seis
Correr cinco millas con The Cure de fondo era, como mínimo, un tanto extraño. No era el tipo de música que estaba acostumbrado a escuchar mientras hacía deporte: al fin y al cabo, lo que buscaba era aumentar su rendimiento, no sentirse como el protagonista melancólico de una serie ambientada en los años ochenta... pero, si quería que aquel grupo (del cual sabía más bien poco) apareciera en su top de artistas más escuchados debía, justamente, escucharlo las veinticuatro horas del día. Mientras corría, aprovechaba para intentar aprender algunas canciones, aunque echara de menos el subidón de la música electrónica; por la noche, cuando dormía, dejaba el reproductor de música abierto, con The Cure en bucle y el volumen a cero.
Agradecía que, por el campus, todo el mundo estuviera a lo suyo. Nadie parecía reparar en un tipo que iba corriendo por ahí con unos auriculares de cable, con la mirada perdida y tarareando friday I'm in love como si fuera una especie de canto recitado por un chamán.
A pesar de estar de estar a una distancia de unos veinte minutos en transporte público, el campus de Harvard era bastante distinto al del MIT. Bueno, o al menos tenía esa sensación -nadie le había dado la razón e insistían en que Harvard y el MIT no eran universidades tan diferentes-. En la primera, todo parecía ir más lento. Era más regia. Y no había alumnos que podían verle correr con las mejillas más rojas que un puñetero tomate.
Su reloj inteligente vibró para avisarle de que estaba corriendo la última milla.
Al levantar la cabeza, la vio.
Y ella, al parecer, tampoco se fijó en él.
Estaba sentada en una de las mesas de piedra instaladas sobre el césped, cerca de un antiguo edificio de ladrillo oscuro. Leía algo y llevaba puestos unos enormes auriculares sobre su melena castaña, que no llegaba a caer sobre sus hombros. Parecía demasiado interesada en su lectura y estaba sola, con varios grupos de estudiantes cerca... pero ninguno sentado junto a ella.
Will la había visto más veces por allí. Con su perro, yendo a lo que supuso que serían sus clases, a veces simplemente merodeando por el campus... y, sin embargo, aunque las probabilidades de encontrarse eran bastante altas, no se esperaba toparse con ella.
Estuvo a tiempo de continuar con su carrera. De no saludarla y de ahorrarse posibles malas caras. De pasar del tema.
Pero algo desconocido en el interior de Will le hizo acercarse a la mesa, con los ecos de friday I'm in love aún resonando en sus auriculares.
—Hola.
Puede que no fuera el momento más idóneo para saludar a Madeleine. Ella alzó la cabeza y cruzó una breve mirada con él, lo suficientemente larga como para que el pelinegro se arrepintiera de haberle dicho aquella simple palabra. Madeleine estaba allí, en todo su esplendor, bajo los rayos suaves de la primavera, con la montura de las gafas resbalándose por su nariz, con los labios rosados y su suave olor floral. Con ese aura que parecía más bien un campo de fuerza. Will no entendía mucho del tema -al fin y al cabo, el concepto físico era muy diferente del químico-, pero podía afirmar que Maddie, en sí, alteraba un poco su sentido de la gravedad.
Sí, ella era la chica de gafas y aire misterioso de siempre, y Will... Estaba ahí, sudoroso, con unos pantalones cortos que le habían prestado, la camiseta blanca algo mojada por el sudor, seguramente oliendo peor que una clase entera de química computacional y con la cara más roja que el mismísimo sol naciente. Cuando hacía ejercicio, sus mejillas alcanzaban la temperatura de un reactor nuclear. Y no era una exageración, así que lo que menos se esperaba era que Madeleine se quitara los auriculares para soltar un tímido:
—Hola.
Will recuperó el aliento. Se quitó también los auriculares. —¿Qué haces por aquí...?
—Debería preguntarte lo mismo. ¿Has estado huyendo de una manada de lobos o...?
—Casi. —rio Will. —Huyo de mis responsabilidades académicas, que es casi peor.
Vio cómo Madeleine esbozaba una sonrisa. —Me encantaría poder hacer lo mismo.
El pelinegro encogió los hombros. —¡Vaya! Pues he llegado justo a tiempo. ¿Te apetece eludir tus responsabilidades conmigo?
—¿Aunque parezca que hayas salido de una piscina...?
—Si no te importa, claro.
Ella pareció pensárselo. Agachó la mirada un momento para echar un vistazo a los apuntes que había extendido sobre la mesa, como si la respuesta estuviera reflejada en los papeles. Hizo una especie de mohín. Al alzar la cabeza, un par de rayos de sol le molestaron instantáneamente -tuvo que protegerse de la luz con la mano-, y Will no pudo evitar caminar un poco hacia la derecha para proyectar su sombra sobre ella, que lo agradeció con otra sonrisa tímida.
—Tengo que-
—Bueno, pensándolo mejor, —soltó Will, de golpe, tomando aire de forma dramática y mirando su reloj con un interés artificial— tengo que ir a corregir unos exámenes en un rato y los chicos del equipo estarán esperándome, así que...
Qué mejor que huir por patas antes de recibir una negativa.
Madeleine abrió la boca para decir algo. —Oh. —fue lo único que musitó.
—Te veré por aquí, ¿no? Como siempre.
La de gafas asintió. Se instaló entre ellos un silencio algo incómodo: Will tenía la espinita de decirle algo más, pero no quería hacer el ridículo delante de ella; y Madeleine, por su parte, se limitó a esconder unos mechones de pelo tras sus orejas y a mirar hacia el suelo.
