Único
Era una tarde cálida en Barcelona, el sol bañaba las calles con un brillo dorado que en otro momento habría llenado a Rúben y a Pablo de alegría, pero no esta vez.
Las vacaciones que habían planeado juntos estaban terminando de una manera que ninguno de los dos esperaba, con una discusión que parecía crecer sin control.
—¡Es que no te importa lo que yo quiero!—Gritó Gavi, su voz rompiendo el aire como un latigazo.
Estaba de pie en el balcón, mirando hacia las montañas a lo lejos, pero claramente enfocado en lo que sentía por dentro.
—Siempre es tu familia, tus amigos, tus tradiciones. ¿Qué hay de lo que a mí me importa? ¿Alguna vez lo piensas?
Rúben cruzó los brazos, frunciendo el ceño mientras intentaba no perder la paciencia.
—Pablo, no es que no me importe. Lo que quiero es pasar las fiestas con mi familia. Tú también eres bienvenido. Sabes que mis padres te adoran.
—¡Pero no es eso lo que quiero!—Gavi se volvió bruscamente hacia él, su rostro lleno de frustración.
—Este año quería hacer algo diferente, algo para nosotros. ¿Qué tiene de malo querer pasar las vacaciones solos? ¿Sin tener que cumplir expectativas, sin tener que fingir que todo está bien entre tu familia y yo?
Rúben respiró hondo, intentando mantener la calma.
—No se trata de fingir, Pablo. Mi familia te acepta, te quiere. Y si hacemos esto, podremos pasar tiempo con ellos y luego, si quieres, podemos escaparnos.
–¡Siempre es después, Rúben! ¡Siempre es ‘luego vemos’, ‘luego hacemos’! Estoy cansado de ser la segunda opción.
Las palabras de Gavi resonaban con dolor, un dolor que Rúben no supo cómo manejar en ese momento.
—Solo una vez, me gustaría que eligieras algo por mí, no por ti, no por ellos.
El tono cada vez más elevado de Gavi encendía una chispa en el interior de Rúben, quien se sintió atacado de una manera que no esperaba.
—No estoy eligiendo por ellos, estoy eligiendo por nosotros.—Replicó, su voz ahora más fría, cortante.
—Tú sabes lo importante que es para mí mi familia. Lo sabías desde el principio, y aún así estás actuando como si fuera un sacrificio para ti.
Gavi soltó una carcajada amarga.
—¿Un sacrificio? ¿Eso piensas que es para mí? ¡Rúben, estoy agotado! He tratado de adaptarme a todo lo que quieres, a tus planes, a tus prioridades, pero ya no puedo más.
—¿Qué estás diciendo?—Rúben se acercó, sus ojos fijos en los de su Omega.
—¿Que ya no puedes estar conmigo? ¿Eso es lo que estás insinuando?
Gavi lo miró, su mandíbula temblando, pero no respondió de inmediato. El silencio que se instaló entre ellos fue ensordecedor, un vacío que Rúben no supo cómo llenar.
Finalmente, Gavi rompió el silencio, su voz más suave, pero cargada de dolor.
—Solo quiero que, por una vez, entiendas que también tengo sueños, que también quiero cosas diferentes. No es solo tu vida, Rúben, es la nuestra.
Rúben se pasó una mano por el cabello, frustrado. No sabía cómo salir de ese laberinto emocional en el que se encontraban.
—Pablo, no se trata de quién tiene la razón. Quiero que estemos juntos. No estoy tratando de hacerte a un lado.
Gavi suspiró profundamente.
—Si de verdad lo creyeras, no estaríamos aquí discutiendo por algo tan estúpido como dónde pasar la Navidad.
El comentario golpeó a Rúben más fuerte de lo que esperaba.
La ira que había estado intentando contener empezó a burbujear, mezclada con una sensación de impotencia.
—¿Estúpido? ¿Eso es lo que piensas? Pues si es tan estúpido, no entiendo por qué estamos peleando por esto.
—Porque no me estás escuchando, Rúben.— Gavi lo miró, con los ojos llenos de lágrimas no derramadas, pero su voz temblaba de cansancio.
—Nunca me escuchas.
Rúben no encontró más palabras para decir. Sintió el peso del mundo caer sobre sus hombros, pero no pudo articular lo que realmente quería expresar.
Así que hizo lo que mejor sabía hacer cuando estaba molesto, se calló.
Al día siguiente, se fue a Manchester, sin despedirse de verdad, sin arreglar nada.
Durante las primeras semanas, los mensajes y llamadas de Gavi fueron constantes.
Cada vez que el teléfono de Rúben vibraba en su bolsillo, una mezcla de ansiedad y culpa lo inundaba, pero se repetía a sí mismo que era mejor dejar que las cosas se calmaran antes de responder.
"Si hablo ahora, solo empeorará," pensaba.
Pero tras varios días, los mensajes de Gavi comenzaron a disminuir, y finalmente, el silencio se instaló.
Al principio, Rúben sintió alivio. Tal vez Gavi había entendido que necesitaban tiempo. Sin embargo, a medida que los días pasaban, esa tranquilidad se transformó en preocupación.
¿Por qué había dejado de insistir? ¿Estaba bien?
Llegó el día del partido entre el Manchester City y el Barcelona. Rúben, quien había decidido que era el momento de arreglar las cosas, estaba nervioso.
Pensaba en qué le diría a Gavi, cómo explicaría el silencio, cómo pediría perdón por no haber estado ahí para él.
Al revisar la lista de convocados, su corazón dio un vuelco. El nombre de Gavi no aparecía.
¿No lo convocaron? pensó, extrañado. Sabía que su Omega había estado jugando bien antes del problema, así que algo no cuadraba.
En el vestuario del Barcelona, las miradas de los jugadores eran esquivas.
Rúben sintió la tensión en el ambiente, como si todos supieran algo que él no.
—¿Dónde está Pablo?—Preguntó, intentando mantener la compostura.
Pedri fue quien finalmente se acercó, con una expresión sombría.
—Está en la enfermería, Rúben.
El mundo de Rúben se detuvo en ese momento.
—¿Qué? ¿Qué le pasó?
—Se desmayó esta mañana. Están revisándolo, pero... está bien, solo necesita descansar.
Sin esperar más, Rúben salió corriendo hacia la enfermería, su mente llena de imágenes de Gavi en el suelo, pálido, indefenso.
Al llegar, lo encontró acostado en una cama, con la piel más pálida de lo normal y una vía en el brazo. El corazón de Rúben se rompió en mil pedazos.
—Pablo...—Susurró, sentándose al lado de la cama y tomando su mano.
—Lo siento tanto, por todo.
Los ojos de Gavi se abrieron lentamente, enfocándose en él con una mezcla de sorpresa y alivio.
—¿Rúben?
—Estoy aquí. Perdóname, por favor... No debí irme así, no debí dejarte solo.
Las palabras fluían como un torrente incontrolable, llenas de culpa y arrepentimiento.
Gavi lo miró, y después de un largo silencio, susurró.
—Intenté decirte... que necesitaba hablar contigo, pero nunca contestaste.
—Lo sé, lo sé. Y estoy aquí ahora.—Rúben acercó su frente a la de Gavi, sus ojos cerrados, incapaz de soportar el dolor que le causaba ver a su Omega en ese estado.
La enfermera entró entonces, rompiendo el momento.
—Pablo, te dije que necesitabas tener más cuidado.
Rúben levantó la vista, con el corazón latiendo desbocado.
—¿Qué sucede?
La enfermera lo miró con una expresión seria.
—Pablo está bien, pero... Como le había dicho en la primera revisión, necesita mantenerse calmado, tener un buena alimentación y descansar, y evitar todo el estrés posible, es importante que esto sea así durante los primeros meses, de lo contrario el embarazo podría complicarse.
Las palabras golpearon a Rúben como un puñetazo.
¿Embarazo?
Sus ojos se movieron entre la enfermera y Gavi, como si su mente no pudiera procesar la información.
Gavi bajó la mirada, nervioso.
—Te lo intenté decir, pero... Nunca respondiste.
Rúben se quedó sin palabras. Las tres semanas de silencio, las discusiones, todo se desmoronaba en su mente, reemplazado por una culpa abrumadora.
—Pablo, yo... Lo siento tanto.
Gavi, quería llorar, pero sabía que tenía que manejar esto, por su bebé, necesitaba calma.
—No importa ahora. Solo quiero que estés aquí.
—Siempre estaré aquí, Pablo. Te lo prometo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro