VII
Abro mis ojos a causa de la incomodidad por la mala posición en el sofá. No sé en qué momento logré concebir el sueño, pero el tiempo se ha pasado volando. Son las 7 de la mañana, un horario desdichado de domingo.
Peino mi cabello con las manos y voy hacia la cocina a preparar el desayuno, está claro que Heather duerme; sin embargo, intentaré hablar con ella en cuanto pueda. Mi comportamiento deja mucho que desear.
Pongo a calentar agua en tanto abro la alacena para ir en busca de las galletas de miel y limón, mis favoritas.
No sé si deba prepararme el desayuno solo para mí, o si es conveniente preparar algo para dos y hacer una especie de tregua en la puerta de mi habitación. No quiero que las cosas se estropeen; tampoco que ella imagine que no me importa en lo absoluto.
—Hola —Escucho de repente.
—Heather...
—Alex, lo siento, anoche te traté de lo peor.
—Discúlpame, hablé sin pensar—Interrumpo antes que pueda decir algo más— Nada de lo que pasó fue tu culpa.
Se ve muy linda utilizando mi pijama; aunque sus ojos persistan rojos y la punta de su nariz vaya por el mismo camino. Ya no tiene ese resplandor producto del maquillaje, y a pesar de todo, no deja de brillar.
—Creo que soy un tonto.
—¿Por qué? —pregunta confundida.
—Por dos cosas. La primera, por hacerte llorar—Me acerco a ella—. Y la segunda, por no dormir contigo; ahora me duele el cuello—Sonrío.
—¡Ya concreta el abrazo, Victor Van Dort!
—¡Ese chiste es nuevo! —Carcajeamos—¿Lo estuviste pensando?
Escucharla reír, después de horas, me alivia.
Rompe nuestra distancia, sus brazos me rodean y la calidez de su cuerpo me recibe. Huele bien, a jazmines frescos. ¿Por qué alguien tan oscura por fuera es tan afectuosa por dentro?
—Me siento raro cuando estoy contigo—Confieso sin romper el abrazo—¿Me hechizaste?
—Sigues pareciéndome un idiota, Alex Ross, independientemente de tu enamoramiento hacia mí.
—Lo digo en serio, creo que voy a vomitar —Bromeo apretujándola más.
—¡Aléjate de mí, Wendell Borton! —Expresa intentando escapar.
—Hoy estás reaccionando muy rápido con los chistes—Admito cediendo a su pedido de libertad—. Eso solo deja en evidencia lo mucho que piensas en mí. ¿Tratas de seducirme con tu humor, Heather?
—¡Qué asco, claro que no!
—¿Me das un beso? —Inquiero casi sin pensarlo.
Ella queda inmóvil observándome a los ojos, llena de duda y confusión. Baja su mirada hacia mis labios pensando en si es correcto atreverse a tanto. La analizo y me analizo a mi mismo al mantener mi impulso intacto de lanzarme hacia ella; es un terreno que desconozco, no quiero arriesgarme a perderla.
—¿Lo ves? Mueres por besarme.
—Vete a la mierda, Ross —dice para luego alejarse.
La sujeto de la cintura impidiendo su paso; esta loca se encuentra a la defensiva cuando estoy en plan de rendirme.
—Muero por darte un beso, pero no quiero obligarte —Reconozco avergonzado—. Yo no...
Nuestros labios se unen dejándome sin habla y sin mis cinco sentidos. Una especie de electricidad recorre mi interior cuando es la misma Heather quien se atreve a acariciar mi cabello para influenciarme en esta acción irresistible.
Tengo ambas manos a los costados de sus caderas y me encuentro apenas inclinado para que no deba colocarse en puntas de pie. Es un beso suave, lento, porque ninguno de los dos tiene apuro ni intenciones de que finalice; sin embargo, me cuesta imaginar cómo reaccionaremos después de esto.
Dejamos de besarnos cuando lo consideramos necesario, es como si nos leyéramos la mente al poner un alto.
—Te dejaste puesto mi pijama —menciono sin dejar de verla.
—Sí, espero que no te moleste.
—No, al contrario, te ves bien con en él.
—¿Seguro que no trae una capa? —Satiriza.
—¿Por qué? ¿Sientes que algo te falta? —Arremeto con mis chiste del día— Estás acostumbrada al sombrero por las noches, pero tranquila, no lo has perdido.
—No era el sombrero lo que me faltaba anoche.
¡Disparo directo al corazón! Estoy muerto.
—¿Desayunamos en la habitación? —pregunto nervioso intentando hacer como que no ha pasado nada.
—Sí, mejor.
Mi emisora favorita suena en el interior del cuarto. Desayunamos afirmados al respaldo de la cama en completo silencio, algo muy común entre nosotros. Cady se encuentra en medio de ambos, acurrucada sin problema, de un día para el otro la bruja de Blair se ha ganado el corazón de mi pequeña.
—Es muy linda—dice risueña—. Quiero que sea la novia de mi bebé.
—No lo será.
—¿Por qué no? Chasky es ideal para Cady. Son parecidos, solo que él es más grisáceo y ella blanca como tú.
—No me gusta la idea—Niego dejando mi taza sobre la mesa de noche— Tu perro loco perturba la estabilidad emocional de ella.
—Porque es hombre, viene así por defecto —Ironiza mirándome de reojo.
Decido ignorarla recostándome de una vez; no es broma que me duele todo el cuerpo. La pelinegro imita mi acción dejando que fight or flight de Conan Gray suene entre estas cuatro paredes. A mi pequeña perrita no le ha causado gracia la idea, se ha bajado de la cama directo al sofá de la sala, o eso creo.
—Cady se enojó —ríe—. La próxima vez traeré a Chasky para que se diviertan.
—¿Eso quiere decir que intentarás invitarme a salir de nuevo? Lo sabía, te gusto.
—¡Claro que no! Eso sucederá solo si tienes suerte y el privilegio de volver a verme.
—Sí, hazte la tonta —bufo.
¿Por qué se siente tan raro esto? Me agrada, me agrada mucho.
Está usando mi pijama, aquel que dijo anoche no querer, pero por alguna razón cambió de opinión. ¿Qué la lleva a permanecer a mi lado conociendo lo peor de mí?
—No sabía que Nancy Ryan era tu madre. —Rompe el silencio—. Me siento muy avergonzada.
—¿De dónde la conoces?
—Es amiga de mi mamá, no lo sé muy bien.
—¿Crees que ella va a enfadarse conmigo?
—¿Bromeas? ¡Después de saber que eres hijo de la señora Ryan va a amarte! Tu mamá le habló de ti diciendo que eras un chico inteligente y muy atractivo; pero se le olvidó mencionar que naciste en el siglo XV.
—Tu aspecto también es vampírico —Retruco conteniendo la risa y mirando al techo— ¿Qué tal si eres como Isabel Bathory y solo quieres bañarte en mi sangre?
—¿No lo ves muy ridículo? —entrecierra los ojos—. La condesa no era como tú, y yo tampoco lo soy, lo he dicho muchas veces.
—Lo sé, tus palabras se repiten en mi cabeza desde aquel día.
Intenta disculparse, a pesar de que no lo considero necesario, en más de una ocasión he tenido el mismo pensamiento. No puedo ser como el resto lo imagina, ni siquiera cumplo con las expectativas de mi madre.
—Ross... —musita.
—¿Te sientes mejor? —Cambio de tema—¿Dormiste bien?
—Sí, lo hice.
—Qué bueno.
—¿Estás bien?
—Sí, llevaré las tazas a la cocina. Cámbiate; te acompañaré a tu casa. —Salgo de la cama y camino hacia la puerta.
—Alex, lo siento, no quise decir eso.
—Si quisiste decirlo, y tienes razón, lo sabes.
—Estaba enojada, actuaste mal, Benjamín...
—Esto que ves es lo que soy.
—Este Alex Ross es el verdadero—Me señala—. No el Alex del colegio ni el que sale a las calles.
Se encuentra frente a mí dispuesta a decirme lo que piensa, no va a guardarse nada, y en parte lo agradezco porque es la única que lo hace.
Trato de ignorarla; no obstante, resulta insistente cuando tiene que llamar mi atención. Acuna mi rostro obligándome a verla, a no desperdiciar ni un segundo mientras me sumerjo en el color otoñal de sus ojos.
—Por favor, solo vístete, te llevaré a tu casa—insisto.
—¿Por qué no puedes mostrarte así frente a los demás? ¿Por qué no le cierras la boca a todo aquel que piense que eres igual a los idiotas de tus amigos?
