Karma
Las horas pasaban lentas en la sala de juntas. ¿Puede haber una cosa más tediosa que volver al trabajo después de unas vacaciones y una incapacidad de tu novio que se juntaron por cosas del destino?
Mi lapicero no se quedaba quieto en mi mano. Mi pie saltaba impaciente y mis ojos no paraban de verificar la hora en el reloj de la pared. Recibí un mensaje en mi celular, el cual leí disimuladamente pues a Camilo, el director de cuentas, no le gustaba que no se le prestara atención en las reuniones de tráfico.
Mensaje de Matías:
¿Qué tal el regreso al trabajo? Si no has tenido tiempo de pensar en mí, solo te recuerdo que cuando llegues a casa encontrarás un hombre que te extraña a todas horas. Te amo.
Antes solía odiar las cosas cursis. Mis relaciones siempre eran secas y las demostraciones de cariño se limitaban a lo estrictamente necesario. Pero con Matías todo era muy diferente. Su mensaje me sacó una sonrisa que fue inevitable esconder.
—Sofía, ¿estás de acuerdo con el punto de vista de Mauricio sobre el concepto de la campaña de sostenimiento de Paraiso Limón? —preguntó Camilo, aprovechando la oportunidad de pillarme desconcentrada y hacerme quedar mal. El imbécil me odiaba; quería mi puesto.
—Claro que sí, me parece muy acertado que nos enfoquemos en las familias que ya cotizaron su apartamento pero aún están indecisas; usar niños en las piezas de la campaña me parece que puede acercarnos al target. Excelente propuesta, Mauricio —No le iba a dar el gusto al pendejo de hacerme quedar mal delante de mis creativos—. Ahora, si me disculpan, creo que hemos abordado todos los temas a tratar y debo salir a una reunión. ¿Damos esta junta por terminada? ¿Alguien tiene alguna duda?
Si hubiera podido, Camilo me habría lanzado fuego con su mirada. Me levanté de mi asiento y salí de la sala de juntas sin darle la oportunidad que concluyera con lo que estaba diciendo; llevaba más de media hora hablando del mismo tema.
Al llegar a mi oficina, lo primero que hice fue disponerme a responderle el mensaje a Matías.
Mensaje de Sofía:
Awww, la soledad te inspira por lo que veo :) Yo también te extraño como loca <3"
Dejé el celular en mi escritorio y encendí mi computador. Empezaba a revisar los miles de correos que se acumularon durante mi ausencia, cuando noté que ya era hora de almorzar.
Me había puesto de acuerdo con Andrea para ponernos al día en novedades femeninas en un restaurante nuevo que quedaba a dos cuadras de mi oficina, por lo que le escribí por WhatsApp que la esperaba frente al edificio de mi agencia para que fuéramos caminando juntas. Nos daría algo de tiempo para empezar con las charlas que teníamos pendientes y que tanto nos gustaban.
Apagué todo y salí de la oficina. El resto de mis compañeros se disponían a hacer lo mismo. Muchos me preguntaron cómo seguía mi novio. Sí, los chismes volaban entre mis colegas.
♣♦♠♥
Al salir del edificio, mientras esperaba a mi amiga, me entretuve observando a una madre jugar con un niño pequeño. Él llevaba un perrito de cuerda que halaba por todas partes y con el que asustaba a su madre, simulando ladridos de perro bravo. La mujer le seguía la corriente y los dos dejaban escapar sonoras carcajadas que hacían que todos los transeúntes se quedaran mirándolos.
La tierna escena me hizo pensar en el regalo que me había dado Matías el día anterior y sonreí. Mi corazón se llenaba de esperanzas y amor cada vez que recordaba esos detalles que prometían un futuro juntos.
Una voz conocida me sacó de mi ensoñación.
—¿Sofía?
—Hola Carlos. ¿Cómo estás? —respondí secamente.
—Wow, qúe gusto encontrarte por acá. Estaba visitando a alguien, no recordaba que tu oficina estaba tan cerca. ¿Tienes prisa? Te invito a almorzar.
—Gracias, pero voy a encontrarme con Andrea.
—Estoy seguro que no le importará que canceles. Vamos, quiero charlar contigo.
No sentía que aquella idea fuera muy buena. Sinceramente no tenía nada de qué hablar con él. Tomé mi celular para verificar que Andrea ya venía en camino a rescatarme de esa situación tan fuera de lugar, cuando leí su respuesta.
"Amiga, lo siento, un paciente que ha llegado tarde me ha hecho correr todo mi día y tendré que almorzar algo a la carrera acá. ¿Te parece si quedamos para otro día?"
Ante la perspectiva de tener que almorzar sola, acepté la propuesta de Carlos.
El camino hasta el restaurante transcurrió en completo silencio. Si así va a ser todo el almuerzo, será la hora más aburrida de mi vida, pensé.
—No sabes cuánto me alegra volvernos a encontrar, Sofi. La última vez que nos vimos no fue en las mejores circunstancias. Por cierto ¿cómo sigue tu novio?
—Está mucho mejor, es un hombre muy fuerte. Gracias por preguntar.
—¿Y cómo van las cosas entre ustedes dos? —Me miró curioso.
—Muy bien —No me interesaba darle más detalles. Por ningún motivo.
—Es un hombre afortunado.
La mesera se acercó para entregarnos el menú. Estuvimos unos minutos en silencio pensando qué pediríamos, y pusimos las cartas sobre la mesa al mismo tiempo.
—Déjame adivinar qué vas a ordenar —Hizo un ademán de pensar en algo muy concentrado— Raviolis a la carbonara.
—No estás ni cerca —¡Maldita sea! Tuve que cambiar mi elección pues no quería que sintiera que aún me conocía tan bien.
La mesera se acercó y él pidió lo que yo sospeché: Ajiaco. Yo cambié mis raviolis por un Baby Beef.
—Bueno, pues como te decía, creo que ¿Mateo? es el hombre más afortunado del mundo.
—Matías.
—Oh, lo siento, no lo recordaba. ¿Y qué tal el trabajo?
—Igual que siempre.
Guardó silencio un momento. Su mirada penetrante estaba fija en mí.
—Sofi, por favor no sientas que esto tiene motivos escondidos. Sé que nunca has sido amiga de tus ex novios pero te aseguro que lo único que quiero es tener un almuerzo agradable con una persona a la que aprecio mucho, a la que quise con locura, y con la que me encontré por casualidad.
Tenía razón. Me arrepentí de estar tan a la defensiva, así que sonreí, sacudí mi cabeza como para que salieran todas las cucarachas que se habían acumulado, y le puse un tema de conversación.
—Lo siento, Carlos, tienes toda la razón. Pues te cuento que en realidad apenas hoy regresé a trabajar.
Le conté lo que pasó después de la última vez que nos vimos; todo el tiempo que estuve fuera del trabajo, que estaba viviendo con Matías, mis planes de viajar a París algún día no muy lejano y le pregunté acerca de su situación actual. Me contó que acababa de terminar una relación de dos años con una mujer una década menor que él, con la que se quería casar pero no lo hizo porque descubrió que le era infiel con uno de sus mejores amigos.
"Karma is a bitch, querido Carlos", sonreí mentalmente.
Después de pagar la cuenta —me pareció un detalle que él pagara lo mío— y una charla que inesperadamente resultó agradable, me propuso sentarnos un rato en el parque El Virrey mientras se fumaba un cigarrillo.
Quedaban poco más de veinte minutos para que tuviera que regresar a mi oficina así que acepté. El parque estaba lleno de gente paseando sus mascotas, niños corriendo y ejecutivos jóvenes tirados en el suelo, charlando y riéndose fuerte.
Ver tanta felicidad a mi alrededor me calmó; sentí una paz que en los últimos tiempos era difícil de alcanzar.
—Bueno, Sofi, cuéntame algo —Le dio una calada a su cigarrillo y rápidamente botó el humo—, ¿cómo está Liliana?
¿Sería buena idea decirle que no sabía cómo estaba nuestra relación en ese momento y que yo esperaba una disculpa de su parte?
—Bien, ha estado concentrada en su trabajo —La prudencia siempre ganaba la partida.
—Me alegro —Caló su cáncer portátil de nuevo— ¿Puedo confesarte algo?
—Sí, claro —Sonreí con curiosidad.
—Me sorprendió mucho verlas juntas en la clínica cuando tu novio se accidentó. Te admiré y te admiro mucho porque la hayas perdonado después de cómo jugó contigo.
—¿A qué te refieres?
—A lo nuestro —confesó—, es difícil entender que puedas perdonar a una amiga que se empeña en quitarte a tu prometido.
—No te entiendo...—No me gustaba el camino que estaba tomando la conversación pero quería saber más.
—Lily me perseguía día y noche. Incluso desde que tú y yo empezamos nuestra relación. Al principio la encontraba bastante molesta, pero una noche en una fiesta aprovechó que yo había tomado bastante y esperó a que entrara al baño para entrar detrás de mí. Cerró la puerta con llave y me besó. Le pedí que no lo hiciera, le insistí que te amaba, pero ella se acercó más y empezó a tocarme —Hizo una mueca para indicar en dónde—, y pues me avergüenza admitir que la carne fue débil y...
—¿Tuvieron sexo?
—Sí. Después de eso traté de hablar con ella para dejarle en claro que no quería arriesgar mi relación contigo, pero sabes cómo puede llegar a ser de insistente. Sé que soy una persona horrible por caer tan bajo, pero creo que recibí mi castigo después de todo.
—¿Por qué? —Estaba a punto de llorar pero quería escuchar su verdad, ya que solo había escuchado la de ella.
—Porque me enamoré como un idiota de ella, y sólo me utilizó. Nunca me quiso en realidad, sólo quería tenerme —calló por unos instantes—, creo que lo único que le interesaba era que tú y yo no nos casáramos.
No entendía nada. ¿Por qué Lily querría hacer eso? Éramos como hermanas ¡Dios!, no lo podía creer.
—¿Cómo lo sabes? Lily siempre fue muy buena amiga.
—Una vez discutimos y me lo confesó; no recuerdo exactamente la palabras que utilizó, pero más o menos me dijo que yo era el único hombre que te había prestado atención a ti y no a ella, y que quería sacarse la espinita. Cuando lo consiguió, dejé de ser importante para ella. Creí que lo sabías; ahora entiendo por qué seguiste siendo su amiga.
Perra. Fue la única palabra que me pasó por la cabeza.
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