IX
El hospital se vuelve recurrente en menos de tres días, no sé cómo hace mi madre para soportarlo a diario. Las paredes blancas, las salas de espera con personas desganadas y caras largas a la expectativa de noticias, el olor particular a desinfectante, todo es horrible; no obstante, aquí me encuentro asustado. Sí, muy asustado porque no entiendo qué es lo que acaba de suceder. Cuál es la razón por la que mi padre se encuentra en California y no en San Diego. ¿Es que acaso mamá lo llamó para contarle acerca de mi tonto golpe? Le pedí muchas veces que no lo hiciera.
—Alex, ¿te encuentras bien? —pregunta Heather todavía sujetando mi mano.
—Sí, linda, no te preocupes. Vete a casa, yo buscaré a mi madre y le preguntaré que ha ocurrido.
—Ross, no quiero meterme en tus asuntos, pero reconsidera ver a tu padre y hablar con él.
—Heather, mi padre está muerto, ya te lo dije. Ese hombre que está allí dentro ya no es mi padre, no tengo deseos de verlo, y si se encuentra en ese estado es porque así lo quiso. No le pedí venir, si se quiere morir, que lo haga, a mí no me afecta.
Bufa inconsciente, harta de mis contestaciones, confundida porque nuestras manos no se han separado durante todo el camino. No estoy siendo claro, nunca lo he sido, quizás yo tampoco sé que es lo quiero ni a dónde pretendo llegar.
—Cuando mi padre murió sentí que me derrumbaba. —Reconoce con dolor—. Fue aquí mismo, en este hospital.
La culpa me carcome de sopetón, como si un rayo me hubiese dado en la cabeza evaporándome por completo. Me siento fatal, me había olvidado de aquella confesión en el muelle al lado de nuestras mascotas. Heather perdió a su padre asumiendo un cambio dentro de ella desde aquel día. Por mi parte, había intentado matar al mío en mis pensamientos y procesando un duelo inexistente por dos largos años.
Los ojos se le cristalizan, la nariz blanca toma un color rosa en la punta cuando lo recuerda.
—No vayas a llorar, Heather. Lo siento, sabes que a veces digo cosas sin pensar—Limpio una de sus lágrimas—. Tu padre era un hombre bueno, tuvo una familia a la que siempre cuidó, y tuvo a esta bruja contestona de alma sensible. Ya tiene ganado el cielo.
Una risa se dibuja en sus labios, aquellos carentes de color por haber asistido a la escuela, pero que puedo imaginar borgoña sin problema alguno. Asiente secando las pocas lágrimas que alcanzaron a caer por su mejilla y aprieta mi mano con fuerza una vez más.
—Eres un imbécil —esboza con calma.
—Lo sé, tú también —Sonrío.
—Lo eres realmente —Sostiene con ceño fruncido—. No voy a gritarte porque estamos en un hospital, pero mañana lo haré si no haces las cosas bien.
—¿A qué te refieres? ¿Con qué vas a salir ahora?
—Discúlpate con todos los que tengas que hacerlo. Lo hiciste con la novia de Benjamín, está bien; sin embargo, falta él, y tu padre que se encuentra mal.
—Ya mejor cállate y vete a tu casa —respondo sin alejarme—. No intentes decirme lo que tengo que hacer.
Quita su mano de la mía observando hacia los costados por si alguien ha notado el cambio brusco, mas no hay nadie cerca en estos momentos.
—Vete a la mierda, Ross, haz lo que quieras—Suelta sin problema pensando lo que dirá después—. Arrepiéntete después cuando ya nada pueda ser recuperable.
—¿Qué intentas decirme con eso? ¿Es una maldición?
—Mi peor maldición fue haberte conocido y creer que aquí —Apunta mi pecho con el dedo índice— había calidez. Solo es un capricho ocasional de querer cambiar con las personas que no debes hacerlo.
—¿Sigues enojada por lo que dije acerca de mi padre? Lo lamento, Heather, hablaba de mí, yo no estaba...
—No me importa —Corta en seco—. Ya no me importas, no quiero que me importes.
Menea la cabeza antes de dar media vuelta e irse por el largo pasillo blanco. Los pasos se aceleran con tal de alejarse de mí, creo entender que es momento de dejarla en paz, de guardarme mis tontas disculpas y mis pésimos chistes cuando le he colmado la paciencia con mis cambios repentinos.
Permanezco mudo y asustado por lo que tengo que enfrentar ahora al llegar a la zona de terapia donde mi madre se encuentra trabajando.
"Sigue siendo tu padre"
"Sigue siendo tu padre"
"Sigue siendo tu padre"
—Alex.
—Mamá, ¿qué pasó? ¿Por qué tu exmarido está internado aquí?
—No estoy internado —oigo a mis espaldas—. Y no soy solo el exmarido de Nancy, soy tu padre, Alex.
Después de dos largos años vuelvo a escuchar su voz. Su aspecto es diferente a como lo recordaba, y es que aquella tarde en que todo se volvió un caos solo me encerré en mi habitación sin siquiera despedirme. Sus ojos azules en un rostro blanco es lo único que recordaba con precisión, es en lo que nos parecemos, la razón más grande por la que odio verme al espejo.
Luce un traje en color marrón y una corbata en el mismo tono sobre su camisa azul, reluciente como un hombre de negocios; no hay rastros de un accidente.
—Me mentiste para venir a verlo. —Recrimino a mamá.
—Se lo pedí yo —Interviene.
—Peor aún —Mantengo mi postura—. No eres nadie para pedirle a mi madre que te haga favores.
—¡Alex Ross! No le hables así a tu padre, viajó desde muy lejos para verte, está preocupado.
—¿Preocupado? Ah, ¿sí? —ironizo—. Me iré a vivir con él para que pueda cuidarme si así lo quiere.
Percibo el pavor de mi madre con la idea de irme de su lado. No lo haré, pero si es necesario para desafiar a este tipo, no tendré opción.
—Las puertas de mi casa están abiertas. —Responde galante.
—¿De tu casa? —Carcajeo—. Mamá y yo tenemos una casa, tú tienes un lugar donde duermes y recuerdas a diario lo idiota que fuiste, nada más.
¡Eres una mierda, Alex Ross, y nunca dejarás de serlo!
"Sigue siendo tu padre"
Mamá sujeta mi antebrazo con fuerza para sacarme del hospital hacia el estacionamiento. Marco el paso a su lado sin pasarme de listo, a ella no voy a levantarle la voz, tampoco me zafaré del agarre ni de lo que tenga que decirme.
—Sube al auto ahora mismo, mi turno ya ha terminado.
El auto de mi padre nos abre las puertas, y de mala gana, me siento en la parte trasera. Observo las calles transitadas ignorando donde me encuentro y sumergido en mis audífonos. Se nota que no conoce la ciudad porque mi madre tiene que indicarle el camino. Al menos pudo haber programado su maldito GPS con la ubicación del hogar de su único hijo; ni para eso se da idea.
Interrumpí una agradable compañía por venir hasta aquí, discutí con la única persona que es capaz de decirme en la cara cada uno de mis defectos y recriminar mis actitudes cuando no le parece justo o correcto.
¡Maldita sea, otra vez la estoy pensando! ¡Otra vez lo arruiné!
—¡Alex! ¡Quítate esos auriculares, te estamos hablando!
—¿Qué pasa, mamá?
—Daniel pregunta si te duele la cabeza.
—No.
—¿Tomaste tu medicación en el algún momento? —Interroga él desde el volante.
—Sí.
—¿A qué hora?
—No sé.
—¿Cómo sigue tu rostro? —Inquiere ella.
—Bien, si me toco me duele y el dolor persiste por largo rato, pero estoy mejor. En el colegio tomé el analgésico y fui a enfermería un momento, tenía migraña.
—¿Por qué no me dijiste?
—No te diré nada, ¡o estás de su lado o estás del mío!
—Esto no es una contienda, Alex.
—No estoy hablando contigo, no te metas.
El auto estaciona en la puerta de casa y desciendo sin acotar palabra. Voy directo a mi habitación a cambiarme de ropa, dejar la mochila, y tranquilizarme; quiero creer que este hombre se va a ir de aquí ahora mismo.
Cady corre hacia mí subiéndose a la cama con entusiasmo, se encuentra feliz de verme, y es mutuo, porque se gana mi cariño por completo.
—Tu padre se queda a cenar, y si te pones en terco, se queda a dormir.
—Y si lo ignoro, ¿te vuelves a casar con él? —Bromeo mientras acaricio a mi pequeña.
—Escucha, Daniel está preocupado por ti y por tu golpe en la cabeza que, al parecer, te dejó más tonto de lo habitual.
—Quiero que se vaya —Susurro.
—Pues se va a quedar aquí hasta que te lleves bien con él —Replica en el mismo tono comenzando a reír—. Te esperamos en la cocina.
Busco un pantalón deportivo y una camiseta de los Lakers. Cuando estoy en casa me gusta sentirme cómodo, fuera del uniforme periódico y los aburridos mocasines.
El pijama negro que usó Heather se encuentra sobre la silla frente al escritorio; no dudo ni un segundo en acercarme a él. El borde del cuello huele a jazmín. Parezco un demente codicioso en busca de recuerdos a su lado y no han pasado ni 3 horas desde que la dejé de ver. Lo guardo debajo de mi almohada y tomo el celular para enviarle un mensaje, pero algo me detiene. Su foto aparece entre en mis contactos, ya no soy alguien desconocido para ella, incluso temo que lo haya hecho antes de nuestra última discusión. Si le hablo, ¿volverá a bloquearme? No quiero correr el riesgo.
La foto de perfil es de aquella vez que la acompañé a su casa al salir de la fiesta, vestida de negro con sus borceguíes y su chaqueta de cuero. Los labios borgoña lanzan un beso con sutileza, dejando recaer hacia los costados su larga cabellera negra como la noche, mítica e irreal.
No me atrevo a hablarle ahora, no obstante, mañana la buscaré en la escuela para aclarar varios aspectos desestimables. Mientras tanto, guardaré la foto en mi teléfono y cambiaré el nombre de contacto.
Editar contacto Sadako, la loca del muelle ---- Heather GUARDAR.
En la cocina me encuentro con mis padres hablando como si nada hubiese ocurrido, como si revolcarse con la secretaria no hubiese conllevado a alejarnos de San Diego e intentar perdernos lo más que pudimos. Firmar ese estúpido divorcio solo trajo una aparente amistad sin sentido.
—¿Te sientes bien? ¿Tu dolor no ha persistido el día de hoy?
—Mi dolor de cabeza está sentado frente a ti, mamá.
Papá carcajea, no entiendo que le ha causado tanta gracia cuando es prácticamente una confesión.
—¿Lo ves? —inquiere mi madre—. Es igual a ti, con ese humor ácido y contestón. Tiene el gen Ross de hacerle frente a cualquiera sin importar de quien se trate.
—¿A qué viniste a casa, papá?
—Es bueno oír esa palabra de tu parte.
Sonríe y siento que he perdido la batalla. Acabo de llamarlo padre, que idiota.
—Vengo a revisarte, quería ver con mis propios ojos los estudios que te hicieron.
—¿Por un tonto golpe? ¿Hacía falta que me desmayara para que te dignaras a verme? —chasqueo con la lengua—. Supongo que te diste cuenta de que no tengo nada, puedes regresar a San Diego y hacer tu vida.
—Voy a vivir en California para estar cerca de ti, mi traslado es un hecho. Trabajaré en el mismo hospital que Nancy.
—Bien por ustedes si quieren jugar a los novios, pero yo no quiero ser partícipe de esto.
Una sola mirada de mi madre me censura los pensamientos. Intento no reírme porque será peor. Mi padre, al contrario, si se atreve, tal vez la frase de jugar a los novios lo remonta al pasado o le abre una puerta de esperanza, pero conozco a mamá y le cerrará la puerta en la cara sin pensarlo dos veces.
Daniel Ross es médico, un importante cirujano, a decir verdad. Mi madre y él se conocieron en el hospital apenas terminaron sus estudios. Al poco tiempo se casaron, llegué a sus vidas, y el resto de la historia no tiene importancia con el desenlace anticipado.
—Dijiste que tu padre tenía que dar el brazo a torcer —rompe el silencio—. Aquí está, ahora es tu turno.
Sí, lo dije; pero ahora no quiero.
—Sé que estás bien, no voy a volver a molestarte si así lo quieres —comienza por decir—. De todas maneras, vendré más seguido a casa antes de que vayas a la universidad.
—Ni siquiera sabes que pretendo estudiar.
—Yo tampoco lo sé —acota ella en tanto trae la cena a la mesa.
Realmente yo tampoco tengo idea de que carrera voy a seguir, tengo mis dudas. Tener que irme lejos y dejar a mi madre es mi mayor preocupación, además de dejar a Cady, no quiero hacerlo. Sin embargo, el tiempo se acerca y debo presentar mi examen de admisión, aunque intento no pensar en ello. De todas las carreras que me gustan hay una en especial, y es la que más dudas me trae, no puedo dar nada por seguro.
Empiezo a comer sin emitir una palabra, esta cena pseudo familiar me perturba, no sé a dónde quieren llegar.
—Quieres estudiar música, ¿verdad? —pregunta papá.
—¿Cómo lo sabes? —dejo mis cubiertos a un costado anonadado por su comentario.
—Eres mi hijo, el no verte por dos años no me deja exceptuado a tus intereses. Nunca te gustaron nuestras profesiones porque no pasábamos tanto tiempo contigo en casa, por tener que hacer guardias. Desde allí supe que te refugiarías en otra cosa.
—También he pensado en Administración de empresas o Logística —contradigo—. Se ven interesantes.
—La carrera que elijas estará bien—dice mamá—. Tendrás nuestro apoyo siempre.
La plática se extiende, de a poco me voy soltando y aclimatando a esta inesperada visita que mucho tiene por decir. Pide disculpas por lo ocurrido y admite que se arrepiente de haber estado tan lejos en estos últimos años.
Mamá escucha, mas tiene la mirada sobre su plato de carne asada. Juega un poco con la ensalada y sonríe apenada cuando mi padre hace una extensa reflexión de lo mucho que ha perdido.
Por su forma de expresarse deduzco que la culpa es un rasgo característico que compartimos, el mal humor, y las malas decisiones, también.
Él no ha vivido en nuestra antigua casa, tal y como lo dije hace unas horas atrás, era solo un lugar vacío lleno de recuerdos obsoletos. Vendió la vivienda yendo a un apartamento con sus demonios internos y las falsas expectativas de encontrarnos.
Mi madre se encargó de nunca regresarle las llamadas para que no rastreara nuestra ubicación; pero eso fue al principio, meses después tuvo que decirle en que ciudad estábamos, por mí, siempre el mismo motivo.
El divorcio para ellos era necesario, la finalización de una etapa. Ahora se los ve muy amigos y eso me fastidia mucho, aunque se rían por mi sinceridad.
—¿Podemos empezar de cero? —Pregunta con el vaso levantado para hacer un brindis.
—Podemos —Hago el amague—. Siempre y cuando no vuelvas a lastimar a mi madre y tus disculpas sean realmente sinceras.
—Uno no comete el mismo error dos veces.
—Mi amor, perdonar es avanzar, es un proceso de aceptación.
—Ay mamá, no empieces con tus frases cursis sin sentido.
"El sol brilla todos los días y no piensa en la noche anterior."
Sadako también tiene su lado delicado y reflexivo. Debajo de esa ropa oscura, y el maquillaje grunge, se esconde una niña linda y preocupada por el resto. Eso no me agrada a un cien por ciento, más bien me genera la necesidad de cuidarla y protegerla de este mundo miserable, y es irónico, muy irónico.
—Alex, ¿estás bien?
—Sí, mamá —contesto cansado—. Mejor me voy a descansar, esta charla me agobia.
—No olvides tomar las pastillas si es que sientes dolor intenso en la cabeza —Se entromete el doctor Ross.
—Ya lo sé, papá, no tengo 5 años, no me jodas.
—¡No seas irrespetuoso!
—¡No lo soy! —Me defiendo—. Todo está bien ahora, lo entiendo, pero ustedes deben comprender que no tengo ganas de asumirlo desde ya, necesito tiempo. Sí, veré a papá más seguido —Lo acepto—. Está bien, no molesten. Me voy a dormir, y tú ya deberías irte porque es tarde, mañana tenemos cosas que hacer. —Hablo en un tono altanero retirándome a mi habitación.
Benjamín sale del curso en cuanto la clase de algebra termina. Guardo algunas cosas en la mochila dispuesto a alcanzarlo, pero sus amigos se han adelantado. No quiero problemas esta vez, por lo tanto, mis disculpas tendrán que esperar, voy a encontrar el momento.
Camino hacia la cafetería con un solo objetivo, hablar con Heather. Busco con la mirada entre tantos estudiantes hasta dar con la mesa correcta, ella se encuentra con sus amigas casi al final de todo el salón, cerca de las puertas que dan hacia el patio trasero del colegio. Es el lado contrario al que acostumbro a estar, con razón nunca la había visto.
—Hola —La saludo y, por consiguiente, a sus amigas— ¿Podemos hablar?
—No.
—Por favor, Heather —Pido amable—. Es solo un momento.
—Te dije que no—repite—. Vete, Ross.
—Te juro que será un momento, luego te dejaré en paz.
—¿No me estás escuchando? —indaga con molestia—. Te dije que no quiero hablar contigo, ¡vete!
—Sí, lo siento.
Sentirme rechazado no era el plan, tampoco pensé que lo haría frente a sus amigas dejándome como un completo idiota.
Recuerdo que no tengo compañía para almorzar y las ganas de permanecer aquí dentro desaparecen como por arte de magia. Sin dudarlo, salgo hacia el campus de la escuela.
Debajo de un árbol me siento un momento a escuchar música y procrastinar. Es el descanso, el director no puede llamarme la atención por esto.
La lista en aleatorio coloca Shadow de Austin Mahone sacándome una sonrisa. Una vez más siento que la música suena en el momento indicado con un mensaje que debo interpretar.
"Solo mi sombra sabe lo que siento por ti"
Tal vez esta es la manera en que debo sentirme, me lo merezco. Desde que conocí a Heather no he hecho otra cosa más que hablarle de mala gana, insistiendo con chistes sobre su aspecto físico y minimizando sus problemas.
¿Por qué ella siempre ha estado para mí en los momentos complicados y yo nunca he estado para ella de la misma manera?
La primera vez que salimos pensé que sería tranquilo, mas la perdí de vista y su vida estuvo en riesgo, me sentí inútil. Horas después, en lugar de contenerla solo la obligué a que contara, enojándome cuando prefirió callar. No fue sino hasta que se encerró en mi cuarto que comprendí que me había pasado de la raya. No la estaba ayudando, la estaba presionando, siendo igual que el bastardo de su exnovio.
Besarla fue impensado, saber que el acercamiento lo culminó ella, la gloria misma. Y entonces me di cuenta de que había caído, que no tendría escapatoria. Esa hermosa chica de cabellera negra, y aspecto vil, me había encandilado con aquellos hermosos ojos y sus labios redondos color vino. Pero hay algo que me prohíbe acercarme, y es lastimarla si la arrastro conmigo. Alguien como yo no podría estar con otra persona sin que se sienta decepcionada. Esperan mucho de mí y no puedo ser como otros quieren que sea, menos Heather.
Suena 21Guns de Green Day. Me levanto del pasto sacudiendo mi pantalón de vestir y regreso al establecimiento. No falta tanto para que suene la campana, lo mejor será llegar antes a vestuarios y prepararme.
Encontrarles el sentido a las letras se ha vuelto algo rutinario, siempre lo hago al caminar; sin embargo, ahora, en este estado de desazón y desconcierto, se vuelve una necesidad.
"¿El dolor compensa el orgullo?"
¿Cuántas veces me he regodeado golpeando a Clarck, o insultando a Travis sin que se diera cuenta de lo mucho que lo detesto? ¿Cuántas veces le he deseado la muerte a mi padre y he odiado a todas las personas que se me han acercado sin ánimos de ofenderme?
Soy un desastre, un imparable desastre que prefiere golpearse contra la pared miles de veces antes que dar el brazo a torcer.
No me quito los audífonos. Atravieso la cafetería una vez más pasando cerca de aquella mesa que rechazó mi pedido de habla y me dio en el ego. No tiene que importarme.
Ingreso al salón en busca de mi mochila llevándome la sorpresa de ver a Clarck guardando sus cosas con la paciencia que lo caracteriza.
—Benjamín...
—¿Qué quieres?
—Necesito hablar contigo.
No parece asustado, me observa con resignación, la misma mirada de siempre.
—Escucha, Clarck, yo... lo siento. Te he tratado mal durante tanto tiempo que no sé cómo pedírtelo sin que suene hipócrita.
—Está bien, Alex —Sonríe—. No hay problema.
—No entiendo por qué eres así —Me siento en uno de los pupitres—. ¿Por qué no te animas a defenderte, a acusar con los superiores?
—Porque la violencia genera más violencia, no soy así. Las personas odian de mí todo aquello que me gusta. —Confiesa—. Pero ahora, después de tanto tiempo, comprendo que no soy yo.
Su voz apagada me comprime el pecho, y desearía que me golpeara en este momento para desmayarme de una buena vez antes de tener que decirle todo lo que realmente pienso.
—Benjamín, yo creo que tú eres buena persona, puedo comprender el por qué Emma te elogia tanto —Sonrío—. Sin dudas tienes más virtudes de las que otros ven.
Se sienta en el pupitre frente a mí con el afán de continuar hablando.
—Nathan habló conmigo, también me pidió disculpas por lo ocurrido y aceptó alejarse de Emma; ahora ella es mi novia.
—Lo sé, o bueno, lo deduje, era obvio. Hacen linda pareja.
—Gracias. Vamos a vestuarios o llegaremos tarde para armar los equipos.
—Respecto a eso —hago una pausa—. Eres muy bueno, debes pensar en jugar baloncesto en la universidad. Es más, ahora podríamos estar en el mismo equipo.
—Prefiero estar en el contrario y ver tu cara de enojo en cada anotación —bromea.
—¡Lo hacías a propósito! Tú también te divertías conmigo a tu modo —Meneo la cabeza.
—Eres mejor que yo en baloncesto, Ross, no te preocupes por eso.
—¿Sabes algo, Clarck? Tú le gustas a la chica que me gusta —Menciono serio—. Ese será un motivo para seguir odiándote.
—De acuerdo —Carcajea—. Aunque hay un error en esa reflexión.
—Se lo voy a contar a Emma.
—¡No! Ella es tan celosa —reímos—. Puedo aceptar que sigas odiándome.
—Entonces, ¿empezamos de cero? —Extiendo mi mano.
—Nunca es tarde —Estrecha la suya—. No hay rencores, Alex.
Aunque las cosas con Clarck quedaron aclaradas, y no me guarda rencor, siento que hay otras que debo mejorar en relación con mi entorno. No será un trabajo fácil, al contrario, debo esforzarme por tratar de aceptarlo e implementar los nuevos cambios de manera paulatina. Varios días han pasado desde que toda esta revolución interna comenzó, y queda mucho por continuar.
Con la correa en mano camino con mi linda Cady hacia el parque, donde podré liberarla para que corra a su antojo. He decidido hacerle frente a lo que me atormenta, sentarme en aquella banca y dejar de pensar que Helen es un fantasma que me atosiga, para comenzar a creer que su intervención en mi vida tuvo un motivo. Ajeno, controversial, pero que dejó una marca que me acompañará siempre. Puede que sea demasiado tarde, mas no creo que alguien la recuerde a diario de la manera en que yo lo hago.
Mi respiración se vuelve irregular; sin embargo, no voy a huir, es un tonto miedo al que le debo ganar. Suelto a Cady y esta corre sin alejarse demasiado, en tanto yo camino despacio.
Tomo asiento con la mirada al frente, quiero tener la misma visión que Helen, quiero ponerme en su lugar al estar aquí sola, de noche, y con la mente desvariada.
—Lo lamento—murmuro—. Créeme que, si pudiese volver en el tiempo, no actuaría de esa manera.
Nunca le pedí disculpas a Helen, sí me cuestioné mi accionar. No obstante, regresar al lugar donde todo inició es complicado.
Busco los auriculares en el bolsillo de mi chaqueta y dejo que la playlist en aleatorio haga lo suyo. No puedo dejar de pensar en la coincidencia de las letras, en lo aliviado que la música me deja el corazón. Jamás voy a olvidarme de aquella chica, pero puedo continuar disculpándome en cada mejora que haga con mi vida.
Minutos más tarde, y tres temas después, considero que lo mejor es retirarme, caminar por el borde del lago central. Cady permanece atenta a mis movimientos adelantándose a destino.
Afirmado al borde del barandal, la situación es similar a la de hace algunos días. No puedo sacarme a Heather de la cabeza, aparece en cada lugar al que frecuento; es probable que sí me haya embrujado después de todo.
Me ignoró en la escuela, y tras el rechazo frente a sus amigas, decidí alejarme. Si lo intentara otra vez ¿No sería como su exnovio de insistente? Quiero darle una mejor versión de mí, pero ni siquiera eso puedo hacer.
Ingresa una llamada de Nathan interrumpiéndome un gran tema de Graham Coxon, no tengo otra opción más que atender.
—¿Qué sucede, Foster?
—¿Dónde estás? ¿Me acompañas a comprar una pulsera de flores?
—¿Pulsera de flores? —rio— ¿Vas a cambiar de estilo?
—¡No seas idiota! ¡Es para el baile!
—¡Se dice ramillete de muñeca, o un corsage!
—Ah, veo que además de manosearte también eres florista —Carcajea— ¿Dónde estás? ¿Comprarás el tuyo?
—No iré al baile.
—¿Por qué no? es el último año, Ross, el próximo estarás cubierto de exámenes y no tendrás tiempo ni para ver tus videos en internet.
—¡Ya deja de insinuar eso! —Me quejo sin quitar la vista sobre mi pequeña perrita—No he invitado a nadie y a esta altura todas las chicas tienen pareja. Prefiero quedarme en casa.
—¡Vamos! Puedo preguntarle a Cadence si alguna de sus amigas ha quedado sola.
—¿Invitaste a Cadence? —pregunto sorprendido—. Pensé que no quería verte ni en fotos.
—Tuve que suplicarle —Admite—. En cuanto me enteré de que los dos colegios harían un solo baile, fue mi oportunidad. Hemos sido amigos por años. ¡¡Ya dime donde estás, Alex!!
—Estoy en el parque paseando a Cady.
—¿Es broma? ¡Estoy a dos calles! Sujeta a esa bestia y paso por ti.
Veo el auto de Foster acercarse, no tengo ganas de acompañarlo, pero ya no hay excusa valedera. Subo al vehículo llevando a mi pequeña en la falda. Nathan sonríe, ya la ha visto antes y sabe mis motivos para no salir a pasear.
—¡Hasta que por fin te encuentro! Me has estado evitando en estos días —resopla.
—Nos vimos en el entrenamiento y jugaste fatal, no tenía ganas de hablarte.
—Claro, ahora es mi culpa que Clarck se volviera Jordan de la noche a la mañana.
Acaricio el blanco pelaje de mi mascota con la mirada perdida a través de la ventanilla. No voy a llevarle el apunte con las referencias deportivas hoy.
—¿Qué tienes, Ross? Ya dímelo.
—¿Por dónde quieres que empiece?
—Por donde se te dé la gana, déjate de hacer el misterioso.
—Mi padre regresó, la chica con la que empezaba a salir me ignora, y para concluir, ni siquiera recordé el baile.
—Amigo, que tu papá este aquí en California es algo bueno; el problema es entre tus padres, no tienes por qué intervenir.
—Lo dices porque tu padre no se acostó con su secretaria, ni tu madre tuvo que mantenerte a costa de trabajar sin cansancio, Foster —Suspiro.
—Está bien —asiente—. No estoy en tus zapatos, no puedo opinar.
—Soy becado—Suelto de repente—. Mi madre no podría pagar la cuota de ese colegio.
—No lo sabía —dice apenado.
Junto a Travis han hecho comentarios acerca de los estudiantes becados, no fueron tantos; a pesar de ello, cada vez que alguien lo acotaba intentaba cambiar el tema de conversación para que no lo descubrieran, completamente innecesario.
—Puedes burlarte si quieres.
—No lo haré, sabes que en verdad eso no me interesa. Ahora que lo dices, eso explica por qué tienes buenas calificaciones, eres un nerd como Clarck —comienza a reír.
—Benjamín es becado y la ha pasado mal por eso, conmigo no lo hubiesen hecho; sin embargo, tampoco lo quise decir. Ese colegio está lleno de idiotas, bueno, tú eres uno de ellos—rio.
—¿Sabías que la familia de Clarck es dueña de Golden Palace? —Me mira con una sonrisa ladina—. Si quisiera podría comprar el establecimiento completo.
—¿Lo dices en serio? —Pregunto con la boca abierta.
—Así es. Hay muchas cosas que debo contarte, pero primero vayamos a comprar la pulsera de flores.
—¡Coursage!
—¡Sí, la mierda esa!
Foster relata lo acontecido en las últimas semanas y el trabajo que tendrán con Benjamín el próximo año, a la par que inicien su carrera en la universidad.
Jamás me hubiese imaginado que Golden Palace le pertenecía a la familia Clarck. Es probable que nadie en el colegio lo sepa, pudo tener muchos amigos a causa del dinero y ni asi lo usó en su beneficio. En verdad es un chico admirable, para nada pretencioso y con un gran corazón.
—Me hace sentir una mierda —Comento mientras caminamos hacia la tienda.
—No podemos revertir el tiempo, pero podemos hacerle pasar mejores momentos.
—Que cursi te pones ahora hablando de Clarck—Me burlo—. Parece que te gusta.
—¡Cierra la boca, imbécil! —Me empuja.
—¿Qué sabes de Travis?
—Él se puede ir a la mierda —Arremete—. Como amigos nunca le importamos, ¿Crees que ahora sí? Kelly solo tiene ojos para él.
—Yo tampoco he sido un gran amigo —exhalo—. Siento que toda mi vida es una mentira, Nathan.
Con sus ojos oscuros voltea a verme inseguro y confundido. Hay muchas cosas que he ocultado con el tiempo por miedo a ser rechazado, peor aún, me he escondido ante quienes se suponía que eran mis amigos. ¿Por qué no podía demostrarles quién era? ¿Por qué ocultarme me haría mejor persona si en definitiva cargaba con la reputación de ellos?
—Tú eres una gran persona, Alex. Ese planteo déjalo para mí que bastante daño hice con mi egoísmo —Suspira—.Dime en que puedo ayudarte ahora.
—En nada —Niego con la cabeza—. Vamos, hay que comprar un coursage para Cadence.
—Compraremos 2, yo invito —Guiña el ojo.
—Hoy estás cursi y romántico.
—¡Cállate, Alex!
El aire entra por la ventanilla, el pelaje de Cady se mueve y a ella le encanta. Debe aburrirse demasiado en casa, tanto, que una salida junto a Foster la pone contenta.
—Candy se porta bien —Sonríe.
—Se llama Cady—Frunzo el ceño.
—Lo siento, Cady —Menea la cabeza de un lado a otro—. Bueno, volviendo a la realidad, ya dime el nombre de la chica que te rompió el corazón, te ayudaré a recuperarla.
—No va a ser sencillo, ya lo he arruinado muchas veces con ella. Debe tener pareja para el baile.
—Dime el nombre.
—Tal vez alguien de su salón la invitó, o tal vez no le interese el baile, ella es muy rara a veces.
—Dime el nombre, Alex.
—No creo que le interesen esas cosas, aunque siempre supongo cosas que no son.
—Alex...el nombre.
—No quiero que me rechace otra vez, menos frente a sus amigas, sé que lo merezco, pero ¿no crees que debí insistir un poco más? ¿Eso me convierte en un perdedor?
—¡¡Ross!! —Levanta la voz enojado— ¡Ya cállate! ¡Dime cómo se llama!
—Lo siento, se llama Heather.
Mi perra ladra, ha reconocido su nombre, o al menos sabe que es la bruja madre del tonto que a ella le gusta, Chucky.
—¿Es la gótica rara del otro salón? —inquiere entrecerrando los ojos.
—Sí, es ella —asiento—¡No le digas gótica! ¡Es una linda chica!
—¿Y cuándo dije que era fea? —Se sorprende.
—Escucha, Nathan... ella es oscura por fuera, y un arcoíris por dentro, ¿entiendes?
Sella sus labios para contener la risa, es lo más cursi que he dicho, aunque no es alejado de la realidad.
Las manos de mi amigo se hallan sobre el volante, estamos llegando a la puerta de mi casa. Cady se pone inquieta y creo que no aguanta las ganas de orinar.
—¡Si va a mear, bájate! —dice el moreno.
—No seas imbécil, no va a hacerlo dentro del auto, es muy educada, no es como tú —bromeo y desciendo antes de llegar a destino.
Camino por la acera en tanto Cady va al jardín. Nathan estaciona y espera por mí con el fin de continuar nuestra conversación que no va hacia ninguna parte.
No se me ocurre la manera de acercarme a Heather sin quedar como un pesado insistente como su exnovio. Soy de los que piensan que basta con una sola vez que lo pida para entenderlo, a pesar de que muera por dentro. No puede existir peor imagen de la que ya tiene sobre mi persona.
—Ven, Nathan, entremos a casa—propongo sin ganas—. Ya estás aquí.
—Gracias, que considerado —Sonríe.
Son contadas las veces que hice pasar a Foster y Kelly a casa. No lo sé, hay cosas que no me gusta compartir. Mi intimidad me agrada, pero supongo que es hora de cambiar, es el último año.
Mamá no se encuentra, hay una gran probabilidad que solo haya salido de compras, o en el peor de los casos, que sus reuniones con mi padre vayan en aumento y ahora lo hagan fuera de mi rango de visión.
—¿Quieres tomar algo? —pregunto a mi amigo al momento en que toma asiento.
—No, gracias. Siéntate y termina de contarme o, mejor dicho, comienza a hacerlo.
—De acuerdo. Voy a contarte como conocí a Heather y todo lo que ha sucedido con ella, quizás sí puedas ayudarme después de todo.
Aquí el ansiado capítulo por muchas de ustedes 💜
Gracias por todos sus mensajes, votos, y comentarios en cada uno de ellos, lo aprecio muchísimo.
Solo me queda por decir que EL FINAL está cerca, muy muy muy cerca.
Asi es, ¡es el próximo! 😱😱😱 ¿Están preparadas? ¿Qué creen que pase?
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