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Confesiones

—¿Qué estabas hablando con mi hermano? —preguntó Matías cuando por fin nos quedamos solos, después de que la última persona se fue. Y sí, la última en irse fue Lily.

—Me estaba ayudando a sacar tus cosas del carro.

—Pero no sacaron nada. De hecho creo que las cosas aún siguen en el baúl.

—Sí, es que... le dije que las dejara ahí para no interrumpir la fiesta —Me sentía una canalla por mentirle. No estábamos haciendo nada malo, por lo menos no por mi parte, pero no sabía cómo excusar todo el tiempo que estuvimos charlando en el carro.

Odiaba mentir. Las mentiras son el alimento de los errores. Pero no quería discutir con Matías por algo que al final de cuentas, no tenía ningún sentido.

—¿Cómo te sientes? ¿Tienes dolor? —cambié el tema.

—Un poco, creo que ya es hora de mis pastas...

—No, no, no, falta media hora —Adquirí mi mejor pose fingida de enfermera sexy.

—Uy señorita DoSantos, disculpe usted —sonrió.

—Si se porta bien, señor Lopera, tal vez hoy pueda divertirse un poco con la enfermera —Me subí encima de él con todo el cuidado del que fui capaz; lo que menos quería era lastimarlo.

—Esta enfermera me encanta, es la más sexy y profesional que existe... —Acercó sus labios a mi cuello y me ericé al sentir sus suaves besos.

Lo extrañaba tanto. Desde hace mucho no estabamos así, tan íntimamente conectados; sin nada más que nuestra exitación esparciéndose por toda la habitación.

Más tarde esa noche, durmiendo a su lado, me puse a pensar en lo que me había dicho Antonio. Aún no podía creer en él, y sus palabras eran como un cuchillo clavándose en mi corazón. ¿Qué debíamos hacer con esos sentimientos?

Yo detestaba lastimar a la gente, a veces tendía a pensar antes en los demás que en mí misma, pues ver la felicidad en otros era mi propia felicidad. Con toda esta situación sólo tenía clara una cosa: cualquier decisión que tomara iba a hacerle daño a alguien importante para mí.

♠️♦️♣️♥️

Antonio desapareció de mi vida por un tiempo. Lily, en cambio, parecía nuestra sombra. Volvió a su trabajo y por lo menos no la veíamos en el día, pero todas las noches llegaba a la casa de Matías a visitarnos.

Lily y él parecían llevarse cada vez mejor y mi temperamento empeoraba con el transcurso del tiempo. Me sentía como una olla a presión a punto de estallar. Ya no me importaba si era inmadura, ridícula o simplemente una mujer reaccionando como cualquiera. Trataba de tener paciencia porque no quería que Matías conociera una faceta de mí que me daba tanta vergüenza mostrar. Tampoco me atrevía a hablar con ninguno de los dos pues sentía que eso arruinaría las relaciones que tenía con cada uno.

Uno de los muchos días que Lily nos visitó, Matías sugirió que cenáramos los tres juntos. A mí no me pareció buena idea, pero no tenía ninguna excusa válida para no cenar con mi novio y mi mejor amiga. Me comporté de la manera más madura y no me opuse ante tal ofrecimiento.

—Me alegra mucho que vayas tan bien en tu recuperación—anunció Lily, después de beber un sorbo de su jugo de mora.

—Porque soy muy juicioso, y porque tengo a la mejor enfermera del mundo—respondió dirigiéndose a mí.

—Solo cuido a las personas que me importan —Siempre trataba de hacer este tipo de afirmaciones delante de Lily, como para que no se le fuera a olvidar lo que Matías significaba para mí. 

—Es verdad, Sofi puede ser implacable cuando se trata de proteger a los suyos —Lily sonrió al decir esto—, además su presencia es la mejor medicina para que cualquiera se recupere pronto.

Ambos me miraban como si yo hubiera estado perdida y acabara de aparecer.

—¿Qué traman ustedes dos? Parecen dos niños cuando le van a pedir algo a los papás.

—Ahora resulta que no podemos decir lo que es cierto.

Matías rió pero, para ser sincera, yo me sentía muy incómoda. Levanté los platos y los llevé a la cocina. Luego salí hacia una puerta que permitía que desde el comedor se llegara a un patio trasero donde Matías tenía un jardín espectacular, lleno de colorido floral y con un aroma increíble. No les dije ni una palabra. Necesitaba estar un momento a solas, así que me senté en el enorme columpio que tenía Matías para leer. La madera húmeda desprendía un olor que me recordaba a mi niñez y me calmaba. Era la parte de la enorme casa que más me gustaba.

—Te vas a congelar, amor. ¿Te traigo un abrigo? —Matías me abrazó por detrás.

—Tú me calientas más—sonreí.

Me apretó más fuerte. La mezcla de su olor con el de las flores del jardín y la madera del columpio eran la mejor aromaterapia. Nos quedamos así un momento, hasta que él se movió para acomodarse junto a mí.

—¿Te pasa algo Sofi?—preguntó, entrelazando su mano con la mía.

—Nada, no te preocupes —le sonreí para disimular un poco.

—¿Es una de esas veces cuando las mujeres dicen que no les pasa nada pero en realidad estamos en problemas?

Me hizo reir fuerte.

—Puede ser... —respondí, pero me detuve antes de poder decir algo que llegara a lamentar.

—Vamos, cuéntame —insistió con cariño.

—¿Lily ya se fue?

—Está pidiendo un Uber. Dijo que ahora venía a despedirse de ti.

—Entonces hablamos cuando se vaya —contesté.

Matías volteó su rostro hacia mí, tomó mi mentón y me dio un beso tan apasionado que me hizo estremecer y olvidar por un momento todo lo que me molestaba en el mundo. Respondí a su beso acariciando su rostro, él aumentó el ritmo y me abrazó más fuerte.

—Me encanta lo que produces en mí, Sofi —suspiró al separar nuestros labios.

—Siento lo mismo.

—Quiero hacerte feliz; si hay algo que te esté molestando en esta casa, inmediatamente lo hago cambiar.

—No hay nada tuyo que me moleste, amor. Estos han sido los mejores días de mi vida —confesé casi sin darme cuenta.

—¿Incluso teniendo que cuidar de un pobre anciano accidentado como yo?

—No eres tan anciano. Además ser la sexy enfermera es lo que más me gusta.

—La más sexy de todas... —se interrumpió a sí mismo para darme otro beso, aún más cálido e impetuoso que el anterior.

—Muchachos, ha llegado mi Uber—interrumpió Lily de repente, haciendo que nos separáramos como si hubiéramos estado haciendo algo indebido—. ¡Lo siento! No quise interrumpir. Luego nos vemos, gracias por todo.

—Te acompaño —Matías se levantó del columpio para acompañar a Lily a la salida.

—No te molestes, ya conozco la salida como si fuera la palma de mi mano.

—Ya quiero entrar, hace frío afuera. ¿Vienes amor?

Me levanté sin decir nada y entré con ellos. Luego de que Lily se fuera, Matías encendió la chimenea y puso música suave. Sebastián ya no permanecía tanto tiempo en la casa, solo lo veíamos cada dos días en la mañana, cuando venía a supervisar las terapias de Matías. Lucila, quien se encargaba de mantener todo en orden se iba todos los días después de dejarnos servida la cena, así que estábamos totalmente solos.

Matías me pidió que me acomodara en el sofá y que lo esperara ahí. Me tenía una sorpresa. Por lo general odiaba que trataran de sorprenderme, ya que casi siempre yo me creaba expectativas muy altas y nunca recibía lo que esperaba. Pero con él trataba de no crear ninguna esperanza de nada para luego salir decepcionada. Aunque estaba convencida de que nunca me decepcionaría.

Se sentó a mi lado después de poner dos copas de vino sobre la mesa. Se volteó para quedar frente a mí y su sonrisa iluminó todo el lugar.

—En mi vida he tenido pocos momentos de felicidad verdadera, pero desde que te conozco siento que por fin ha llegado a mi vida la persona que hará que la felicidad nunca se vaya de mi casa. Te amo, como creo que nunca he amado a nadie. Te amo tanto que asusta.

Yo me quedé muda de la felicidad. Era justo lo que llevaba tanto tiempo queriendo escuchar de sus labios, no podía creer que lo hubiera escuchado primero de labios de otro, aquel en el que trataba de no pensar todos los días y menos en ese momento.

—Yo también te amo, Matías —me incliné hacia él y le di un beso que duró bastante pero no lo suficiente para mí, y las ganas que tenía de quedarme así para siempre—. ¿En serio tienes miedo de lo nuestro? Yo sería incapaz de lastimarte.

—No es que tenga miedo de ti, me aterra la idea de que las cosas no salgan como yo espero. Pero no voy preocuparme por ideas tontas ahora. Solo quiero disfrutar contigo cada día que me han regalado —guardó silencio un momento—. Quiero preguntarte algo, pero no tienes que decir "sí" todavía; no te preocupes si necesitas pensarlo, te esperaré todo el tiempo que sea necesario—dijo sacando una cajita de su bolsillo.

¡Ay.Dios.Mio! ¿Era lo que me imaginaba que era? ¿Matrimonio? ¿Estaba yo preparada para eso? Era cierto que lo amaba más de lo que recordaba haber amado a alguien, pero era pronto y yo aún no sabía si eso era lo que quería. Cuando pensaba en la posibilidad de casarme, me entraba una reacción que solo podría describir como ataque de pánico. Después del fracaso matrimonial de mis padres, todas las parejas casadas me parecían unas hipócritas. Cuando Carlos me había propuesto matrimonio, solo acepté porque creí que eso era lo que él más quería en el mundo y yo deseaba que fuera feliz.

Pero como dije antes, no quería hacerme ilusiones o ideas erróneas, así que no fue necesario empezar a hiperventilar. Matías estiró su mano y me entregó la cajita. Su cara de emoción se asemejaba a la de un niño pequeño al que le dicen que lo llevarán a Disney World.

Sonreí y abrí la cajita. No esperaba ver lo que encontré.

—¿Quieres vivir conmigo? —preguntó Matías.

Me quedé mirando la pequeña y plateada llave que abría una puerta llena de posibilidades.

—¡Me encantaría! —exclamé y me lancé sobre él.

Nuestra felicidad era palpable. Charlamos durante horas, riéndo de estupideces, tomando cada vez más vino, aprovechando que Matías había terminado su tratamiento con medicamentos.

—Okey, señor Lopera, creo que es hora de ir a la cama —Tomé su mano y comencé a halarlo para que nos pusiéramos de pie.

—Espera —murmuró, sacando su celular de su bolsillo—. Tenemos que tomarnos una selfie.

—¡Qué millenial eres! —exclamé soltando una carcajada— No sabía que eras un hombre de selfies.

—Solo cuando la ocasión lo amerita. ¡Sonrie!—El flash de la cámara frontal nos dejó ciegos momentáneamente— Ahora a subirla a Instagram.

—¿En serio tienes Instagram y aún no lo sabía? Me iré a vivir con un desconocido.

—Ay, no hagas drama, búscame como MatiasL27.

—Ya mismo lo hago. No sé, me parece sospechoso que nunca me hayas dicho que tienes instagram—bromeé.

—Claro, no quería que vieras todas las mujeres con las que salgo —rió fuerte con el comentario pero a mí ya no me estaba gustando la broma. No decirle a una persona que te importa que te siga en tus redes sociales es el nuevo "no te presentaré aún a mis padres". Aunque terminé por restarle importancia.

Me levanté algo mareada por el vino y fuimos a su habitación. El licor fue como un somnífero para Matías. Aproveché para entrar a mi Instagram y buscarlo. Lo primero que vi fue nuestra foto, donde parecíamos una pareja de revista, llenos de felicidad. El mensaje que la acompañaba me enterneció hasta lo más profundo y olvidé por completo las preocupaciones de mi mente y mis inseguridades.

"El primer día del resto de mi vida. Una vida que me encantará vivir contigo. Te amo Sofi"

Entre los "me gusta" de la foto, vi uno que me pareció familiar. Lilylu. Cuando finalmente caí en cuenta a quién pertenecía ese like, sentí la bilis subir por mi garganta. ¿Por qué ella lo seguía en Instagram y yo a penas me enteraba de la existencia de su cuenta?


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