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III


Foster empujó a Benjamín y este se cortó la mano con el borde del locker. Me impactó verlo sangrar, no fue la gran cosa, pero si lo suficiente para alertarme de que esto tarde o temprano debe detenerse. Salimos huyendo antes de que alguien se diera cuenta que fue nuestra culpa. No podíamos meternos en problemas. Además, es obvio que Clarck jamás abrirá la boca.

La clase comenzó, y rato después, llegó con su mano herida, aunque vendada. La enfermera hizo un gran trabajo. Pensé que todo quedaría ahí, sin embargo, en cuanto avanzó entre los bancos para ir al suyo, Nathan colocó su pie con el fin de voltearlo.

Nadie rio, ni siquiera yo, porque eso fue realmente estúpido. El chico se encuentra herido, y como si fuera poco, fue el mismo Nathan quien lo provocó. La profesora Jeffers se molestó tanto que lo sacó de clases enviándolo a dirección. Se lo merecía, por imbécil.

Ahora faltan menos de cinco minutos para que suene el timbre y pueda salir de esta prisión. Me espera una larga caminata. Hoy he decidido cambiar mi rumbo, ir hacia el parque, aquel que por más que lo intento, no deja de recordarme a Helen.

Suena la campana, y con mis audífonos puestos, me retiro escuchando Iridescent de Linkin Park. Mi playlist tiene una razón de ser, me fijo mucho en las letras antes de agregar una, dejándolas siempre en aleatorio. Creo que en mis recorridos de alguna forma se manifiestan, aparecen en el momento oportuno y mi mente acciona, saca conclusiones de mi día, de mi forma de ser. No es como si cambiara, sigo siendo el mismo, pero la proyección en cuanto a mi persona se modifica haciéndome sentir bien por un instante.

El parque se volvió un lugar poco acertado para caminar y dejar salir mis pensamientos a flote. Todavía persiste la sensación de vacío y el impacto que me produce ver la banca solitaria a la distancia. No me atrevo a avanzar, no me lo permito.

Un hormigueo en las manos acompañado de un sudor frio se manifiesta en mí sin razón aparente. Han pasado 5 meses y nada ha cambiado. No me permito estar aquí.

Paseo por el borde del pequeño lago que se encuentra en medio con tal de alejarme de la zona. Respiro tranquilo procurando concentrarme en mi música, evitando recordar.

La figura de la chica del muelle viene a mí con solo mirar hacia el agua al afirmarme en el barandal. No la vi en la escuela hoy, tampoco la busqué, pero desde ayer que no puedo sacármela de la cabeza. Su forma de ser no fue la más cortés, claro, ¿por qué una chica como ella, tal y como lo asegura, hablaría conmigo? Ni en los mejores sueños.

Aunque lo intentara, no soy una buena persona, y no debería arrastrar a alguien a correr la misma suerte de hundirse a mi lado.

La vibración desde el bolsillo de mi pantalón de vestir me trae a la realidad. Mamá está llamándome. Qué raro, se supone que se encuentra en el hospital.

—Hola, mamá, ¿Qué pasa?

—Alex, ¿ya estás en casa?

—No, recién salgo del colegio—miento—. Me quedé con mis amigos.

—De acuerdo, ¿puede ir a casa ahora? Tenemos que hablar de algo importante.

—Está bien. ¿Sucedió algo?

—Lo hablamos en un rato. Ve con cuidado.

Espero que no sea grave. Mi corazón se acelera cada vez que recibo una llamada de mi madre. Desde que estamos solos sentí la obligación de cuidarla, de no mostrarme mal ante ella por la ruptura de su matrimonio, y mucho menos a sentirme dolido por la decisión del idiota de mi padre. Me sumergí en la lectura, en la música, intenté aliviar mi dolor descubriendo otras maneras que no sea dar lástima o sentirme vulnerable.

¿Quién es Daniel Ross para sentirse con el derecho de robarnos todo? La felicidad de mi madre no podía ser opacada, la mía tampoco. Si él no iba a estar para ella, yo sí, y me hice la promesa de nunca dejarla caer. Voy a ser un hombre diferente, uno real. 


Llego a casa encontrándome con mamá en la puerta. Me saluda con un beso y luego propone tomar una taza de té para conversar.

Platicar con la señora Nancy Ryan puede traer cosas buenas o muy malas, y con esto último me refiero a un sermón interminable. A veces tengo miedo de que rumores lleguen a sus oídos. Verdades en mi caso.

—Alex, tendré que viajar por unos días. —Comenta colocando las tazas sobre la mesa.

—¿A dónde?

—Daniel...—murmura—. Me pidió el divorcio y quiero firmar los papeles cuanto antes.

—¿Te pidió el divorcio? ¡Que considerado! —ironizo—. Pensé que se sobreentendía cuando se fue de casa hace dos años.

—Es tu padre, debes llevarte bien con él.

—Mamá, sabes que siempre voy a respetar tus decisiones ¿verdad? Si crees que ir a firmar esos papeles está bien para ti, hazlo. Pero, por favor, no te metas en mi relación con él. ¡Está muerto para mí!

—No debe ser así.

—¡Papá es un imbécil! —expreso enfurecido— ¡Cambió a su familia por vaya a saber qué cosa —Suspiro pesado—! ¡Olvídalo... está muerto y ya! No te metas.

—Alex... —Realza con seriedad—. De acuerdo, no lo haré. Mañana mismo me iré; necesito que te encargues de todo en casa, y de Cady.

—Sí, ya lo sé, yo me ocupo.

—Eso incluye sacarla a pasear —Se queja—. Hace mucho que no lo haces, siempre tienes una excusa. ¡La pobre necesita salir de esta casa, llévala al parque o algo!

—Pero mamá... es que... Cady es un poco tonta y...

—¿Y qué? La cargas y te la traes si no te obedece.

—No es eso, es que, ya sabes... es chiquita y no... no puedo salir con ella a la calle.

—¿Te avergüenzas de Cady? —Pregunta sorprendida—. ¡Pero si te desvives por ella!

—No es un perro muy varonil, es más bien para chicas.

—¿Y dijiste que el imbécil era tu padre? —Se burla.

—¡Mamá!

—¡Alex, tienes 17 años y un pensamiento estúpido! ¿Dónde hay un listado de razas de perros para chicas y razas de perros para chicos? —Me mira y agacho la cabeza—. ¡Exacto, en ninguna parte del mundo!!

Cuando utiliza el sarcasmo, para hacerme ver lo idiota que soy, es cuando puedo entrar en razón, reafirma mi estupidez.

La realidad es que nunca saco a pasear a Cady porque llego cansado de tanto caminar al salir de clases, es costumbre. Los fines de semana intento permanecer en mi habitación o a veces estoy con Nathan y Travis, no obstante, lo estoy evitando después de aquella noche acerca de lo ocurrido con Helen.

Con las tazas repletas, y un plato de galletas de miel y limón, se interrumpe el debate. Hay un largo repertorio de temas que se pueden tocar.

—¿Cuándo tienes exámenes? —interroga con interés.

—En un par de días. ¿Por qué?

—No quiero que descuides tus estudios por esto.

—¡Como si me quitara el sueño! No me interesa.

—Puedes engañarte a ti mismo, pero a mí no, Alex Daniel —Enfatiza.

—Lo odio —Me quejo llevando ambas manos a mi rostro—. No empieces.

La risita termina por contagiarme, es imposible mantener la seriedad con ella, constantemente tiene algo para acotar.

—¿Cómo están tus amigos? Hace mucho que no vienen a casa.

—No me gusta estar en casa con ellos, prefiero salir, por eso no vienen.

—Ya no sales como antes. ¿Seguro que todo está bien, mi amor?

—Sí, mamá —Contesto con un tono cansado—. Es que no hay fiestas interesantes, lo normal.

—Pienso que debes distraerte más.

—Ahora no tengo tiempo, tengo exámenes.

Termino mi taza de té agarrando unas cuantas galletas para llevarme al cuarto, tengo que recargar energía mientras estudio.

—Voy a mi cuarto a estudiar, la beca no se va a mantener sola—Bromeo al notar como me observa.

—Sí, eso veo—ríe—. Esfuérzate como hasta ahora. Te llamo cuando la cena se encuentre lista.

—Gracias, eres la mejor. ¿Me lavas la taza? —Menciono con gracia.

—Ya vete a estudiar, Alex Daniel.

Lo odio, realmente lo odio.


Salimos del colegio después de un largo día; para variar, no estoy de ánimos, me encuentro furioso. Mi madre no se ha comunicado conmigo y temo que haya discutido con el imbécil de mi padre, o peor aún, que el tema del divorcio solo haya sido planeado para un reencuentro revelando nuestra ubicación actual a detalles. Espero que mamá no crea sus mentiras.

—Miren quien va caminando por allá. —Señala Nathan al ver a Clarck.

—Que bien, quiero divertirme un poco. —Expresa Travis apretando sus puños y caminando en su dirección.

He reconocido muchas veces que descargar mi furia contra Benjamín es casi un alivio. Y sé que está mal, cuando llego a casa me siento una basura, pero no puedo echarme atrás teniéndolo en frente en este estado de impotencia que me lleva el diablo.

—¿A dónde vas, rata? —pregunta Nathan.

—A mi casa.

Eso se escuchó irónico; me gustaría reírme, aunque prefiero fingir que no oí nada. Despertaría un mayor enojo de mis compañeros.

—Hoy parece que tienes ganas de hablar. —Es lo único que menciono.

—Danos el dinero que traes en este momento. —Ordena Travis.

¿De verdad vamos a pedirle su dinero? Nadie aquí lo necesita, ni siquiera yo con el salario justo de mi madre. ¡Es uno de los colegios más importantes de California! Aquí el que no es hijo de gente adinerada, o de una mediana posición económica, es muy posible que tenga una beca. Es mi caso, pero nadie lo sabe.

—No traigo dinero, solo lo justo para regresar a casa en autobús —dice nervioso—. Además, ustedes no parecen ser de las personas que lo necesiten.

Miente, lo he visto caminar muchas veces.

Nathan es quien larga el primer puñetazo haciendo que Clarck caiga al suelo e intente cubrirse la cara. Lo pateamos. A pesar de verlo indefenso y sin ánimos de súplicas, lo hacemos, lo hago, pese a que horas más tarde me sienta pésimo encerrado en mi habitación.

Una voz familiar se escucha a nuestras espaldas siendo una señal para huir. Corremos sin parar hasta alejarnos completamente de la escuela. Respiramos agitados, mis compañeros ríen como si hubiésemos tocado el timbre de una casa para molestar, no le están dando importancia a lo que acabamos de hacer, ni al salvajismo implementado.

—¡Eso fue demasiado! —Alzo la voz.

—¿Qué cosa? —pregunta Travis.

—¡Golpearlo así! Clarck no se estaba defendiendo.

—Sí, tal vez se nos fue de las manos —asiente—. Pero no dirá nada, no te preocupes.

—Cálmate, Alex, ¿Qué te pasa? —bufa Nathan—. ¿Ahora vas a llorar porque golpeamos a Clarck? Nunca te ha importado.

—¡Es que no me importa! —Lo empujo—. ¡No quiero meterme en problemas con el director Schein por esto!

—Benjamín no dirá nada. Deja de ser un mariquita.

—¡Cierra la boca, Travis, o te daré un puñetazo! —Advierto.

—No entiendo que mierda te sucede.

—¡Mejor me a voy a casa, olvídalo!

Tiro de la correa de mi mochila sobre el hombro y me alejo. Prefiero guardarme mi opinión para otro momento. Hablar con Kelly es perder el tiempo.

—¡Vete a la mierda, Ross! ¡Tú también lo hiciste! ¡Tú también golpeaste a Clarck! —Grita a la distancia.

Es cierto, yo también lo hice, pero no quita el hecho de que no se lo merecía, solo se estaba yendo a su casa. Otra vez este sentimiento de culpa, de satisfacción momentánea solo al dar el golpe.

Respiro con dificultad, abro y cierro mis puños con el único fin de quitarme esta sensación que parece no desaparecer por más que me aleje.

Percibo que alguien se acerca gritando mi nombre. Al darme vuelta es esa chica, la que ha rondado en mi cabeza desde hace un par de días. Su mano se estampa con fuerza en una de mis mejillas dejándome anonadado de un momento a otro.

—¿Qué te pasa? ¡Estás loca!

—¡Eres una mierda, Alex Ross! —Me empuja—. ¡Eres un hijo de puta!

Sus ojos se encuentran llorosos, y ahora parece estar nerviosa después de lo que ha hecho.

—¿De qué hablas?

—¡Golpeaste a Benjamin Clarck con tus amigos! ¿No te cansas de ser así? —Vuelve a empujarme— Te vi, eres una mierda, ¿Cómo puedes continuar como si nada?

—¡Cálmate, niña! —La tomo de las muñecas—. ¡A ti que te importa lo que hago o dejo de hacer! ¿Quién te crees que eres para hablarme así y para pegarme?

—¡No me creo, soy! —Enfatiza en esta última palabra—Soy mejor persona que tú y los dos maniáticos que te acompañan siempre. No, no... —Se retracta—. ¡Mejor dicho de los titiriteros que te manejan!

—¡Cállate, no sabes de que hablas! —La suelto— ¿Qué haces aquí?

—No me quería quedar con las ganas de abofetearte.

—Sin dudas estás loca. Ya vete a tu casa, niñita —Camino ignorándola.

—¡Eres una mierda, Alex Ross, y nunca dejarás de serlo! —Grita a la distancia.

Ya lo sabía, incluso antes de que tú llegaras.



AL DIA SIGUIENTE

Nos reuniremos con las amigas de Nathan. No estoy de ánimos, estoy muy cansado. Anoche no dormí, me desvelé leyendo un libro. Tampoco tenía ganas de ir al colegio hoy, pero si me quedaba, no haría algo productivo.

Benjamín no asistió a clases, vi el banco vacío y fue bastante obvio el motivo de su ausencia. Me temo que haya pasado a mayores, quizás sus padres sí intervengan esta vez. Lo sabremos en los próximos días.

—Hey, Alex, pensé que no vendrías —dice Nathan a pocos metros de la cafetería.

—Te dije que lo haría.

—Sí, pero siempre dices una cosa y haces otra —Interrumpe Travis.

—Como sea, estoy aquí. No beberé malteadas ni nada de esas mierdas, tomaré un café y bien cargado.

—Sí, señor Ross, café amargo como usted.

—Y espero que no te pases de gracioso porque te haré quedar como un imbécil delante de ellas.

—Te partiré la cara.

—Ganas me sobran de partirte la tuya—arremeto.

—¡Travis, Alex, por favor, compórtense! —resopla el moreno desde la puerta.

Tres chicas aguardan dentro, y espero estar llegando a tiempo porque estos dos idiotas que me acompañan no saben establecer horarios ni respetarlos.

Debo reconocer que son muy bonitas, sin embargo, una de ellas acaba de llamar mi atención, y al mismo tiempo, la de mis dos amigos. Su nombre es Emma, es extranjera; viene de España. Rubia, ojos claros y un cutis perfecto. Independientemente de eso, la chica es muy risueña, nos habla como si nos conociera de toda la vida y termina por agradarme.

Salir de casa por la tarde no estuvo mal después de todo. Hoy ignoré mi caminata diaria, más no me arrepiento. Por primera vez en meses tengo una reunión con gente amable, sin nada de alcohol o cigarrillos de por medio, y como si fuera poco, el dúo que me acompaña está centrado. Ojalá ocurriera con frecuencia.

La chica nos cuenta sobre su intercambio y lo bien que la han recibido en su actual colegio. También nos habla de su mejor amigo, un chico muy buena onda con el que comparte a diario sus meriendas y cenas. Menciona que es muy atractivo y tiene un sinfín de cualidades; a su vez, que es el primer yanqui por el cual se ha sentido atraída. Ríe al mencionar esto último.

La escucho y sonrío, me gusta cuando la gente habla y expresa sus sentimientos porque no es algo que yo pueda hacer con facilidad. De hecho, creo que nunca me atrevería a abrirme de esa manera, menos con gente que acabo de conocer.

Cadence y Eloise no se quedan atrás, las ha contagiado. Cadence, la mejor amiga de Nathan también es muy simpática. Sus cabellos oscuros me recuerdan a la chica del muelle. Tener presente la bofetada que me dio ayer me genera ganas de verla y pedirle explicaciones.

¿Por qué estoy pensando en ella? ¡Está loca! Aunque en el fondo esa extraña chica tiene razón. Su ego elevado es real porque sabe que causa un tipo de efecto en mí; no puedo enfrentarme a una mujer por más que lo intento.

—¿Se conocen hace mucho tiempo? —inquiere la rubia.

—Van a ser tres año, ¿no? —Me pregunta Travis solo para molestar.

—Sí, 3 años—asiento.

—Alex, eres algo callado, ¿verdad? —ríe Eloise.

—Ross habla poco —Se entromete Nathan— Tienen que darle más tiempo, cuando entra en confianza se convierte en un gran tipo.

—Lo siento, es que estoy con algunos problemas y aguardo a que mi celular suene. —Me justifico dejando el móvil sobre la mesa.

—Si necesitas hablar con alguien puedes contar conmigo, aunque no te conozca.

—No, está bien. —Sonrío—. Gracias, Emma.

Hace un tiempo leí que hablar con extraños acerca de un problema es más cómodo porque esa persona no espera algo de ti. Insólito es que una chica de intercambio se ofrezca a escucharme y no lo hagan mis amigos al notar que estoy observando el celular como un imbécil esperando a que llame mi madre.

No puedo soltarme tan fácil, no se me hace justo tener que atosigarlos con las irregularidades de mi vida. Foster y Kelly saben que mis padres no están juntos, que detesto a mi progenitor y el motivo, nada más para acotar. Soy remiso a las explicaciones superfluas, tampoco lo valen.

La taza de café llega a su fin, y con ella, las ganas de marcharme. A veces estar mucho tiempo en el mismo lugar me aburre.

—Creo que ya tenemos que irnos, se nos hará tarde— dice Eloise.

—Sí, vamos, si quieren las acompañamos —Me ofrezco caballeroso a la espera de una negativa.

—No te preocupes. —Contesta Cadence—. Mejor vete a tu casa, Nathan y Travis nos acompañarán.

—Sí, Ross, veo que esa llamada te tiene algo intranquilo. Mejor ve a tu casa y mañana hablamos.

El camino es el mismo para todos, iré junto a ellos hasta que llegue el momento de separarnos.

Eloise se aferra a mi brazo y caminamos juntos. Ella es muy divertida, su cabello rojizo se encuentra trenzado hacia un costado haciéndola lucir pequeña. Es tierna en cada expresión.

—¿Qué música te gusta, Alex?

—Escucho de todo un poco, no me cierro en un solo género.

—¿Pero no tienes algún grupo favorito? ¡Debes tenerlo! —Reclama.

—Me gusta mucho el Punk y la música grunge. Nirvana es mi banda favorita. ¿Cuál es la tuya?

—Blur —sostiene sin pensarlo— Damon Albarn es el hombre de mi vida —Bromea.

—¿En serio? —exclamo con sorpresa.

—Claro, no eres el único con buen gusto, ¿verdad?

—Te imaginaba escuchando baladas románticas.

—No juzgues a un libro por su portada—Interviene Cadence—. A veces las expectativas nos engañan.

—¡Oye! —Resopla la pelirroja— ¿Qué intentas decir de mí?

Sacan a la luz anécdotas de su amistad, un aliciente divertido. Reímos ante el encanto de sus expresiones, las chicas se conocen desde el prescolar, salvo Emma que ha llegado hace poco.

Tras una larga charla e intercambio de propuestas para volver a vernos a futuro, por fin puedo ir a casa y estar con Cady; hoy la he abandonado más de la cuenta. Me despido de todo el grupo para proseguir mi camino, colocándome los auriculares a fin de reproducir mi lista.

Mamá llama antes de dar play, la comunicación por la que tanto he esperado. Parece que todo está bien; se reunirá con papá por el tema del divorcio, y luego de unos días, regresará. Pura burocracia con algo que debería ser más sencillo. Un idiota que te abandona y luego tiene el coraje de reunirse para firmar unos putos papeles, no merece que una mujer como mi madre cargue con su apellido.

Con la noticia me encuentro en paz conmigo mismo; me calmo al saber que ella está bien.

Finalizo la llamada y decido comprar algo de pasada en la tienda, tal vez un chocolate. Por las noches tengo el hábito de comer cosas dulces para saciar mi ansiedad luego de la cena. Es una costumbre que poco le agrada a mi madre, pero que insisto en llevar a cabo.

Dentro del market, y en mi búsqueda, me topo de frente a la chica loca del muelle observando entre las góndolas de golosinas. Todavía trae el uniforme escolar, pero es fácil reconocerla de espalda por su cabello y su apariencia particular. Trae una mochila negra con una variedad de parches coloridos; algunos logos de bandas, otros de planetas y estrellas. Un llavero con forma de perrito lanudo cuelga hacia un costado del cierre recordándome a Cady.

¡Oh por Dios, Cady! ¡Debo apurarme y llegar a casa!

—A un lado, niña, deja comprar primero a los que vienen decididos. —Me interpongo frente a ella para agarrar las barras de chocolate.

—Ya veo, ¿Algo dulce para contrarrestar la amargura que te cargas, Ross? —Ironiza.

—Deja de insultarme, no me conoces —expreso entre dientes—. No sabes quién soy.

—Tampoco quiero saberlo, idiota, muévete —responde empujándome para ir hasta la caja.

Camino detrás de ella llegando al mostrador. Tiene un humor de perros que me divierte. Paga unos cuantos chocolates y sale de la tienda creyéndose la gran cosa.

Pago por mis vicios nocturnos, me despido amablemente del chico de la caja, y voy hacia mi casa esta vez. Ella sigue caminando delante de mí.

—¿Me estás siguiendo, estúpido? —Inquiere girando sobre sus pies para quedar enfrentados.

—¿Por qué te seguiría? ¿No eres tú la de las apariciones? ¡Bruja!

Queda inmóvil ante mi comentario, no obstante, yo avanzo con normalidad.

—¿Por qué eres así? ¿Acaso no tienes hermanas? ¿Una madre?

—¿Qué quieres de mí? —Alzo la voz— ¿Por qué siempre estás molestándome?

—¡Quiero que te disculpes! —exclama— ¡Y también quiero que le pidas perdón a Benjamín Clarck!

—¿Qué? ¿Por qué? No lo haré.

—¿Por qué? ¡Sabes que lo que hicieron estuvo mal ¡Benjamín es una buena persona!

—Ah ya veo —Chasqueo con la lengua—. Eres amiga de Clarck, o estás enamorada de él en secreto —Me burlo.

—¿Y eso qué? ¡A todas las chicas les gusta Benjamín!

—¿Qué? —rio nuevamente—. Ya déjame en paz, niña, ni siquiera sé tu nombre.

—Las malas noticias llegan rápido, ¿no? lo mismo pasa con los nombres. El tuyo es muy popular entre los idiotas. Ahí tienes la respuesta de por qué el mío es todo un misterio para ti.

No voy a enfrentarme a una mujer, no voy a discutir con ella aquí.

De nuevo un montón de pensamientos rondan mi mente. Esta chica conoce mucho de mí y no tiene miedo a desafiarme. Sería propicio pensar que va a acusarme con el director Schein, y cuando eso suceda, lo voy a aceptar.  



¡Espero que hayan disfrutado del capítulo! Este fue un poco más largo que el anterior. 

¿Cómo les va cayendo Alex? :)

Recuerden que pueden seguirme en Instagram como Golden.mineek donde podemos interactuar y conocernos más. 

¡Hasta el jueves! ♥

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