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▶2◀

—¿Estás segura Angélica? Puedes venirte a la casa, con nosotros...—insiste mi tía Luz. Yo niego con la cabeza.

Ya estoy afuera, frente a mi casa.

—Estaré bien. Lo prometo, en unas horas será la cremación, y todo esto terminará—. Dije convencida.

O intenté sonar convencida para ellos. Ni yo misma me lo creo, ahora es cuando todo comienza para mí, una nueva vida. Y ahora es sin mi mamá.

—De acuerdo, cielo. Puedes llamar y estaremos para ti. En cualquier momento, ¿Vale?

Asiento. Estrecho su mano y me despido de ellos dos, Mariana está dormida en la parte trasera del auto. No resistió. Demasiado por una semana. Y yo, solo espero que me pase lo mismo que ella al entrar a casa, ojalá me adentre en un sueño profundo del que solo me despierte la alarma...

Ojalá, porque la verdad no sé hasta cuando podré soportar. 

Me di una larga y caliente ducha, volví a llorar mientras el agua corría por mi cuerpo. Supongo que el impacto de todo esto no dejará que mi mente se despeje, al menos no rápido. Tampoco me puedo pedir mucho, porque quién se ha muerto no ha sido cualquiera. Sino mi madre. Y ahora me encuentro en mi habitación, recostada de la cama, observando a la nada. No hay un punto fijo en el que pueda observar, ya que toda mi habitación se encuentra repleta de recuerdos. Aunado a ello, el silencio de mi casa me sofoca. Mis pensamientos me atropellan de una forma abrupta. Siento que me falta la respiración. 

Necesito aire. 

Aire limpio.

Salto de la cama y me coloco las pantuflas, aunque pronto no las voy a necesitar. Bajo hasta la sala. Y retiro el seguro de la puerta, el frío aire de la madrugada, pronto amanecer choca en mis mejillas. Mi cola de caballo, ya deshecha se mueve por la brisa. El silencio que emana me llena de paz.

Al salir de casa camino directo al puente. Ese pequeño puente dónde todos los niños de éste pueblo, jugamos alguna vez. Hasta que fuimos creciendo, y todo se tergiversó. Cambiamos, algunos para bien, otros para mal. Muchos se avergonzaron de ésta zona del pueblo, y dejaron que todo cayera en el olvido. Éste puente que tiene tanta historia conmigo y mi familia. Al que juré no acercarme jamás. 

Me encuentro de pie, en el puente. Caminé como si me lo hubieran ordenado. Todos los movimientos que hago me parecen tan ajenos a mi, que no estoy segura de estar en mi cabales, pero sí estoy segura de lo que voy a hacer. ¿Irónico, no?

La calle está sola. Hace mucho frío. Debí haber buscado un abrigo, aunque al igual que con las pantuflas. pronto no lo necesitaré. Cierro los ojos y dejo que la helada brisa choque en mis mejillas una vez más. Éste gesto hace que las lágrimas que estoy derramando de manera involuntaria, jueguen a congelarse, pero no me preocupo porque también pronto dejaré de sentir. Extiendo mis manos, como la estatua de Cristo redentor, de río. Sintiendo la brisa helada crear un escalofrío en todo mi cuerpo.

Hay muchísima paz en éste instante.

Todavía con los ojos cerrados, decido hacerlo, sí mamá tuvo el valor...

¿Por qué yo no habría de...?

Son tantas cosas malas con las que cargo ahora, mucha mierda. Y no solo ahora, desde hace tanto tiempo.

La desgracia me persigue, y con solo un salto como lo han hecho ellos, podré arreglar todo.

Avanzo hasta el barandal, mis pisadas retumban en la vacía calle y me posiciono del otro lado de esa cerca metálica del puente, quedando de pie en un borde de menos de seis centímetros. Me sujeto del oxidado metal para no perder el equilibrio aún, sin abrir los ojos todavía, respiro profundo pero todavía el aire me asfixia. Ya sé que suena ilógico, pero en serio es así. Y justo cuando estoy a punto de dejarme caer algo me detiene...

Una voz, en mi oído.

Abro los ojos de golpe, veo en todas las direcciones, pero no hay nadie. Ha de ser mi subconsciente haciéndome pasar un mal rato. Todavía tengo la esperanza de no escuchar cosas, de no ver fantasmas. Y claro que es así. Eso no es un don, es una desgracia.

Retomo la misión. Tengo que ser feliz, ya no me queda nada ni nada aquí.

Respiro profundo. Me armo de valor por segunda vez, porque para hacer esto... Para dejarte caer, morir... Se necesita muchísimo valor, no piensen que es un acto de cobardía porque no, no lo es. Y justo cuando me voy a dejar caer...

¡HEY! ESPERA... NO SALTES.

Tengo los pelos de punta y no es por el frío de la noche.

Al contrario, esto me ha dado calor. Más del que quisiera.

Perfectamente lo escuché. Y aquí afuera no hay nadie, a excepción de mi.

En medio del nerviosismo, me traslado de barandal, cayendo nuevamente en el asfalto. Esto sí que fue real. Giro la vista a todos lados, y no veo a nadie.

La calle está sola y sumida en la penumbra, tal como lo estaba hace unos minutos.

Trago saliva. Niego con la cabeza porque no puedo aceptar esto, es definitivamente, una mala pasada de mi mente ya que llevo seis días sin dormir bien, tiene que ser eso. Así que, decido volver a casa. Menos mal queda a escasos pasos de aquí.

Desperté cansada. 

Tardé un poco en caer en cuenta...

Lo de mamá, no fue un sueño, ni una pesadilla. Fue real. Ha sido la peor y más cruda realidad.

Tengo una resaca moral, a pesar de no haber ingerido alcohol. Por lo que intenté hacer ayer. Estuve a punto de convertirme en lo que me destrozó. El suicidio.

Me siento como puedo en la cama, la cual luce enorme para mi. Mirando a la nada y sintiendo como el sol se cuela entre las cortinas, mientras ondean por la brisa que se pase en mi habitación. La verdad ni sé cuando abrí las ventanas, no suelo hacerlo tan seguido. Pero con estos días tan locos, no me extraña que lo haya hecho y menos el hecho de que no recuerde. Me levanto, y las cierro de golpe. El clima luce espectacular, y me siento enojada por eso, porque nada puede ser maravilloso en estos días. Se me hace egoísta e injusto que el mundo siga su curso como si nada malo pasara.

Tomo mi celular de una de las gavetas del closet donde guardo mi ropa, lo dejé allí hace una semana cuando inició todo esto. La verdad no quería hablar con nadie. Lo enciendo, creo que ya es tiempo de afrontar la realidad. Me siento otra vez en la cama, en ésta oportunidad, en la orilla dejando mis pies descalzos colgar en el aire.

Espero uno segundos para que lleguen todos los mensajes. Notificaciones. Todo. Son muchas y sé que la mayoría de ellas no son reales. Las personas son completamente mecánicas cuando se trata de una situación como ésta. Repiten lo mismo, y sin tan siquiera sentirlo:

Lo siento mucho...

Mi más sentido pésame...

Lamento tu pérdida...

¿Pero realmente lamentan eso? ¿En serio lo sienten? Lo dudo, porque a la mayoría de las personas que te dicen eso, son esas por las que no han pasado por esto. No puedes decir "lo siento" si no estás en esa posición. Preferiría un simple abrazo y ya. Es más honesto y claro.

Reviso una a una las notificaciones de mi iPhone...

Hay una serie de mensajes en particular que me llaman mucha la atención. Y son de mi ex. Jackson:

⏬⏬⏬

Hey, An. Me enteré de lo de tú mamá... Lo siento. Cuando puedas me escribes, estoy contigo, cariño.

Martes. 1:05am.

°°°

An, no respondes. Me gustaría saber en dónde van a velar a tu madre. Quisiera acompañarte en éste momento... Yo... A ella sí que le tenía aprecio.

Martes. 3:15pm.

°°°

¡Angélica!. Me dijeron que mañana la van a cremar. Si me necesitas, llámame. Te puedo llevar... Responde, por favor.

Miércoles. 11:14pm.

⏫⏫⏫

¡Tonterías! Se va a preocupar por mi, ¿ahora?

¿Por qué hacen eso? ¿Por qué valoran cuando ya no tienen?

Lanzo el teléfono en la cama, lo detienen las sábanas y almohadas. Y me voy al baño, debo asearme sin mucha gana. Ya son pasadas las tres de la tarde, y no puedo llegar tarde a mi destino. No pienso tardar nada en el baño y tampoco debo preocuparme por hacer comida, ya que no quiero comer nada. 

💔

Al salir del baño tomo del closet un vestido largo de color negro, con flores hawaianas blancas. Paso un poco de polvo compacto en mi rostro para quitar el brillo, mera formalidad. Recojo mi negra cabellera en una coleta larga, mi peinado usual de todos estos días. Tomo el mismo bolso de ayer, y de los demás días. Mi celular, por si acaso y salgo de la habitación. Camino por el pasillo de la parte de arriba directo hasta las escaleras, ignorando por completo, la habitación de mamá y todo lo que me pueda recordar a ella. Tal vez si me hago a la idea de que está de viaje con mi madrina y debo cuidarme sola, por un tiempo. La situación no dolerá tanto. 

No quiero ni ver para allá, en serio. Me detengo un momento, pero sigo bajando los peldaños quedando de pie en la punta de las escaleras. Tomo mis llaves del plato donde siempre las dejamos. O bueno, las dejaba mi mamá también.

¡Joder, qué difícil es esto!

Abro la puerta para salir y enfrentar el mundo exterior y claro que a las miradas imprudentes de los vecinos. Pero antes, hay algo que me causa mucha ansiedad. Siento que me están observando desde anoche en realidad, pero ahora es en la punta de las escaleras que dan con el segundo piso. Esto es macabro, lo sé y no es la primera vez que me pasa. Me giro con sumo cuidado, casi como un reflejo...

Y lo cierto es que no hay nadie, gracias a Dios. Solamente son ideas mías y estoy muy agradecida de no haber enloquecido entre tanta desgracia. Me aseguro observando por unos segundos las escaleras, pero es absurdo, debería mi cerebro comprender que allí no hay nadie. La casa está sola. Yo estoy sola. Y así estaré por mucho tiempo. Cierro de un portazo, y paso llave. Es momento de terminar con todo esto.  




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N/A

Capítulo 2, listo. Corregido y editado. Voten y comenten pleeeeeaaase. Bye 💖

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