—Voy a seguir-
—Quería decir que tengo que recoger todo esto primero. —dijo Maddie, apresurada. Comenzó a guardar los papeles de la misma forma, rápido, puede que con algo de desorden. Agarró una carpeta ante la mirada algo atónita de Will y enseguida se plantó a su lado. —Si vas hacia el pabellón, te acompaño. Pero, por favor, ni se te ocurra correr. Puedo morir en el intento.
—Puedo hacerte el boca a boca.
Madeleine enarcó las cejas. —Ah.
Will intentó enterrar su bochorno bajo una carcajada suave. —Perdona, perdona. Es que me lo has dejado a huevo. No echaré a correr. ¿Vamos?
Analizó a la de cabello castaño unos instantes. La broma parecía haberle causado algún tipo de molestia -algo que le hacía sentir aún más imbécil- y, a juzgar por cómo mantenía la mirada fija al frente, se arrepentía de caminar con él. Will miró al brillante y despejado cielo y chasqueó la lengua de la forma más silenciosa existente. Había metido la pata. Quizá iba demasiado rápido.
—¿Qué eran esos apuntes? —preguntó, rompiendo el hielo de nuevo, esperando que el cambio de tema fuera efectivo para olvidar su estúpida frase.
—Neuropsicología.
—Guau. Suena a... —hizo un barrido rápido de todos los calificativos que tenía asociados con 'neuro'. Desechó bodrio, aburrimiento, mierda, bazofia, pérdida de tiempo... Y unos cuantos más. —Parece importante.
—Dilo. Crees que es una basura, ¿verdad?
Will soltó algo de aire por la boca. —A ver, no tengo ni idea de lo que trata, pero el nombre es un poco...—gesticuló, intentando encontrar una palabra que no hiriera sentimientos— nuevo para mí.
Si estuviera solo, suspiraría con alivio. Pero no lo estaba, así que no le quedó más remedio que sentir cómo su corazón se calmaba un poco cuando Madeleine le sonrió.
—Igual que para mi eso que enseñabas... ¿Química microscópica?
—Nanoingeniería. Viene a ser lo mismo, en realidad.
Caminaron juntos unos cuantos metros. El pabellón podía verse a lo lejos y, de nuevo, el corazón de Will volvió a acelerarse. Latía con fuerza porque tenía miedo de cagarla otra vez. Porque tenía la sensación de que cualquier palabra sería el catalizador de una reacción no calculada. Porque, a lo mejor, se descuadraban todos los parámetros que había creído controlar. Porque temía que Madeleine descubriera que realmente The Cure no era su grupo favorito.
Maddie se paró en seco.
—Yo me voy por aquí. —señaló un pequeño camino que se desviaba hacia la zona residencial.
—Ah. Sí. Perdona. — Will agitó la cabeza y esbozó una sonrisa a modo de disculpa.
—Nos vemos.
Más que a despedida, sonaba a certeza. El pelinegro alzó la mano a modo de despedida y dejó que ella se marchara, con algunos mechones de su melena escondidos bajo su ancho jersey gris. Puede que se quedara mirándola demasiado tiempo; Madeleine se paró un instante y, justo después, Will pudo ver el canto de la montura de sus gafas.
—Oye, —dijo, girándose hacia él. —¿te importa...?
—No, no, ya me voy. Es que tenías el pelo metido por el jersey y-
Se acercó a él dando un par de pasos largos. Aun así, la distancia entre ellos era considerable. Madeleine hizo un gesto de lo más sutil para sacarse el pelo del cuello del jersey y apretó la carpeta que llevaba contra su pecho.
No parecía enfadada. De hecho, Will distinguió cierto rubor en sus mejillas. Luego pensó que podría tratarse de maquillaje, pero prefirió creer que le había hecho sonrojarse.
—Ya que no dejamos de encontrarnos, ¿por qué no me das tu número?
—¿De la Seguridad Social, cuenta bancaria o...?
Maddie sonrió. —De teléfono.
—¡Ah! —y Will también curvó sus labios en una sonrisa relajada al ver que ese chiste sí había surtido efecto. Rebuscó en el bolsillo de su pantalón y sacó su móvil. Se lo tendió a Madeleine. —Claro. Escribe el tuyo, y yo te enviaré un mensaje.
Los punzantes ojos pardos de Maddie se clavaron en él, como si estuviera enviándole una advertencia, un ''espero que así sea'' silencioso que le quedó más que claro. Sin dudárselo mucho más, la de gafas tecleó su número en la pantalla y tendió el teléfono a su dueño. Él pulsó el botón de 'guardar'.
Y una de sus sonrisas socarronas ensombreció su rostro.
—Me encantan las chicas con iniciativa.
Y la susodicha chica con iniciativa se atrevió a soltar una carcajada. —Nos veremos pronto, supongo.
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EXAMEN: señala los párrafos de la historia que te parecen sospechosos porque tienen algo de foreshadowing. Justifica tu respuesta. (2 ptos)
es broma. no os voy a poner nota. pero sí espero que guardéis ciertos detalles en vuestra cabecita porque serán claves en la historia.
espero que os haya gustado este pseudo-pov de Will, que como veis el pobre también se pone bastante nerviosito jijijijijijiji
es ingeniero chicas NORMAL que esté nervioso he never saw a real life woman qué deciros
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