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#10: Reflexiones sobre la virginidad.

10: Reflexiones sobre la virginidad.

      —¡Ya he vuelto, mamá! –grito al entrar en mi casa y corro hacia la cocina.

      Mi madre está viendo la tele tranquilamente sentada frente a la mesa del comedor, comiendo unos cereales de esos adelgazantes de salvado de trigo, cosa que veo estúpida porque está estupenda para los años que ya tiene, por muy gorda que ella piense que está. Me mira de reojo cuando me ve pasar como una bala hacia los armarios de la comida donde pienso arrasar con todo lo que pille.

      —Cariño, ¿qué ha pasado? –me pregunta.

      Yo evito mirarla mientras busco las malditas lenguas multicolor de azúcar. ¿Dónde están las malditas chuches cuando las necesitas?

      —Nada, mamá. ¿Por qué?

      La oigo suspirar a mi espalda.

      —Cielo, cuando te pasa algo siempre vienes a por algo de picar.

      Yo frunzo el ceño.

      —Eso no es cierto –la verdad es que sí, pero prefiero no ser consciente de mis problemas con la comida basura.

      Ella suelta una carcajada.

      —Sí que lo es. Desde que eras una pequeñaja siempre has hecho lo mismo. ¿Te caías de la bici? A comer golosinas. ¿Te dejaban atrás papá y Adam cuando jugaban al baloncesto? A por golosinas. ¿Qué no te dejaba comer más golosinas? Ibas a tu hermano para que te las consiguiera – con eso yo paro de rebuscar y la miro.

      —¿Cómo sabes que se las pedía a Adam?

      Ella ríe.

      —Cariño, tu hermano coopera muy rápido cuando le ofreces chocolate con lacasitos.

      Yo pongo los ojos en blanco. ¿Cómo no? Mi hermano es un traidor de mierda.

      Vuelvo a mi tarea de rebuscar algo que comer. Busco y...¡bingo! Una bolsa de palomitas de ketchup y una tableta de chocolate blanco listas para ser devoradas por servidora. Cierro el armarito cuando ya tengo lo que necesito y paso por delante de mi madre para ir a mi habitación, pero me siento insatisfecha así que vuelvo sobre mis pasos y me pongo frente a mi madre.

      —Mmm...¿Mami? –le pregunto.

      —En el cajón al lado del horno –responde.

      Yo sonrío ampliamente y voy en esa dirección. Abro el cajón y ahí encuentro lo que buscaba. Mis queridos cereales Special K integrales. Mi madre siempre sabe lo que  busco.

      Voy de camino a la puerta de la cocina con las palomitas y los cereales en los brazos y el chocolate sujetado por mis dientes.

      —¡Gracias, mamá! –digo, aunque se entiende más:

      ¡Grshiá, mmá!

      Subo las escaleras y oigo que desde abajo mi madre me responde.

      —¡De nada, cariño! Pero lleva cuidado con comerlo todo. ¡Sabes que luego salen granos! Con la cara tan bonita que tienes y tú comiendo toda esa basura para que se llene de granos asquerosos... –y llego a mi habitación mientras ella sigue despotricando contra mí por comer tanta comida basura y llenarme la cara de granos. ¡Por favor, si ya apenas tengo! Mi madre es una exagerada.

      Cierro la puerta de mi habitación y hecho las cosas en la cama. Me quito los zapatos y me acuesto dejando mi cabeza y mis pies fuera de la cama, ya que me he puesto como siempre a lo ancho. Cojo aire y lo suelto, cerrando los ojos. No sé que me ha pasado en ese pasillo, no tengo ni idea. Al recordar como se han sentido sus labios contra mi piel, mis mejillas vuelven a arder y mi corazón late más rápido. Sacudo mi cabeza intentando que esos recuerdos, que esas sensaciones, desaparezcan.

      Porque sigue siendo algo bastante estúpido. ¿Por qué ha hecho eso? No lo entiendo. Si era porque tenía algo en la oreja, lo podría haber quitado con sus dedos de pianista, pero lo quitó con su maldita boca. ¿Para qué? Yo diré lo que mi cabeza estúpida ha pensado: él quería eso. Sí, el me desea, claro que sí. Porque soy increíblemente sexy e irresistible. Yo lo sé.

      Entonces suspiro.

