Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

[ 49 ]

La ciudad estaba muy vacía para ser fin de semana.

Eso pensaba Roier mientras caminaba por el centro con su típica gorra y el tapabocas para ocultar su identidad.
Hace tiempo no paseaba tan tranquilo en un lugar concurrido. Ojalá pudiera hacer eso todos los días. Pero ahora estaba allí por algo personal.

Por Cellbit.

Y eso era una locura. Una completa locura.

El chico dijo que tenían que encontrarse ese día en el centro de la ciudad. Sabía exactamente qué era lo que quería, pero tenía en mente intentar hacerlo entrar en razón.

Y si eso salía mal. Lo segundo que haría sería notificarle a su familia. Si es que llegaba a tiempo.
No quería contactar a Spreen porque eso lo pondría en peligro. Y teniendo en cuenta lo impulsivo que era el mayor, él no dudaría en ponerse en medio de todo y arriesgarse como si su vida no importara nada.

No podía dejarlo hacerlo. Esto tenía que solucionarlo él solo.

Roier llegó hasta la dirección que le había enviado el brasilero, era un parque. Muy bonito, la verdad.
Cellbit había rogado para verlo (y amenazado) y el actor le dijo que solo lo haría si era un lugar al aire libre. Totalmente expuestos.

Tenía que ser precavido pero de todas formas sabía que eso no iba a funcionar por mucho tiempo.

Así que allí estaba, sentado en una de las bancas esperando por el chico que supuestamente no tardaría en llegar, mientras veía algunos pocos niños jugando en los columpios.

— Roier.

Al escuchar esa voz, fue como si todo se detuviera a su alrededor y el ambiente tan agradable que veía antes fuera reemplazado por temor. El temor invadió su cuerpo pero de todas formas logró girar su rostro al lugar de donde provenía.

A unos pasos se encontraba un chico de estatura mediana, cabello castaño claro, todo revuelto y barba incipiente.
Esos ojos celestes con un pequeño matiz verde se posaron en él después de tanto tiempo. Pero eran diferentes, más opacos. No tenían ese mismo brillo inocente de años atrás. Y hasta podría decir que se veían tristes. Sin contar que cargaban con dos bolsas oscuras debajo de ellos, cómo si no hubiera dormido por días.

La descuidada imagen solo le recordó por qué tuvo que alejarse de él en primer lugar, y le devolvió ese sentimiento de culpa.

No quería estar allí. No quería verlo.

Pero tampoco quería que alguien más saliera lastimado. Incluso Cellbit.

Cuando se levantó de su lugar para saludar al chico, este ya había adelantado los pasos que le faltaban para llegar a dónde estaba el menor. Y antes de que pudiera detenerlo, Cellbit lo rodeó con sus brazos.

— Roier, Guapito. —Murmuró con el rostro escondido en el hueco entre el hombro y el cuello del castaño.— Te extrañé tanto…

El mayor lo estrujó entre sus brazos como si quisiera aferrarse de él antes de que se fuera, mientras que Roier se mantenía quieto. Tardó unos segundos pero finalmente se decidió por corresponder el abrazo.

Pero no se sentía bien. Se sentía incorrecto.

Cuando se separaron, Cellbit tomó su rostro entre ambas manos y lo observó detenidamente con una gran sonrisa.

— Realmente eres tú…

Roier le devolvió la mirada con confusión.

¿A qué se refería? ¿Acaso había llegado a tener alucinaciones?

— Cellbit… —El actor habló por primera vez, alejando las manos ajenas de su rostro.— ¿C-cómo llegaste hasta aquí?, quiero decir, ¿Qué pasó con el internado?

El hombre delante suyo soltó una pequeña risa irónica.

— En algún momento tenía que salir de allí, ¿No crees?

A Cellbit eso le resultaba divertido, pero no había ni una señal de simpatía en el semblante del castaño. No quería ni imaginarse cómo había salido de ese lugar.

El brasilero volvió a tomarlo, esta vez por los hombros, analizándolo con su mirada. Roier intentó ocultar su nerviosismo pero esos agarres solo le provocaba escalofríos de miedo.

¿Cómo podría olvidarse de esos "incidentes" y de sus constantes amenazas telefónicas?

En eso, Cellbit volvió a hablar.

— Estás tan hermoso como la última vez que nos vimos.

La manzana de Adán en la garganta de Roier se movió de arriba a abajo sin saber qué responder. Mientras tanto, el contrario seguía mirándolo como si se tratara de un tesoro inigualable.

Pero esos ojos celestes seguían viéndose algo… vacíos.

— Cellbit. —Murmuró temeroso.— T-tengo que hablar contigo.

— Y lo haremos. Tengo el auto estacionado a unas calles de aquí. —El pelilargo lo soltó para señalar dicho lugar.— Iremos a un lugar más privado.

Inmediatamente Roier recordó cuando Quackity le dijo que quería hablar con él en un "lugar más privado".

Eso no había terminado muy bien.

— ¿Por qué mejor no hablamos aquí? —Se apresuró a proponer. No quería sonar asustado así que agregó:— Es un muy lindo día como para desperdiciarlo.

Pero en el momento en que Cellbit volvió su mirada hacia él, supo que había cometido un error.

En un discreto movimiento, el hombre tomó su muñeca con una fuerza innecesaria que casi le saca un jadeo de dolor al más joven. La acción contrastaba mucho con esa amable sonrisa que mantenía en su rostro.

— Vendrás conmigo. —Su voz sonaba un poco más grave que antes. Más amenazadora.— ¿Verdad?

Roier podría gritar. Podría deshacerse del agarre y salir corriendo en busca de ayuda.

Pero eso no solucionaría nada…

— Olvidé preguntarte cómo se encuentra Spreen. Es raro verte sin él… ¿Quizás debería hacerle una visita?

Solo lo empeoraría.

— ¡No!

Exclamó rotundamente, buscando algún destello de humanidad en la persona que alguna vez fue su pareja. Y cuando Cellbit se rió, Roier solo quiso llorar.

— Entonces… ¿Vienes?

El agarré se fortaleció haciendo doler su muñeca pero poco le importaba a Roier.
El actor se mordía el labio inferior con fuerza y daba pequeños vistazos al parque donde se podían ver algunos transeúntes.

Ojalá alguien se hubiera volteado hacia él.

Porque cuando regresó su vista con tonos tristes hacia Cellbit, solo pudo responder:

— Sí.

~ • ~

Con el fuerte chirrido de las gomas en el pavimento, Spreen estacionó frente al apartamento donde una chica rubia lo esperaba.

— ¡No está!

Casi gritó cuando salió de la Van dando un fuerte portazo.

No iba a interesarse por ser delicado. Y lo último que necesitaba Rivers en esos momentos era regañarlo.
Era obvio que la preocupación lo tenía al borde de la locura, porque a ella también. Rivers solo quería mantener la imagen de alguien que tiene todo bajo control, porque volverse loca no sería la solución para encontrar a su hermano.

— ¿Buscaste en toda la compañía?

— ¡Sí! ¡Él no está ahí! Es como si-... Si simplemente hubiera desaparecido. —Explicó en un tono alterado, mientras caminaba de un lado a otro revolviendo su largo cabello azabache e intentando no arrancarselo.— Lo voy a matar.

— ¡Ya cálmate! No sé pudo ir tan lejos teniendo en cuenta el horario de los mensajes. Tiene que estar por ahí.

— ¡Ya sé! ¡¿Pero por qué sigue haciendo estas cosas?! —Clamó llegando al límite de su estabilidad mental.— ¡Es como si le encantara correr el riesgo! ¡Lo quiero matar! ¡¿Cómo podés estar tan tranquila?!

Esta vez fue Rivers quien soltó un quejido casi parecido a un gruñido. Ella también quería matar a su hermano por ser tan descuidado, pendejo, idiota. Pero ¿Qué resolvería eso?

— ¡¿Crees que estoy tranquila?! —Spreen detuvo su caminar cuando la joven chica de baja estatura se posicionó en frente suyo y lo tomó por el cuello de la sudadera.— ¡Me importa tres hectáreas de verga lo que tengas con mi hermano! ¡Él es mi hermano y estoy realmente asustada por él! Pero como hermana mayor, tengo que mantener la compostura y encontrar una solución a sus pendejadas, así que ahora te vas a quedar quieto y callado y solo hablarás para responder mis preguntas. ¡¿Entendido?!

La rubia tenía su rostro completamente rojizo por el estrés y el enojo. Y a pesar de su corta estatura, se veía demasiado temible. Tanto que Spreen se quedó pasmado, mirándola con los ojos abiertos de par en par.
El chico acató sus órdenes y esperó atentamente por el cuestionario de la joven.

