▶23◀
Escuché esa voz mientas estaba con Angélica. Esa voz familiar que me sobresaltó, si así se le puede decir, ésta tarde en la cafetería. La voz de Karelin.
Ella me estaba hablando.
¿Por qué la estaba escuchando?
Abro los ojos... ¿Siento miedo?
¡Siento miedo!
Veo muy borroso.
No me puedo mover.
Escucho el ruido de muchas máquinas. Estoy conectado a algo.
Giro la cabeza a mi izquierda y observo a Karelin con su uniforme de enfermera y un libro en sus manos.
Esta habitación la conozco. Debo guardar cada detalle.
¡Esperen!
Si estoy aquí acostado y estoy viendo a Karelin...
¡ESTOY VIVO!
Escucho como las máquinas sueltan chillidos frustrantes. Estoy acelerado. Tengo la mitad del rostro tapado con una máscara que emana un vapor sofocante. Pero me ayuda a respirar.
Abro los ojos pidiéndole respuestas a la amiga de Nashell. Pero ella solo me está observando maravillada.
Frunzo el ceño.
Camina hasta mi y con su mano acaricia mi frente.
¿Acaso estoy sintiendo?
—Estarás bien, te tuvieron que reanimar. Por poco nos dejas. Me alegra que haya salido del coma...
Y no entiendo más.
El cansancio se apodera de mi y cierro los ojos.
Escucho un silencio ensordecedor.
Cómo una especie de vacío.
Tengo algo que hacer. Dejé cosas inconclusas.
Algo da vueltas en mi cuerpo. Estoy ¿Mareado?
Me detengo por un momento y cuando abro los ojos ya no estoy acostado.
Estoy de pie, observando la escena en la que un señor con bata de médico le indica a Karelin que volví a caer en coma.
¡Estoy en coma!
¡ESTOY VIVO BITCHES!
La chica rosa tiene que saberlo.
Tiene que saber que estoy vivo y que estoy en el sótano de la cabaña.
¿Tal vez aquí me dispararon?
Sigo observando cómo Karelin sujeta mi mano y me habla al oído. Tal vez por eso la estuve escuchando hace unos minutos. Porque estaba regresando a la vida y ella me estaba leyendo...
Me pregunto: ¿Desde cuándo lo hace?
¿Cuánto tiempo llevo aquí?
¿Quién me disparó?
Son tantas preguntas. Y claro que ella no puede escucharme, y mucho menos verme.
Echo un último vistazo al panorama. Y sé que quedo en buenas manos. Ella quizás conozca a quién me hizo esto, pero estoy seguro de que estoy bajo los mejores cuidados.
Ahora, analizando un poco, la persona que me disparó me quería. Porque me está dando los cuidados que requiero.
Esto me tiene confundido. ¿Quién podría ser capaz de dispararme y luego salvarme la vida?
¿A qué ser humano tan terrible le atribuyo dicho acto?
Atravieso la puerta y me encuentro, efectivamente, en el sótano de la cabaña.
¡Qué idiota soy!
Camila le dijo al padre que vio como me disparaban aquí.
Entonces alguien se ha preocupado por mí y contrató a Karelin para que me cuidara. Probablemente sea Nashell.
Me asomo por la ventana y ya es de día.
¿Cuánto tiempo estuve aquí?
Debo ver a la chica rosa. Estoy seguro que está más confundida que yo.
⌚
—Buenos días, señorita.
La saludo. Está dormida en el sofá de su casa.
¿Acaso pasó toda la noche esperándome?
Eso sería especial.
Abre los ojos confundida y le toma algo de tiempo acostumbrarse a la claridad.
—¡Volviste! —exclama con la voz todavía ronca.
Asiento.
—¿Qué sucedió?
—Pues no me lo vas a creer...
Se sienta y sostiene sus sienes.
—Ahm... Creo que sí. Puedo creer lo que sea que me digas.
Bosteza.
—Bien—, doy una sonrisa de medio lado —estoy vivo.
Sube la cabeza de golpe y se queda atónita.
Literal no tiene expresión en su rostro y luce pálida.
—¡¿Qué?!
Suelto una carcajada. Estoy de buen humor.
—Como lo oyes. Estoy vivo. Ahora... Tal vez no sea sencillo lo que te voy a decir, ¿Ya comiste?
Niega.
—¿Qué hora es? —pregunta soñolienta.
Observo el reloj de pared de la cocina desde aquí.
—Diez para las doce.
—¡Oh, mierda! —se levanta, o más bien, salta del sofá.
Todavía lleva puesta la bata de ayer, lo que me confirma que se durmió esperándome.
—¿Qué sucede? Hoy es sábado. No trabajas.
—Pero sí tengo una cita con tu mamá. ¿Lo olvidas?
¡Oh rayos! La cita.
Bueno, tal vez me ayude. Así puede indagar entre las cosas de Steve. Algo me dice que él tiene que ver con esto.
—Iré a bañarme —anuncia ella.
—Te acompaño —sugiero.
Sus mejillas se encienden.
—No a eso...—aclaro—. Tengo que contarte algo, es muy importante.
Subimos a su habitación y ella está en la ducha, con las cortinas cerradas y yo sentado en la tapa del retrete.
Me siento como un bebé de guardería que le cuenta a su mamá cómo le ha ido en el día.
—Entonces, esa tal Karelin sabe más de lo que aparenta...—expresa ella.
—Sep. Ella me está cuidando. Me estaba leyendo, de hecho.
—Sí, he leído que a las personas que están en coma, o en estado vegetativo es recomendable leerles. Dicen que ellos escuchan, que están conscientes.
Me encojo de hombros. Aunque sé que ella no me está viendo.
—La cosa es... Quiero que al salir de lo de mamá hoy, vayamos con Karelin.
—¿Por qué quieres ir con ella? —pregunta seria.
Cierra el grifo de la ducha. Y sale con una toalla envuelta en su cuerpo.
¿Acaso está celosa?
—Ella sabe más de mi que yo mismo. Es una pieza clave. Si me está cuidando, y es enfermera, quiere decir que saber lo que me pasó y probablemente quién me lo hizo... Por favor.
Le hago un puchero.
Ella voltea los ojos.
—¡Bien! Ahora vete, debo vestirme. Espérame abajo.
—Sus deseos son órdenes.
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