—Cámbiate.
Con las dos tazas en mis manos bajo las escaleras hacia la cocina; la excusa de lavarlas me da tiempo a pensar qué mierda estoy haciendo. ¿En qué momento la loca del muelle pasó a estar en mi cabeza y luego en mi corazón? Tal vez el juego se nos fue de las manos, es solo una confusión; un beso no es la gran cosa después de todo, tampoco pasó a mayores.
Heather es una chica de apariencia fría; aunque cálida por dentro. Sin embargo, yo no puedo simplemente cambiar. Ya lo dijo mi madre hace unos días cuando aseguró que no puedo dar el brazo a torcer.
Si lo pienso en profundidad, no soy una buena persona. No puedo perdonar a mi padre por abandonarme, soy un egoísta que solo piensa en sus propios sentimientos. Ni hablar de la cantidad de veces que he humillado y golpeado a Benjamín Clarck para intentar aliviarme de mi propia miseria, sintiéndome culpable minutos después, y repitiéndolo hasta el cansancio.
Finalmente, anoche no dejé de pensar en el exnovio de Heather, siendo un desgraciado y un completo hijo de puta. ¿Pero acaso puedo juzgarlo? ¿Puedo ser mejor partido para ella? Tengo que alejarla de mí, no puedo lastimarla.
—Ross—Me llama desde el pasillo—. Ya me voy, gracias por ayudarme anoche.
—Te acompaño—Seco mis manos para alcanzarla hasta la puerta.
—No, no hace falta.
—¡Heather!
Me apresuro para evitar que salga de casa sin hablar en forma previa, no sé qué pasa por su cabeza ahora.
A pocos metros de la puerta sujeto su mano, obteniendo por resultado un rostro cansado y unos ojos llorosos.
—¿Volviste a llorar? No lo hagas, por favor.
—No creas que lo hago por ti, imbécil, lo hago por mí.
¿Se habrá dado cuenta que no soy como esperaba? Era demasiado bueno para ser verdad.
—Lo mejor es que no nos frecuentemos—Confieso apenado.
—Supongo que sí, tienes razón. —Toma el picaporte.
Lo sabía.
—Quiero que me digas donde encontrarlo.
—¿Encontrar a quién? ¿De qué hablas?
—Mike—hablo directo—¿Dónde lo encuentro?
—Mejor deja todo como está, no interfieras —dice molesta—. Me voy a casa.
—No lo haré —Impido su avance sujetando la puerta—. No dejaré las cosas así. Si no me lo dices, tendré que averiguarlo, pero me voy a ocupar.
—Entonces diviértete jugando al detective sin fines de lucro.
Puedo dejarla ir, puedo quitármela de la cabeza si así me lo propongo; pero antes de eso, necesito asegurarme de que va a encontrarse bien y que nadie va a dañarla, ni a ella, ni a nadie. Fallarle a Heather es como volver a fallarle a Helen. No puedo permitirlo.
—Escúchame, te prometo que lo alejaré de ti, asi sea lo último que haga. Jamás te pondrá un dedo encima, aunque también tienes que alejarte de mí porque yo...
—Tú eres mejor de lo que piensas —Corta mi oración sin importarle lo que le estaba diciendo—. Quítate esa estúpida idea que tú mismo diseñaste. El sol brilla todos los días y no piensa en la noche anterior.
—Heather, no puedo borrar las cosas que hice.
—Puedes enmendarlas —Sujeta mi brazo— Ross, la luz brilla desde dentro hacia afuera, algún día dejarás esa oscuridad en el pasado.
—¿Estás odiándome?
—¿Acaso importa? Mi opinión no es de tu incumbencia.
—Sí lo es porque me haces sentir raro.
—Que irónico, porque tú me haces sentir vacía.
Besa mi mejilla en un acto dulce y calmo saliendo con su mochila; tal vez una bofetada me hubiese dolido menos. Me gusta la Heather tosca sin miedo a recriminarme, la que está dispuesta a apedrearme con tal de que entre en razón, pero se fue sin más estamento.
Cierro la puerta sintiéndome desecho, ni siquiera la presencia de Cady ladrando como loca logra atraerme. Un vacío existencial se acrecienta en mi interior y ya no puedo sostenerlo, creo perder la razón entre la impotencia por no poder hacer nada, y el daño que me carcome con el tiempo.
Lágrimas apenas perceptibles recorren mi rostro y las quito con fuerza de mis ojos. En todos estos años llorar no fue una opción, no tiene por qué serlo ahora.
Sentado en el sofá, con la vista hacia el suelo, pienso en todo lo sucedido anoche. Mi desesperación por encontrar a la linda chica que me acompañaba, mi temor de perderla, y la impotencia de no poder impedirlo.
Mis puños se cierran con fuerza, toda mi ira viaja hacia ellos en un intento estúpido de golpear el borde del sillón donde me encuentro. Una imagen perturbadora regresa a mis pensamientos; me dormí imaginándome una situación que no presencié. Oía los gritos de Heather pidiendo ayuda, mi interior paralizado. Sus ojos colmados en lágrimas mirando hacia abajo, abatida y desdichada. Yo no estaba allí.
Comienza a faltarme el aire, me afirmo en el respaldar y cierro mis ojos pretendiendo que de alguna manera se borrará el recuerdo; pero es en vano, porque en cuanto los abro veo a Helen a la distancia y la escucho llorar.
¿Eres amigo de Travis? ¿Puedes ayudarme? He intentado comunicarme con él. No responde a mis llamados...
No puedo moverme, me está costando respirar, es como si una enorme mano me oprimiera la garganta.
¡Ya basta, no les estoy haciendo nada!
¡Tú también lo hiciste! ¡Tú también golpeaste a Clarck!
¿Por qué no puedes mostrarte así frente a los demás?
¡No quiero que vuelvan a buscarme, ni cuenten conmigo para hacer esta farsa!
Voces, voces, voces...
—Alex ¿Qué tienes? —Grita mi madre súbitamente— Alex, ¿No puedes respirar? Por favor, cariño, ¡reacciona!
Y entonces me quiebro, imposible contener por más tiempo el dolor que se carga mi pecho. Las palabras de Heather reaparecen una y otra vez junto a la imagen de Clark y de Helen como fantasmas que me persiguen por mis actos.
La figura de mi madre, digna y primorosa, termina por destruirme, y sé que voy a lastimarla al contarle todo.
—Mi amor, ¿Qué tienes? —eleva la voz acercándose a mí— ¿Dónde está Heather?
—Se fue—digo con dificultad.
—Mírame ¿Por qué lloras? ¡Alex, dime que pasó!
—Mamá, lo siento, lo siento mucho...
Ella no puede comprender, no se imagina absolutamente nada de lo que está pasando en mi interior.
—Hijo, cálmate y explícame que ocurre. Cariño, por favor, no me asustes. Primero dime que sucedió con Heather.
—¡Es que no lo sé, mamá! —Expreso poniéndome de pie—. Ella no quiso contarme, su exnovio fue el culpable, ¡Es un hijo de puta que la persigue y la acosa! Yo debí estar con ella, no sé en qué momento ocurrió todo. —Sollozo.
—Tranquilo, no pasó a mayores—Comenta para calmarme—. La doctora Davis la revisó; ella debe hacer la denuncia, su madre tiene que saberlo.
—¡Es que la tonta de Heather no quiere hacerla! —Resoplo—. Yo voy a encontrarlo, yo me ocuparé de él, va a ser lo último que haga.
Mi voz ha sonado extraña, entre el llanto y la agitación pareció una declaración de guerra. Mamá luce impactada como si fuera un asesino serial que acaba de cometer un gran delito, cuando en realidad todavía ni lo planeo.
—¡Déjate de estupideces! ¡Tú no harás nada!
—Mamá, hay algo que tú no sabes y que yo... no puedo guardarlo más...
Se levanta del sofá caminando intranquila de un lado a otro, aun no le cuento y ya parece desvanecer. No entiendo que hace aquí en casa cuando le corresponde un turno extendido, pero seguro no se imaginó encontrarme así.
—Ya, dímelo de una vez.
Tomo valor para contarle lo ocurrido en aquella fiesta, aquella que descontroló mi vida y el remordimiento se tatúo en mí como recordatorio.
El nombre Helen sale de mi boca por primera vez frente a alguien, relatando con mucho dolor y vergüenza la forma en la que traté a esa chica. Mi madre no deja de prestar atención, sus ojos se cristalizan y ya no puedo siquiera pensar lo que pasa por su cabeza.
Lloro como un completo idiota, sintiéndome miserable por no acompañarla, por no buscar al imbécil de Travis en ese mismo momento o no romperle la cara días después cuando actuó con naturalidad.
—¿Entiendes que no puedo permitir que algo malo le suceda a Heather? ¿Entiendes que necesito hacerme cargo de ese infeliz que la persigue?
El abrazo compasivo me apaña para compartir mi dolor. Para intentar reconstruir lo que queda de mí y traerme a la realidad.
—¡Basta! —Solloza frente a mí—. Tú no tienes la culpa de nada, quisiste ayudarla; también lo hiciste con Heather.
—¡No, eso no fue ayudarla! ¿No entiendes que ese enfermo se la llevó en mi presencia? No la cuidé, no pude salvarla, la historia de Helen se va a repetir.
—No, tranquilo, ella va a estar bien —Hace una pausa quitando cabello de mis ojos—. Tú estarás bien, Alex.
Sonríe y eso basta para tranquilizarme. Cuando era niño, y algo me sucedía, mamá era la primera en venir a socorrerme, la primera en enmendar mis heridas. Siempre he tenido miedo a sus retos, a que se enoje conmigo, mas no tengo recuerdo alguno. Su bondad es estática, o tal vez se regenera en mayor energía y empatía, no lo sé. Sin duda mi mayor temor es decepcionarla, que me rechace, o que insista en reconocer que soy igual a Daniel Ross. No quiero eso.
—Vete a dormir un rato, tus ojos se ven rojos. —Habla con calma.
—¿Por qué viniste antes del trabajo? Pensé que saldrías hasta la noche.
—Sí, pero hubo un cambio. No regresaré hasta mañana, no te preocupes.
Vuelve a abrazarme y quedo a su resguardo, una protección que me regresa la calma poco a poco. Continúo llorando hasta alivianar lo que contengo dentro desde hace cinco meses, desde hace días. Debo permitir que este dolor desaparezca.
Son las nueve y media de la noche y continúo en mi habitación. No he dejado de cuestionar mis acciones, mis arrebatos de ira y la terquedad por no asumir mis responsabilidades a tiempo.
Mi padre me ha enviado un mensaje, esto ha sido para peor. Algo me dice que mamá lo ha llamado y sospecho que voy a tener que verlo en cualquier momento en casa con la excusa de estar preocupado como un padre ejemplar. No voy a consentirlo.
Lo he ignorado, las tildes azules deben aparecer en su móvil como una señal de que no voy a responderle, por más que lleve 30 minutos en línea sin salirme de la maldita conversación con un número desconocido.
Pienso en Heather y su cabellera negra reposando en el colchón de mi cama. La imagino frente a mí con el maquillaje corrido de sus ojos en contraste con su mirada autumnal y su piel blanca. No entiendo por qué la visualizo, por qué la pienso a pesar de estar razonando otras cuestiones.
Dejo mi obstinación de lado, y con el teléfono en mano, busco su contacto para enviarle un mensaje. No fue la mejor manera de tratarla esta mañana, estoy seguro de que no he sido claro y que ella lo ha malinterpretado.
Vaya sorpresa al darme cuenta de que su foto ha desaparecido de mis contactos y no es más que un evidente bloqueo. Al contrario de molestarme, sonrío, Heather se ha enojado conmigo y esto es el resultado de que al menos le importo; mañana lo arreglaré en el colegio.
Dejo el celular sobre la mesa de noche y este vibra al instante; una llamada de Nathan. Me rehúso a contestar, pero tras la insistencia en las últimas horas decido hacerlo.
—¿Qué quieres, Foster? —contesto a regañadientes.
—Alex, ¿Qué mierda tienes? No has respondido a mis mensajes en todo el fin de semana.
—He estado ocupado. Ya dime que quieres.
—Estoy cerca de tu casa, necesito hablar contigo.
—De acuerdo, ven a buscarme y tomamos algo.
—Llego en 5, ya vístete y lávate las manos.
Una sonrisa figura en mi rostro, y es que, a pesar de todas las idioteces por parte de Nathan, creo que es el único con el que puedo hablar sin perder los estribos. Su carácter de mierda es ambiguo, lo sé, pero cuando se siente mal y con ganas de hablar siempre es a mí a quien recurre. No puedo dejarlo solo.
Me coloco las zapatillas, busco mi billetera y bajo hacia la sala a la espera de su llegada.
—¿A dónde vas? —Interroga mi madre sentada en el sofá ojeando una revista.
—Saldré un momento con Nathan.
—Pensé que no querrías salir de casa hoy.
—¿Le hablaste a papá? —Pregunto sin rodeos.
Las manos se detienen al instante, obviando toda clase de distracción para fijarse solamente en mí.
—Alex, es tu padre...
—Mamá —exhalo con hastío— ¡No quiero verlo, tampoco quiero que tenga mi número de teléfono, no quiero que me llame!
La bocina del vehículo se escucha en la puerta y solo salgo de casa para no discutir. Mi madre no sale detrás, debo haberla herido de alguna manera, pero necesito que lo entienda, Daniel Ross está muerto.
El señor Foster trae a Nathan, qué extraño, seguro hizo una estupidez y no le prestará el auto esta vez. Lo saludo a la distancia en tanto mi amigo se baja, entendí la intención.
—¡Adiós señor, Foster!
—¡Adiós muchachos, diviértanse!
A medida que el Mercedes se aleja nuestras sonrisas se desvanecen.
—Caminemos un poco, no te quitaré tiempo esta vez.
—Nathan,
—Tal vez estuvo mal —admite—. Aunque ¿no crees que fue una buena jugada? No permitiré que el idiota de Clarck se quede con ella.
—¿Acaso tú eres estúpido? Esa chica quiere mucho a Benjamín, y es claro que a él le sucede lo mismo —Insisto—. Escucha, siento asco de solo decirlo, pero... creo que ellos se ven bien juntos.
—¡Pero que mierda dices, Ross! —Me empuja en modo de broma—. Ella es demasiado hermosa para estar con el bobo de Clarck.
Estoy mordiéndome la lengua para no decir algo que desemboque en un nuevo problema. Tengo que contar hasta mil.
Las zapatillas se escuchan contra el asfalto; la noche parece tranquila. Los dos caminamos con las manos en los bolsillos hacia alguna tienda de esas abiertas 24hs para poder comprar una cerveza, y tal vez, algo de comida chatarra.
—¿Por qué te fuiste luego de la fiesta?
—Porque estaba cansado, de tus mentiras, de las estupideces que salen de la boca de Travis, y de mí mismo. ¿Contento?
—Te vieron salir con una chica —ríe—. Emma dijo que era alguien de cabello negro a quien no dejabas de mirar.
—No te importa.
—¡Vamos! ¡Ya dime quien es! —Vuelve a empujarme—. Yo pensaba que te manoseabas en tu casa; ahora veo que no es así.
—No pienso decirte quien es, menos al idiota de Travis, no insistas.
Llegamos a la tienda y nos adentramos en busca de lo indispensable. Esta vez será solo una Coca cola y unas Pringles, nada de alcohol; mañana hay que asistir a la escuela y no quiero llegar tarde a casa.
Sentados sobre el cordón de la vereda de la tienda, nos disponemos a hablar, dejando en claro algunas pautas.
—Ya dime que te traes con Travis —Suelta sin más abriendo su gaseosa— Ustedes dos no están bien, siempre se andan gruñendo.
—Prefiero no hablar de ello.
—¿Y de qué quieres hablar? —Cuestiona indignado—. ¡Nunca me quieres decir nada y tampoco intentas escucharme!
—¡Foster, no me jodas! Te he dicho muchas veces que no quiero problemas, aun asi, insistes en meterme en ellos. Lo de Travis conduce al mismo destino.
Se levanta del suelo sacudiendo el pantalón de jean negro observándome con cara de pocos amigos. Los ojos oscuros de Foster se clavan en mi pálido entrecejo, puedo jurar leerle el pensamiento, pondrá una foto mía en el centro de los dardos a futuro.
—A ti te gustaba Helen —Asegura intranquilo—. No fue sino hasta después de su muerte que lo entendí.
—¿De qué hablas? —La piel se me pone crespa con solo escuchar su nombre— Yo no la conocía.
—Culpas a Travis por lo ocurrido, pero él no estaba al tanto de eso —Niega— Ellos solo pasaron la noche juntos, nada más.
—¡Foster, cierra la boca! —Me levanto para ponerme a su altura y confrontarlo—. No vuelvas a mencionarla, no hables de lo que no sabes.
—¡Entonces ya dímelo!
—Travis se acostó con Helen ¡Sí! —Digo ofuscado—. Pero ella se cansó de buscarlo y él nunca atendía sus llamadas.
—¿Y eso que? Alex, ya sabes cómo son las cosas.... A veces...
—¡Ella estaba embarazada! ¡Asustada!
Lo dije con tanta seguridad, que hasta yo mismo estoy impactado. Nunca supe el resultado del examen; sin embargo, no puede ser erróneo, caso contrario no se habría quitado la vida de un momento a otro.
—Yo... —titubeo—. Le compré la prueba y la llevé a mi casa para que se lo hiciera.
—¿Hiciste qué? —expresa con sorpresa.
Parece que el aire se corta con tijeras. Mi respiración vuelve a traicionarme, no es normal, tengo que ir a casa. Encamino hacia la calle para retirarme por donde vine, ni siquiera me importa dejar la lata de Coca Cola sin terminar sobre el cordón de la vereda. Foster acelera el paso exigiendo explicaciones.
—Alex, Alex, espera —Trata de calmarme—. Amigo, solo dime de qué hablas.
—La encontré en el parque —Comienzo a decir sin detener mi andar—. No puedo sacármela de la cabeza, Nathan.
—Ya pasó mucho tiempo —murmura con precaución.
—Cinco meses.
Helen era preciosa, y a pesar de no conocerla lo suficiente, a leguas se notaba ser una chica tierna e indefensa.
—La traté mal —prosigo—. Fuimos a la farmacia, le compré la prueba y luego la llevé a mi casa. No dejé de ser prepotente, quise creer que ella debía estar agradecida conmigo.
—¿Dio positivo? ¿Qué dijo Travis?
—No lo sé, él dijo que ella no volvió a llamar, estaba aliviado por eso. Quise creer que había dado negativo y que era una niña estúpida incapaz de ser agradecida. No fue sino hasta esa última fiesta donde nos enteramos.
—¡Respira, Ross! ¿Te encuentras bien? Estás más pálido de lo normal.
—Foster, déjame en paz —Imploro acelerando el paso para dejarlo atrás—. No le digas a Travis, no debe saberlo.
—Pero si era su hijo, debería saberlo.
Volteo enfurecido, agitado; pero con la suficiente cordura para responderle asi sea mi último aliento.
—No es padre por engendrarlo—Comento por lo bajo—. Sigue siendo una basura.
—No es justo.
—Deja de defenderlo y fíjate las cosas que está haciendo. ¡Travis está tras Emma, y tú eres tan estúpido que no lo notas! Ya estoy harto, Foster, no quiero volver a hacer nada con ustedes, me arruinaron, soy una mierda por seguirlos.
—Oye, espera, no me culpes por tus malas decisiones y los estragos de una mala noche.
—¿Mala noche? No tienes ni puta idea de lo que es tener una mala noche. Existen muchos hijos de puta tras chicas tontas.
—Alex...
—¿Qué? ¿Acaso no es el lema? Las tontas caen primero. Tal vez por eso Emma no tiene intenciones con ustedes porque no es ninguna ingenua. ¿Y sabes qué más? ¡Voy a decirle la verdad de todo!
—¡No, no lo harás!
—¡Vete a la mierda, Foster!
Siento que mi pulso baja, me cuesta respirar otra vez y no encuentro explicación. Observo hacia todos lados e ingreso corriendo a casa. Puedo percibir el sudor frío sobre mi frente y un malestar que nunca termina. Estoy intranquilo, no sé si volver a salir para tomar aire, o proseguir hacia mi habitación.
Calma, es solo agitación; necesito agua.
Voy hacia la cocina a paso lento y pesado. Veo a mi madre reír y sus labios se mueven pausados comentando algo que no logro descifrar. Me siento aturdido, mi cuerpo ha perdido las fuerzas y esta vez no voy a resistirme.
—Alex, ¿Estás bien? ¡Alex!
Espero que hayan disfrutado del capítulo de hoy; muero por leer sus opiniones al respecto. ¿Qué tal les cae Alex llegado este punto? mmm ¿será muy pronto para determinarlo? quien sabe...
BESOTES. JK 💜
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