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Sorpresa


El sol salió lentamente al día siguiente. De hecho, la luz en mi habitación fue tan tenue que me costó bastante abrir los ojos. La voz masculina que susurraba mi nombre en mi oído fue lo que me sacó del estado de coma en el que me encontraba.

—Eres hermosa —Matías me veía directamente a los ojos con la mayor expresión de satisfacción que había visto en una persona, seguramente mi expresión era igual.

—Buenos días, Matías —Me estiré un poco para darle un beso—. ¿Qué quieres desayunar?

—Dejaré que sea una recomendación de la casa.

Después de acercar mi cuerpo al suyo para conservar un poco más aquella sensación placentera, me levanté para buscar mi bata, o por lo menos algo con lo que cubrirme. Como no encontraba nada, traté de envolverme con la sábana pero Matías me extendió su mano para alcanzarme su camiseta.

—Quiero ver cómo te queda —Su expresión de picardía era extremadamente sexy.

—Debe quedarme gigante —dije en voz baja mientras pasaba la camiseta sobre mis hombros. Luego me puse de pie para dejar caer la tela sobre mi torso, sintiéndome un poco tonta por lo grande que me quedaba—, ¿ves? como te dije, me queda enorme.

—Pero me encanta como te ves, creo que deberías vestirte así todos los días.

Después de prepararle un raro plato que combinaba huevos, champiñones, jamón, queso y unas hiervas que no tenía ni idea que eran pero que tenía que gastar para que no hicieran mutualismo en mi nevera, quise relajar el ambiente con algo de música suave mientras desayunábamos. 

Nunca había visto a nadie comer con tanta gana como Matías, parecía que llevara días sin comer.

—Veo que te gustaron mis huevos —dije alegremente cuando vi que tomó el último bocado.

—¿Y a ti te gustaron los míos? —Me ruboricé exageradamente.

—No te conocía esa faceta, pervertido.

Su carcajada llenó toda la habitación.

—¿Qué vas a hacer esta noche?

—Es noche de solteras con mis amigas.

—¿Cómo es una noche de solteras? —Su interés despertó de repente.

—Básicamente es una noche donde mis amigas y yo nos reunimos a bailar y tomar más de lo que podemos para sentirnos fatal al otro día. 

—Eso me encantaría verlo.

—Si quieres puedes ir esta noche —No sabía qué pensarían mis amigas sobre esa invitación pero en ese momento no me importó mucho.

—¿A tus amigas no les importará?

—Pues la verdad deberías preocuparte solo por lo que yo piense —Me hice la indignada, solo para jugar un poco con él—. Mentira, pero sé que a mis amigas les parecerá bien conocerte. De hecho, tendré que tener mucho cuidado porque tal vez les gustes más de la cuenta.

Traté de no pensar en Lily al decir esto.

Llevábamos más o menos una hora esperando a Lily, quien estaba siendo fiel a su costumbre de llegar siempre tarde. El club estaba más lleno que otros sábados porque a media noche habría una presentación especial de nuevos djs, era una especie de festival electrónico que no esperábamos presenciar, pero que nos pareció divertido quedarnos a disfrutar.

Matías fue la sensación entre mis amigas. Aunque al principio Martina hizo un par de comentarios sarcásticos sobre su presencia, luego se sintió muy a gusto hablando con él, Matías sabía ganarse a las personas. 

Yo acababa de llegar del baño cuando vi que Lily iba entrando al club y movía su cabeza a ambos lados para buscar nuestra mesa. Levanté mi mano para que pudiera encontrarnos, pero el sitio estaba tan lleno que la perdí por un momento. Cuando la volví a ver, ella hizo contacto visual conmigo y sonrió. Vi que agarró a alguien de la mano y le llamó la atención para que volviera a verme. De repente sentí que las mariposas de mi estómago más bien eran cucarachas, cuando me di cuenta que era Antonio. Lily había tenido la misma idea que yo al traer a su pareja a la noche de solteras, pero yo sabía que para mí la situación sería doblemente incómoda teniendo a Matías y a Antonio en la misma mesa, después de lo que había pasado con ambos. 

Di un largo sorbo a mi margarita, tratando de relajarme y convenciéndome de que entre Antonio y yo no había nada y que ahora yo estaba con Matías y era perfecto, así que nada podía enredarse o complicarse con él o con Lily. Volví a mi mesa y me senté junto a Matías, quien sonrió al verme.

Antes de sentarme, me acerqué mucho a él y le di un beso discreto, que él recibió con gusto, pero vi que sus ojos por un momento se posaron detrás de mí. Supuse que vio a Lily cuando llegó, pero su expresión fue tan extraña que me paralizó. Parecía haber visto un fantasma.

—Holaaaaaaaa —Escuchamos a Lily y nos volteamos todos a mirarla y a saludarla—, les presento a Antonio, mi novio.

—Ya lo conocemos— dijeron al unísono Andrea y Martina, recordándole a Lily que todos nos habíamos conocido la misma noche en el mismo club. Una por una nos acercamos a saludarlos con un beso.

Cuando las miradas de Antonio y Matías se encontraron, ambos se quedaron congelados por unos segundos, creo que solo yo lo noté. El ambiente era increíblemente tenso entre ellos, pero una canción que a mis amigas les encantaba comenzó a sonar y todas salieron a la pista de baile saltando alegremente, dejándonos a los tres sumergidos en una situación incómoda, aunque yo no sabía a qué se debía. ¿Celos?

—¿Qué haces aquí Antonio? —gruñó Matías mientras su mandíbula se tensaba y se ponía de pie. Nunca lo había visto tan enojado.

—Matías, por favor no te metas en esto, como siempre lo haces.

—Claro que me voy a meter, no puedes hacerle esto a Claudia. No me sorprende tu comportamiento pero no lo puedo tolerar, no mientras yo esté presente.

Sus miradas se cruzaban intensamente.

—Un momento por favor, necesito que me expliquen qué está pasando —interrumpí porque no podía soportar un momento más la tensión entre ellos dos.

—No es tu problema —gruñó Antonio sin siquiera mirarme.

—No le contestes así.

—Pues a decir verdad, lo mío con Lily no es problema de ninguno de ustedes dos, así que les agradecería que me dejaran a mí manejar el tema.

Matías dejó su vaso sobre la mesa y se abrió paso entre la multitud hecho una furia. Yo estaba paralizada mirando a Antonio; exigiéndole sin palabras una explicación.

—Se te va tu novio, deberías irte con él —gritó Antonio para que pudiera escucharlo sobre la multitud.

Giré mi cabeza y vi que Matías casi había salido del lugar, me apresuré a seguirlo. Antes de atravesar la puerta hacia la calle, voltee en dirección a nuestra mesa y vi que Lily sacó a bailar a Antonio, quien seguía mirándonos con una expresión que no le conocía. La furia empañaba todo su rostro.

Afuera del club se respiraba un ambiente más tranquilo. Matías se paró delante de mí dándome la espalda, con su mirada puesta en el horizonte. Una pareja de milenialls nos veía extrañados, fumándose unos cigarrillos que olían raro. Empezaron a alejarse de nosotros cuando Matías le pegó una fuerte patada a un tarro de basura que se encontraba en el callejón.

—Matías, cálmate —No sabía qué más decir, ni si era prudente preguntarle por lo extraño de esa situación, así que solo le puse una mano en la espalda, esperando que él tuviera la iniciativa de contarme lo que estaba pasando—. ¿De donde conoces a Antonio?

—Antonio es mi hermano —Matías volteó su mirada hacia mí.

Las implicaciones de esa revelación no llegaron a mis neuronas de inmediato, pero sentí que el problema de Lily y Antonio, Antonio y yo, Matías y yo se habían multiplicado.

—Maldito sea —susurró Matías, volteando su mirada hacia mí, luego levantó un poco la voz para que yo lo escuchara—. El imbécil de Antonio siempre ha sido un mujeriego. Tienes que contarle la verdad a tu amiga, antes de que la haga sufrir más.

—¿Quién es Claudia?

—Su esposa. Es una buena mujer, el único error que comete es no creerle a la gente que le dice que su esposo está engañándola.

—¿Ella ya lo sabe? —¿Cómo una mujer que sabe que su marido la engaña es capaz de hacerse a la vista gorda?

—Claro que lo sabe, yo se lo he dicho muchas veces, así como el resto de mi familia. Pero ella solo lo ve como un pequeño defecto en un hombre lleno de virtudes. Las que solo ve ella, claro.

De repente, una idea me golpeó como un bate de beisbol. Si Matías se enteraba de lo que había pasado en mi oficina con Antonio, no me lo iba a perdonar.




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