Epílogo
Llevo una hora atorada en el tráfico de París. Ha habido un accidente al parecer. El taxista me indica que lo mejor es que camine hasta mi destino si no quiero llegar tarde. Mi francés ha mejorado, es lo que te hace vivir seis meses escuchando un idioma del que sabías muy poco.
¡Benditas las apps que te ayudan a traducir!
Me bajo del taxi y empiezo a caminar. Los tacones empiezan a molestarme pero ahora los soporto un poco más que antes. París saca el lado chic de cualquiera, aquí en cualquier lugar te hacen sentir como en una pasarela.
Saco mi Waze, me indica que me faltan dos cuadras para llegar a la cafetería donde me esperan. Aún no reconozco al cien por ciento esta parte del camino y no quiero perderme. Hemos institucionalizado esta costumbre en nuestra relación; vernos en Le Petit Moulin, nuestra cafetería favorita.
Las clases me encantan. He logrado alcanzar niveles creativos que no creía posibles alcanzar, a pesar de que era buena en eso. Aún no he empezado a trabajar, pero no lo he necesitado tampoco. Juntos nos hemos dedicado a conocer París y sus alrededores. Es como tener unas vacaciones permanentes junto al amor de tu vida ¿qué más puedes pedir?
Mi celular vibra, es una notificación del Facebook. La abro y veo una foto de Antonio, posando junto a lo que parecen ser nativos africanos. Su post dice: África es increíble. Se ha tomado un año sabático para recorrer el mundo. Hablamos casi todos los días, le encanta que le cuente sobre París y sobre mi vida. Él sigue soltero y está feliz así, pero creo que está haciendo la del marinero, dejando un amor en cada puerto.
También tengo una notificación de Lily. Ha posteado una foto del anillo que le ha dado Thor. Él la buscó por Facebook un mes después de que me fui, y se hicieron muy buenos amigos. Pronto la amistad pasó a algo más y él viajó hasta Colombia para verla. Estuvieron dos meses paseando y divirtiéndose hasta que empezaron una relación. La leyenda de la foto me produce una alegría inmensa: ¿Quién iba a pensar que mi corazón iba a ser reclamado por un australiano sexy? Y sí ¡nos vamos a casaaaaar!
Guardo nuevamente mi celular y noto que ya solo me falta una cuadra para llegar. La gente pasa junto a mí y muchos se quedan mirándome. Creo que me encuentran atractiva. Es gracioso cómo aplica a veces el dicho aquél de que nadie es profeta en su tierra. Si en Bogotá me sentía una mujer muy normal, acá me siento sexy y glamurosa, y creo que los parisinos están de acuerdo.
Pero a mí ya no me importa eso. La única opinión que cuenta para mí es la del hombre maravilloso que me espera en nuestro café favorito.
Al llegar abro la puerta y es lo primero que veo. Ahí está él, como siempre, esperándome en la barra. Su rostro se ilumina al verme y yo me acerco a él.
—Bon après-midi, belle —Me saluda.
—Hola Matías —respondo, me gusta que entre los dos hablemos aún el español, aunque el se sienta tan interesante hablando en francés.
Hace seis meses creía imposible volverlo a ver. Mi vuelo llegó al aeropuerto Charles de Gaulle, y yo fui una de las primeras en bajar a buscar mi maleta. Debo reconocer que en un momento llegué a pensar que lo había perdido, pues fui una de las últimas en encontrar el equipaje. Me demoré casi una hora en esa aventura.
Me puse de mal genio. Me sentía incómoda en un lugar donde entendía muy poco de lo que la gente decía o las indicaciones de los letreros. Pero respiré profundo y me dispuse a llamar un taxi, cuando escuché una voz familiar.
—Sofi.
Al girarme lo vi, vestido informalmente y más guapo de lo que lo recordaba.
—¿Qué haces aquí? —pregunté claramente sorprendida.
—Vengo a rogarte que me perdones. Soy un idiota, lo sé, ni siquiera te di la oportunidad de hablar y explicarme lo que sentías. Cuando te fuiste de la clínica, me dejaste con mucha rabia, lo admito; pero al pasar de los días y después de reflexionarlo mucho me di cuenta de que todos cometemos errores, y somos humanos imperfectos, así que todos merecemos una segunda oportunidad. Espero yo también poder tener la mía.
—Yo... —La verdad no sabía qué contestar.
—¿Aún me amas?
—Demasiado —dije con lágrimas en los ojos.
—Entonces, ¿qué te parece si empezamos de cero en París? ¿Juntos?
Su propuesta sonó muy tentadora y me atacó una risa nerviosa. Por supuesto que quería darle una oportunidad a lo nuestro. Era lo que siempre había querido, por mucho que me hiciera la fuerte.
Asentí con la cabeza y él avanzó rápidamente hasta mis labios para darme el beso más hermoso que me han dado hasta ahora.
Él renunció a su trabajo en Bogotá y movió unas cuantas influencias de amigos radicados en París para conseguir un trabajo en el menor tiempo posible. Así que mientras él hacía su carrera profesional, yo me dedicaba a estudiar y entre ambos nos propusimos conocernos mejor y amarnos incondicionalmente.
Un día le pregunté qué había pasado durante las semanas que estuvo desaparecido y que tantas dudas habían generado en mí. Me explicó que Carolina, su ex, intentó suicidarse y él fue a encargarse de los asuntos legales que aún tenían juntos, pues según descubrió su divorcio no estaba tramitado del todo. Por su estado mental, decidió quedarse con ella hasta que los doctores le indicaran que el peligro había pasado.
Cuando le pregunté por qué no me había contado me dijo que no lo vio necesario. «Hombres».
Después de tomarnos nuestro café y los croissants que pedimos, salimos del lugar y lentamente nos dirigimos hasta el apartamento que compartimos y donde le damos una segunda oportunidad a nuestra relación.
Los últimos seis meses de mi vida han sido los más emocionantes que recuerdo, por que aprendí que las dudas pueden matarte, que los secretos te consumen y que el amor verdadero te seguirá hasta el fin del mundo, por más que quieras huir de él.
En este momento me alegro de cada una de las decisiones que tomé en el pasado.
Decidí adoptar la comprensión y la empatía.
Decidí sacar el odio de mi corazón para que no se ahogara con viejos rencores.
Decidí mantener en mi vida a personas increíbles sin importar sus errores.
Pero la decisión más importante que tomé fue perdonar y pedir perdón.
Ese es el verdadero secreto de la felicidad.
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