El resumen de lo que pasó:

Cerré la puerta, un golpe seco.

Y por supuesto que estoy feliz. O eso creo. Porque ya saben, no siento nada.

¡Ya me frustré!

La cosa es que he descubierto que cuando algo me parece injusto o me desagrada puedo hacer cosas.

Cómo lograr que la luz prenda y apague. O cerrar puertas.

Por alguna extraña razón siento la necesidad de ir con la chica rosa. Y no pregunten como, por favor, pero caminé hasta una cafetería cercana a mi oficina, donde trabajaba, y allí está.

De hecho, no sabía que era dueña.

Más bien, me extraña que en todo éste tiempo yo no la haya visto. Porque los pedidos que hacemos de la empresa son de ésta cafetería.

Bueno, cuando yo vivía.

Sigo a la chica rosa hasta el baño.

Ella ha estado distraída. Tal vez dormir en casa de su ex no ha sido buena idea, y creo que lo está mirando muy tarde.

Me detengo cerca de un lavabo, mientras ella va a hacer lo suyo, por supuesto que no pienso abusar de su privacidad.

-¿Sabes? Tuve una mala noche-, silencio total -lamento haberte dejado sola toda la noche... Pero me sirvió para descubrir que mi hermana está casada con un imbécil.

Silencio total.

Ella no me oye.

De hecho, me parece que está tardando demasiado...

La escucho sollozar.

-No soy suficiente para nadie...-la escucho decir.

¡Oh no...!

Abre la puerta del cubículo y se dirige al lavabo. Retira uno de los espejos que hace juego en el baño y de un golpe seco lo deja caer al suelo.

Todos los pedazos se dividen yacen en el suelo esparcidos. Es como una fiesta brillante.

Toma el más grande...

El más filoso...

Sin ganas, se da caer al piso, al parecer no le importa que el suelo está húmedo.

Temo mucho por lo que pretende hacer.

Sostiene con fuerza ese trozo filoso de espejo y lo posiciona cerca de su cuello.

Toma aire, se está dando fuerzas.

-No debe ser difícil Angélica -en definitiva, se está dando aliento.

¿Por qué chica rosa?

Eres tan hermosa.

Tan especial.

Inclusive en estos momentos, cuando estás a punto de hacer tal atrocidad.

Me siento indignado. Yo deseando volver, disfrutar de todo eso que ella tiene, aunque no tenga a sus padres.

Ella puede ser feliz.

Tendrá oportunidad de crear una familia.

De caerse y levantar.

De escribir un libro con todo lo que le ha pasado incluso, si eso quiere. 

Pero no ve la oportunidad que tiene en sus narices.

Me siento molesto.

Cierra los ojos.

¿No tiene el valor de hacerlo con los ojos abiertos?

La frustración me invade.

Y rápido veo como la bombilla del baño emite un sonido escalofriante.

¡Mierda, se explotó!

-No lo hagas...-aprovecho para advertir

Todo está oscuro, pero por alguna extraña razón, yo puedo verla como si eso no fuera impedimento.

Sigo molesto. Iracundo.

Camino hasta la puerta, quiero hacer una prueba...

La tomo entre mis manos y...

La puerta se ha cerrado de golpe.

¡Genial!

La chica rosa está sobresaltada.

Se pone de pie, e intenta abrirla, pero el pomo no gira.

Ese no fui yo, ¿O si?

-¡AYUDA! -empieza a gritar.

-¡Estarás bien...!

Ya estoy un poco más calmado. Al menos he vuelto a impedir que haga una locura.

Hay un sonido curioso...

Su teléfono.

Decide reposar en la puerta. Excelente idea.

⏳⌛

Parece que ya pasaron dos horas. Lo sé porque he atravesado la puerta hasta el recibidor y hay un enorme reloj de pared. Allí he podido saber más o menos la hora. Ya son las 10am.

La chica rosa sigue a oscuras, atrapada en el baño.

Tiene maquillaje corrido y solo se ha limitado a crear figuras con los fragmentos de espejo que están en el suelo.

—¿An...? ¿Estás allí? —la voz de una mujer la hace pegar un salto y recostar la oreja de la puerta.

—¿Mariana? Sí, soy yo. La puerta está atorada. Por favor, ve por mis llaves en la oficina de papá...

—¡YA VOY!

Traspaso la puerta y sigo a la chica, pronto puedo deducir que se trata de su prima. La joven que estaba dormida en el auto de su tío el día del velorio.

Abre la puerta del baño y Angélica salta hasta ella abrazándola fuerte.

Los ojos de Mariana están desorientados al observar el ambiente en el baño.

Todo en penumbra.

El espejo roto en el suelo.

Una Angélica asustada.

Cuando se separan, Mariana sujeta a la chica rosa por los hombros y la observa fijamente:

—¿Estás bien? —pregunta nerviosa.

Angélica asiente.

—Explotó la bombilla. La puerta se cerró y tenía llave. Olvidé mi celular en la cartera.

—¿Y ese espejo cómo se rompió?

Camino muy cerca de la chica rosa, y cuando tengo mi boca cerca de su oído hablo:

—Dile, dile lo que pasó... Cuéntale que necesitas ayuda, no es primera vez que lo haces... ¡Joder!

Su piel se pone de gallina.

Ella me está escuchando.

Se da vuelta, quedamos frente a frente. Como la primera vez.

Pero claro, ella no me ve.

Toma el pomo de la puerta y la cierra.

—Será mejor que inhabilitemos el baño, por un tiempo. ¿Mi tía Luz vino contigo?

Su prima frunce el ceño. Pero luego actúa como si nada.

Por lo visto no es la primera vez que Angélica actúa así de raro.

—Ella vendrá en media hora, yo me adelanté, para darle una vuelta al local. Ya sabes, como siempre.

Traga saliva.

—Decidí comenzar a trabajar de nuevo. Creo que me vendría bien —anuncia sombría, mi hermosa y triste chica rosa.