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— No puedo creer que me hayas convencido.
— No puedo creer que hayas aceptado.
Quackity empujó un último botón de la máquina de café para que lentamente comenzara a verter el líquido en su taza. Luego volvió con una mirada divertida hacia el más alto y señaló la máquina.
— ¿Quieres uno?
— Te diría que sí pero teniendo en cuenta tu historial con bebidas alteradas: paso.
Quackity suspiró rodando los ojos.
— Ay por dios, supéralo. —Respondió restándole importancia a sus acciones del pasado, las cuales fueron totalmente ilegales.— Ni que te lo hubiera hecho a ti. Qué sensible eres.
Spreen decidió no desperdiciar un segundo más en el menor y se dió la vuelta listo para irse, pero el ex actor (ahora secretario) lo detuvo tomando su brazo.
— ¡Está bien! Está bien, lo siento. Solo era una broma.
— Podés irte a la mierda.
— ¿Con esa boquita dices "mamá"? —El Manager intentó retirarse una vez más pero nuevamente fue detenido.— Ya, ya. ¡Perdón! No puedo evitarlo, me gusta la cara que pones cuando estás irritado.
Con su mano libre alcanzó la taza llena que lucía un bonito letrero de "you quack me up!" en letras negras con el dibujo de un pato feliz.
Harto, Spreen dijo:
— Quackity, dejá los juegos. —El nombrado no se vió realmente afectado por el fuerte tono de voz. Estaba más ocupado dándole un sorbo a su café.— Dijiste que me ibas a hablar sobre Roier y su padre.
El chico de Beanie rodó los ojos vocalizando una queja.
— No tienes ni un gramo de paciencia. Vamos…
Quackity comenzó a caminar hacia el comedor de empleados, consiguiendo una mesa vacía lo suficientemente alejada como para no tener problemas a futuro. Spreen lo siguió, agradeciendo mentalmente porque fuera un lugar público.
Tenía derecho a desconfiar de él.
— Entonces… ¿El niño mimado tuvo problemas con Papi? —Se burló cuando tomó asiento frente al Manager.— Bueno, era de esperarse.
— Andá al punto.
Quackity puso los ojos en blanco.
— Muy bien, ¿Conoces el significado de "Daddy Issues"? Ya sabes; padre abandónico, falta de atención, necesidad de ser aceptado en todo momento. Supongo que eres muy inteligente como para ver todas esas señales en Roier… O quizás no tanto porque aquí estás esperando que alguien se lo explique a tu pobre cabecita.
Spreen resopló y estuvo a punto de levantarse de la mesa pero al ver la mirada divertida que lucía Quackity, supo que eso era exactamente lo que quería.
Hacerlo enojar.
Así que su respuesta fue otra.
— ¿Llamar la atención por traumas personales? Eso suena más a vos qué a él.
Pensó que con eso molestaría al más joven, pero en cambio recibió una sonrisa satisfecha y un asentimiento de su parte.
— Touché. Tienes razón. —Le dió un sorbo a su café.— Pero retomando lo anterior. A todo lo que te dije, agrégale falta de comunicación y una estúpida maldición. ¿Qué obtienes con eso? Un padre sobreprotector que a la vez se siente culpable por haberle pasado esa desgracia a su hijo y un hijo que se siente traicionado por su padre, pero al mismo tiempo busca su aprobación. Problemático ¿No creés?
El Manager entreabrió sus labios al escuchar palabras tan lógicas salir de un tipo como Quackity. Ok, tampoco estaban hablando de algo realmente difícil como la Teoría de Cuerdas. Solo eran problemas familiares.
Principalmente provocados por…
— ¿Acaso buscas un culpable? —Preguntó Quackity como si leyera su mente, dejándolo sin palabras.— Relájate, perro guardián. Porque aquí no hay ningún culpable. Sí, su padre fue un idiota al estar tan ausente en toda la infancia de su hijo. ¿Pero quieres culpar a un hombre que acababa de perder a su esposa? Y además Roier también cometió sus errores. No le importaba lastimarse a sí mismo si eso significaba tener la atención de su padre. ¿Creés que lo de ver a Cellbit fue solo un acto de bondad? ¿O una acción impulsivamente estúpida?
Quackity dirigió su par de ojos negros directo a las amatistas, como si estuviera esperando ver una señal de duda en el mayor. Spreen se sintió intimidado y desvió la mirada.
Pero su mente divagó por aquella pregunta. Sin duda lo que Roier hizo fue lo más estúpido y descuidado que alguna vez hubiera visto. Aunque de ninguna manera podía ser a propósito.
— Roier no se pondría en peligro para llamar la atención de su padre. Eso es una locura.
— ¿Estás seguro? ¿Y dónde logró estar ahora?
En la oficina de su padre.
Pero él no quería estar ahí en primer lugar… ¿O sí?
No, no podría haber hecho todo eso solo por llamar la atención. Roier no era así. Spreen lo había visto en su lado más vulnerable como para comprobarlo. Quackity solo estaba jugando con él una vez más.
Y lo confirmó cuando el chico elevó una de sus comisuras de forma juguetona.
— Te hice dudar ¿Eh?
Spreen apretó los labios y de forma frustrada se peinó el cabello hacia atrás con una mano. Esto no tenía sentido.
Volvió a ver a Quackity, quién esperaba una respuesta suya. Seguramente algún insulto o regaño de su parte.
Pero no le daría el gusto.
No podía enojarse con Quackity porque eso le gustaba, tampoco podía tener una charla normal con él porque todo lo quería mover a su favor. Y si intentaba confiar, éste inmediatamente le demostraba por qué No hacerlo.
Entonces… solo podía hacer una cosa.
— ¿Sabés qué? Sí, me hiciste dudar. —Quackity elevó sus cejas realmente interesado.— Por un momento me hiciste dudar en que no eras el tipo idiota de siempre. Pero supongo que nadie puede fingir por mucho tiempo. ¿Querés saber lo que pienso de vos?
El más joven puso sus brazos sobre la mesa, inclinándose hacia delante y apoyando el rostro en ambas manos.
— Dime. Soy todo oídos.
Quackity no parecía especialmente afectado por lo que decía Spreen. Pero no iba a dar un paso atrás ahora. Además llevaba toda esa mierda acumulada en su garganta desde que había conocido al actor.
— Pienso que sos falso, traicionero y un mitómano compulsivo. Todo el tiempo querés tener la atención y que todos estén pendientes de vos. No solo eso, mentís para tenerlos a todos en la palma de tu mano, le mentiste a tu mejor amigo, le mentís a tus seguidores, me mentís a mi y ¿Sabés qué es lo más gracioso? Que también te mentís a vos mismo. —La sonrisa tembló en el rostro de Quackity, y su semblante se endureció levemente pero nunca lo interrumpió.— ¿Has visto a tu alrededor? Actuás como si tuvieras todo bajo control pero mirá dónde terminaste, bajo el ala del padre de tu amigo al que intentaste lastimar. Toda tu fama se está yendo a un pozo. Ni siquiera tu propio Manager es capaz de aguantarte porque sos insoportablemente horrible y no asumís ninguno de tus errores. Te gusta mentirte con que tenés la razón y todos son unos estúpidos, pero el único estúpido que hay acá es el que está en frente mío.
— ¿Te creés muy listo?
Soltó Quackity, con un rostro más serio que antes.
— No. ¿Y vos sí? —Lo enfrentó Spreen, notando un pequeño destello de inseguridad. Algo nunca antes visto desde su perspectiva.— No es muy inteligente de tu parte dejarte tan expuesto porque, dejame decirte que es muy obvia la gran envidia que sentís por Roier. Todo el tiempo estás haciendo tus tontos juegos para dejarlo mal parado y sentirte especial con eso. Incluso cuando quisiste engañarme y arrastrarme a tu lado con la excusa de los coqueteos. En serio, ¿Fingir estar atraído por mi? ¿Tan bajo querías caer?
Cuando terminó de decir hasta el último pensamiento que había tenido sobre el chico tuvo que dar un largo respiro. Había sido mucho hasta para él pero, ¿Qué más daba? Esto era mejor que violentarse y decepcionar a Roier en el proceso.
Sin esperar nada más e ignorando la mirada llena de sorpresa que le daba el contrario, se levantó de su lugar.
— Si me disculpas, tengo que ir con Roier.
No miró atrás cuando caminó a través del comedor de empleados, ni tampoco cuando atravesó la puerta y se perdió en el largo pasillo.
Esperaba que al menos sus palabras hicieran reflexionar a Quackity sobre lo mierda que estaba siendo con él mismo y los demás. Y esperaba no tener que volver a verlo.
Pero algo que realmente no esperaba es que fuera detrás de él.
— ¡Espera!
El grito se oyó a medio pasillo. Deteniendo sus pasos y provocando que Spreen cerrara sus ojos con frustración pidiéndole a Dios o a quien fuera que no sea lo que estaba pensando.
Pero cuando lo escuchó justo a sus espaldas no pudo hacer más que voltearse, encontrándose con Quackity apoyado sobre sus rodillas intentando recuperar su aliento.
— Mierda, sí que eres rápido. —Dijo entre bocanadas de aire hasta que logró erguirse por completo. Spreen creyó que ahora vendría otra oleada de mentiras y engaños adornados con palabras sarcásticas. Pero Quackity decidió gritarle a la cara:— ¡Tú ganas!
La cara de Spreen se convirtió en un poema.
— ¿Qué?
— Que tú ganas. ¿Ok? Tienes razón. ¡Tienes razón en todo! —Volvió a exclamar realmente afligido y Wow, Spreen nunca lo había visto de esa manera. Tenía que guardar esa imagen en sus recuerdos como "La vez que logró que Quackity asumiera ser un pelotudo".— Soy todo lo que has dicho y más. Soy un completo fracaso… Y una basura.
Spreen se mantuvo quieto mientras el menor soltaba una risa sarcástica y chocaba su espalda contra el muro más cercano para no tener que enfrentarlo cara a cara.
Por primera vez, quizás Spreen sentía algo de culpa.
— Miento sobre muchas cosas, les miento a todos y me encanta mentirme a mí mismo porque es mi manera de lidiar con tanta mierda. ¡Con Mi mierda! —Quackity mantenía una sonrisa en su rostro mientras lo decía. Cómo si fuera algún tipo de chiste. Pero de un momento a otro esa sonrisa decayó y por primera vez Spreen pudo ver bajo toda esa falsa arrogancia.— Pero te equivocas. Hay algo en lo que no mentí…
El Manager tuvo la intención de preguntar pero luego lo dudó. Esto tranquilamente podría tratarse de otro juego de Quackity.
Así que desvió su mirada y contestó de forma seca.
— No me interesa.
Y se volteó listo para seguir con su camino.
— Spreen…
— Dije que no me interesa.
Repitió con seguridad. Pero sólo pudo dar unos cuantos pasos cuando Quackity volvió a hablar:
— Realmente me gustas.
~ • ~
— Bien, vayamos al grano.
Roier entrecerró sus ojos desconfiado.
Luzu volvió a sentarse frente a su hijo para poder apreciar mejor su reacción cuando le hiciera tal pregunta.
— ¿Qué sucede con Spreen?
— Ay, no puede ser ¡Papá!
Roier se cubrió el rostro enrojecido con ambas manos pero eso no evitó que escuchara el leve murmullo de una risa grave.
— ¿Qué? Es mi responsabilidad saberlo.
— ¡No! No lo es. —El más joven se descubrió el rostro para contradecir a su padre.— Él es… S-solo un amigo. No tienes de qué preocuparte.
— ¿Solo un "amigo"? —Repitió el hombre levantando una de sus cejas y cruzando sus brazos para dar una clara imagen de "no te creo".— Eso no es lo que me han dicho los pajaritos.
Roier abrió los ojos de par en par y luego los cerró, mordiéndose la lengua y dándole un golpe al apoyabrazos del asiento.
Malditos traicioneros.
— ¿De casualidad esos pajaritos se llaman Aldo, Mariana y Rivers?
La simple sonrisa a medias que se formó en el rostro de su padre le dió la respuesta.
Roier sintió como su rostro volvía a enrojecer.
— Está bien, hijo. No me importan los detalles de su relación, no voy a indagar totalmente sobre eso. —Las palabras de su padre lo tranquilizaron de cierto modo. De por sí, ya era bastante vergonzoso estar hablando sobre eso.— Solo quiero saber si es verdad que él no está afectado por la maldición.
Oh-uh. Justo en el pequeño problema que Roier llevaba arrastrando desde ese día en el departamento de Mariana.
Bajó su mirada con miedo.
No podía mentirle a su padre… Pero tampoco estaba muy seguro de ello.
— Yo… No lo sé. Es confuso.
— ¿Qué es confuso? Cuéntame.
— No lo entenderías.
— Roier. —El nombrado levantó su vista para dar con la postura comprensiva de su padre.— Si hay alguien que pudiera entenderte a la perfección sobre ese tema, no hay nadie mejor que yo.
Las comisuras de sus labios se curvaron temblorosamente en una pequeña sonrisa.
Tenía razón. Sólo su padre tenía todas las respuestas sobre la maldición. Él sabía lo que pasaba y cómo actuar al respecto.
Pero, mierda. Seguía siendo tan vergonzoso…
— Es que… Verás… Yo no le gusto. Bueno, en realidad no lo sé. A veces parece que sí, luego no. Y me dice que necesita tiempo y espacio y, maldita sea, ¡¿Cómo quiere que le dé espacio si se acerca a mi?! Y me toma de la mano, y me bes-...
Paró de hablar cuando notó lo silencioso que estaba el ambiente. Y cuando echó un vistazo a su padre, el hombre parecía algo mortificado por lo que acababa de escuchar.
— Bien…
— ¡No, no, no! ¡Déjame explicarlo!
—... Creo que has explicado mucho.
Roier se encogió en su asiento y quiso gritar. Realmente quería hacer un hoyo en el suelo y esconderse allí por mil años. Quizás más.
Estaba pasando la vergüenza de su vida.
— A ver si entendí bien; Te dijo que no le gustas.
— ¡Sí!... Bueno, no. En realidad… no dijo nada sobre eso. —Sus palabras sonaron pensativas mientras buscaba en su mente alguna escena dónde Spreen dió alguna indirecta sobre sus sentimientos. Pero no había nada… ¿No?— Pero estoy seguro que desde el primer momento en que me vió no reaccionó como los demás.
— ¿Eso es verdad?
— Sí, él dejó en claro su disgusto hacia mi por… varios meses. —Roier soltó una ligera risa al recordar los primeros días en los que Spreen ni siquiera podía verlo. ¿Quién diría que las cosas cambiarían tanto?— ¿Te sucedió algo similar?
Preguntó a su padre, quién se inclinó hacia atrás en su asiento.
Debía ser cuidadoso con sus siguientes palabras.
— Sí, algo así…
— ¿En serio?
Luzu asintió.
Recordaba una persona que había actuado así cuando él aún era joven y cargaba con aquella maldición.
— ¿Y qué pasó con esa persona?
El hombre enfocó su vista nuevamente en su hijo. Y por algunos segundos tuvo que mantener la seriedad en su rostro.
— Nada importante… —Roier intentó volver a preguntar pero Luzu lo interrumpió con un carraspeo.— Roier, sé que es muy difícil para ti ahora hablar de ciertas cosas conmigo, pero voy a preguntarte algo muy importante y quiero que me respondas honestamente, ¿Sí?
Roier tragó en seco y asintió.
De un momento a otro su padre estaba siendo muy serio y no le gustaba eso. Si bien, ya había aceptado que Spreen no era un peligro y realmente era bueno para él, temía por otra cosa.
Luzu es la única persona capaz de entender la maldición, pero por alguna razón siempre evitaba darle a Roier las respuestas que quería. Pero, por favor, Roier necesita saber más. Más bien quiere asegurarse de que no está cometiendo otro error con Spreen.
Y que no le arruinara la vida por un tonto capricho suyo.
— Él va a estar bien… ¿Verdad?
Preguntó antes de que su padre lo hiciera.
Pero Luzu no cambió su semblante ni un poco, hasta bajó la mirada por pocos segundos pero no era un gesto tan claro como para que le diera la respuesta.
— No te preocupes por él. —El menor apretó sus manos en dos puños.— Olvídate de él por un momento. Lo que realmente quiero preguntarte es sobre ti.
Entonces Roier suspiró, liberando el oxígeno que había contenido.
¿Estaba mal preocuparse más por Spreen que por él mismo?
— Está bien. Dime.
Se rindió, dejando caer su espalda sobre el terciopelo del respaldo de su asiento.
Luzu se inclinó y apoyó sus brazos sobre el escritorio, juntando ambas manos y provocando que los hombros se vieran más anchos. Movió la cabeza hacia un lado y se mantuvo atento a las acciones de su hijo.
— Roier… ¿Él te hace feliz?
El más joven no pudo evitar arrugar el entrecejo. Pensó que eso ya había quedado bastante en claro.
— Sí, claro que sí.
— ¿De la misma forma que lo hacía Cellbit?
Roier se detuvo.
No podía ser una pregunta tan simple, claro que tenía una trampa. Las cosas siempre son así con su padre.
Luzu necesitaba estar seguro de que su hijo no se había dejado cegar por sus propias emociones, ignorando por completo las señales que indican cuando alguien caía bajo la maldición como lo había hecho en el pasado. No le importaba tener que revivir esos dolorosos recuerdos en su hijo para confirmarlo.
No podían bajar la guardia.
Para Roier era como estar presenciando un exámen. Tenía que responder correctamente y con la verdad.
Y la verdad era que… No.
Cellbit y Spreen eran muy diferentes. Demasiado podría decir. Por lo tanto, sus emociones hacia ellos también eran diferentes.
Cellbit había sido su primer amor adolescente, de eso no había duda.
Experimentar todo por primera vez junto a él fue increíble, y algo difícil de olvidar. Cellbit, mucho antes de la maldición, era paciente, cuidadoso, comprensivo y una persona que brillaba sin esforzarse en ello. Fue quien sostuvo su mano para que no cayera.
Obviamente fue feliz junto a él.
Antes de que las cosas se arruinaran.
Pero si de algo estaba seguro… Era que nada de eso se comparaba a Spreen y a lo que le hacía sentir.
Spreen es complicado, tan complicado como una ecuación de matemáticas.
También es impulsivo, gruñón, despreocupado. Es el tipo de chico al que no puedes acercarte sin que te mande a la mierda. Quizás hasta en otro contexto Roier jamás podría haberse fijado en él…
Pero que grave error hubiera sido ese ¿No?
Nunca hubiese descubierto todo lo que se perdía.
Sí, Spreen es complicado. Ya lo dijo. Pero cuando logras resolver toda esa larga ecuación y te das cuenta que la respuesta era tan simple, que siempre estuvo adelante de tus ojos y por perezoso nunca quisiste verlo. Se siente tan bien…
Porque Spreen también es atento, detallista, sensible (aunque lo niegue), delicado, delicado hasta en su tacto, inteligente, valiente, leal, empático. Y Roier podría estar días nombrando cada una de sus cualidades. Pero lo más importante era que Spreen no tenía miedo de ser él mismo, y que a pesar de su personalidad fuerte y su poca paciencia, siempre intentaba ver lo mejor de cada persona.
¡Y eso no tenía sentido!
Lo habían roto tantas veces, Roier ni siquiera sabía cuántas veces habían sido pero estaba seguro de que eran muchas. Podía verlo en sus ojos, en su cuerpo, en su forma de actuar. Y aún así…
Siempre iba a extender su mano y darle una oportunidad hasta a la persona más imbécil que haya conocido. Y se descuidaba a si mismo con tal de proteger a quien le importaba.
Esa determinación que demostraba hasta en los peores momentos era una de las tantas cosas que lo tenía encantado. Porque Spreen siempre lo escucharía y nunca, jamás lo juzgaría.
Nunca lo vería como un trozo de carne.
Ni como una tonta celebridad famosa.
Lo vería tal y como es.
— No.
Las pupilas de su padre se movieron examinando a Roier en busca de alguna señal de duda. Pero él se mantuvo firme.
Roier pocas veces podía ser él mismo con alguien, mayormente con su familia. Pero con Spreen era como si esas cadenas imaginarias desaparecieran.
Era como si… Él pudiera…
— Es diferente. —Respondió recorriendo la oficina con su mirada tratando de encontrar las palabras correctas.— Soy feliz… pero no necesariamente por mis sentimientos hacia él. Últimamente me siento feliz por ser yo mismo, por dejar de dar vueltas a la vida e intentar buscar la aprobación de los demás. Porque Spreen me enseñó que no lo necesito. Él me escuchó y preguntó qué era lo que yo realmente quería, y eso fue suficiente. Solo necesitaba eso… Necesitaba alguien que no me empujara a hacer esto o hacer lo otro. Que no opinara lo que era mejor para mí y que no se acercara solo por ser "Roier". Necesitaba alguien que me escuche y que me mire… como si fuera una persona más.
Repentinamente su padre suspiró, y con la ayuda de sus manos en el escritorio se puso de pie.
El actor observó a su padre con curiosidad y algo de miedo. ¿Acaso había dicho algo malo?
— Es suficiente.
Roier parpadeó sin entenderlo.
— ¿A qué te refieres?
Luzu caminó hasta posicionarse al lado de su hijo y le extendió la mano para que la tomara. Roier, dudoso, accedió levantándose del asiento.
— Que no necesito escuchar más. Lo he entendido perfectamente.
Oh. Entonces eso era bueno… ¿No?
No…
No, esperen, Roier necesitaba respuestas. Para eso había venido en primer lugar.
— Espera, ¿Qué? —Preguntó algo perdido y con un tono de ofensa.— ¿Eso es todo? Acabo de abrir mi corazón en estos momentos, ¿Y eso es todo lo que me dirás?
— Roier…
— No, no Papá. Al menos dime lo que piensas al respecto. Necesito saber que no voy a arruinarle la vida a Spreen con esta-... Esta estúpida maldición. ¡Papá, estoy desesperado!
— ¡Roier! Cálmate. No le arruinarás la vida a nadie. —Dijo Luzu, sosteniendo a su hijo por los hombros para hacerlo entrar en razón.— Hijo, lo único que puedo decirte es que… Vas por buen camino.
Una sensación de paz se fue formando de a poco en el pecho del más joven. Escuchar esas palabras después de tanto tiempo era simplemente un estado de plenitud tan puro.
Pero por más bien que eso lo hiciera sentir, aún necesitaba respuestas.
— ¿E-eso qué significa?
Luzu no pudo contenerse más y comenzó a reírse de la confusión de su hijo.
— Creo que tendrás que descubrirlo solo. Tengo cosas importantes que hacer… —Se excusó su padre ganándose una mala mirada de parte de Roier, mientras disimuladamente lo llevaba a la puerta de salida.— Y tú también.
— ¡¿Yo?! ¿De qué estás hablando? —Luego de decir eso, el pobre chico notó como era empujado por su padre hasta la salida.— ¡Oye! ¡Estás echando a tu propio hijo! ¿No te da vergüen-?
— Roier. —Habló su padre con un tono firme pero amable. Una combinación algo rara pero acompañada de una mirada seria.— Tienes que hablar con él.
¿Con él? ¿Con-?
Ah...
Roier desvió su mirada hacia la puerta, pensando en el chico que estaba esperándolo detrás de ella. Obviamente su padre se refería a él, sino ¿A quién más?
Entonces comenzó a analizar mejor sus palabras:
"Vas por buen camino"
"Tienes que hablar con él"
Eso fue lo único que recibió ante sus sentimientos, la maldición y Spreen. Claramente su padre no le quería dar la respuesta, pero a la vez dió señales muy directas. Por lo tanto, si lo pensaba mejor…
La respuesta estaba con Spreen.
~ • ~
Ni en sus peores pesadillas Spreen hubiera imaginado esto.
Luego de esas tres simples palabras, Spreen se congeló en su lugar. Casi de forma automática. No podía creer que le estuviera pasando esto… ¡Por segunda vez en tan poco tiempo!
Si a Spreen le dieran una moneda cada vez que una persona se le confes- ¡Ya se entendió! Olvidenlo. Esto no tiene sentido.
Un suspiro cansado se escuchó a sus espaldas y Spreen no quería voltear. Realmente no quería hacerlo.
— ¿Al menos podrías mirarme? Ya es suficiente castigo que no digas nada…
Los labios de Spreen se apretaron en una fina línea sintiendo la incomodidad del momento. Solo esperaba que fuera otra mentira.
Pero cuando se volteó, la imagen que le daba Quackity no era muy alentadora.
Seguía apoyado contra el muro, con su mirada en el suelo y manos en los bolsillos. También pudo distinguir un débil sonrojo en sus mejillas, el cual comenzaba a crecer al sentir la atención encima suyo.
Spreen nunca lo había visto tan tímido.
Mierda.
— Mierda… —Murmuró Quackity como si hubiera leído su mente.— ¡Por favor, dí algo! Estoy siendo honesto contigo.
El argentino entrecerró sus ojos hacia él.
— ¿Realmente lo estás siendo?
— ¡Que sí! Dios santo. —Se quejó, alejándose un momento de la pared y finalmente enfrentando cara a cara al Manager.— Sé que mentí una infinidad de veces, pero créeme que esta vez estoy diciendo la verdad. ¡En serio, me gustas!
Exclamó casi con desesperación, provocando que Spreen comenzara a palidecer haciendo un contraste con el enrojecido rostro ajeno.
Quackity mantuvo el contacto visual de forma temblorosa y Spreen tuvo un deja vú aunque no quisiera. Quizás dos.
No, no, no. Mierda, no.
El hijo de puta estaba diciendo la verdad.
De repente, Quackity movió su mirada hacia atrás y sus cejas se alzaron para luego girarse nerviosamente.
La curiosidad le ganó a Spreen y se volteó para descubrir lo que había visto.
Al final del pasillo habían dos chicas, secretarias quizás, que al ser atrapadas siendo espectadoras de esa desastrosa confesión se rieron en voz baja escapando de la escena.
Eso no podía ponerse peor.
— ¿S-sabes qué? Olvídalo. Esto no tiene sentido. —Habló Quackity entre risas nerviosas mientras evitaba la mirada ajena una vez más.— Es una pendejada. Sólo… Olvídalo.
El chico alzó su mano en un gesto despreocupado y se giró, escapando hacia el lado contrario.
Spreen sintió algo de alivio cuando presenció eso, pero en unos segundos también lo invadió algo diferente.
Fue el simple hecho de haber visto esa mirada en Quackity, le había recordado a la misma que Roier había hecho cuando se confesó. Y ahora no se la podía sacar de la mente.
De alguna manera se sentía culpable. Pero no tendría que sentirse así por una persona como Quackity... Pero…
¡PUTA MADRE!
Se llevó ambas manos a la cabeza, tratando de no arrancarse el cabello en el proceso mientras maldecía en voz baja. Entonces, cuando volvió en sí, dijo:
— Quackity, esperá.
El chico detuvo sus pasos y lo vió como si fuera un fantasma o algo parecido. Con esa misma sorpresa y miedo.
A Spreen le hubiera gustado ser un fantasma. Solo quería morirse y terminar con su sufrimiento.
— Hablemos… pero en otro lugar.
Ignoró completamente como los ojos del más bajo se abrieron de par en par. Sin embargo luego de su sorpresa, este accedió guiando a Spreen a algún lugar donde pudieran evitar a más personas entrometidas.
El lugar ideal para su charla se trató de un cuarto de limpieza, o algo parecido. Ambos se encerraron allí, posicionándose enfrentados, uno en cada esquina del pequeño espacio para hacer todo aún más incómodo que antes.
Cuando Spreen se dió cuenta que Quackity estaba lo suficientemente avergonzado como para guardar silencio por primera vez en la vida, respiró profundamente y decidió ser el primero en hablar.
— Quackity, yo… b-bueno, yo pensé que hacías todo eso solo para, ya sabés, molestar a Roier y hacerme enojar.
El susodicho volvió a suspirar, deslizando su espalda por el muro detrás suyo hasta caer sentado en el suelo.
— Y tenías razón. Eso es exactamente lo que hacía…
Spreen prefirió mantenerse de pie ya que así era más fácil distraerse con cualquier cosa que hubiera allí adentro en vez de observar al chico en frente suyo. En estos momentos sus zapatos eran muy entretenidos.
— Entonces… ¿Cuándo…?
— "¿Cuándo?" No tengo ni idea. Tampoco sé "Cómo" pasó, si te lo preguntas. —Respondió juntando sus propias manos de forma nerviosa.— No lo sé, quizás fue luego de tantos rechazos. Quiero decir; nunca nadie me ha despreciado tanto como tú. Y cabe recalcar que he sido aún más horrible con otras personas. Pero tú, Tú ni siquiera quisiste aprovechar las oportunidades que te dí. ¡Mírame! ¿Acaso me veo como alguien a quien pudieras rechazar?
Spreen soltó una risa sarcástica y negó con un movimiento de cabeza.
— El ego te consumió las pocas neuronas que tenías o estás demente.
Bromeó tratando de aligerar el ambiente. Pero la respuesta que recibió no fue la que esperaba.
— El ego es lo único que tengo. Sin eso solo soy otro pobre idiota. —Confesó de la nada. En ese mismo momento Spreen lo observó dejar su lado arrogante para dar lugar a algo más vulnerable.— Tienes todo el derecho de odiarme y burlarte de mí después de todo lo que hice. Yo también lo haría si fuera tú. Además, sin todas esas farsas y mentiras solo soy Quackity, el eterno papel secundario. El idiota que sabotea su vida y la de los demás. El que se fija en quien menos le conviene para luego ni siquiera llegar a segunda opción…
La incomodidad regresó, provocando que Spreen volviera a bajar su vista.
— Quackity…
— ¿Estoy mintiendo? —Cuando el más alto guardó silencio, Quackity supo que tenía toda la razón. Por lo tanto, esbozó una triste y rígida sonrisa.— Desde antes de haber reconocido mis propios sentimientos ya sabía que se trataba de una carrera perdida. Por favor, Roier es muy obvio. Pero tú no te quedas atrás. He visto como lo miras…
El Manager frunció el ceño con duda y negación. ¿Realmente era así?
— ¿Cómo pensás que lo hago?
Quackity rió.
— Cómo si fuera lo más preciado en el mundo.
— ¿Eh? —Spreen retrocedió unos pasos empujando el estante detrás suyo y dejando caer algunas botellas por el movimiento brusco. Su rostro no tardó en enrojecer.— Y-yo no-, o sea, no, para nada. Eso es imaginación tuya.
Dijo torpemente mientras se agachaba para juntar uno por uno los recipientes que contenían líquidos de limpieza.
El chico que lo acompañaba volvió a reír, esta vez más escandalosamente.
— ¡Y aún así lo niegas! Eres increíble. —Quackity se levantó de su lugar solo para ayudar al Manager.— No puedo creer que no te des cuenta de lo obvio que eres.
Y mientras tomaba una botella y la colocaba de nuevo en la estantería, agregó:
— Daría lo que fuera para que alguien me viera de la misma forma en que lo ves a él…
Spreen no pudo evitar que esa frase le generara algo de pena aunque su mente le repitiera que "él se lo había buscado". Pero tampoco podía ignorarlo así como así.
A veces le gustaría ser un poco más imbécil.
— Quackity, en serio estás imaginando cosas.
— Ajá, sí. —Cuando Spreen se puso de pie con la última botella en mano, Quackity se entrometió en el camino en busca de su mirada.— Mírame a los ojos y dime que no sientes nada por él.
Spreen desvió su mirada varias veces hasta que ya no pudo seguir escapando y aceptó el contacto visual.
Ahora los ojos negros de Quackity ya no se veían temblorosos. Habían adoptado una forma más determinada. Más firme.
Y Spreen sabía que no tenía que demostrarle nada a Quackity. Pero si lo negaba…
Iba a ser una completa mentira.
Así que se rindió y dejó caer sus pupilas moradas con total vergüenza.
— Es complicado.
— ¿Tan complicado que no puedes decirlo en voz alta? Wow, ¿Quién diría que yo tendría más huevos que tú a la hora de confesarse?
El más alto rodó los ojos y empujó la botella hacia el contrario.
— Sí, sí. Andate a la mierda.
Contestó recibiendo una risa en respuesta.
— Uy, sí. Me encanta cuando eres grosero.
Y ahí había vuelto el Quackity original. Pero eso en vez de molestar a Spreen, lo relajó.
Al fin se había disipado esa horrible incomodidad, y ni hablar de la tensión por no querer ser tan directo al momento de rechazarlo.
— Tu princesito debe estar esperándote, no voy a robar más de tu tiempo.
Con eso dicho, Quackity dejó la botella en su lugar y se movió hacia la puerta para poder abrirla. Pero sorprendentemente, Spreen no lo dejó hacerlo.
Él sentía que aún habían cosas qué aclarar.
— Quackity, sobre lo que dijiste antes… Yo no te odio… del todo. —El nombrado entrecerró sus ojos con incredulidad.— Está bien, sí, te odio. Pero eso es porque hiciste cosas horribles y sinceramente creo que deberías estar en la cárcel… pero también creo que en el fondo, muy en el fondo te arrepentís de todo eso.
Quackity mantuvo su mano en el pomo, y por un par de segundos separó sus labios para decir algo que nunca salió. Al parecer cambió las palabras y luego dijo:
— Si lo hago o no, eso ya no importa. No puedo deshacer lo que he hecho.
El argentino apretó sus labios en una fina línea y asintió.
— Bueno. También quiero decir que Roier está dispuesto a escuchar unas disculpas de tu parte algún día… pero si intentás alguna boludez, te juro que-
— Vas a matarme, sí, sí. Lo entendí perfectamente la primera vez. —Interrumpió sarcásticamente.— ¿Ya podemos salir? Porque si sigues bloqueandome tendré que darte un beso para que salgas huyendo.
Inmediatamente Spreen se alejó de la puerta y Quackity sonrió triunfante.
Finalmente ambos pudieron dejar el cuarto de limpieza con una silenciosa tregua entre los dos y un claro secreto. Porque de ninguna forma Spreen le contaría a Roier lo que acababa de pasar. Eso sería tirar una llama en un incendio apagado y prefería evitarlo.
A pasos rápidos llegó hasta la Oficina del padre de Roier, seguido por el joven secretario y agradeció que nadie hubiera salido de allí. Aunque por su parte deseaba que Roier se apresurara porque ya no quería estar en ese lugar.
Eso fue mucha información de golpe.
— Justo a tiempo.
Habló Quackity detrás de él, al ver cómo la manija de la puerta comenzaba a girar.
Spreen simplemente asintió y se preparó para lo que fuera.
¿El hombre aún quería despedirlo?
¿Convenció a Roier para hacerlo?
Y lo más importante:
¿Roier estaba bien?
— Spreen…
Reaccionó ante el llamado. Pero antes de que pudiera preguntar, alguien lo tomó por los hombros.
— Lo siento.
Y cuando la puerta se abrió, Spreen solo pudo escuchar el sonido de la madera porque su rostro estaba retenido entre dos manos.
Su cuerpo automáticamente se tensó.
Y sin perder un segundo más…
Quackity ya estaba presionando contra sus labios.
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