      Dejando las bromas a un lado, en serio que se me hace demasiado raro y tremendamente estúpido. Bueno, ¿cómo no? Prefiero pensar que simplemente no pensó lo que hacía en ese pasillo y que hizo por simples hormonas, como casi todo en la vida de un adolescente de diecisiete años –o al menos, eso pienso yo, que los chicos sólo piensan con su amiguito de ahí abajo por estas edades y por siempre–. Me encojo de hombros, intentando darle menos importancia de la que en mi cabezota tiene. Porque, sí, para la inocente Kate que reside en mi interior, eso tenía algo de importancia. Creo que es normal que la tenga, ¿no? No todos los días un chico medianamente bien desarrollado –no pienso admitir más allá de esto– te quita una bolita o lo que sea de detrás de la oreja con sus labios gruesos, suaves y calientes. Nooo señor. Y menos a mi, a la virginal Kate. Porque sí, soy virgen, y no me da vergüenza serlo como a otras estúpidas chicas de mi edad o incluso más pequeñas que deciden dar su primera vez, esa con la que yo he soñado tantas veces que sería tan especial, a un chico que simplemente las va a utilizar para tener simplemente eso: sexo. Y yo sinceramente, no quiero perder mi virginidad con un tío así y por esos motivos tan estúpidos. Tampoco digo que la virginidad sea algo tan importante por lo que deberías arder en la hoguera si la pierdes. No, no digo eso, porque eso es más estúpido aún. Pero solamente no me gustaría dar mi primera vez, que siempre he pensado que debería ser especial, por algo tan estúpido cómo el "Ay, no, soy virgen aún. Me siento tan insatisfecha, todas mis amigas de trece años ya la han perdido, soy una completa pardilla". NO. Si piensas así, no te molestes en hablar conmigo, porque no te voy a dirigir la palabra para más que decirte cosas que no te van a gustar. Tampoco quiero ser borde, la gente puede hacer lo que quiera con su virginidad, no tengo derecho a meterme en si Fulanita lo hace con Menganito porque sí. Es sólo una opinión personal de mi parte, pero desde mi punto de vista que una niña de trece años, de quince, o dieciséis –porque sí, a esa edad aún somos niñas–, lo haga a esa corta edad, sin saber de verdad las consecuencias que ello conlleva, me parece mal. Pero bueno, yo hablo por mí. A mi no me gustaría hacerlo con alguien a quien no quiero, porque tengo todo ese asunto muy masticado desde pequeña, como para saber lo que quiero. Para mi esas decisiones no son para tomarlas tan a la ligera.

      Pensando en eso de la virginidad, se me cruza un pensamiento lleno de una curiosidad mal sana que me hace entrecerrar los ojos. Por algún casual,...¿Ian será virgen aún? Me incorporo en la cama y miro el techo, pensativa. No me había parado a pensar en eso antes, pero la verdad es que yo apostaría a que sí. No sé, tengo esa sensación. Mi sexto sentido me lo dice...pero de todas maneras, por mucho que mi hermoso sentido número seis me diga eso, tendré que descubrirlo yo misma. Sonrío.

      Pronto lo descubriré. No por nada personal, sino porque la curiosidad me mata. Dicen que la curiosidad mató al gato...yo veré si eso es cierto. Pero no sé por dónde empezar a investigar, porque no pienso preguntárselo a él a la cara. No, pero, ¿qué es lo primero...?

      Entonces escucho la puerta de la habitación de mi hermana abrirse y unos pasos caminando apresuradamente hasta la habitación de mi hermano.

      —¡Adam! ¿Qué has hecho con mi cepillo de dientes? –La voz de mi hermano no se escucha. Ámber suelta un gruñido no muy propio de ella, exceptuando las veces en las que está enfadada de verdad. Da una patada de rabieta de niña pequeña en el pasillo, y yo me levanto y me dirijo hacia ella. Ella se crispa más al ver que mi hermano no responde–. ¡Estúpido Adam! Sé que has sido tú, ¡cómo no salgas ahora mismo y me compres otro, se lo diré a mamá! –Le grita, su voz medio ahogada por la puerta de madera que la separa de mi hermano, que de seguro está tirado en su cama con unos cascos en la cabeza y la música a toda pastilla, con la sola intención de pasar olímpicamente de ella.

      Me acerco a ella y le pongo una mano en el hombro a mi hermana, que gira su cabeza para mirarme. Le palmeo el hombro mientras niego con la cabeza.

      —Ámber, sabes perfectamente que no te va a hacer ningún caso.

      Ella frunce el ceño.

      —Ha metido mi cepillo de dientes en el váter. ¡Mi cepillo de dientes! Debe comprarme uno, ¿lo has oído, Adam? ¡Vas a comprarme uno ahora mismo! –Le grita entonces de nuevo, volviendo su mirada otra vez hacia la puerta de mi hermano.

      Yo ruedo los ojos a su espalda, pensando que no tiene ni idea de cómo lidiar con Adam. Cuando hace algo, todo el mundo sabe que no te hará caso y que no se la va a cargar.

      Entonces se me ocurre una de esas ideas mías tan estupendas, y sonrío.

      —Mm...oye, Ámber. ¿Puedo preguntarte una cosa?

      —¿Si? ¿Qué clase de cosa? –Me responde.

      Mi hermana me presta un poco de su atención mientras sigue despotricando cosas no muy dañinas para los oídos, la verdad, contra mi hermano mayor.

      A ver como abordo este tema sin que resulte raro,... No, no hay ningún universo en el que esa conversación fuera algo normal, y ella se mostrará demasiado interesada en el tema del porqué yo estaría interesada a su vez. Así que decido que mejor no le digo nada.

      Me invento una excusa en un momento:

      —Nada, en realidad. Sólo que si por algún casual me dejarías tu pasta de dientes, como ya no la vas a utilizar por un tiempo...—digo y me río. Ya de paso me burlo un poco de ella, ¿no?

      Veo como sus orejas se vuelven rojas de la ira y me mira con sus ojos verdes acusadores. Me señala la cara con una de sus uñas rosas.

      —Kate, ¡vete a la mierda! –Me contesta y pasa de mi.

      Yo vuelvo a mi habitación y cierro la puerta soltando una carcajada. Me tiro a la cama y miro el techo, como siempre.

      Ya me enteraré algún día.

*  *  *

—¿Qué si Ian es virgen? ¿Por qué me preguntas eso? –Me pregunta Amy extrañada.

Yo me encojo de hombros.

      —¿Y por qué no? –Evado su pregunta.

      Ella me rueda los ojos y suspira.

      —¿Y yo qué sé? Nunca he hablado con él. ¿Por qué debería saberlo? –Dice ella, apartando a un lado la curiosidad que la corroe por saber el porqué de mi interés.

      Yo frunzo el ceño.

      —No sé, tú eres la que sabe siempre lo que se cuece en todo el instituto, sea lo que sea.

      Ella se lleva una mano al pecho, fingiendo estar ofendida.

      —¿Me estás llamando cotilla? –Pone especial énfasis en la última palabra.

      Yo río mientras sigo caminando por los pasillos del instituto, directa a la clase que nos toca a primera hora: Matemáticas. Escucho la risa de mi amiga detrás de mi y cuando volteo la mirada hacia la derecha, ella ya está a mi lado de nuevo.

      —Sí, estoy diciendo precisamente eso, pero tú sabes que es con cariño. –Le respondo inocente.

      Ella suelta una carcajada sarcástica.

      —Bien, pasaré de tu comentario anterior y responderé al primero: No, no tengo ni idea. –Yo suspiro, aburrida.

      —¿Y no puedes enterarte?

      Me mira, incrédula.

      —¿Por quién me has tomado? –me pregunta con el ceño fruncido. Mi curiosidad decae un poco, viéndose insatisfecha–. Claro que sí. Después de todo, soy la cotilla del instituto, ¿no? –Dice golpeándome suavemente en las costillas.

      Yo me río.

      —Gracias, mi curiosidad insana te lo agradece. –Digo, entretanto me masajeo por encima de las costillas, haciendo un poco de teatro.

      Ella rueda los ojos y sigue caminando.

      —Vale, me toca a mí preguntar. ¿A qué viene tanto interés en la vida sexual de ese chico?

      Yo le contesto con toda la sinceridad del mundo:

      —Simple curiosidad.

      Amy levanta una de sus perfectas cejas rubias depiladas, incrédula.

      —Mmm...no te creo. –Me dice.

      Entonces me paro e imito su anterior gesto, levantando una de mis cejas un poco más pobladas que las suyas. Nunca he tenido la necesidad de depilármelas, son unas cejas normales y no quiero tener dos rayitas en su lugar como otras. Ya paso suficiente dolor al depilarme las axilas, el bigote y las piernas. Sobre todo las piernas.

      —Amy, sabes perfectamente hasta donde puede llegar mi curiosidad. Por estúpido que suene, ahora tengo curiosidad sobre eso. –Le digo con una sonrisa cansada en mi rostro.

      Mi mejor amiga suelta una carcajada y yo me separo un poco de ella sobresaltada.

      —¿A qué ha venido...? –Pero ella me interrumpe.

      —Sé perfectamente bien hasta donde puede llevarte tu curiosidad. Recuerda que estuviste dos días siguiéndome para saber si tomaba drogas. –Me miró esta vez con el ceño fruncido.

      Yo dirigí mi vista al frente.

      —¿Nunca vas a olvidar eso? ¡Fue hace un año! –Le contesto irritada.

      Amy entrecierra los ojos, amenazadoramente.

      —Kate, ¡fueron dos días! ¡Pensaba que me estaban acechando! –Responde en un tono un poco alto de más.

      —Bueno, no estabas muy desencaminada...—ella gira su cabeza, desafiándome a seguir con eso. Yo miro al techo verde del pasillo por el que caminamos, rodando mis ojos–. En mi defensa diré que tenías los ojos rojos, no hablabas conmigo apenas y que me pedías dinero.

      La rubia pone los ojos en blanco.

      —Kate, acababa de romper con Josh. Tenía los ojos rojos de llorar, no te hablaba porque no quería hablar con nadie y te pedí dinero a ti para comprar helado porque sabes que mis padres odian que coma helado.

      Me encojo de hombros.

      —Ya, lo sé. Aunque eso lo descubrí después, pero reconoce que tu conducta se veía sospechosa desde fuera.

      —No se veía sospechosa, eso es completamente normal después de una ruptura.

      Yo vuelvo a encogerme de hombros y al doblar la esquina del pasillo que da a nuestra clase y ver que el profesor ya está dentro, sólo dejo el tema aparte y salgo pitando hacia allí.

      —¿Por qué corres? –Me pregunta Amy, a la que he dejado un poco atrás.

      Me giro y muevo mi mano para que se dé prisa.

      —¡El profesor ya está en clase! ¡Corre! –Le digo.

      —¡Oh, Dios! –Escucho que dice y entonces oigo pasos acelerados detrás de mi que al momento se ponen a la par de los míos, apareciendo a mi lado como Amy.

      —Sí, eso digo yo también.

*   *   *

      Suena la campana que anuncia el final de la clase por todo el instituto, y los adolescentes –incluida yo– recogen a toda prisa sus materiales de trabajo y salen lo más rápido que pueden a los pasillos, donde el eco de las voces de la gente se escucha a lo largo de éste. Yo decido no salir aún del aula para esperar a mis mejores amigos, que aún están recogiendo tan tranquilamente y sin prisa en sus asientos. Ruedo los ojos, impaciente.

      —Chicos, ¿vamos? Sólo tenemos cinco minutos para ir a la próxima clase.

      Ellos, entonces, me tienen por fin en consideración y guardan las cosas en sus mochilas más rápido, saliendo del aula conmigo, por fin apresurados.

      Kyle se coloca entre las dos y pasa sus brazos por los hombros de ambas mientras deambulamos por el corredor lleno de salvajes en plena pubertad, cada uno encaminándose a la siguiente asignatura a la que tengan que enfrentarse, corriendo de aquí para allá. Otros se lo toman con un poco más de calma, como mis amigos y yo, y van a un ritmo menos nervioso que los demás.

      Amy sonríe tontamente y yo pongo los ojos en blanco. Bueno, es lo que tiene que a tu mejor amiga le guste tu otro mejor amigo. Kyle tiene la cosa de abrazarnos constantemente, darnos golpecitos y pasarnos los brazos por encima como ahora. Pareceríamos una pareja de tres si no llega a ser porque todo el mundo sabe que es sólo por nuestra fuerte amistad, pero para Amy hace un año que pasó a ser algo más que eso con Kyle, y pues para ella esos roces afectivos sólo son alicientes para dar el siguiente paso. Paso mi mirada hacia Kyle esta vez, y me da pena lo que veo en su mirada cuando veo lo único que hay en sus ojos al mirar a Amy: amistad. Un gran amor, pero como el que tienes con una hermana pequeña. Y esa misma mirada era la que tenía conmigo, amistad pura. Y lo que para mí es lo mejor del mundo, que me mire con los ojos de un amigo, para ella es algo bastante doloroso. Ella siempre tiene que fingir delante de él que es por amistad, pero la he visto mal muchas veces, además de que soy su pañuelo para las lágrimas y su caja de secretos, así que lo sé todo desde hace casi ocho meses, cuando decidió contarme sobre su enamoramiento hacia nuestro mejor amigo. Por eso se me encoge el corazón cuando veo lo feliz que la hacen estos momentos cuando simplemente nos abraza, imaginando que es por otra razón y no por la de que ella sea sólo su mejor amiga. Sé que es duro para ella, y por eso en momentos como los de ahora, me siento un poco incómoda.

      Intento que no se note, y miro hacia otro lado cuando Amy habla, destensando el ambiente:

      —¿Sabes qué, Kyle? Kate está interesada en la virginidad de Ian Davis. –Sonríe perversamente. Yo vuelvo rápidamente la cabeza hacia ella y la miro frunciendo el ceño.

      —No estoy...

      —¡Já! Nuestra Kate es más morbosa de lo que pensaba. –Responde mi amigo, interrumpiéndome.

      Yo pongo mis ojos en blanco y suspiro sonora y exageradamente.

      —Digo que no estoy...

      —Ya ves, Katie es una princesa pervertida. –Me interrumpe esta vez Amy.

      Mi ceño se frunce aún más.

      —¡No me llames Katie! Y además, ¿me estáis escuchando si quiera? –Digo, pero ellos siguen a lo suyo.

      Kyle ríe.

      —Sí, últimamente está mostrando facetas de las que no teníamos idea.

      —Ah, pues yo no. Yo la he visto con esta faceta bastantes veces, sobre todo cuando vemos Magic Mike. Adora a Alex Pettyfer y a Channing Tatum. Sobre todo le gusta la parte en la que Channing sale haciendo un streaptease bailando hip hop o algo así. La tendrías que haber visto, le tiraba dinero a la pantalla del ordenador. –Termina ella.

      —¡Eh! No fui sólo yo. ¡Tú le lanzaste un sujetador! –Salto de repente.

      Ella se pone roja.

      —¿Yo? Eso es mentira. Yo nunca haría eso.

      Levanto una de mis cejas.

      —¿Qué no? Tengo pruebas.

      —Eso es mentira.

      —Eso es tan verdad como que me llamo Kate.

      Amy abre los ojos desmesuradamente.

      —¿Pero cómo? ¡Tú no tienes cámara!

      Sonrío perversamente.

      —Amy, hay una cosa que se llama móvil, ¿sabes?

      Entrecierra sus ojos verdes.

      —En realidad no tienes ningún vídeo, ¿verdad? –Me dice amenazadoramente.

      —¿Qué no? Espera. –Entonces me quito un asa de la mochila y la llevo hacia delante, rebuscando entre el material escolar mientras andamos. Doy con lo que quería y saco el móvil, devolviendo la mochila negra a su lugar–. Mira, lo busco. –Lo desbloqueo y busco el vídeo que sé que tengo por ahí, hasta que lo diviso: Amy y su látigo rojo. Se lo paso a Kyle y le doy a play. – Ahí tienes. Maravíllate.

      Él lo coge dudoso y observa atentamente como una Amy de pelo azúl (cómo lo llevaba en ese entonces, hace dos meses), se quitaba el sujetador rojo por debajo de la camiseta que llevaba y lo lanzaba una y otra vez contra la pantalla de mi ordenador, gritándoles a los actores cosas bastante sucias mientras les daba latigazos y saltaba entretanto. De repente oigo a Kyle partirse de risa a mi lado y a Amy la veo abrir y cerrar la boca como un pez. Yo sonrío.

      —Te dije que lo tenía. –Le digo.

      Ella sigue con los ojos en el móvil, observando cómo Kyle vuelve a darle al play de nuevo, pero antes de que él pueda presionar el botón, ella ya se lo ha quitado de las manos y me mira.

      —¡Kate! ¿Por qué lo grabaste?

      Yo sonrío de oreja a oreja.

      —Para tener pruebas en un día como hoy en el que decidieras sacar mis trapos sucios.

      —Tranquila, Amy. Ahora sé adónde podemos llevarte en tu cumpleaños. Un bar de streaptease será perfecto, ¿verdad, Kate? Sé que tú también quieres. –Dice entonces Kyle, guiñándonos un ojo a ambas, burlón.

      Nosotras lo miramos con cara de pocos amigos y él se muestra dramáticamente asustado. Ruedo los ojos, como últimamente hago demasiado.

      —Cállate, anda.

      —Mm..., ¿Kate, Kyle? Sabéis que llegaremos tarde a clase, ¿no? –Dice Amy.

      Entonces me fijo en que no hay nadie a mi alrededor, exceptuando a algún profesor que otro que pasa por el pasillo de al lado, que ojalá no nos pille aquí.

      —¡Mierda! Corred o no la contamos. ¡Es la clase de historia! –Kyle sale corriendo hacia la clase de historia, y nosotras tardamos un momento en salir detrás de él.

      Cuando llegamos al aula, la puerta está abierta y Kyle ya está dentro, sentándose en su asiento. Nosotras dos entramos intentando no llamar la atención, pero eso no es tan fácil cuando todo el mundo se encuentra sentado y en silencio, y la profesora está de pie mirando directamente hacia nosotras.

      La Sra. Miller nos sigue con la mirada hasta que nos sentamos, intimidándonos. Lo sé porque, aunque esté de espaldas, siento su mirada en mí. Y estoy tan absorta en la tarea de mirar hacia delante sin hacer movimientos bruscos para que la Sra. Miller no ataque como la presa que sé que en este momento soy, dirigiéndome a mi asiento en silencio, que no me doy cuenta de quien está sentado en la mesa a mi derecha. Pero cuando me siento y la profesora por fin desvía sus ojos de mí para llevarlos a la pizarra para empezar a escribir sobre ella cómo fue la Revolución bolchevique y la guerra civil en Rusia, veo un trozo de hoja de libreta medio roto con algo escrito:

Ey, ¿qué tal, Flynn?¿Qué estabas haciendo que te has tardado tanto? Chica mala.

Miro a mi lado, y lo primero que veo es la sonrisa de lado de Ian. Le miro con superioridad y por el rabillo del ojo miro si la profesora se ha dado cuenta de la nota. No quiero estar castigada de nuevo. Vuelvo a mirarlo y sigue con su sexy sonrisa ladeada moja-bragas. Trago saliva.

      Sí. Definitivamente este chico no puede ser virgen, por mucho que me duela admitirlo, está de toma pan y moja.

      Y así, contesto a mi propia curiosidad mal sana con un asentimiento de cabeza y un vistazo a su sonrisa.

      Qué sonrisa.

      ¿Chica mala? No sabes lo mala que puedo llegar a ser, Davis. Ni te imaginas la chica mala que soy.

____________________________

¡Hola! 

Vale, sé que me he tardado tieeeempo (demasiado) en subir, pero es que, cómo sabéis tengo muchas otras historias y estoy escribiendo una de la que no tenéis ni idea tampoco (que esa hasta que no tenga al menos la mitad, no la pienso subir a Wattpad para no dejaros esperando tanto como con estas historias) y pues también he estado con un verano bastante interesante por un lado, hay que decirlo, y por otro también bastante monótono. Peeero como soy una maldita vaga, como ya sabéis, los momentos aburridos, en vez de escribir, los utilizaba para comer helados y dormir. Sí, adoro eso. Y por eso he tardado tanto, porque soy una vaga sin remedio. Peeero, lo bueno es que...¡mirad que super laaargo capítulo! No os podéis quejar, es bastante largo. Estuve todo el día escribiéndolo y como lo escribí a la una de la mañana hay cosas que no tienen ni pies ni cabeza, pero bueno, si no os gusta algo decídmelo e intentaré cambiarlo porque me ha salido muy raro y he de decir que no me convence del todo, no me gusta. Pero bueno, no os podía dejar más tiempo sin capítulo por el que ya habéis esperado el tiempo suficiente (siento eso) y pues aquí está.

Perdonad las faltas o cosas extrañas que puedan haber, porque no lo he editado y como ya he dicho, lo escribí a la una de la madrugada, así que muchas cosas seguro que se me han pasado. 

Pero bueno, espero que os haya gustado y que me dejéis comentarios y votos si así ha sido, y si os hubiera gustado otra cosa también podéis dejárlo en los comentarios, para tenerlos en cuenta.

Antes de que se me olvide, me gustaría que os pasárais por mi blog, que me ha costado lo mío hacerlo :). Éste es el línk (lo pongo aquí pero está en mi perfil). Gracias, espero que os guste :)

http://victorialopezweb.blogspot.com.es/

Recordad que lo único que yo recibo de ésto son vuestros votos y comentarios, no recibo nada de dinero ni cosas así, así que me gustaría mucho ver comentarios y votos, por poco que sea. 

¡Gracias y adiós!

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