Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 3

En la segunda rotonda, también hecha con sillería, hay una orquesta de viento formada por negros y mulatos. Casi todas las muchachas llevan trajes claros, con escotes pronunciados y más o menos entallados según la usanza dictada por la Corona o el criollismo sugerido por los rigores del clima. Infaltables los tacones mientras los jóvenes, que en contraste llevan todos trajes obscuros con rosas rojas en las bocas, las convidan a la danza. Sendos demi-coupé para cada pie empezando por el derecho ocupan los cuatro primeros tiempos. Luego dos pas- élevé, completan el quinto y sexto tiempos del tres por cuatro. Repetidos estos pasos hasta concluir el minuet que por mandato de la moda siempre inicia el baile. Y como consecuencia forzosa, ahora viene la contradanza servidera como intervalo del baile general: mozos y damas de la comparsa, con sus trajes de fantasía, van formando parejas con el ritmo del dos por cuatro inicialmente reposado y tranquilo. Dispuestas en dos filas de bailadores, son conducidas por un bastonero para llevar a cabo la figura de paseo, consistente en bajar el primer par que al concluir todas las veinte parejas vuelven a subir todo esto en los primeros ocho compases. Luego forman una media cadena con figura de lazo. ¡Viene el brillo y viveza de La Valentina tomados de las manos para dar una vuelta en redondo que hace figura del cedazo! Ahora desasidos, con otros dos giros el primer par hace paseo para hacer figura con el tercero, en tanto el segundo a la espera de concluir el cedazo para bajar también y hacerla con el primero mientras el segundo la forma con el cuarto. Completos treintaidós compases, queda concluído así el entretenimiento de la concurrencia dispuesta alrededor.
Nunca he sido muy dada al baile, cosa que hago mostrar a plenitud abanicándome con suma suavidad, pero mi madre insiste en que es la mejor forma de socializar con los solteros presentes en nuestra clase social. Cuando mi madre conversa con las madres de los solteros más apetecibles, no desaprovecho la oportunidad de alzar el abanico en gesto de tapar el sol, o llevarlo cerrado en la derecha e incluso abanicarme con rapidez. Solo una vez he disfrutado con ese solaz y fue aquella tarde aprovechando de una siesta su reposo cuando me di a la huida de casa acompañada por mi dama de familia, para vernos en aquel café, donde te sorprendí con mi visita cuando estabas jugando al billar entre tazas con chocolate.
―El seiscientos y uno ―me dijiste guiñándome un ojo y ofreciéndome un Regalías sacado de Dos Amigos. Luego, percibiendo lo agradable del ritmo de aquella nueva contradanza con un uso abundante y deliberado del cinquillo ejecutado improvisadamente por negros franceses sin abandonar de esta la prima y segunda, me convidaste a aquel baile de parejas.
--Ayer, después que mi dama de compañía hubo de servirme el café a mi lecho, tal como tengo por hábito desde muchos soles, sin apenas correr la cortina del balcón voladizo que corre a todo lo largo de la planta alta y destinada a alcobas, para sentir el hartazgo del placentero paisaje mañanero que con los fulgores rosas, naranjas y carnaciones de la alborada va inundando y recorriendo la estrechez de las calles de la ciudad intramuros, con gran ahínco en la calle de Ricla toda plagada de carteles adornados con letras sumo adornadas por lo elaborado de sus trazos de cuidadoso delineado y sumo decorado de faltas a nuestro idioma tal cual Renacimiento se tratase; anunciando así, de conjunto, sus mercancías. ¡Qué delicia contemplar la Plaza delimitada por esta calle al ver la luz deslizarse con la suavidad de las aguas de un río tal como si de ésta se tratase! Y la fuente. ¡Cuánto esplendor brota de ella besada por los inicios del día! Allí, para completar el halago hacia mis ojos y alma, lo vi haciendo ensayo con otros mozos que le daban indicaciones de cómo hacer las ondulaciones del manto. Entonces lo comprendí de golpe; si bien debo confesar que no me es del todo grato, pues conozco todas las admiradoras que con ello traerá, no puedo apartar el sentimiento de admiración que me vestirá de orgullo por su persona, al verlo en ese festejo.
--Y yo debo admitir que vuestras palabras me perturban hasta lo más hondo de mi ser. No le había comentado nada porque tenía por seguro que un sentimiento de ira, temor e indignación la cubriría, y para mi sorpresa y consternación... ¿Admiración, orgullo? Me decepciona. Pensé que en su alma no habia más cabida que compasión, inocencia y bondad cuando la veo cómo trata a la servidumbre y otras personas sin importar su condición social, color de la piel y grado de riqueza, y algo que me reafirmó aquel día que tuve la dicha de poder acercarme a vuestra merced para expresarle por vez primera cuánto la estimo desde la distancia que lo diferente de nuestros estatus nos obliga a mantener. La he escuchado acalorada al ponerse en defensa de la guerra establecida en Oriente y lo deseoso de su posición por el cruzamiento de la trocha, hasta el punto de ganarse el disgusto de su padre. Créame que hasta ahora la amaba. Tanto así era que mire lo que estuve a punto de hacer: una atrocidad que usted halla placentera --tuve por respuesta al interpretar erróneamente aquella imagen, a la vez que me soltaste la mano y te alejaste de mí dándome la espalda.
--No lo comprendo. ¿Qué de malo puede haber en ser tuna?--entonces te volviste sorprendido.
--¿Fue esa su deducción? Le ruego una vez me perdone por la rudeza de mis palabras y cortante de mi actitud. Debo anunciarle algo, y es lo equivocado de su conclusión. Me temo que no le será nada grato en cuanto sepa mis intenciones--me contestaste tomándome ambas manos y suspirando profundamente--. Quiero que sepa que lo hago solo por este sentimiento que nunca había sentido por nadie y que tengo el convencimiento que no volveré a santir por alguien más en lo que me resta de vida. Lo que vio ayer no fue un ensayo para ser tuna. Aquella tela roja desplegada con una creciente maestría, es un capote de brega-- y al escuchar aquello, fui yo quien se desació de sus manos y salió a toda prisa de aquel lugar.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro