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▶24◀

—Buenas tardes, la Señora Yivcoff se encuentra de camino, puede pasar y tomar asiento. Ella dió órdenes estrictas de que se le tratara como si estuviera en su casa.

Anuncia la señora de servicio. Asiento levemente y me adentro en la mansión.

Sam, desde que tengo uso de razón fue adinerado.

Camino hasta uno de los salones y tomo asiento.

—¿Gusta algo? —ofrece la señora.

—Prueba el té frutal—. Sugiere Sam.

—¿Tal vez un té de frutas?

—Enseguida.

Sale de la estancia.

—Tardará unos tres minutos en traerte el té, luego se irá a hacer sus deberes. Y podrás subir a las habitaciones. Necesito que entres en la habitación de Steve...

Tomo mi celular y lo coloco en mi oreja, no quiero parecer loca hablando sola.

—¿No íbamos a ir a tú habitación?

—¡Bah! Allí no hay nada. He venido varias veces, mientras duermes. Tenemos que entrar en su cuarto. Sí Camila dice qué él tuvo algo que ver, tenemos que seguirlo de cerca.

—Okey.

—Tenga, ¿Quiere leche?

Dice la señora mientras coloca una bandeja plateada perfectamente pulida en la mesita frente a mi.

—¡No! Gracias. Estoy bien.

—Disfruta tú fiesta—, dice Sam —luego del té, subes.

Insiste.

Siento un poco de nervios de siquiera imaginarme que Steve me puede descubrir en su habitación. O peor, la mamá de Sam.

¿Qué excusa puedo darle?

Que soy una exnovia loca que no superó a su hijo y está buscando pistas de su muerte. Nada mal.

Me bebí el té de un solo sorbo entero. Y pensar que la temperatura de la bebida no fue un impedimento. Quiero terminar con esto de una buena vez.

—Vamos.

Sam camina al frente de mi. Lo estoy siguiendo. Subo unas enormes escaleras de mármol. Intentando silenciar mis pisadas. Nadie puede verme aquí arriba.

Llegamos a lo que al parecer es el primer piso.

Todo está pulcro y brillante.

Hay cuadros famosos por todos lados. Mis ojos se detienen para admirarlos.

—Son imitaciones —informa.

¡Vaya!

—Igual, son adictos al arte.

Se encoge de hombros.

—¡Meh! No lo llamaría adicción. Lo llamo compras compulsivas de mamá cuando papá murió.

Aquellas últimas palabras me crisparon.

—Lo siento —susurro.

Se encoge de hombros.

—Muchos dicen lo siento, pero nadie lo hace.

Coloco mi mano derecha sobre mi cadera. Y levanto una ceja.

—Sam, mi madre murió hace unos días. ¿Crees qué no se como se siente?

Dibuja una letra "o" en sus labios.

—Perdóname, yo...

—Shhh—, lo silencio. Cómo si pudieran oírlo —mejor vamos a lo que hemos venido. Antes de que tú madre llegue.

—Ven, es aquí.

Señala una puerta de caoba rojo. Es distinta a las demás.

Coloco mi mano sobre el pomo dorado y lo giro. Un simple click abre y me cuelo en la habitación.

Las paredes están forradas de papel blanco y negro, con estilo minimalista. Hay un enorme cuadro con la foto de Steve, el hermano menor de Sam.

Una mini laptop reposa en su cama. Al parecer es lo único fuera de lugar, puesto que la habitación luce impecable.

—¿Sam? —susurro al encontrarme sola en la habitación.

Asoma su cabeza a través de la puerta. Más bien, la traspasó.

—Estoy haciendo guardias. Revisa entre sus cosas, intenta dejar todo en orden. Tienes cinco minutos. Iré a ver si mamá ya llegó. ¡Angélica!

—¿Qué sucede?

—Confío en ti. Eres la única que puede salvarme.

Asiento.

Trago saliva.

Casi nada.

Tengo el poder para salvarlo.

¿No podía ser su novia Nashell?

¿La enfermera Karelin?

¿Su mamá?

¡NO! Tiene que ser Angélica.

Camino hasta el closet, abro la puerta de madera blanca y es enorme. Es como mi habitación, multiplicada por seis.

Reviso entre las gavetas. Pero no hay nada fuera de lo normal. Su ropa. Perfumes. Relojes. Pulseras de plata y oro. Cada cosa en una gaveta. Sus zapatos por supuesto que en repisas.

Éste chico es más ordenado que yo. Y más ordenado de lo que parecía en la secundaria. Nadie lo quería. Era el típico chico problema, al cual Sam siempre lo salvaba.

Abro una última gaveta, solo por descartar y me consigo con varios, demasiados, teléfonos celulares. iPhone de todos los modelos. Frunzo el ceño.

¿Acaso colecciona teléfonos?

—¿Listo? —la piel se me pone de gallina.

—¡SAMUEL! —lo regaño. Bajo la voz— ¡Samuel!

Éste suelta una carcajada ante mi reacción. Santa Rosalía, pero es que me acaba de dar un susto de películas.

—No hay nada...—anuncio.

—¿Revisaste su laptop? —niego.

—Bueno, tendremos que hacerlo después. Ya debes bajar. Mamá llegó.

Cierro todas las gavetas en su respectivo orden y cuando voy por la última, hay algo que llama mi atención. Una memoria USB plateada, con las iniciales: S.Y.

—¿Es tuya? —le pregunto a Sam mientras me dirijo a la puerta.

—No que yo recuerde.

—¿Me la llevo?

Se encoge de hombros.

—Pues vinimos a investigar.

La guardo en el bolsillo de mi pantalón.

—Vamos.

Bajo poco a poco las escaleras. Y retomo mi lugar en ese vestíbulo. Actúo con naturalidad. Y retoco mi maquillaje, ésta misión me hizo sudar.

—¿Crees qué tú hermano se dé cuenta?

—Na'. No lo creo.

—¿Y qué hay de eso? —señalo una de las cámaras de seguridad.

El sonríe.

—No tenemos cámaras en nuestras habitaciones. Y para cuándo alguien vea el vídeo de Angélica Stanley colándose en la habitación de su cuñado, pues, ya estaré vivo.

—¿Cuñado?

Sus ojos se abren.

—¡Angélica, querida!

La mamá de Sam acaba de llegar. Y no está sola. Steve y Jackson están con ella.

Penúltimo capítulo mis amores. 🌚🌚💖💖
Falta muy, muy, muy poquito.
¿Creen que en el siguiente y último capítulo pueda soltar lo que todos están esperando en tan solo 900 palabras?

Yo no 😂😂🙈

No me maten please.

Nos vemos. Sam los ama 🌚💖💖💖❤❤😘😘

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