Confabulación
Al día siguiente, el comportamiento de Matías solo podía describirse como extraño. Al escuchar la alarma despertadora de mi celular, giré mi rostro para saludar con un beso a mi novio, pero me topé con un espacio vacío.
—Matías... —llamé sin obtener respuesta.
Me levanté de mi cama, me puse una bata y mis pantuflas favoritas y empecé un recorrido por la enorme casa en una búsqueda infructuosa por Matías. Cuando busqué en el último lugar al que me atreví ir —el jardín estaba congelado a esa hora—, lo encontré.
—Okey, así quedamos entonces —Colgó una llamada por celular.
—¿Amor, qué haces en este frío tan espantoso? —pregunté.
—Hola amor —Se giró para mirarme con expresión sorprendida—, estaba atendiendo una llamada del trabajo.
Me abrazó y juntos entramos a la casa.
—¿Qué quieres desayunar? Hoy lo preparo yo —sonrió.
—Gracias, pero voy tarde, creo que desayunaré en la oficina.
—Ah, lástima. Pero está bien, te prometo que el fin de semana conocerás mis dotes culinarias —Me dio un casto beso en los labios—. Lo que sí es seguro es que prepararé café.
Se dirigió a la cocina y yo subí a mi cuarto a bañarme. El agua que lavaba mi cara y mi cuerpo no podía limpiar mi mente de ideas que podían ser ciertas, o tan solo imaginaciones mías. La verdad es que ya estaba acostumbrándome a que me decepcionaran. En mi vida mi mayor error siempre era el exceso de confianza en los demás, y eso nunca puede terminar bien. Sobretodo cuando descubres que la única persona en la que confías tiene algo en tu contra.
♣♦♠♥
El resto de la semana transcurrió sin novedades. Me encontré un par de veces con Andrea para almorzar, pero no me sentí capaz de contarle sobre Lily, Carlos y lo que me había explicado Antonio. Sé que me diría que tal vez Antonio mentía para su conveniencia, yo también en el fondo lo creía, pero algo dentro de mí —llámese intuición femenina— me decía que estaba diciendo la verdad.
Matías salió todos los días y trataba de llegar a la casa antes que yo, pero a veces no lo lograba. Al preguntarle a dónde iba, respondía que estaba con Antonio, o que había ido a la oficina, o que necesitaba comprar algo. No había nada malo o sospechoso en eso, pero algo me decía que no era cierto. Varias veces entré a la estancia donde se encontraba y al verme, colgaba rápidamente sus llamadas telefónicas.
Eso me estaba enloqueciendo. Me recordaba mucho a cuando mi papá engañaba a mi mamá y no podía creer que el ciclo se estuviera repitiendo. Me negaba rotundamente a ser parte de la estadística que dice que una mujer siempre buscará a un esposo como era su padre. En este caso mi padre no era ningún modelo de hombre honesto con el que yo querría compartir mi vida.
Nunca pensé que llegaría a tal instancia, pero un día me atreví a tratar de revisar su celular. Como no tenía la clave de desbloqueo, no pude hacer mucho, pero eso me hizo abrir los ojos. Por mi paz mental, tenía que enfrentar a Matías y sacarle toda la verdad, incluso si me lastimaba.
El viernes fue un día muy movido en la agencia. En la mañana tuvimos reunión con los directivos de mercadeo del proyecto Paraiso Limón, en la que se encontraba Antonio.
Fue el primero en llegar, igual que yo, así que tuvimos tiempo para conversar. Antonio de verdad había cambiado. Nuestras charlas ya no eran incómodas como al principio, ahora eramos más como buenos amigos. Su sentido del humor estaba brillando; nos reíamos a carcajadas que tuvimos que controlar para que mis compañeros no se preguntaran si de verdad estábamos trabajando. Había dejado de insinuarme o proponerme cosas y, ¡Gracias al Cielo! había dejado de robarme besos. No necesitaba confundir más mi mente, sino todo lo contrario.
Después de la reunión, el equipo creativo tuvo que trabajar horas extra para entregar una nueva campaña para una marca de vehículos, también liderada por mí; así que yo me quedé con ellos hasta bien entrada la noche.
Antes de salir, le escribí a Matías para informarle que ya iba en camino y disculparme por la tardanza. Esa noche, a pesar de mi cansancio, quería hablar largo y tendido con él; estaba claro que necesitaba hacerlo por mi propio bienestar. Sólo me contestó que tuviera cuidado.
A pesar de la tormenta que estaba cayendo y de que a esa hora salía mucho loco al volante, llegué sana y salva a mi casa. El garage tenía una entrada directa a la casa, lo que agradecí ya que no tenía ni la más mínima intensión de empaparme al salir de mi carro, pero la puerta estaba con llave y Matías no se había acordado de entregarmela. Maldije que mi única entrada fuera la puerta principal. No sabía cómo salir del carro, pues la sombrilla se me había quedado en la casa y la distancia desde el garage hasta la entrada, aunque no era muy larga, con la lluvia que estaba cayendo me empaparía.
Le escribí a Matías para que por favor me llevara la sombrilla. Esperé un par de minutos pero no contestó. Lo llamé, pero el resultado fue el mismo. No me sorprendía. A lo mejor hasta estaría en casa de Lily, cayendo en sus trampas.
Como ya no me importaba nada, decidí arriesgarme a contraer neumonía y llegar por mis propios medios a la casa. Cuando abrí la puerta, lo único que escuché fue un grito de ¡Sorpresa!
Genial, otra maldita fiesta sorpresa.
—¡Feliz cumpleaños, amor!—Con tanta duda y traición de los últimos días, había olvidado por completo que era mi cumpleaños. ¡Genial! A parte de engañada ahora también más vieja.
Sé que mi rostro no reflejaba la felicidad que los invitados querían, así que traté de poner mi mejor cara para no quedarme sin amigos.
—¡Wow, amor! ¡Gracias!—Me acerqué para darle un beso.
—Awwww —Se escuchó del grupo de amigos y familia que Matías reunió en nuestra casa.
De un primer vistazo logré ver a Andrea, Martina, mi madre, los amigos de Matías y Antonio, y unos cuantos desconocidos más que, estaba segura, luego serían presentados oficialmente.
—Mira amor ¡tu mamá está aquí!—exclamó un emocionado Matías.
Mi mamá se acercó a mi y me abrazó con fuerza. Nuestra relación no era la más cercana, pues ella se quejaba de que yo nunca me preocupaba por llamarla o visitarla, y a mí no me gustaba que siempre se metiera en mis decisiones como si fuera una niña pequeña, pero tenerla ahí conmigo me hacía feliz.
—Hola mamá ¿cómo te fue en tu viaje?
—Hija, te traje un montón de regalos, la cantidad de cosas hermosas que se pueden comprar en Panamá es impresionante—Matías se retiró a atender el llamado de uno de los invitados—. Sofi, te lo tenías bien guardado ¿no?
—¿Qué cosa?
—Pues a este novio tuyo tan bello. No puedo creer que haya tenido que ser él quien se interesara en conocerme. Creí que nunca formalizarías nada con nadie y te quedarías vistiendo santos.
—Ay, mamá. Gracias por tu confianza—repliqué con ironía—. ¿Y por qué es tan importante casarse, después de todo? ¿Para perder la libertad y vivir con alguien que miente y engaña?
—Hija ¡Por Dios! No seas amargada; lo que pasó en mi matrimonio no tiene por qué repetirse en el tuyo...
—Ok mamá, luego hablamos de eso, tengo que ir a cambiarme, estoy empapada—me excusé para no seguir hablando del tema.
Después de saludar brevemente a algunos invitados, me retiré a mi habitación para ponerme más cómoda. Todos estaban disfrutando tanto de las atenciones de Matías que a lo mejor ni notaban mi ausencia. Me di un duchazo rápido y estrené un vestido que había comprado para una ocasión especial que aún no se había presentado.
Después de maquillarme un poco —lo suficiente como para no salir tan fea en las fotos— salí de mi cuarto. Al cerrar la puerta de mi habitación me tropecé con alguien y casi caímos al suelo.
—¡Sofi! ¿Estás bien?
—Sí, gracias...—respondí sobándome el brazo dolorido por el tropezón.
—Perdóname, el baño de abajo estaba ocupado y vine a éste —indicó Antonio.
—Te desquitaste de mí ¿Verdad? —Le recordé la noche en que nos conocimos.
—¿Cómo se te ocurre? Si ese ha sido mi mayor golpe de suerte.
Sonreí y aunque traté de evitarlo, los nervios se apoderaron de mí.
—Por cierto, feliz cumpleaños —Acercó sus labios a los míos y me dio un suave beso, más amistoso que romántico.
Alguien gritó mi nombre en ese momento, así que la conversación tuvo que interrumpirse. Bajé hasta el lugar de dónde me llamaban y me quedé más fría que las noches Bogotanas al ver a Lily.
—Amiga ¡Feliz cumpleaños! —chilló en un tono mucho más agudo que el de su voz natural. Se acercó a darme un abrazo que no tuve las agallas de evitar.
—¿Qué haces aquí?
—¿Pues cómo crees que me iba a perder tu cumpleaños? Nunca en estos treinta y un años me he perdido alguno.
Martina se acercó a Lily y le pidió que la acompañara a traer más cocteles de la barra que Matías había hecho instalar en el jardín.
—Sofi, por favor no te amargues la fiesta...—Andrea trató de calmarme porque mi rabia era evidente. Finalmente me había atrevido a contarle lo que Lily había hecho; seguramente ya Martina lo sabía también, pues yo no le pedí que no le contara.
—¿Y cómo crees que ahora será una fiesta feliz? —La interrumpí.
—Tienes que calmarte. Hazlo por Matías. Estuvo las últimas dos semanas organizando tu fiesta, y nunca había visto a un hombre tan emocionado y preocupado por cada pequeño detalle.
Lo pensé por un momento y después de una profunda inhalación y exhalación, asentí y puse mi mejor sonrisa.
Risas, bailes y el tiempo que transcurría. Matías se desvivía por darme gusto; su felicidad era evidente, al igual que la del resto de invitados. Parecía que la única preocupada por lo que pudiera pasar, era yo. No podía quitarle los ojos de encima a Lily, quien se hacía la despreocupada, pero la noté varias veces mirándome de reojo, como yo lo hacía con ella.
Algunos invitados se empezaron a marchar cuando cayó la noche, pero los más cercanos trajeron más licor pues querían prolongar el evento. Yo ya estaba cansada, lo único que quería era dormir pero no podía abandonar mi propia fiesta, por más que quisiera. Matías no me preguntó ni una sola vez si la presencia de Lily me molestaba, a pesar de que él sabía de la discusión que tuvimos. Supongo que estaba muy entretenido y lo olvidó.
No poder irme de la fiesta, no evitaba que no quisiera estar sola por momentos. Me fui a la cocina un rato para poder tranquilizarme y encerrarme en mis pensamientos. Quería beber con desesperación, tal vez así entrara en ambiente y mi cerebro dejara de analizar tanto las cosas; pero no quería ir a la barra porque Lily la había acaparado. Creo que le coqueteaba al barman.
Rebuscando en la nevera encontré una botella de vodka a medias. No tuve ni qué buscar un vaso, bebí directamente del envase. "Wow, sería una buena alcohólica" pensé.
—Uyyy cálmate, que las mujeres ebrias suelen quitarse la ropa.
—Eres un tonto Antonio.
—¿Por qué rayos estás bebiendo tanto?
—Porque estoy cumpliendo años —respondí irónicamente.
Me quitó la botella y buscó dos vasos. Los llenó ambos y me entregó uno.
—Brindo por tu cumpleaños. —Levantó su vaso y lo seguí— Y brindó por ti. Por haber encontrado una mujer como tú, que hace tan feliz a mi hermano.
Tal vez había bebido demasiado, tal vez estaba enfrentando más problemas de los que resistía. Tal vez estaba loca. No sabía explicar qué fue lo que me impulsó a levantarme de la butaca en la que estaba sentada y aterrizar en los labios de Antonio que, desesperadamente, respondían a mi beso. Se sentía mejor que el licor, pero la resaca sería mucho peor.
Lo único que nos hizo separarnos fue el sonido de la puerta de la cocina que se abrió.
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