Volando
No quise empezar el viaje con el pie izquierdo así que no contesté la llamada. Puse mi celular en silencio y eché una última mirada a mi apartamento, por si se quedaba algo; no lo pude evitar.
Llegamos en diez minutos al aeropuerto, lo que era un milagro para el tráfico bogotano. Tal vez el viaje sería perfecto desde el inicio, sin sorpresas ni contratiempos. Qué equivocada estaba.
Como aún faltaba más de media hora para tener que ir a la sala de espera, decidimos comer en el Dunkin Donuts, era una constumbre que conservábamos desde la infancia.
—Dile a Matías que no sea intenso —dijo Lily después de darle un gran sorbo a su café.
—¿Por qué lo dices?
—Desde que salimos de tu apartamento no ha dejado de vibrarte el celular —Me miró como si hubiera caído en cuenta de algo— A menos que no sea Matías ¿quién te llama tan insistentemente?
—Nadie —Me tomó desprevenida, y eso lo odiaba. No tenía ni idea de que Lily se había dado cuenta de que estaba ignorando a alguien—. Nadie importante, cosas del trabajo no más, pero ya les dejé muy claro que este fin de semana iba a ser solo para mí.
—Y para mí —Sonrió.
—Claro que sí, amiga, solo para las dos. Vamos a divertirnos como hace tiempo no lo hacemos.
—¡Sí! Hasta Antonio sabe que este fin de semana será solo para ti.
Hacía tiempo no me hablaba de él, ni yo le había vuelto a preguntar; había decidido que las cosas siguieran su curso natural. Sé que fue una decisión egoista y me sentía como la peor amiga del mundo, pero esperaba que este viaje me diera en parte una luz sobre lo que debía hacer. Tal vez Matías tenía razón y debía buscar una playa tranquila para hablar con mi amiga sobre el perro traicionero de su novio; aunque en San Andrés encontrar una playa tranquila iba a estar bien difícil.
—¿Cómo vas con Antonio? Hace tiempo no hablo con él.
—Bien, pero ha tenido mucho trabajo, nos hemos visto poco.
«Sí claro, mucho trabajo»
—Pues a veces, cuando hay amor, no hace falta verse tan seguido —Esa era mi oportunidad para saber lo que pasaba en el corazón de mi amiga, y la quise aprovechar.
—Sí, claro, amor —dijo con una mueca de decepción.
—¿No lo amas? —Crucé los dedos por debajo de la mesa.
—Sí claro, lo amo demasiado, creo que ese es el problema.
—¿Por qué? Si a ti te encanta estar enamorada.
—Sí, pero... no sé si Antonio sienta lo mismo por mí.
Oh Dios, tenía que hablar con mi pobre amiga. Yo la conocía muy bien y estaba segura que ella no superaba el amor tan rápido. Lily era la candidata perfecta para un amor duradero, para el "felices para siempre", solo que tenía un pésimo radar para detectar mentirosos, y su corazón siempre salía lastimado.
Lily empezó a contarme sin muchos detalles cómo iba su relación con Antonio. Me dijo que a veces sentía que en el único lugar donde se entendían era en la cama —y eso era mucho decir—, pero que ya no hacían cosas juntos como antes. Ella lo llamaba para proponerle algún plan, él no se negaba pero cuando llegaba a recogerla siempre salía con alguna excusa y le proponía quedarse en su apartamento. Lily trataba de ser creativa e inventarse actividades que los unieran como pareja, pero Antonio empezaba a desnudarla antes de que ella pudiera hacer algo. ¿Y en la parte del sexo? Bueno, pues eso le inquietaba a Lily, porque parecía que a él lo único que le importaba era acabar rápido con el asunto. Muchas veces, dejándola insatisfecha, le decía que tenía algo que hacer y salía de su apartamento como alma que lleva el diablo sin darle siquiera un buenas noches. Nunca se quedaba a dormir con ella y parecía nervioso si salían, como si tuviera miedo a que los vieran juntos, y yo sabía perfectamente por qué.
—¿Y nunca le has dicho a él cómo te sientes?
—He tratado, pero como te digo, los momentos en los que nos sentamos a hablar son muy escasos.
—Es que tienes que pararte en la raya. Tienes que hablar con él, por Dios. ¡Deja de perder el tiempo! —No pude evitar que se me notara la rabia.
—Ya sé que piensas que soy una estúpida.
—Tú no eres la estúpida, Lily. Es él. Está con una mujer maravillosa, tierna, hermosa, alegre e inteligente y no lo aprovecha. Peor aún, la está volviendo una desdichada. Tienes que plantarle cara o dejarlo, la solución es muy simple.
—Es simple para ti decirlo porque no sientes nada por él, pero yo lo amo. No sé si podré dejarlo, es el hombre más maravilloso que he conocido.
Respiré hondo, traté de calmarme; se lo debía a mi amiga por dejar que esta situación llegara a tal punto, pero debo recalcar que hice un gran esfuerzo.
—Ya no eres una adolescente, Lily. Antonio no es el hombre más maravilloso, ninguno lo es. Debes dejar de poner a tus parejas en un pedestal, recuerda que los humanos tenemos defectos y cometemos errores. Todos, sin excepción. Y si lo mejor es que no sigas con Antonio, estoy segura que encontrarás a un hombre que te sepa valorar y darte lo que te mereces, que es solo lo mejor.
—¿Cómo Matías?
Me quedé un poco descolocada por esa pregunta de niña pequeña. No quería ni pensar que Lily pudiera fijarse en Matías. Mi Matías. Okey, no era mío; siempre me molestó el uso de ese adjetivo posesivo para hablar de alguien, pero en ese momento solo pude pensar en que no soportaría que Lily volviera a ser la causa de la ruptura de una de mis relaciones. Traté de apartar esa idea de la mente.
—Pasajeros del vuelo de Avianca AV9391 con destino a San Andrés Islas, por favor abordar en la sala 4.
Estabamos tan concentradas hablando que por poco no escuchamos que nos llamaban para abordar nuestro vuelo. Lily se apresuró a pagar la cuenta en la caja mientras yo organizaba nuestros bolsos y buscaba la impresión del check-in. Estábamos tan apuradas, que no noté nada raro en una mujer que usaba gafas oscuras y se levantó en el mismo momento que nosotras para empezar a seguirnos cuando atravesámos los detectores de metal del aeropuerto. Debí haberla reconocido, pero siempre he tenido pésima memoria para los rostros; en ese momento supuse que sería otra pasajera desconcentrada. Tenía razón, pero ella no era una pasajera cualquiera.
Cuando subimos al avión y nos acomodamos en nuestros asientos, seguí a la mujer con la mirada, ahora prestándole más atención mientras ella se acomodaba unos cuantos asientos más atrás. Nunca se quitó las gafas de sol, a pesar de que en la cabina ya no entraba tanta luz. Supuse que era una de esas mujeres que prefieren quedarse ciegas antes de perder su estilo, por su ropa y su elegancia podía adivinar que tendría un buen trabajo, o un marido que lo tuviera.
—Siéntate Sofi ¿A quién ves con tanta insistencia? Si es un Chris Evans, me paro a mirar, pero si es un Daniel Radcliffe, no vale la pena.
Así nos referíamos a los tipos que nos parecían atractivos. Ninguna de mis amigas podía entender por qué me gustaba tanto Harry Potter.
—No, solo es alguien que se me hizo familiar, pero ahora que la veo mejor, creo que es mi imaginación.
—Uy pues ahí sí tenemos un problema, porque tu imaginación sufre síndrome de hiperactividad.
—¿Ese síndrome al menos existe?
—Claro que sí, lo sufre tu imaginación.
♠️♦️♣️♥️
La azafata se paró frente a nosotras y nos pidió abrocharnos el cinturón de seguridad. Me sentí como cuando en el colegio me preguntaban la lección, cosa que nunca podía responder por estar hablando con mis amigas. Mis notas eran excelentes, pero en todas las reuniones de padres, la queja siempre era: "Habla mucho en clase. No deja concentrar a sus compañeros".
Sí, claro, como si ellos me dejaran concentrar a mí.
El avión despegó y fue como si nos hubieran cambiado el chip. Dejamos de hablar del triste tema de Antonio, y empezamos a imaginarnos cómo serían nuestras vacaciones. Le hablé a Lily del hotel que había reservado. Era un hostal de cinco habitaciones que me había recomendado una amiga española, cuyo argumento fue que era el hostal más tierno del mundo, con los dueños más amables y con los turistas más sexys. A Lily le brillaron los ojos ante esto último, y yo tuve la esperanza de que conociera a alguien que la hiciera olvidarse del perro idiota y así nuestras vidas pudieran volver a la normalidad; yo al lado de Matías, y ella al lado de un nuevo tipo que la idolatrara.
Normalidad: una palabra que a partir de ese momento iba a echar mucho de menos.
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