— Bien. Ahora dime: ¿Has notado algo raro en Roier estos días? —Spreen asintió.— ¿Qué es lo que llamó tu atención?

El argentino se aclaró la garganta antes de hablar.

— Él estaba… como apagado. No sé. No era él.

Rivers suspiró y acarició el puente de su nariz para luego proseguir.

— ¿Solo eso?

Spreen desvió la mirada intentando recordar algún otro detalle importante.
Además de verse decaído, Roier…

— Estaba con su celular. —Rivers hizo una mueca y Spreen decidió corregir sus propias palabras.— Quiero decir, es normal que use su celular de vez en cuando… pero últimamente lo hacía todo el tiempo.

— ¿Y viste lo que hacía con él?

El azabache frunció el ceño. No creía que fuera algo importante averiguar lo que hacía o no con su teléfono. Siendo honestos, sí, tenía curiosidad pero no quería ser invasivo.

— No. Yo respeto su privacidad.

La rubia bufó en desacuerdo.

¿Por qué tenía que ser tan correcto hasta en esos momentos?

— Pues yo no.

Respondió ya harta del asunto. La joven sacó su propio teléfono celular y lo desbloqueó tecleando rápidamente en él.

Spreen ahora también tenía curiosidad de lo que ella hacía.

— ¿Qué querés decir?

Rivers siseó levantando su mano hacia él para que se callara hasta que terminó de teclear en el aparato. Entonces se giró hacia el auto estacionado y caminó a él abriendo la puerta del piloto.

El Manager no se movió de su lugar, mirando toda la escena confundido hasta que Rivers habló:

— ¡¿Vienes o no?!

No necesitó de nada más para moverse velozmente al asiento del copiloto. Rivers era muy inteligente. Pero también estaba muy loca.

Já, igual que el pelotudo su hermano.

Cuando ambos estuvieron dentro del auto, la estilista movió la palanca de cambios y presionó el acelerador hasta el fondo.
Spreen nunca se había sentido tan en peligro hasta ahora, siendo el copiloto de una muy alterada Rivers que conducía como si su vida dependiera de ello. Estaba seguro de que hasta se habían pasado varios semáforos en rojo.

Esas multas costarían una fortuna.

— ¿Sabes? La primera vez que Roier hizo esto, yo lo descubrí. —Comenzó a contar la joven como si no hubiera ningún problema en su forma de manejar. Cómo si Spreen no estuviera aferrado al agarre de la puerta como un gato asustado.— Fue la última vez que estuvo con Cellbit.

Spreen posó su mirada en ella. Al escuchar aquel nombre sus sensores de atención se activaron ignorando la velocidad con la que Rivers conducía por la autopista.

— Esa mañana Ro escapó. Me di cuenta cuando fui a su habitación a despertarlo y no había nada. Pero llevaba días sospechando sobre su relación con ese chico. Siempre escuchaba sus discusiones, sus disculpas. Incluso las escenas de celos de Cellbit.
Papá decía que él estaba afectado por la maldición de mi hermano. Pero Roier no le creía, por eso peleaba con él para que terminara con esa relación… Y de un momento a otro, las peleas de Roier y Cellbit se acabaron.

Rivers giró en una esquina y tuvo que detenerse en un semáforo en rojo para evitar un accidente. De todas formas lo hizo casi obligada y dando un golpe al volante.

Antes de seguir con la anécdota, suspiró.

— Roier… parecía apagado. Y yo sabía que era por su culpa.
En muchas peleas Cellbit siempre le gritaba que su familia no lo quería tanto como él. Que nunca podrían amarlo como él lo hacía. Ugh, una completa basura. Solo quería apropiarse de Roier. Tenerlo para él y nadie más… Así que ese día, tomé de nuevo mi puesto como hermana mayor que soluciona todos los problemas y me hice cargo del asunto.

Spreen le dió una mirada confundida.

¿No había sido su padre quien se encargó del problema?

— ¿Qué fue lo que hiciste?

El semáforo se puso en verde y Rivers presionó una vez más en el acelerador.

— Llamé a la familia de Cellbit y confirmé que él no estaba allí. Pero tampoco tenían idea de dónde estaba así que, me incliné por la única persona que podría ser tan tonto y acosador como para saberlo.

El Manager tardó unos segundos en darse cuenta pero finalmente lo hizo.

— Quackity.

Dijeron en unísono. El argentino quiso reír pero no era momento para hacerlo.

— Efectivamente. Cuando hablé con él, además de mandar a la mierda a Roier y Cellbit, me dijo que siempre se juntaban en un mismo lugar. Ahora no recuerdo muy bien dónde era pero cuando llegué… allí estaban. —Rivers respiró profundamente porque esa era la parte más difícil de decir.—... A punto de suicidarse.

Spreen ya había escuchado esa parte. Pero aún así, cada vez que lo volvía hacer sentía como su corazón daba un vuelco y su estómago se revolvía. Eso mezclado con la preocupación de no saber dónde estaba Roier, no estaban resultando en algo bueno.

— Supongo que ya conoces lo que sigue; Papá se enteró, se ocupó de enviar lo más lejos posible a Cellbit y llevó a Roier a años de terapia. Fue una etapa muy difícil para nosotros… Pero nada era más difícil que saber que, si ese día no llegaba a tiempo… Mi hermano no estaría con vida.

La mayor decidió parar sus palabras. El nudo en su garganta ya era demasiado molesto como para ignorarlo. Pero no era nada nuevo para ella revivir ese doloroso recuerdo. Lo hacía cada día, cada momento, cada vez que miraba a su hermano menor.

Siempre recordaría esa triste y enojada mirada que le dió cuando lo encontró.

Rivers se aferró del volante y la presión se podía notar en el color de sus nudillos. Entonces, algo suave se posó sobre ellos.

Una mano fría pero reconfortante se posicionó sobre la suya. Cuando se giró por unos segundos, vió la segura mirada amatista sobre ella. Eso la hizo sentirse escuchada y acompañada.

Curioso. Podía entender por qué su hermano estaba loco por él.

— Lo vamos a encontrar, ¿Sí?

Spreen no dió una cálida sonrisa, no era su fuerte. Ni siquiera se esforzó por cambiar su expresión preocupada. Pero eso fue todo para que Rivers pudiera relajarse un poco.

A ese chico realmente le importaba su hermano.

— Oh, claro que lo vamos a encontrar. —La joven metió una mano en su bolsillo y nuevamente sacó su teléfono.— Y tengo mis trucos.

En un movimiento rápido lanzó el celular hacia el Argentino, quien reaccionó atrapandolo en el aire. El chico observó el aparato con confusión y regresó su vista a ella.

¿A qué se refería con "trucos"?

— Luego te lo explico.

Respondió Rivers como si le hubiera leído la mente.

Sinceramente, a Spreen le importaba más el bienestar de Roier que los dichosos trucos que tuviera su hermana para encontrarlo.
Mientras él esté bien, no le interesaba nada más.

Y rogaba por que estuviera bien.

~ • ~

El viaje era largo.

Roier ya se sentía algo sofocado en ese auto viejo. Estaba sentado junto a Cellbit en el lado del copiloto con la ventanilla ligeramente baja. Pero a pesar de sentir el aire chocando con su rostro, no podía deshacerse del miedo y la angustia que sentía.
Ese día podría pasar cualquier cosa.

Aunque sabía exactamente lo que Cellbit quería.

— Fue un largo tiempo sin saber de ti. —Habló de repente el contrario, terminando con el incómodo silencio dentro del coche. Roier no sabía si eso era mejor o peor.— Ese lugar era una pesadilla. Todo era una pesadilla sin poder verte.

Roier se removió en el asiento al escucharlo. El menor mantenía su mirada fija en el camino, pensando una vez más que eso era una locura. Y todo era mil veces tortuoso cada vez que pensaba en la noche anterior cuando su Manager tuvo la intención de animarlo.

Sus reconfortantes palabras que se repetían una y otra vez en su mente.

Esa mirada profunda que brillaba como dos piedras preciosas.

Sus manos rozándose.

El beso…

Roier quería volver el tiempo atrás y detenerlo justo ahí. Quería que ese momento se repitiera sin parar pero era imposible.
Ahora estaba en el auto de Cellbit, de camino a lo que podría cambiar su futuro para siempre.

Ahh, qué hipócrita de su parte haberse quejado de su vida común cuando ahora era posible que nunca más regresara a aquello.

Pero era la única oportunidad para revertir las cosas. Ya no quería que nadie más saliera lastimado por su culpa.

Esperaba que al menos Spreen lo perdone.

Spreen…

Contra su voluntad, posó su mirada sobre él hombre a su lado, y las imágenes de Spreen siendo atacado por él invadieron su mente.

— ¿Por qué lo hiciste?

La pregunta tomó por sorpresa a Cellbit, quien se volteó momentáneamente hacia él encontrándose con un semblante serio.

— ¿Por qué hice qué?

— ¿Por qué hiciste todas esas cosas en contra de mi?

Tardó unos segundos pero finalmente el brasilero comprendió, esbozando una divertida sonrisa.

— Oh, ¿hablas de las galletas y eso? —Preguntó en un tono en el cual fácilmente podía distinguirse la falta de culpa.— No fue en contra de ti. Era un juego.

Roier entrecerró los ojos.

— ¿Un juego?

Preguntó casi escupiendo con odio. Al parecer, lastimar personas era un juego ahora.

— Sí, un juego en el que tenía que llamar tu atención.

— ¿Y no era más fácil simplemente hablarme?

Esta vez el actor no ocultó su creciente molestia. Pero fue respondido con una risa.

— Bien, fue un poco violento de mi parte, lo acepto… Pero tú no parecías tan afectado por mi ausencia. ¿O sí, guapito?

El menor no pudo evitar indignarse con las palabras ajenas. ¿Que no se veía afectado? Estaba más que afectado por toda la situación de Cellbit. Hasta en esos momentos sentía la culpa carcomiendole las entrañas porque ese no era Cellbit. Esa era la proyección de su estúpida maldición.

El Cellbit que había conocido nunca hubiera lastimado a nadie.

— Eso no es verdad. No tienes idea de cuánto me dolió dejarte ir…

— ¿Que yo no tengo idea?

De un momento a otro, Cellbit dió un volantazo y se frenó a un costado de la ruta. Todo fue tan rápido que Roier no llegó a reaccionar por el fuerte movimiento, provocando que se diera un golpe en el brazo derecho.
El castaño sostuvo dicho lugar mientras su pecho subía y bajaba por la adrenalina. Luego volvió a mirar al de ojos azules para preguntarle qué vergas le pasaba justo cuando esté lo tomó por el cuello de su camiseta.

Entonces se quedó mudo.

— ¡Tú eres el que no tiene idea de nada! No tienes ni puta idea de cuánto luché para no separarme de ti. De todo lo que viví encerrado en ese estúpido internado. De todas las veces que intenté escapar hasta lograrlo. No sabes lo doloroso que era pensar en ti cada día, cada hora, cada segundo. No podía sacarte de mi mente aunque quisiera, porque siempre estabas ahí para recordarme que solo vivo por y para ti. ¡¿No crees que eso es suficiente sufrimiento?! Yo-... Yo…

Luego de escupir cada palabra con tanta rabia consumida, Cellbit soltó a Roier con la mirada perdida. Volvió a poner ambas manos sobre el volante pero esta vez como si quisiera sostenerse. Cómo si estuviera luchando contra sus propios impulsos naturales.

Roier presenció todo. Era como si, de la nada, la parte racional de Cellbit quisiera volver a tomar el control. No sabía si intervenir o no. Quizás eso sería peor.

Pero antes de que pudiera hacer algo, el hombre sacudió su cabeza con los ojos cerrados y relajó el agarre.

¿Quién había ganado? ¿La parte racional o la que seguía controlada por la maldición?

Aunque no necesitó responderse a sí mismo cuando Cellbit movió una de sus manos para encontrar la impropia.

— Pero… pero todo está bien ahora. —Cuando los iris celeste se volvieron hacia él, ahí estaba una vez más esa mirada carente de luz.— Estás conmigo así que todo está bien.

El labio inferior del actor tembló y éste lo mordió para detenerlo. Aún así, su mirada se volvió borrosa por las lágrimas que amenazaban por salir.

¿Qué le había hecho a ese pobre hombre?

A duras penas, Roier mantuvo su mirada fija en Cellbit. Queriendo buscar solo un destello de la alegre persona que había sido alguna vez. Una señal de que el verdadero Cellbit seguía allí.
Entonces acercó su mano libre al rostro ajeno y delicadamente lo sostuvo, dejando leves caricias en su mejilla, justo donde comenzaba su barba. El mayor frunció el ceño pero inclinó su rostro hacia el tacto.

— Estoy aquí ahora. —Murmuró de forma entrecortada.— Y voy a ayudarte. Lo juro.

Por más que se lo dijera al hombre delante de sus ojos, sus palabras iban más dirigidas al Cellbit que quería recuperar. Ese Cellbit que alguna vez fue su mejor amigo.

No sabía cómo, ni qué hacer. Pero tenía que intentarlo.















Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro