Waaseyaa: Besada por el fuego | Julia Dean
Después de leer esta reseña quiero que vayáis todos a hacer una estatua de macarrones como ofrenda a los dioses de la noche que me han permitido encontrar la historia de la que os voy a hablar para que os la pueda recomendar. Madre mía. Esto es una JOYA. Y tiene poquísimos lectores para lo que se merece.
Solo os voy a decir que me leí cincuenta capítulos del tirón.
Estoy hablando de Waaseyaa: Besada por el fuego de situmedicesven, una obra de amor histórico, ambientada en el Nuevo Mundo del siglo XVIII. Como quien dice Pocahontas pero bien hecho, para que me entendáis —lo único que tienen en común es el contexto, no os hagáis ideas equivocadas.
Jeanne y Catherine Olivier han quedado huérfanas y sus tíos las envían a Quebec después de arreglar un matrimonio para la primera con un arquitecto del Nuevo Mundo. Catherine es una niña de catorce años que no ha salido de su jaula de oro en París y cuando descubra que en esas tierras habitan los que comúnmente llaman salvajes, pieles rojas, el miedo por los desconocido la paralizará.
Por suerte, Catherine es una chica de corazón amable y al contrario de lo que podamos pensar de los nobles y burgueses en esa época, Jeanne y su recién marido Antoine harán todo lo posible para que sea feliz, incluyendo girar la cara hacia otro lado cuando ella y Namid, el hijo del chamán de la tribu ojibwa, se acerquen. Este le enseñará a la pequeña Cat que debajo de la piel, todos los humanos son iguales.
Vamos a ver por dónde empiezo. Porque no sé qué no deciros de esta historia. Es que es maravillosa. Es que a mí me dicen que es de una editorial famosa y me lo creo. Es preciosa. Si algún día la autora lo saca en físico necesitaré mil ejemplares para ir regalándolos por ahí a las niñas adolescentes. ¿Para qué fantasear con un blanquito badboy controlador pudiendo hacerlo con un indio que solo levanta el hacha para defender a su pueblo? Pero de Namid ya hablaremos.
Primero, vamos a lo obvio: todo el trasfondo político. Sabéis que a mí me encantan las obras de denuncia social. Pero me fascinan las que poseen denuncia social sin que te lo peguen a la cara como hago yo, que sutileza no tengo mucha para esas cosas. Waaseyaa es una obra que relata el horror de una guerra originada por las fronteras y las diferencias raciales. Honra al pueblo indígena, pero es tan actual como bien Julia Dean indica: en el siglo XXI hay niños muriéndose en el Mediterráneo ahogados.
Esta es la principal denuncia, pero dentro de la obra hay mucho. Catherine es una guerrera y las mujeres guerreras estaban muy mal vistas. Hay feminismo, hay mucho feminismo del bueno, del que no es propaganda, del que es causa y consecuencia, del elegante. En serio. El feminismo de Waaseyaa es épico.
No solo hay feminismo, por supuesto. También hay mucho pacifismo. Pero no es una obra que te dice: oye, que las guerras están mal. No. No emite juicios sobre nada ni nadie. Expone. Expone la cruda realidad de lo que sucedió, sucede y sucederá y sigue a una mujer que no entiende porque los humanos no se pueden amar con la misma facilidad que se odian. Aunque claro, cuando entran en juego las disputas entre franceses e ingleses, qué nos podemos esperar. Nada bueno.
Decir que "para mí, lo mejor es" significaría ser injusta con el resto de cosas buenas que posee la historia. Toda es sinónimo de lo mejor, así que el orden de factores no altera el producto. Espero que no se me olvide nada.
Los personajes son los personajes estereotipo del siglo XVIII, pero no son personajes cliché. Jeanne y Antoine se aman aunque su matrimonio fuera concertado, Thomas Turner es un inglés pendenciero con muy buen fondo, no todos los párrocos son despiadados. Catherine no es un pajarito encerrado, no la salva nadie. Su hermana y su cuñado le dejan la puerta abierta y la dejan salir a explorar el mundo de fuera para que crezca. Es una historia muy real. No es una historia temática.
No es Pocahontas, ni Avatar. No es la misma historia de amor con la temática de cancanes y miriñaques. Todos los personajes son redondos, están vivos en un mundo abierto que explorar y aunque no toque hablar de ello aún, quiero que prestéis atención a esto, porque hacer algo así de una novela histórica conlleva mucho trabajo de documentación.
Hay dos cosas que creo que hacen a un protagonista virtuoso: los personajes secundarios y el antagonista. Aquí puedo deciros que ambos elementos son yo diría que inmejorables. Jeanne, Antoine, Thomas Turner, Wenonah, Honovi, Nahuel, Inola, Ishkode, Étienne, Desagondensta, incluso Métisse, La Bruja y Justine que apenas salen más que unos capítulos. No puedo elegir favorito. Son todos tan buenos que no se puede elegir un solo personaje favorito por encima de otro.
Son personajes con unos claroscuros marcadísimos, con sus dramas personales. No es solo la historia de Catherine, es la historia de todos ellos. La cicatriz de Inola, la tragedia de Desagondensta, las dudas de Métisse, el dolor de Thomas, la fortaleza de Jeanne. Cada personaje podría tener su propio libro y en Waaseyaa, que es el libro de Catherine, se muestra la información justa que podría conocer ella y que dibuja con precisión el mundo que la rodea. Podría escribiros solo una publicación hablando de esos personajes. Hasta el médico de los últimos episodios está bien construido.
A pesar de que son numerosas las personas con las que se cruza Catherine, todos poseen personalidades definidas que no son copia-pega de un modelo concreto. Esto es algo en lo que es fácil caer. No nos percatamos de que tendemos a crear cierto tipo de personajes y al final, todos parecen primos. En este caso, aunque hay ciertas similitudes por pertenencia a la misma tribu o cultura, por supuesto, cada uno salvaguarda su autonomía y se le podría describir a la perfección sin hacer referencia a su nombre. Nada tienen que ver Namid e Ishkode a pesar de que son hermanos de edades muy cercanas.
Y los animales. Por Dios. Los caballos también son personajes: Giiwedin, Algoma, Inola. Estamos en una obra donde la protagonista se relaciona con personas que veneran a la tierra, ¿cómo no iban a cobrar importancia los caballos? Y a medida que la protagonista va teniendo más consciencia, se va marcando mucho más esto. Pero de la narración hablaré después.
Por otro lado, está el villano, el símbolo de conflicto y en Waaseyaa es muy fácil descubrir ese símbolo de conflicto. Lo que se ha hecho con el villano me ha parecido maravilloso en cuanto a estructura. Ha seguido, seguramente sin darse cuenta, por pura lógica, lo que se supone que es correcto hacer con el villano: que aparezca de golpe y sorprenda a la heroína, que después desaparezca y la heroína crezca, evolucione y se prepare con "esbirros" o "guardianes" y que finalmente, vuelva a aparecer al final.
No tenemos que seguir siempre lo aconsejado, pero es indiscutible que "siguiendo", por decir que coincidió con ello, la historia aumentó en calidad una barbaridad con el golpe de efecto del villano. Porque uno no llega a pensar que precisamente ese personaje vaya a ser al final el verdadero cerebro de todo. La autora juega mucho al despiste para mantener la tensión y el misterio al estar narrado en primera persona: cuenta lo que Catherine conoce y eso limita la vista a los lectores, intensificando los plot twist.
Por supuesto, ese villano es la total representación del fanatismo, del nacionalismo, de la ignorancia. Me atrevo a decir fascismo a pesar de que por aquel entonces no existía semejante término para describir a hombres como él. ¿O sí? No sé. La superioridad moral con los que creen que nacen unos pocos solo por decir que su color de piel les hace superiores. El principal problema del ser humano: la soberbia.
Todo el mundo habla de Hitler, pero él no fue el primero ni el único. Recordemos que los españoles también hicieron campos de concentración en Cuba, que los sajones y los franceses masacraron a los indios y los japoneses a los coreanos. Y las tribus africanas se matan entre ellos por lo mismo, como los judíos y los palestinos. Vivimos muy acomodados en nuestra burbuja, pero el hecho de que ahora tengamos Internet no quiere decir que ese conflicto ancestral no continúe por los siglos de los siglos.
Ese personaje es la personificación, la definición gráfica de lustros de tragedia humana. Y se antepone a la humanidad de Catherine, a la de los pueblos como los ojibwa, que se ven obligados a ser partícipes de la violencia para mantener un pedazo de tierra donde sobrevivir sin que les opriman, les humillen y les torturen. Hay una confrontación de moralidad sin falta de que sea Ciencia Ficción que empapa todos los huecos libres de la historia para unir las piezas. ¿Para qué escribir distopías? ¿Para qué mirar al futuro? Miremos al pasado. De la Historia, amigos, se aprende mucho.
¿Y lo que me llena de felicidad que todos los personajes que acogen a Catherine bajo su ala sea el tiempo que sea la insten a estudiar, leer, aprender? Porque saben que el conocimiento y la educación son las armas más importantes. Se lo dice cada uno a su manera: Thomas Turner le presta los diarios de su padre para que aprenda sobre los indios, Étienne le regala un libro de Petrarca para que no se le olvide que leer es poder, La Bruja le dice que aprenda todo cuanto esté en su mano aunque la gente la mire con recelo y desconfianza, aunque ella también termine con ese apodo.
La evolución de Catherine es asombrosa. Asombrosa de lo bonita que es, a la par que dolorosa, pero de verdad. Todo lo que diga no le hará justicia a este personaje. Catherine Olivier es el personaje que más me ha sorprendido en Wattpad hasta la fecha. Me imaginaba por dónde iban los tiros. Me imaginaba lo que iba a pasar con ella. Ya daba por hecho de que era un buen personaje, pero nunca jamás me esperé que fuera tan buena.
Cada vez que alguien me pregunte cómo hacer a una protagonista femenina sin que sea Mary Sue le voy a remitir a Catherine Olivier. Se esfuerza tanto, tiene tanto miedo, tantas dudas, tanta tristeza, tanta valentía y coraje. Es una niña de catorce años que se siente desgraciada por haber sido separada de su vida palaciega en París y a los dieciséis termina disparando un fusil mientras cabalga. Esto es una princesa guerrera y no lo que hace Disney ni Laura Gallego.
La evolución es pausada, lógica. Se toma su tiempo. Mientras suceden todos los horrores que preceden la tempestad, ella, sin darse cuenta, va creciendo. Pero no lo hace sola. La gente de su alrededor la ayuda. Thomas Turner se la lleva a vender pieles con el resto de mercaderes para que pierda la timidez, Jeanne la insta a que sea feliz y les diga cómo pueden ayudarla para que olvide la melancolía, Florentine a ser más abierta con sus sentimientos, Wenonah consigue crear un puente entre ella y los indios.
La salvan en el buen sentido y a la par, no la salvan. Pero antes de hablar de esto, vamos a detenernos en el hecho de que cuando lo necesita, Catherine coge la mano de las personas que le ofrecen ayuda. Tal y como le dicen los indios: ella es la que cura, ella es la que consigue apaciguar a las personas y conseguir a su alrededor que la gente se quiera y se comprenda. Pero es el puente. Sola, ni ella ni nadie lograría nada.
Es una heroína consecuente, humana. Comete errores que le cuestan la felicidad, posee dudas, toma decisiones arriesgadas y afronta todo lo que se le pone por delante. Además, la transición desde que llega a Quebec hasta que se encuentra en pleno campo de batalla en la guerra es verosímil. No es de la noche a la mañana. Alguien le enseña a disparar, a cabalgar, poco a poco; a enfrentarse a la sangre, a generar ideas que la llevan por su propio pie a ese fuerte.
Esa es otra de las características de la protagonista que me encanta. No la arrastran a ningún bando de forma extradiegética, con ningún deus ex machina. No sigue a su amado a la guerra. No. Llega ella, porque quiere. Porque una serie de circunstancias la colocaron ahí mientras se buscaba a sí misma. No aprendió a disparar ni a cabalgar así de casualidad porque la autora sabía que lo iba a necesitar más adelante. Está hilado todo de la forma más lógica posible. No hay una sola costura fuera. No pelea por nadie más que por sí misma.
Cuando Catherine rechaza a un pretendiente, este le dice que teme que se escape por la ventana y no la vuelva a ver. Catherine le dice que ella no se va a ir a ningún lado y él le pregunta por qué está tan segura de que no se escapará. Entonces, ella responde: "No puedo saltar por la ventana y abandonaros porque soy mujer".
Tiene unos golpes tan sumamente buenos que aplaudiría cual foca epiléptica hasta hacerme daño. Y no son discursitos vacuos feministas. No. Aparecen cuando deben. A medida que la mentalidad de la chica cambia y comprende cómo es el mundo. Una camarera en una taberna le dice que se parece a los hombres cuando la ve actuar y que es un monstruo y Catherine le responde que en el mundo en el que viven las mujeres, para ser libres necesitan ser un monstruo.
Es esa epicidad, ese girl power que me pierde. Catherine no va de dura. No va de salvamundos. Habla sobre lo evidente, tal y como dice: ella ya nació en el bando de los perdedores desde que la paridera le dijo a su madre que era niña. Es que no puedo con esta mujer, Dios mío. Es que se merece que la llamen guerrera, porque es una guerrera y porque no ha renegado a su feminidad en ningún momento ni ha querido parecerse a un hombre para empoderarse. Al contrario.
No se quitó los vestidos hasta que no fue necesario. Cabalgó con ellos y fue al poblado ojibwa. Y no se sintió menos. Y trepó rocas con corsé y se cayó al suelo por el peso de la tela. Y también dispara un fusil con los dedos rotos y casi negros y una flecha en el hombro. La misma niña que se arrodillaba en la catedral a rezar con una mantilla. La mismita.
¿Renegó de algo? No. Su familia seguía a su lado, sus amigos igual. No se la ha ensalzado sin motivo. La autora no ha tenido que ayudarla con deus ex machina para que brillara. Ella sola lo alcanzó sin perder a nadie por el camino, porque supo hacerse escuchar, porque supo hacerle ver a su hermana y a su cuñado que las cosas están mal. Que ella hace lo que es correcto. Y nunca le reprocha a su hermana que ella solo aspire a tener hijos. Al contrario, casi se ilusiona ella más que nadie cuando le dicen que va a ser tía. Conjuga ambos mundos en una absoluto equilibrio que es el perfecto ejemplo de feminismo.
¿Queréis más? Porque hay más. Vamos a hablar del romance. Porque esta historia en realidad a primera vista parece que gira en torno al amor de una piel pálida y un piel roja. Pero no amigos, no. No nos confundamos.
Hay un momento en el que Catherine y Namid hablan de sus sueños y aspiraciones. Entonces, Catherine le pregunta a Namid cuál es su sueño, él le dice que su sueño ya está cumplido porque es ella. Estar con ella. Tenerla. Entonces, él le pregunta a ella y todo el mundo se espera un juramento de amor eterno —que ya es implícito en ambos sin falta de palabras, pero bueno —y le dice: mi sueño es quererme a mí misma. ¿Y sabéis qué? Namid no se enfada. Al contrario. Se siente orgulloso.
De la misma forma, Namid le dice que sabe que no puede tocarla porque en las normas sociales del mundo de Catherine, no hay nada más valioso en una mujer que la honra y que él la mancharía. A partir de ahí, Catherine le reclama que ella toma esas decisiones y demás. Namid le dice que nunca cambiaría por ella. Que se siente orgulloso de ser un ojibwa, que no cree que sea inferior como dicen los caucásicos.
La relación de Catherine y Namid es perfecta porque es el mutuo respeto absoluto.
La relación de Catherine y Namid debería ser leída por todas las chicas adolescentes que quieren fantasear con el amor. Quizás, si lo leyeran, dejarían de anhelar un badboy que las haga sufrir y las humille. Porque no he visto hombre más respetuoso que Namid en las historias de amor. Es que esos dos son de otro mundo. Mirad de verdad que no soy sentimental y que no creo en el amor ni esas mierdas, pero es que me derriten. Son monísimos. Les shippeo hasta la muerte.
Cuando se separan, Namid no aparece en un deus ex machina a salvar a Catherine. Se las tiene que apañar ella sola para salir adelante con su hermana. Y como es lógico, no sale todo perfecto, hay pérdidas y dolor, pero Catherine lucha como una leona y mal que bien, consigue que Jeanne se reencuentre con su marido. La hermana pequeña protege a la mayor. Ahí es el momento en el que empieza la última etapa de su evolución, que es la más vistosa, pero es posible porque la emocional iba poco a poco avanzando sin que el lector casi se dé cuenta.
Catherine recuerda varias veces que su abuela le decía que la vida de una mujer consisitía en esperar. Y ella se hartó de esperar. Es muy relevante que al final, sea ella la que llegue a Namid y no al revés. Al final, ella es la que aparece por rutas salvajes en el poblado después de pelear y atravesar un infierno y de paso, encontrarse con el amor de su vida. Es Namid quien la ve llegar. Y no se siente menos. Le enorgullece que su mujer sepa pelear, que tenga las ideas claras, que tome decisiones.
Sus caminos se separan una y otra vez porque no hay nada por encima de uno mismo, pero cuando se juntan, se aman con intensidad. No hay autoridad ninguna entre ellos. No hay peleas sin sentido. ¿Hablamos de los celos? Catherine nunca es una pieza de ganado incluso en el siglo XVIII.
Los hombres que se enamoran de ella la respetan y aunque hablan según su cultura, como puede ser la de un burgués o la de un noble, jamás la encadenan, ni hacen oídos sordos de sus rechazos. No le dicen un "serás mía, pequeña". Intentan convencerla de forma sana. Incluso la friendzone es maravillosa. Me recordó un poco a Jorah Mormont, porque aunque ambos son conscientes de lo que hay, se son tan mutuamente leales que no creo que haya una amistad más fuerte.
¿Y la decisión final? Por favor, qué maravilla la autonomía que adquiere Catherine en pleno siglo XVIII. Es que no me voy a cansar de decirlo. Siempre está sola. Porque estar sola es bueno y los que crean que la soledad es algo negativo deben revisar su alienación social. Esta es una historia de amor. De amor a uno mismo.
Yendo ya a las formas de la historia, pero sin salirnos del romance, que a fin de cuentas, creo que es lo que todo el mundo llega buscando, me gustaría hacer hincapié en lo bonito que es que no se entiendan porque no hablen la misma lengua y que de todas formas, consigan comunicarse de otras maneras.
Hay un punto en el que Catherine se da cuenta que los indios tienen otras formas de comunicarse como son las miradas y las caricias, no desde una perspectiva sexual. Entonces, se percata de que en ese momento, cuando se conocían, Namid captaba más de lo que pensaba, porque como le dijo bromeando: los blancos hablan mucho pero luego al final es todo falso. Catherine le daba demasiada importancia al lenguaje verbal y Namid consiguió hacerse un hueco en su corazón con nada más que gestos, miradas y susurros.
Tal y como lo escribe la autora, es la cosa más tierna de este mundo. Y eso, a su vez, hace que cuando se avanza en la historia y la comunicación entre ellos es más fluida, el lector tenga un arranque de nostalgia por los tiempos en los que se señalaban y decían palabras sueltas. De esta manera se marca muy bien la sensación del pasar de los años. No olviden esto de la cronología.
Para terminar con las relaciones, quiero añadir que el tema sexual me ha parecido justo y perfecto. Teniendo en cuenta el contexto, se ha tratado tal y como debería, no solo por el pensamiento de la época, sino por la situación personal de los personajes. No solo en Catherine, en todo el mundo.
Las escenas han sido explícitas, pero no han sido porno morboso, al contrario. No censura nada pero es realista. Por favor, es que Namid es un sol. Es que solo una mujer podía hacer un hombre tan correcto como él. Así aspira el feminismo que puedan llegar a ser un día los hombres.
Yendo a otras cosas más técnicas, cabe decir que la manera de expresarse de la autora es como debería ser. Correctísima. Vamos, que sabe escribir. Nada más que decir al respeto. Es que sabe convertirse en una sombra invisible que da voz a los personajes. No hay ningún momento en el que su ego haya dificultado a Catherine, no hay faltas ortográficas graves. Las formas son mejorables por erratas obviamente, como todo el mundo, pero inmejorables por pluma.
Me voy a parar un momento en su narración. No es que haya podido ver un estilo curioso con el que diga: sé que es ella. Pero tiene una habilidad para meterse en la piel de la gente que retrata fascinante, porque además, se aprovecha de que sabe escribir para que puedan hacerse entender.
Cuando Catherine acaba de llegar a Quebec y ve la ciudad por primera vez, se describe con un acierto tan visual que de verdad te puedes hacer una imagen mental de lo que era en esa época el lugar. Para eso hay que haberse documentado mucho, que ese es otro punto. Pero antes de ir con él, quiero seguir con el tema de saber cómo escribir qué en el momento adecuado.
La manera en la que los monólogos de Catherine, sobre todo, rezando, describen a la perfección cómo era una niña que transiciona a la adultez en ese contexto, con sus dudas y miedos de mujer de alta alcurnia, con sus remordimientos. Me ha parecido todo un logro. Y quien dice Catherine, dice Jeanne o Antoine. Se conoce más a la primera porque es la narradora, pero los demás no se quedan atrás. Incluso Métisse.
Todo está plagado de detalles. Documentación hacia fuera y hacia dentro. Con lo primero me refiero a que esta obra ha llevado un trabajo monumental. No es solo leerse cuatro generalidades de la época. Es conocer el sistema social a la perfección, el vestuario, la religión, el arte, la arquitectura, las costumbres, el ocio. Saber un montón y saber plasmarlo en el momento adecuado, con las dosis adecuadas, porque esto no deja de ser una novela de ficción.
Se enseña la punta del iceberg para que todo salga con naturalidad. El momento de los bailes, de cómo mata el tiempo la gente, de cómo enseñan a Catherine a disparar un fusil. De las costumbres de los indios. Se ha descrito el poblado ojibwa tan bien, no solo en dimensiones físicas, sino también espirituales que parece que enseña más que un libro de historia de texto cualquiera.
Ese mismo iceberg de documentación hacia dentro: conocer el pasado de los personajes, sus circunstancias sin que sea improvisado o forzado. La historia que le cuenta Jeanne a Catherine sobre el mozo de cuadra imprime un montón de profundidad a la psicología de los personajes y a la historia en sí, porque se sabe que hay mucha información sumergida que ir descubriendo.
Detalles como el describir que el gobernador llevaba demasiado maquillaje en las mejillas. Porque los hombres se maquillaban en esa época y aunque quien tenga más o menos cierta cultura lo sabe, ¿quién se habría acordado de ponerlo en el momento justo? Es estar con mil ojos y tenerlo muy interiorizado para que salga bien. Al principio, Catherine nos cuenta cómo son los vestidos que se pone y cuándo se cepilla el pelo y al final, nos habla de que han debido de llegar pronto porque aún no ve pescadores.
Detalles que no son tan detalles como tener la cronología controlada al milímetro para que todo cuadre, no solo en fechas, sino en maduración de los personajes, física y mental. Es un trabajo muy laborioso y muy infravalorado que no todo el mundo sabe hacer más por pereza que por otra cosa.
Y ya casi termino con esto, que es la perspectiva. Hay lo que yo denomino easter egg, que nunca se dice de forma explícita pero se añaden pistas por un lado y por otro, que el lector más avispado puede encontrar: ¿por qué la narración es en primera persona? Es por algo y no solo por demostrar cercanía. Me ha parecido una maravilla sobre todo cuando le da el consejo Thomas Turner que ella termina haciendo.
En toda la historia hay una sola vez un cambio de primera persona a tercera persona. ¿Y sabéis qué? Es un orgasmo literario. Es un momento en el que Catherine se lanza a luchar, empieza a matar soldados y se encuentra con uno en concreto al que se la tiene jurada. Se siente una persona ajena a la que es, un monstruo que busca venganza, que mata gente por egoísmo, que reniega de lo que le han enseñado los indios porque sigue sus impulsos más deleznables. Experimenta en primera persona las cosas de las que le hablaba Thomas Turner sobre la guerra y la naturaleza humana.
Catherine habla sobre ella misma en tercera persona porque no cree que la Catherine que se metió en esa batalla sea la Catherine del resto de la historia en ese momento álgido de tensión. Así es como se justifica un cambio de narración sin que haya que introducir notas aclaratorias, quede mal o no venga a cuento. Así.
Catherine cambia y con Catherine, el género. Llega un momento en el que la trama maestra y la subtrama principal se intercambian los puestos. El amor prohibido al estilo Titanic empieza a quedar en segundo plano según la protagonista va aprendiendo y adquiriendo conocimientos para quedarse en una trama de descubrimiento. Una mutación tan lógica como lo es esa relación madura que tiene con Namid, que aunque sea adulta, también es infantil, porque continúan siendo dos adolescentes sin infancia con anhelo de algo de paz mental y libertad.
Argumento que esto lo consigue gracias a que la autora es muy buena con las agniciones interiores de los protagonistas. Bien las puede narrar con todo lujo de detalles como hace con Catherine, pero también las enseña sin falta de explicarlas como hace con Desagondensta. La escena en la que dice que no toca el clavicordio en público porque le consume energía al dejar su alma ahí es una de las escenas que más me gustaron.
Es una historia muy completa. Quizás, la única dificultad que pueda poseer para los lectores impacientes es que se tome su tiempo en despegar, pero es un punto débil, no un error. De haberlo hecho más deprisa, nada tendría sentido y los pilares no podrían sostener un armazón tan robusto como es el de Waaseyaa. No tengo nada más que deciros al respecto de esta obra más que me sangre mucho que no le hayan prestado atención y encontrarme comentarios de gente que dice: la voy a abandonar porque no pasa nada entre ellos. Chicos, si queréis porno iros a Redtube, yo qué queréis que os diga.
En fin, me gustaría terminar con una reflexión poética, pero con todo lo que llevo escrito, me va a salir una tendinitis y ya tengo la espalda hecha mierda, así que aquí se va a quedar con un:
LEEDLA, INSENSATOS.
Lo mejor: todo
Lo peor: no ha ganado los Wattys 2017 ni los Wattys 2018. BAIABAIA
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