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Desacuerdos

Matías había bailado ya varias veces con todas mis amigas pues era el único parejo disponible, ya que Antonio no bailaba. Por petición de las mujeres, poco a poco fueron llegando los mejores amigos de los hermanos que me traían loca.

El primero en llegar fue Juan José, un arquitecto alto y fornido que estudió con Antonio en la universidad. Tenía un sentido del humor bastante particular pero tan pronto me lo presentaron me cayó bien. Martina y él empezaron a bailar muchas canciones y parecía que se llevaban de maravilla. Parece que por fin mi amiga la abogada había encontrado la horma de sus zapatos.

Estábamos los tres hablando animadamente, cuando entró un nuevo invitado que nos hizo guardar silencio a Martina y a mí. ¿Acaso solo se juntaban con gente bonita? Matías lo recibió con efusividad, luego se acercaron a nosotros para que nos conociéramos. Su nombre era Alejandro Martínez, era un odontólogo que se acababa de divorciar. El hombre me llamó la atención por lo rubio que era; pero no de esos rubios insípidos y desabridos, sino que destilaba intensidad por todos lados. No sé describirlo muy bien, pero se notaba que era un hombre muy recorrido; tenía un halo misterioso que no pasaba desapercibido.

—Alejo, te presento a mi novia —El susodicho estiró su mano para tomar la mía, cuando Matías nos presentó.

—Tú eres la famosa Sofi —pronunció con su áspera voz.

—Pues no sé si famosa, pero sí, soy Sofi. Es un gusto Alejandro.

—Podría decir que te conozco más que a cualquier estrella del Jet Set, de lo mucho que habla Matías de ti.

Su comentarió me sacó una sonrisa. Enseguida le presenté a Martina, quien también pareció simpatizar con él. El hombre tenía un carisma increíble. Mis amigas se divertían bailando con los cuatro increíblemente guapos hombres que llenaban la que ahora era mi sala, pues con unos cuantos tragos encima, hasta Antonio se animó a bailar.

♠️♦️♣️♥️

—Es increíble lo hermosa que te ves —susurró una voz conocida en mi oído, cuando estaba sirviéndome otro vaso de refajo.

—Lo increíble es que me sigas diciendo esas cosas, cuando hoy no he tenido tiempo ni de maquillarme —dije girándome para quedar frente a él.

—Ya te he dicho muchas veces que no lo necesitas. De hecho no sé por qué desperdicias tu dinero en él. Deberías dejárselo a otras mujeres que no cuentan con la dicha de tener una cara tan bella como la tuya.

Lentamente se acercó a mis labios y terminó esa frase con un beso que me puso a mil.

—Deberías terminar esta fiesta improvisada ya mismo e irte a revolcar conmigo en nuestro nuevo cuarto.

Matías soltó una sonora carcajada ante mi comentario y bajó sus manos hasta mi trasero.

—Me encanta cuando me hablas sucio.

—También puedo ser sucia en otras cosas —El refajo estaba surtiendo sus efectos en mi soltura lingüística, pero luego me arrepentí—, ay ¡qué vergüenza! ¿Ves lo que provocas en las publicistas?

—¿Yo o el refajo? —me contestó pícaramente.

—Estoy segura que eres tú, me haces sentir cosas inimaginables.

—Eres tan cliché —dijo volteando los ojos—, y eso me encanta de ti.

Nuevamente estábamos en el más acalorado de los besos cuando mi mente se percató de que afuera había gente gritando.

—¿Escuchas eso? —corroboré con mi novio.

—No te preocupes, es mi corazón —señaló y se acercó nuevamente a mí para seguir en lo nuestro pero me separé, no pude evitar escuchar el escándalo que venía de la calle—. Tienes razón —afirmó—, algo está pasando afuera.

Noté que Martina bailaba con Juan José y Andrea lo hacía con Alejandro, tal vez por esa razón no se habían percatado del ruido. A los que no vi por ningún lado fue a Lily y Antonio.

—Lily... —susurré, cayendo en cuenta de lo que estaba pasando.

Tomé a Matías de la mano y lo llevé conmigo hacia el lugar de donde los gritos provenía.

—¡Ni se te ocurra decirme que lo hiciste por mí! —gritaba Lily— Lo hiciste porque eres incapaz de mantener tu cremallera cerrada.

—¡Eres una loca! Gracias a Dios lo nuestro no funcionó —respondió Antonio.

—¡Porque estabas casado! Nada fue mi culpa ¡fue tuya! ¡Fue tu maldita culpa! —diciendo esto, mi amiga se le abalanzó encima para agredirlo; nunca la había visto tan furiosa, pero esta reacción se acercaba más a la que yo esperaba desde hace tanto tiempo.

No quería que se hicieran daño, ni física ni emocionalmente, así que corrí hacia mi amiga para tratar de tomarle sus brazos, pero en su furia su fuerza se había multiplicado, por lo que me derribó al suelo.

—¿Estás bien, amor? —preguntó Matías acercándose a mí para ayudarme a levantar.

—Sí —respondí levantándome y limpiando el trasero que ahora tenía lleno de tierra.

—¡Basta ya! —ordenó mirando a la pareja que había salido de sus cabales.

—¡Eso trato de hacer pero no puedo controlar a esta loca! —exclamó Antonio.

—¡No me digas loca! —Mi amiga estaba totalmente fuera de sus casillas.

Matías se acercó a ella y la envolvió con sus brazos, tratando de callar los gritos e improperios que soltaba mi amiga contra todo el mundo, pero no lo pudo evitar.

—¡Maldita sea! ¡Suéltame Matías! —rugió— que no soy tu noviecita para que me agarres así.

—Solo queremos que te calmes.

—¿Por qué? ¿Por qué putas debo ser yo la que se calme? ¡Cálmense ustedes, que a mí no me pasa nada, sólo que desperdicié unos cuantos meses de mi vida y algunos latidos de mi corazón por este infiel de mierda!

Ya había bebido más de la cuenta. Lo sabía porque de lo contrario no habría usado palabras vulgares y habría mantenido el control. Los demás integrantes de la casa ya se habían percatado del altercado y nos rodeaban, mirándonos aterrados.

—Andrea, ¿puedes llamar a tu amigo el conductor para que venga por mi carro y lleve a Lily a su casa? Creo que ninguno de nosotros está en condiciones de manejar —Le pedí a mi amiga, quien en seguida marcó un número en su teléfono y comenzó a hablar.

—La llevaré a la habitación de huéspedes —comentó Matías acercándose a mí—, es mejor que se calme y descanse un rato antes de que llegue el conductor.

Asentí. Matías cargó a Lily, quien lloraba desconsolada y gritaba ofensas hacía Antonio, principalmente. Los amigos de los hermanos se fueron y mis amigas se quedaron un rato para asegurarse de que Lily estuviera bien. La pobre había llorado tanto que unos minutos después de que Matías la llevó al cuarto de huéspedes y le dio un Alka-Setzer, se quedó profundamente dormida.

El conductor que llamó Andrea llegó más pronto de lo que esperábamos, así que fui a despertarla. Por más que la llamé y la sacudí, no se despertó.

—¿Está respirando? Verifícale el pulso —sugirió Martina entre risas, entrando al cuarto.

—Obvio que está respirando, ¿no escuchas cómo ronca? —murmuró Andrea— Despiértala ya, que se nos va el conductor.

—No creo que se despierte, lo mejor será que duerma aquí —decidí.

—Pues bien, entonces Martina y yo nos vamos, personalmente lo que más deseo ahora es acostarme a dormir pero en mi propia cama.

—Ahí te dejamos con tu borracha —Se despidió Martina, dándome un beso en la mejilla, siguiendo los pasos de Andrea.

Pensé que lo mejor en ese momento era dejarla descansar, así que cerré las cortinas del cuarto y apagué las luces para que al día siguiente no la despertara la luz natural y pudiera descansar hasta que su cuerpo lo necesitara.

Cuando bajé a la sala, vi a Matías encendiendo la chimenea y conectando su celular a los amplificadores. Mientras descendía por las escaleras, escuché una melodía que me pareció familiar.

—¿Massive Attack? —le pregunté.

—Por supuesto —contestó reduciendo el espacio que nos separaba para abrazarme—. No creí que te acordarías del nombre.

—¿De la banda que crea melodías para hacerte el amor? Jamás podría olvidarlo.

Sus labios se acercaron a los míos y se fundieron en un baile erótico al ritmo de los sensuales sonidos que llenaban la sala. Sus manos envolvieron mi rostro y poco a poco fueron deslizándose hasta mi cuello y mis pechos.

—No lo hemos hecho en este sofá —susurró acercando sus palabras a mi oído.

No respondí nada pero inmediatamente supe qué hacer. Lo empujé con cuidado hasta el mueble, obligándolo a sentarse.

—La primera vez en mi nueva casa no puede ser cómo las demás —murmuré cerca de su cuello, terminando la frase con una pequeña lamida en su oreja.

Muy despacio, fui abriendo la cremallera de mi chaqueta. Mis caderas comenzaron a moverse sensualmente siguiendo la melodía, mientras las manos me temblaban, pues nunca había bailado para un hombre.

—Eres hermosa...

—Shhh —lo callé—, no digas nada hasta que termine.

Me deshice del resto de mis prendas, quedándome solo en ropa interior. Vi cómo una sonrisa libidinosa se formó en el rostro de mi novio.

Despacio, me acerqué al sofá y me senté sobre sus piernas.

—¿Alguna vez han bailado encima tuyo? —susurré.

—Jamás —contestó, exhalando con fuerza.

Acerqué mis labios a los suyos, sin dejar de bailar. Matías empezó a deshacerse de mi ropa interior y yo de la suya; no sé cuanto tiempo transcurrió, pero recuerdo exactamente lo placentera que fue esa experiencia.

♣♦♠♥

El frío me despertó. El fuego de la chimenea se había consumido y la oscuridad llenaba la sala. Llamé a Matías pero dormía profundamente. Dormir en aquel sofá me estaba dando dolor de espalda, así que decidí ir a acostarme en la cama de la habitación principal. No me gustaba incomodar a una persona que dormía tan plácidamente como el hombre junto a mí, así que decidí dejarlo ahí.

Antes de acostarme, busqué una cobija y regresé a la sala para que mi novio no fuera a pasar frío, no quería que se enfermara. Regresé a la habitación, me puse unos bóxer y una camiseta de Matías y me acosté en la que sería mi nueva cama. Tengo que reconocer que era mucho más cómoda que en la que estaba acostumbrada a dormir.

No sé cuánto tiempo llevaba durmiendo, pero me despertaron unos sonidos que venían de la sala. Me levanté deprisa y angustiada, pues nada solía despertarme de mis pesados sueños.

Bajé a la sala y encendí la luz. Lo que vi se asemejaba más a una pesadilla que a la realidad.

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