. Caigo en el suelo de rodillas y me agarro la cabeza; vuelco todas mis fuerzas en normalizar mi respiración. No lo logro.

—Rain... ¿Te refieres a los que me contaste la otra noche? —Kris se agacha con cuidado a mi lado y me toma el rostro entre las manos para que lo mire a los ojos—. ¿Otra vez te llegaron mensajes?

No reacciono, no puedo reaccionar. Kris me ayuda a levantarme, pero mis piernas no pueden mantener mi cuerpo en pie. Él me ayuda a apoyarme contra una de las puertas de su camioneta y, luego, se asoma por la puerta que dejé abierta. Toma mi móvil que aún está desbloqueado, con la pantalla iluminada en la conversación infernal. Comienza a leer los mensajes que me acaban de llegar. En cuanto termina, se para delante de mí y, de nuevo, me obliga a mirarlo a los ojos.

—Tranquilízate —ordena mientras me toma de las manos y, sin pretenderlo, lo escucho. Su voz me invade como una orden que estoy dispuesta a obedecer, su contacto me infunde una ola de calma narcotizante—. Vendrás conmigo. No te dejaré aquí. Puedes quedarte en mi departamento.

—No... no... —niego entre los últimos vestigios de sollozos—. No puedo dejar la casa en estas condiciones —hipeo, aún desolada.

—Tranquila, la jefa de policía es amiga mía. Hablaré con ella para que envíe una patrulla y se quede aquí toda la noche.

—¿Harías eso por mí? —inquiero, angustiada mientras me seco las lágrimas con el dorso de la mano. Tengo las palmas tan arañadas que me arden.

—Sí, enseguida la llamo. Espérame en la camioneta —dice mientras comienza a marcar a un número con su teléfono—. Iré a ver que no haya nadie adentro.

—Iré contigo —suplico—. No quiero quedarme sola. 

—Rain... quédate. En la guantera hay unos caramelos que dejó Kaleigh hace unos días. Come algunos, te hará bien algo de azúcar.

—Dije que no —respondo, furiosa—. No me quedaré aquí. Voy contigo. 

Kris suelta un suspiro de fastidio, pero asiente con la cabeza.

—Ven. —Me tiende una mano y yo la acepto.

Juntos nos dirigimos hasta la casa.

Otro capítulo bomba. 💣💣💣

¿Por qué le mandaran esos mensajes a Rain? 🧩

¿Qué es lo que buscan con eso? 😵

¿Por qué todo el mundo parece querer que huya del pueblo? 🌳

¿Y la música? ¿No está muy silenciosa? 🎶🎵

Cada vez más nos acercamos al núcleo del... caos. 🔥🔥🔥

¡Nos leemos en el próximo capítulo!

✨✨✨

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