▶15◀
—Gracias tía.
Doy a mi tía Luz.
Estoy de pie, en el camino de piedras que da hasta mi casa.
—¿Estás segura de que no quieres quedarte con nosotros? —añade mi prima.
Niego con la cabeza.
No puedo huir todo el tiempo de mis temores. Ni mucho menos de mis problemas.
Sí, ya sé. Lo dice la chica que se ha intentado suicidar más de treinta veces.
Suspiro.
—Estaré bien, lo prometo.
Los tres, mí tío, mi tía y mi prima. Dan un leve y triste asentimiento.
—Pronto comenzaré las clases y estaré más ocupada. Eso es justo lo que necesito, ocupar la mente.
—Bien, pero ya sabes, como siempre te he dicho. Cualquier cosa... Llámanos.
Abrazo a mi tía como puedo, porque permanece sentada en el auto. Y me despido de todos con un ademán de mi mano. Cuando veo al auto alejarse, decido emprender rumbo a mi hogar. Mi celular está que revienta en el bolsillo de mi pantalón, pero no lo quiero contestar. Es Jackson y sinceramente no tengo ganas de lidiar con idiotas tan tarde. Estoy cansada.
Entro, cierro con todos los cerrojos posibles la puerta y observo toda la casa, se encuentra sumida en la penumbra. Enciendo las luces mientras voy caminando.
Ahora me asusta no tener ninguna luz encendida.
—No intentes hacerte daño, por favor...
Me paro en seco.
—¡NO, OTRA VEZ! —regaño— ¡Qué absurda! Ni siquiera sé a quién estoy regañando. Supongo que es a ti, Sam. Pero no lo sé, ya sabes, siempre le he tenido mucho respeto a esas cosas de espíritus.
Me siento como una tarada. Pero lo peor, es que siento que me está escuchando, ¿Será eso posible?
Debo continuar.
—Verás—, digo mientras coloco mi bolso sobre la isla de la cocina y saco las hierbas del té que me dió la loca enfermera —entiendo que no fue muy lindo lo que te pasó, pero debes cruzar al otro lado. Sigue la luz.
Realmente, estoy diciendo lo que todos dicen en las películas. Si de verdad Sam me escuchara, le diría todo, menos eso.
—Después de cruzar la luz, estarás bien. Y tal vez veas a mi mamá. Por favor dile que estoy bien...
Sirvo un poco de agua en una taza, ya deposité las hierbas en ella. Y la coloco en el microondas. Una vez tibia, boto las hojas y lo bebo.
Sé que no debo hacer eso, primero debería comer, pero recuerdo que la enfermera, que ahora dudo que lo sea. Me dijo que debería tomarlo en ayunas. Y pues, hoy apenas y probé bocado.
—Sabe asqueroso—, arrugo mi nariz —Sam, yo te amé.
Mi voz se quiebra.
—Si en verdad eres tú, quiero que sepas que me partió el alma cuando ví esa noticia. No lo merecías, alguien como tú...
Comienzo a sollozar.
¡Genial Angélica! Ahora estás viviendo tu propia novela de Wattpad, Drama Queen y demás.
—Necesito tú ayuda...
Mis sentidos se ponen alerta. Observo en todas las direcciones de la cocina y no hay nadie.
Termino de beberme el té de un solo trago y salgo de allí. Subo corriendo las escaleras y me adentro en mi baño.
Con la puerta cerrada, y la luz encendida, me miro al espejo.
—¿Por qué diantres siempre tengo que tener mejillas rosadas todo el tiempo?
—Eres espectacular.
Tengo miedo de subir la mirada. Demasiado miedo.
Pero tengo que hacerlo. Me armo de todo el valor que no he recolectado todo éste tiempo y...
Subo la mirada.
Allí estoy. Como una tonta borrosa viéndome en el espejo. Tengo lágrimas secas en mis mejillas. Deshago la cola de caballo de mi cabeza y abro el grifo del lavabo. Tomo agua entre mis manos y la estrujo en mi rostro.
Subo la mirada para ver cómo...
—¡Santa mierda! Eres tú...
Mi pulso se acelera. Quiero gritar. No, quiero correr. No. Quiero hacerme pipí, sí eso.
Él solo me está viendo, triste.
Está muy golpeado. Tiene sangre seca y ya sé porqué no lo reconocí esa noche cuando lo ví en mi habitación. Y tampoco en el cementerio. El Sam Yivcoff que yo conocí, tenía cabello rubio. Éste tiene cabello negro.
—¿Te teñiste? —es la única absurda y tonta pregunta que se me ocurre hacerle.
Esboza una sonrisa.
Pero sigue sin hablar.
Me doy vuelta poco a poco, sigo mareada.
Intento quedar de frente con él y sí, lo sigo viendo sin necesidad de usar el espejo.
Tengo miedo, Santa María.
—Sam, ¿Estás vivo?
Tarda un poco en contestar. En las expresiones de su rostro también veo algo de emoción y sorpresa.
—Dime, necesito saber...
—No lo sé.
Quiero chillar.
Suelto todo el aire que tenía contenido porque pensaba gritar.
—¿Sabes algo de lo que te pasó? ¿Recuerdas algún detalle?
—No, Angélica. Deberíamos ir a donde la vidente.
Su voz retumba en mi cerebro.
¿Acaso todo esto es parte de mi imaginación?
Estoy confundida.
Y esas hierbas siempre me hacen temblar. Sudar...
—Tengo que darme un baño —anuncio.
Se acerca hasta mi, intenta sujetarme pero yo no quiero saber si eso se puede. De manera que retiro el brazo bruscamente.
—No lo hagas, esas hierbas son las que te hacen verme. No cortes el efecto.
¡Santa madre de Dios! Eso explica muchas cosas.
Asiento. Abro la puerta del baño y salgo hasta la cocina. Tomo mi celular, algo de dinero en mi bolso y me aseguro de que Sam no se haya ido.
Sigue aquí, a mi lado.
—Estoy lista Sam, estoy lista para saber quién te mató.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro