Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

[ 50 ]

Un fuerte estruendo se escuchó en toda la habitación.

Las cosas que antes estaban ocupando su escritorio, ahora se encontraban disueltas por el suelo. Lápices, papeles, vidrio. Todo hecho un desorden que Cellbit provocó en un ataque de ira.

— ¡¿Cómo puedes permitir que pase esto?!

— ¡No fue mi culpa!

Respondía Roier entre lágrimas.

Llevaban bastante tiempo discutiendo por una escena de celos. ¿Habían pasado dos? ¿O tres horas? Roier realmente no lo sabía. Solo quería solucionar el problema y recuperar a su amoroso novio.

Pero siempre tenían que estar en una pelea distinta.

— ¡¿Cómo no va a ser tu culpa?!

Volvió a gritar el de ojos celestes mientras se giraba en su dirección.

Roier tembló.

Cellbit no solía ser una persona violenta. Sus primeras peleas ni siquiera fueron en un tono de voz alto. Y nunca, nunca le puso una mano encima.
Pero hace unas cuantas semanas, su novio comenzó a actuar de forma impulsiva y errática. Y ahora estaba aquí, destruyendo su habitación y diciéndole que todo era su culpa.

Honestamente, en algún punto Roier también lo pensaba.
Así que no fue difícil de creer que Cellbit fuera capaz de sobrepasar los límites. Pero ¿Por qué?

¿Por qué de repente todo había cambiado tan rápido?

La voz de su padre invadió su mente, repitiendole que Cellbit debía estar bajo la maldición. Pero Roier no quería escuchar sobre eso.

— ¡Él se abalanzó sobre mí!

Roier intentó excusarse sobre el acontecimiento de esa tarde, cuando un chico llegó de la nada y lo abrazó. Al principio pensó que solo era un inocente fan hasta que intentó besarlo.

Y Cellbit tuvo que verlo todo.

— ¡Y tú lo permitiste!

— ¡No! Y-yo no lo hi-

Pero el contrario no lo dejó terminar cuando lo tomó por el cuello de su camiseta de forma amenazante.
Sus ojos avellana se encontraron con esos ojos celestes llenos de ira y quiso largarse a llorar ahí mismo.

No sé suponía que fuera así…

— Cell-

— Todo es tu culpa.

Las palabras parecían dagas.

"Todo es tu culpa"…

Una corta frase que marcaría a Roier de por vida.

El labio inferior del castaño se movió con un pequeño temblor y puso sus manos en el agarre de Cellbit intentando que lo suelte. Hasta que el mayor cedió, entonces Roier vió el momento perfecto en que esa mirada llena de violencia cambiaba a una de tristeza.

Observó claramente cuando su novio se llevaba las manos a la cabeza y se encogía en el suelo. Y allí escuchó los sollozos.

— Es que no lo entiendes…

Murmuraba el joven.

Pero el contrario estaba demasiado aturdido por el repentino cambio de humor de su pareja.

Cellbit estaba llorando a sus pies y murmurando cosas como:

— Roier, tienes que entenderlo. Nadie puede estar contigo. —Volvió a sollozar.— Nadie puede amarte más que yo.

Y ahí es cuando Roier también se quebró, dejándose caer en frente de Cellbit. Dónde él mismo chico lo atrapó entre sus brazos.

El menor lloró y lloró sobre su hombro.

— Solo yo puedo hacerte feliz. ¿Lo sabes? No necesitas a nadie más.

Roier sólo se aferró a él sin responder. Pero en el fondo pensaba exactamente lo mismo.

Solo Cellbit podría amarlo tal y como era, sin necesidad de una maldición…

Solo eran Cellbit y él.

— N-no necesito a nadie más…

Respondió casi en un susurro entrecortado por los sollozos que se escapaban de su garganta.

Cellbit siseó.

— Por eso tengo que pedirte algo…

El chico castaño alejó un momento su rostro del pequeño escondite entre el cuello y el hombro de su pareja, para limpiarse las lágrimas con la manga de su camiseta y darle toda su atención.

Pero fuera lo que fuera, Roier estaba dispuesto a hacer cualquier cosa por él. Aunque eso significara lastimarse en el proceso.
Porque de todas formas; a Roier ya no le importaba lo que pasara con sí mismo.

Cellbit lo tomó por los hombros y lo observó con angustia y necesidad.

Roier le devolvió la mirada con restos de lágrimas aún visibles, nunca se hubiera imaginado lo que estaba a punto de pedirle.

— Roier, yo… yo quiero que mueras conmigo.

~ • ~

Ese fue el recuerdo que se materializó en la mente de Roier cuando llegaron al "misterioso" lugar.

Estaban en el bosque, a unos cuantos kilómetros de la ciudad más cercana. Un lugar lo suficientemente alejado y desolado. Una zona escondida entre los árboles, la cual sólo ellos dos conocían.

Cuando ambos salieron del auto, Roier automáticamente se acercó sin poder creer que habían vuelto allí, dónde crearon tantos recuerdos.
Sin esperar al mayor, se inclinó frente al pequeño lago y dió una caricia superficial al agua cristalina.

¿Cuántas veces estuvieron allí? Ya había perdido la cuenta.

Tiempo atrás, cuando querían escapar de la ruidosa ciudad, las responsabilidades y sus dilemas familiares, Roier y Cellbit tomaban sus bicicletas para alejarse de todo. Era un camino bastante largo pero al final siempre terminaban tirados en el césped, mirando el cielo y buscándoles formas chistosas a las nubes. A veces se desahogaban, otras veces evitaban hablar sobre el problema principal.
Pero siempre se quedaban hasta que caía el atardecer y el bosque comenzaba a verse algo terrorífico a oscuras.
Con el tiempo se volvió una costumbre. Algo que siempre le recordaría a momentos bonitos. Excepto por uno en especial, la última vez que vinieron allí.

Porque ese lugar también fue el mismo dónde intentaron suicidarse.

— Bonito, ¿No?

La voz de Cellbit interrumpió los desordenados pensamientos del menor.

No supo cuándo se había acercado a él hasta estar de pie a su lado.

— Se ve exactamente como la última vez.

Respondió, y aún sin devolverle la mirada pudo escucharlo resoplar en una amarga risa.

— Igual que tú. —Agregó Cellbit, tomando una piedra del suelo y tirándola al lago para que rebotara. A Roier nunca le salió ese truco.— Al parecer soy el único que cambió después de todo.

Luego de eso, se hundieron en el silencio natural de la fauna que los rodeaba.

Para Roier fue inevitable pensar lo que hacía allí. Ya no había vuelta atrás.

Irónicamente, Cellbit estaba pensando lo mismo.

— Es hora.

La respiración del actor se detuvo al escuchar las firmes palabras del mayor. Entonces tomó valor y se puso de pie buscando la mirada ajena.

Pero Cellbit estaba muy distraído mirando las ligeras ondas que se formaban en el agua cuando el viento soplaba.

— Cellbit, escúchame.

— Sabes perfectamente para qué venimos aquí, Guapito. —El pelilargo se volteó hacia él y lo tomó de los hombros mientras le mostraba una sonrisa un poco apagada.— Esto era lo que queríamos. Tú y yo juntos hasta el final de los tiempos. Hasta después de la muerte.

Roier ni siquiera pudo ocultar su semblante asustado ante esas palabras. Claro que sabía lo que Cellbit quería desde un principio, pero escucharlo de esa manera después de tantos años era aterrador.

Ese no era Cellbit. Solo era una versión distorsionada de él.

— Cellbit, por favor. Tú no quieres esto. Lo sé. Solo escúchame… —El mayor apretó su agarre en los hombros del castaño, pero éste no se dejó ganar. En cambio, puso sus propias manos en los antebrazos ajenos y acercó su rostro al de su ex pareja.— P-podemos estar juntos sin tener que hacer esto.

Sabía que lo que estaba diciendo era peligroso teniendo en cuenta la situación en la que Cellbit se encontraba. Pero era mejor que la muerte.

— Roier, lo prometiste. —Su tono de voz sonaba dolido a comparación con el agarre que se fortalecía de a poco.— Tú también querías esto. Me dijiste que estabas cansado de no ser nada para tu familia.

— Eso cambió. Ya no pienso lo mismo.

— ¡Estás mintiendo!

Exclamó Cellbit mientras lo soltaba con un empujón que hizo que Roier perdiera el equilibrio, pero rápidamente pudo recomponerse antes de caer.

El chico de ojos claros comenzó a caminar de un lado a otro soltando angustiados murmullos.

— ¡No! No estoy mintiendo. Las cosas cambiaron y yo ya no quiero esto. Hubo un punto en el que sí pero luego… luego pude ver cómo eran las cosas realmente. —Tenía que hacerlo. Tenía que lograr demostrarle a Cellbit que eso estaba mal.— Yo no quiero que mueras, Cell… y tampoco quiero morir.

Hasta Roier se sorprendió por sus propias palabras.

Estuvo tanto tiempo pensando que morir podría ser la única solución a todos sus problemas, que ahora se sentía tan raro decir eso en voz alta.
Tanto tiempo en el que estuvo deseando morir en algún tipo de accidente para así no desilusionar a su familia.
Tanto tiempo en el que solo quiso… desaparecer.

"La muerte no es la solución"

Su mirada se volvió borrosa al volver a escuchar la voz de Spreen en su mente. Su última conversación con él…

— Cellbit… hay tantas cosas por las cuales vivir… —Repitió esas mismas palabras que fueron dichas por el argentino, al chico que tenía en frente suyo, el cual se detuvo a verlo con confusión.— Podemos dejar todo esto atrás y empezar de nuevo… Juntos. ¿Qué dices?

Roier estaba conteniendo sus lágrimas cuando extendió su mano para que Cellbit la tomara. El contrario la observó.

— Empezar de nuevo…

Murmuró con la mirada perdida.

Roier apretó sus labios con una sonrisa melancólica.

Quizás lo estaba logrando.

— Sí, puedes venir conmigo y te ayudaré a reparar todo el daño que te hice… —El castaño acercó más su mano provocando que el brasilero diera un paso atrás.— Volveremos a la ciudad y comenzaremos desde cero.

Cellbit estaba algo perdido en sus palabras hasta que escuchó claramente la última frase.

Volver a la ciudad…

— Tú… lo estás haciendo por él.

El actor se paralizó en su lugar ante el murmullo.

— ¿De qué hablas?

Esta vez Cellbit dió un paso hacia adelante, provocando que Roier comenzara a retroceder.

— Ya entiendo por qué no quieres hacer esto conmigo. Has encontrado un nuevo juguete… —El menor negó pero ahora estaba mil veces más aterrorizado bajo la amenazante mirada.— Tu Manager. ¿Todo esto es por ese idiota?

— N-no, Cellbit, espera-

— ¡Cállate! —El gritó espantó a algunos pájaros en el árbol más cercano, el mismo con el que Roier chocó cuando ya no podía seguir retrocediendo. Ya no había salida alguna.— Debí deshacerme de él cuando tuve la oportunidad.

El joven actor tragó forzosamente en el momento en que entendió a lo que se refería.

Cellbit había tenido más oportunidades para lastimar a Spreen pero no lo hizo…

¿Él se contuvo?

— Cellbit, por favor… Este no eres tú.

— Te dije que te calles.

Pero aún así Roier continuó.

— ¡Tú no me amas! Solo crees que lo haces pero no es así.

— ¡Deja de mentir! ¡Yo te amo!

— No, Cellbit.

El castaño juntó valentía y tomó el rostro del mayor entre sus manos para que no pudiera evitar su mirada.

Tenía que decirle la verdad.

— Tú realmente no me amas. Solo fuiste una víctima más de mi maldición. —De alguna forma, decir eso también estaba ayudando a cerrar una herida de tanto tiempo atrás. Cómo si sanara a ese joven Roier que creía que el amor que le proporcionaba Cellbit era real, y no una completa mentira.— Lo siento tanto, Cellbit. Perdón por todo el daño que te causé…

Intentó no ahogarse con el nudo que se estaba creando en su garganta pero no pudo. Tenía tantas ganas de quebrarse ahí.

Pero de un momento a otro, Cellbit se deshizo de su agarre empujando sus manos de forma abrupta, y cuando el menor nuevamente quiso acercarse, el contrario lo evitó sacando un objeto del costado de su cadera.

Entonces Roier jadeó.

Porque ahora Cellbit lo estaba apuntando con un arma.

— Tú no entiendes nada y aún así eres capaz de decirme todo esto…

El labio inferior del actor tembló pero no podía decir nada. Era muy tarde. Así que procedió al plan B.

Discretamente acercó su mano al bolsillo de su pantalón en busca de su teléfono. Mismo aparato donde se encontraba el botón de pánico que alertaría a su familia.

Pero qué gran sorpresa fue encontrarlo vacío.

— ¿Buscabas esto?

Sus ojos se abrieron de par en par cuando reconoció su celular en una de las manos ajenas.
Y antes de que pudiera decir algo, Cellbit lo balanceo en su diestra y de un fuerte movimiento lo lanzó hacia el lago.

— ¡No!

Roier cayó de rodillas al suelo viendo como su único escape se hundía en el agua. Fue ahí cuando ya no pudo contener las lágrimas.

Las gotas saladas comenzaron a rodar por sus mejillas, imparables y desordenadas.

No es así como quería que las cosas pasaran.

El seguro de la pistola resonó sobre su cabeza.

— Antes me preguntaste por qué hice las cosas que hice. Esta vez te responderé mejor. —Habló Cellbit sin alejar la punta del cañón de la cabeza de Roier.— Al principio, solo quería hacerte saber lo difícil que fueron para mí todos esos años. Causarte el mismo dolor que tú me causaste a mi. Luego, lo único que solo quería era tu atención.
No quería lastimarte así, tú me obligaste a hacerlo. Tú y ese estúpido que siempre estaba junto a ti.

Roier no podía levantar su mirada. No quería hacerlo y enfrentar la triste realidad de lo que había provocado. Tampoco quería enfrentar su triste final.

No quería morir así. Tenía tantas cosas por hacer.

Tenía que cuidar de su hermana. Que ningún idiota le rompiera el corazón.

Tenía que burlarse de Mariana y su relación inestable. También aconsejarlo cuando lo pidiera.

También tenía que ser la burla de su primo Aldo. Hablando de eso ¿Se había logrado recuperar del todo?

Y también… tenía que confesar sus sentimientos de una vez por todas. Ya no le importaba si Spreen se echaba para atrás y lo rechazaba. Tenía que hacerlo.

Pero ahora ya era muy tarde.

Demasiado tarde.

— Actuabas como si yo nunca hubiera existido. ¿Acaso has olvidado que yo soy la única persona capaz de amarte tanto? ¡Yo hice todo por tí! ¡Yo lo dí todo por tí!
He perdido a mi familia, mis amigos, mi vida, todo por tu culpa. Eres lo único que me queda y aún así… No me amas.

— L-lo lamento tanto…

Roier cerró los ojos con fuerza soltando un sonoro sollozo.

Todo volvía a recaer sobre él. Porque todo era su culpa.

Eso nunca iba a cambiar.

— No, tú no lo lamentas. No te importa ni un poco. Roier, tú me arruinaste por completo y te odio tanto… No sabes cuánto te odio.

Roier tuvo que levantar su mirada cuando escuchó un sollozo ajeno.

Era él.

Cellbit estaba llorando.

— Pero después de todo aún te amo. Y aunque quiera forzarme una y otra vez a borrarte de mi mente, es imposible. Ya lo intenté demasiadas veces…  —El mayor empujó el arma más cerca de la cabeza del castaño mientras su mirada estaba llena de una mezcla de ira y tristeza. Roier podía ver hasta arrepentimiento en él.— ¿P-por qué? ¿Por qué no me amas?

Y el peso de la culpa terminó por consumir a Roier.

El chico de cabellos castaños bajó su mirada y giró su rostro para que el cañón de la pistola quede justo en su frente.

Entonces cerró los ojos y apretó los labios.

Todo debía terminar como había comenzado. Su destino ya estaba sellado desde que nació siendo el más joven de su familia.

Si solo esa maldición no existiera, ahora no estaría sucediendo esto. Nunca hubiera lastimado a Cellbit, nunca hubiera perdido a Quackity, ni habría arruinado su futuro.

Incluso, su padre hubiese sido más feliz. Quizás hubiera estado más atento a él.

Su hermana y primos no tendrían que lidiar con el problema de cuidarlo.

Y mucho menos Spreen.

En realidad… Nunca lo hubiera conocido.






















































La muerte no es la solución.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro