Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

veintiocho

Los pequeños remanentes de alegría se esfumaron conforme pasó el tiempo. Los días se hacían más largos, las noches más cortas y los mensajes menos frecuentes, como si la llegada del verano, que acechaba peligrosamente, fuera el indicio principal del fin de algo... de algo que aún no estaba definido porque, cuando Maddie intentaba responder a la pregunta ''¿qué somos?'', se quedaba en blanco. 

Will no era nada, en realidad; quizá un conocido, puede que un amigo, pero a efectos prácticos no era nada y, por ende, Maddie no era quien para pedir explicaciones. No se encontraba en una posición que le permitiera preguntarle a Will por qué había dejado de contestar a sus mensajes de un día para otro, o por qué narices llevaba casi una semana sin saber nada de él. No era su novia, pareja, hermana, madre; Maddie tampoco era nada.

Pasó de sentirse útil a sentirse utilizada. No pretendía que el equipo entero de vóley le estuviera agradecido de por vida, tampoco quería que Will cumpliera la promesa de hacerle una estatua... pero Madeleine esperaba un mínimo, aunque fuera por parte del pelinegro, y lo único que había recibido, a parte de la euforia inicial, había sido silencio y distancia. 

Quizá no daba para más. Quizá aquel era su límite, quizá no podía seguir jugando. Conocía las reglas, pero había algo, mucho más arraigado que sus principios, que le había impedido pasar a la siguiente fase: si el objetivo final de Will era acostarse con ella, Maddie no se lo había permitido. 

Al principio, aquella idea pululaba por su mente cargando un pesado sentimiento de culpabilidad. Los ''y si...'' se agolpaban en su cabeza, y se preguntaba si habría sido diferente si, desde el primer momento, hubiera tenido sexo con él. Luego lo pensó mejor, y la culpabilidad desapareció en cuanto llegó el orgullo; aquel orgullo que nacía como mecanismo de defensa, que a veces hasta le resultaba estúpido. Encontró cierto consuelo en pensar que había sido ella misma, de forma consciente, la que se había librado de él y no al revés.

Maddie obligaba a Tofu a dar un par de vueltas por el pabellón del campus antes de continuar con el paseo. Los Engineers solían entrenar con la puerta lateral abierta, así que Maddie podía echar un vistazo desde la lejanía y comprobar si Will estaba allí... como si aquello fuera a solucionar algo.

También, aunque a escondidas y casi a regañadientes, veía las fotos publicadas por Ben y Luca en sus redes sociales. Will no aparecía en ellas. Y era raro, porque siempre estaba ahí, aunque fuera de espaldas y a lo lejos. 

Era como si hubiera llevado el ghosting al nivel más extremo. 

*****

El rencor aún acompañaba a Maddie, pero había decidido que lo mejor era olvidarse de todo y centrarse en su carrera universitaria. Un pequeño desengaño no iba a impedir que siguiera adelante; total, la culpa había sido suya por encapricharse, y si había planeado lo inimaginable para acercarse a Will, también podía hacerlo para borrarle de su historia, ¿no?

Madeleine arrastró el carro de la compra por los pasillos del supermercado mientras Matt observaba dos botellas de vino distintas.

—De verdad, ¿no vas a venir? Es un plan tranquilo. —dijo el chico, dejando una de las botellas en el estante y la otra en el carro— Volveremos pronto. 

—Gracias por insistir, pero no. Prefiero quedarme en casa.

Su amigo se giró hacia ella. Maddie odiaba la compasión que se reflejaba en la mirada azulada de Matt. —¿No crees que es mejor salir? Para despejarte... y todo eso. Escucha: si quieres, vamos a cenar al...

La voz de Matt fue quedándose en off, de fondo, mientras la vista de Madeleine viajaba hacia la zona de parafarmacia que se encontraba un poco más lejos. La estatura podría delatarle, puede que también la sudadera roja y los pantalones cortos que llevaba, pero fue aquella mata de pelo azabache y rebelde lo que gritaba a los cuatro vientos Will Bishop. 

Maddie dio un golpe en el brazo a Matt. Señaló con la barbilla a Will. Matt se giró rápidamente y se volvió hacia su amiga con la boca abierta, sorprendido. 

—¿Qué cojones?

—Vámonos. —resopló Maddie. —Justo cuando no quiero cruzarme con él...

—Le has manifestado. —soltó Matt, sonando con una convicción que era más típica de la loca esotérica de Sylvia— Estabas pensando en él, aunque fuera para mal, y has conducido mal tus deseos. 

La de gafas rodó los ojos y se dispuso a darse la vuelta, pero antes echó otro vistazo a Will. Entornó los ojos, como si eso le ayudara a ver con más nitidez. Luego, agitó la cabeza, queriendo deshacerse de sus pensamientos, pero Matt le agarró del brazo.

—No. —se adelantó ella. 

—Es tu oportunidad.

—¿No me decís siempre que lo que no es, no es? 

—A veces hay que forzar un poco las cosas.

Madeleine sabía que la curiosidad se reflejaba en su mirada. Que los ojos le chispeaban. Que, ante todo, era una cotilla, y se moría por saber qué narices estaba haciendo Will allí. A lo mejor, ver que estaba comprando preservativos -o algo así- era la última señal que necesitaba para olvidarse de él. Tras fingir que se lo pensaba dos veces, agarró a Matt del antebrazo y caminaron juntos hacia el final del pasillo. Se agazaparon tras el estante.

—¿Qué hace? —preguntó Maddie, más bajita que su amigo y con un campo de visión algo más reducido.

—Creo que se lleva analgésicos... Mira su cesta. —su voz sonó como una especie de advertencia. 

La de gafas se asomó y descubrió que Will llevaba una cesta colgada del brazo. Estaba llena de medicamentos y algún que otro espray. 

—¿Qué narices...?

Lo más lógico era pensar que estaba comprando para reponer el botiquín del equipo. O, a lo mejor, pretendía matar a un caballo. Fuera lo que fuese, Maddie y Matt vieron cómo el pelinegro se acercaba al mostrador de la farmacia. Sacó una receta del bolsillo de la sudadera y, mientras la mujer que le atendía se marchaba al almacén, se giró hacia Maddie y Matt, como si los hubiera visto. Los dos amigos se parapetaron nuevamente tras el estante.

—A la mierda. —sentenció Maddie, agarrando el carro de la compra y caminando decidida hacia el final del pasillo. 

Curiosidad, preocupación, ganas de encontrar algo que le hiciera salir corriendo... Madeleine no entendía muy bien cuál era el motivo por el cual se plantó en el pasillo de farmacia, haciendo como si miraba multivitamínicos, dentro del campo de visión de Will, fingiendo cierto hastío. Solo sabía que el corazón le latía más fuerte de lo normal. 

Esperó un par de instantes. Se agachó para leer la etiqueta de una caja. Fue entonces cuando notó una sombra sobre ella y, al alzar la vista...

—Hey, hola. 

Su voz sonaba melodiosa, puede que algo sorprendida, pero cantarina, como siempre. Sin embargo, su apariencia había cambiado un poco: ojeroso, con los restos de una barba recién afeitada, con el cansancio empalideciendo su piel y con el brillo de su mirada escondido tras el cristal de sus gafas rectangulares. Parecía más cercano al Will Bishop de aquel carné de investigador que al Will que Maddie conocía. 

Maddie agarró la caja de las vitaminas y la lanzó al interior del carro sin dejar de mirar a Will. Le vio guardar los botes naranjas que había conseguido en la farmacia en el bolsillo de la sudadera.

—Hola. —respondió ella, por fin.

—Siento que no he hecho una entrada digna. Debería haberme acercado preguntándote si necesitas ayuda con los multipack de- Bueno, da igual. Hola.

Will le dedicó una sonrisa que convirtió rápidamente en una mueca. Se humedeció los labios y apartó la vista de Maddie, incómodo. 

—Ah, perdona. —la de melena castaña logró fingir una risilla. —Me he quedado mirándote como si hubiera visto un fantasma, ja, ja. 

—No sabía que podías ser tan...

Maddie alzó las cejas, expectante, instándole a que dijera lo que había planeado, pero él decidió callar para no meter la pata. Soltó algo similar a una carcajada amarga, grave y débil. 

—No tengo excusa, ¿vale? —le dijo a Maddie, suspirando— Lo de estar liado con la tesis, los entrenamientos y demás no es excusa, lo sé. Lo siento.

Antes de que el silencio incómodo los engullera, Maddie, mientras echaba un vistazo a los analgésicos, antihistamínicos y vendas que llevaba en la cesta, soltó: —Autoinculpación, ¿eh?

—He notado tu sarcasmo. Me miras como si quisieras matarme- y no precisamente a besos. 

—Así que no sabías que podía ser tan sarcástica, ¿no?

Él asintió y sonrió. —Es una faceta que desconocía. —señaló el rostro de Maddie con la mano— Igual que esa miradita enfadada... Igual me estoy pasando. Perdona. 

La de gafas inspiró y soltó el aire en una exhalación rápida. Por muy fuerte que quisiera ser y por muy antipática que quisiera parecer, aquella sonrisa encantadora a la par que juguetona le ataba de pies y manos. Aquel hoyuelo le hizo perder la compostura. Maddie agachó la cabeza y, rendida, también sonrió. A quién quiero engañar, pensó. Soy una blanda. 

Ante el fracaso de su plan A, Maddie pasó al plan B: la huida. 

—Bueno, me alegra verte. —dijo, intentando reflejar desinterés— Tengo que seguir con la compra, y me imagino que tú también. 

—Ah, sí. Claro. —Will se apartó con un gesto, dejando libre el paso hacia el final del pasillo. —Nos vemos.

—Yo no estaría tan segura. 

Maddie vio perfectamente cómo a Will le daba un vuelco el corazón. Lo disimuló bien. Volvió a reírse. 

—Suena a amenaza... Me gusta. Ah, —estiró el brazo hacia Maddie, impidiendo que la de gafas se marchara. —me imagino que te acuerdas de todo ese rollo de que querían pagarte las clases, bla, bla, bla... Bueno, Hayes se puso manos a la obra y me ha dado algo para ti. 

—Genial. 

—Si quieres- o sea, si no te importa, —señaló con el pulgar la salida del supermercado— si tienes tiempo y eso, podemos-

—Escríbeme y lo vemos. Estoy un poco liada y no sé si tendré hueco. Además, ¿no se supone que tú tienes que ir a entrenar, a dar clase o... algo así?

Will se quedó un instante en blanco, quizá porque la inesperada pasivo-agresividad de Maddie le había pillado desprevenido; ella era, al menos en su imaginario, una especie de ángel de aura blanca e inmaculada.

—Eso suena a castigo más que a amenaza, ¿no?

Maddie se encogió de hombros antes de marcharse.

*****

Habían pasado horas desde que le había visto, pero Maddie no podía dejar de pensar en Will: en su aspecto sombrío, en su aire cansado, en las pastillas que había comprado, en que había algo indescifrable que perseguía al pelinegro como si fuera una especie de nébula. También había pasado un buen tiempo desde que sus compañeros de piso la habían dejado sola, simplemente con la compañía de Tofu y una romcom noventera, porque Maddie se había negado -como otras tantas veces- a salir de fiesta. Prefería quedarse en la comodidad de su cama, acurrucada junto a Tofu, fingiendo que prestaba atención a aquella película que había visto tantas veces.

A lo mejor no había sido lo más adecuado teniendo en cuenta que tenía un par de mensajes del susodicho sin leer. La tentación era máxima, pero Maddie, en un ejercicio loable de fuerza de voluntad, se propuso no contestar hasta el lunes.

Era jueves.

Maddie se levantó de la cama con un bufido, despertando al pobre Tofu. Caminó con pasos largos -y algo furiosos- hasta la cocina, se preparó un té y, mientras esperaba a que infusionara, se fijó en el reloj de la pared: eran casi las tres de la noche, así que sus compañeros estarían al caer.

Genial, pensó, porque cuidar de ellos le serviría de distracción. Se llevó el té a la habitación y, en cuanto se sentó en la cama, empezó a escuchar un bullicio lejano pero familiar. Se asomó a la ventana y resopló al ver cómo llegaban al edificio sus amigos. Iban con alguien más. Agudizó la vista todo lo que pudo y reconoció, a nada más y nada menos, que a Ben Acrey y a James Eardson. El primero iba tan borracho que apenas se mantenía en pie; el segundo iba un par de pasos por detrás, charlando con Matt.

Madeleine salió disparada hacia la puerta del apartamento. Se asomó al rellano y vio cómo Grace ayudaba a Ben a subir las escaleras, despacio, sujetándole por la cintura. La de melena corta sonrió a Maddie.

—¡Anda! ¿Qué haces despierta?

—¿Qué hacéis vosotros aquí tan pronto...? —replicó Maddie, bajando un par de escalones y agarrando a Ben de los antebrazos para ayudarle. —¿Y por qué estáis con Ben?

Grace, menos alcoholizada que el resto, suspiró con hastío mientras terminaba de subir las escaleras con el enorme jugador a rastras. —Estaba celebrando no-sé-qué con sus amigos, —explicó— nos ha invitado a unas rondas y, cuando me he querido dar cuenta, estaba tirado en el suelo. No queríamos dejarle solo, así que...

Entre las dos, le ayudaron, casi de forma inexplicable y prácticamente contra todas las leyes de la física, a llegar hasta el sofá, donde se dejó caer. Luego, los segundos volaron: Tofu apareció para saludar a todos; Matt anunció que se iba a dormir y Eardson, que se limitó a quedarse callado, se esfumó con él;  Sylvia se llevó las sobras de la comida a su cama y se quedó allí, sin siquiera quitarse los zapatos; y Grace, con el permiso de Maddie, se fue corriendo al baño.

Total, que Maddie se quedó sola frente a un Ben adormilado, al que casi se le caía la baba. Intentó colocarle mejor para que durmiera en una mejor postura. No contaba con que Ben era puro músculo.

—Joder, es como mover un camión. —gruñó Maddie, que terminó rindiéndose. —Bueno, te despertarás con tortícolis... qué le vamos a hacer. 

Echó un vistazo a la posición de Ben y se fijó en que aún tenía el móvil en la mano, desbloqueado, con el teclado activo y el dedo pulsando la A. Maddie ahogó una risilla y se lo quitó con rapidez.

Fue un vistacito de nada. Una mirada de reojo. Un pequeño detalle captado de forma fortuita que le hizo... cotillear la pantalla del teléfono de Ben. 

mi bro no.1

mmme vuelvo acasa yaa

que estoi csnsado0p

02:18

no me jodas

estas borracho?

02:18

nooooooooooo jajajjjajajj

02:18

te voy a matar

02:18

uqe me voy con unas hciscass

chicas**

tio

no se adonde me llevan

ayuda

uqe vamoss andaneo a algun sito raro

estoy en un cochte

ayuda

02:48

mándame ubicación

02:48

rtio socroro no se onde estoy

ayuda

eestoy con unas tias que no conozco

dicden que es amigaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa

02:48

Una estridente melodía y un destello blanco sobresaltaron a Madeleine. Vio cómo se reflejaba en la pantalla del teléfono el apodo de la persona con la que estaba hablando Ben. Le estaban llamando. Obvio, yo también haría lo mismo. 

Sin pensárselo mucho, con intención de tranquilizar a quien quiera que fuera el interlocutor, Maddie descolgó. 

—¿Diga?

—¿¡Pero dónde cojones estás!? ¿¡Y estás borracho!? Dios, ¡me cago en...! ¿Maddie...? —el tono de voz de Will Bishop se suavizó de golpe en cuanto reconoció la voz de la de gafas. —Ay, perdona. No quería decir que me cago en ti, solo... ¿Qué narices? —dijo, tan sorprendido que le falló la voz. Carraspeó. —¿Ben está contigo?

—Sí, y está bien. Dormido. Y borracho. —resumió. 

—Bueno, me tranquiliza saber que está a salvo, aunque esté como una puta cuba. Dios, —resopló— me ha mandado mensajes pidiéndome ayuda y pensaba que le habían raptado o algo así... 

—Mañana tendrá resaca, pero parece que está... sano.

—Genial. Fantástico. —ironizó. Volvió a exhalar por la boca. —Mañana entrenamos a las ocho. Joder.

—¿Quieres que le despierte...?

—No, no. No se va a despertar. Dame veinte minutos y estoy allí. 

—Oh, —Maddie escuchó la voz de Eardson y dudó si debía delatarle, pero el rencor que aún le guardaba le hizo decir: —y Eardson también está aquí.

—¿¡Qué!? ¡Es el puto vicecapitán!—se quejó Will, que resopló por enésima vez. Se mantuvo en silencio unos segundos, seguramente porque no quería soltar una ristra de improperios. —Vale. Están los dos bien, ¿no?

—Sí. Bueno, Eardson está con Matt, así que...

—Dame veinte minutos. —repitió. 

Colgó, y a Madeleine no le dio tiempo ni a procesarlo. Dejó el móvil de Ben en el sofá. Se coló en el baño con Grace y le preguntó los detalles de la historia mientras ella se desmaquillaba y, en menos de los veinte minutos prometidos, llamaron a la puerta. 

Tofu ya estaba guardando el apartamento cuando Maddie fue a abrir. Se llevó el índice a los labios para pedirle a su perro que no armara escándalo con sus ladridos, giró el picaporte y se topó con un Will que irradiaba enfado. No le hizo preguntas. Le dejó pasar al apartamento sin más, y él caminó hacia el interior con pasos decididos mientras Maddie sujetaba a un Tofu que se moría por saludarle. 

Algo dubitativa pero con la curiosidad revolviéndole el estómago, Maddie se acercó a la sala de estar. Nunca había tenido el lujo -o la suerte- de ver a Will cabreado, ejerciendo de verdadero capitán... e imponía. Le observó cruzarse de brazos frente al sofá. Luego, dio un golpe a Ben con el pie.

—Eh. Benjamin. Despierta. —bramó, acompañando las palabras con golpes suaves.

El susodicho balbuceó algo. Will se lo tomó como una señal para aplicar la fuerza bruta y agarró a su compañero por la camiseta. A pesar de su altura y de tener los músculos más definidos del planeta, Will tan solo le levantó un palmo del sofá. El esfuerzo no sirvió para nada. ¿Por qué todo el mundo parecía olvidarse de que Ben Acrey era el doble que un adulto normal? 

Maddie sentía que la frustración iba creciendo en Will. Se acercó a él y le puso una mano en la espalda. Estaba demasiado tenso. El pelinegro se giró hacia ella y Madeleine pudo comprobar lo que sospechaba desde que le vio en el supermercado: estaba cansado e incluso harto. 

—Puede quedarse aquí. Mañana me encargo de despertarle, no te preocupes. 

Will esbozó una sonrisa. —No quiero ser insensible, pero es que no quiero que Ben sea una carga. Que ya lo es, en el sentido literal de la palabra. 

La compasión empezaba a hacerse un hueco en el cuerpo de Madeleine. Siempre había estado ahí, pero ver a un Will tan hastiado y al borde de la desesperación -por mucho que lo disimulara, su mirada era una mezcla de mil emociones distintas, y casi ninguna buena-, le hizo pasarle la mano por el brazo, con suavidad. Dos días atrás, Maddie no hubiera querido aquello, pero allí estaba: empatizando  y compadeciéndose del chico del que juró olvidarse.

—No pasa nada. Tenemos el sofá libre. Además, tú mismo has dicho que no va a despertarse. ¿No crees que es mejor que duerma la mona aquí?

El pelinegro asintió despacio. Llenó sus pulmones de aire mientras echaba un último vistazo a su amigo y lo soltó en un suspiro, como si estuviera intentando calmarse.

—Vale. —accedió, aunque Maddie le notó algo reticente. —No quería que volvieras a cuidar de él, pero...

—No es una carga. Si lo fuera, no le hubiera ayudado a aprobar. 

—Ya. 

Se quedaron unos instantes en silencio. Will se pasó una mano por el pelo mientras posaba la otra en la cadera, claramente preocupado y sopesando nuevas soluciones, y Maddie se limitó a observarle aún más preocupada que él. Estaba claro que la situación le importaba; si no, ¿qué iba a explicar la velocidad con la que Will se había presentado allí?

—Si quieres, puedes quedarte aquí.

Will se giró con sorpresa hacia la voz femenina que sonó cerca del pasillo principal del apartamento. Maddie también se giró. Ya en pijama y con el pelo enredado en una especie de calcetín, Grace sonreía al particular invitado. 

—Ah, hola. —saludó Will. —¿Qué tal?

—Bien. Lo dicho, puedes quedarte... si quieres. 

A decir verdad, Grace no era muy buena disimulando, y tampoco guiñando el ojo. Maddie agachó la cabeza, avergonzada, y Will, sin embargo, se lo tomó con más humor y soltó una carcajada que destensó su mandíbula. 

—Gracias.

Grace les mostró los pulgares en sinónimo de aprobación y luego señaló la puerta de su habitación. —Yo ya me voy a la cama... ¡Que durmáis bien!

Will, aún riéndose, se volvió hacia Maddie. —Me marcho ya. Gracias por quedarte con Ben. Es tarde y-

—No. —la voz de Maddie sonó grave y mucho más cortante de lo normal. Se cruzó de brazos, como si quisiera protegerse a sí misma de la timidez que ruborizaba sus mejillas. —Quédate.

—¿Es una sugerencia o una orden?

—Ambas, supongo.

—Ah, vale. —el pelinegro se rio e hizo ademán de sentarse en el pequeño hueco libre del sofá, al lado de su amigo. Maddie le miró con una mezcla de incredulidad y reproche. —¿Qué?

—No vas a quedarte ahí toda la noche. Ni siquiera cabes.

—He dormido en sitios peores...

Madeleine no tuvo que decir mucho más para que Will captara lo que le estaba intentando decir. Automáticamente, el ingeniero alzó las cejas, recuperando ese aire travieso que le iluminaba el rostro, pero pidiendo permiso con la mirada al mismo tiempo. 

Maddie se repitió varias veces a sí misma que no se arrepentiría de dejar a Will Bishop entrar a su habitación y le hizo un gesto para que la acompañara.

******

este capítulo iba a ser muuuuuuuuuuuuucho más largo de lo que es, pero por razones obvias (no quería torturaros con 7000 palabras) he decidido dejarlo por aquí

qué pasará? habrá interrupciones? utilizarán la cama para algo? es la castaña un fruto seco?

misterios que serán resueltos MUY próximamente

gracias por leer y comentar <3<3




Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro