[ 46 ]
Spreen se estaba comportando raro.
Pero no "raro" de evasivo, como las primeras veces. Sino, más bien "raro" de Raro. Roier no sabía cómo describirlo porque no lo estaba evitando, estaba actuando como si se hubiese enterado de la muerte de un familiar. Algo así.
¿Y si era eso?
Nah, él se lo hubiera dicho.
… O no. Ese pendejo es muy impredecible.
De todas formas esperaba que no fuera eso, ni tampoco algo que tuviera que ver con él. Ah, pero ahí se equivocaba.
Pero no iba a preguntarle, ni a presionarlo para que le dijera, ni nada.
Si algo había aprendido en estas semanas, es que si Roier respetaba sus límites, Spreen en algún momento se acercaría solo sin necesidad de obligarlo. Es todo lo que tenía que hacer.
Roier estaba tan perdido en ese tema que olvidó por completo lo cerca que estaba de su propio cumpleaños hasta que el día llegó.
Y Spreen ni siquiera sabía cuándo era su cumpleaños. Pues estaba muy ocupado sobrepensando las cosas como para darse cuenta que todos saludaban a Roier por su día especial.
Y es que, días anteriores, su conversación con Luzu había terminado en que, el hombre los estaría vigilando atentamente y si veía un "desliz" en su comportamiento, entonces ya no le ofrecería una renuncia amablemente. Sino un despido.
Spreen no quería perder su empleo.
Bueno, ¿A quién mentía?
Spreen no quería perder a Roier. Y mucho menos ahora que sabía la verdad detrás de todo; que Roier también se obsesionó tanto con Cellbit a tal punto de olvidar por completo la maldición y aceptar cualquier cosa que le pidiera.
Incluso la muerte.
Por eso Luzu se vió obligado a separarlos. Y es lo mismo que quería hacer con ellos.
Pero lo convencería de lo contrario, porque Spreen no estaba afectado por la maldición. Y Roier no estaba obsesionado con él.
Más importante: Nunca le pediría algo como eso a Roier. En realidad, si tenía que sobreponer su felicidad por encima de la propia, lo haría. Porque ese chico merecía ser feliz. Y eso no tenía nada que ver con su atracción por él, porque desde el primer momento en que entendió cómo era su vida lo supo.
Él necesitaba un poco de… Paz.
— ¿Has pensado en algún regalo?
— ¿Qué?
Su mirada confundida se enfocó en la hermana de Roier que se encontraba frente suyo.
El actor ya se encontraba grabando una escena así que Rivers aprovechó para acercarse a su Manager e indagar sobre lo que le regalaría a Roier por su cumpleaños.
— Que si has pensado en algún regalo para Roier. —Repitió con una sonrisa burlona al ver cómo el chico despertaba de su ensoñación. Había estado todo el día así.— Yo le compré una sudadera pero no sé, es que, el rojo es su color favorito pero-
— Espera, ¿Cómo que "regalo"?
Spreen la detuvo porque había algo que no estaba comprendiendo.
¿Regalo? ¿Por qué le regalaría algo? No es como si fuera su cumple-
— Es su cumpleaños. ¿Lo olvidaste?
-años.
Su boca se formó en una pequeña "O". Eso era muy malo.
Pero en su defensa, nunca habían hablado de cumpleaños con Roier. Así que nunca le dijo la fecha exacta… Aunque pudo haberlo preguntado.
Pero Spreen era un universitario sin vida social, que tenía un flechazo por la persona más idiota y adorable que se podía cruzar, y ahora tenía una rivalidad con su padre para no perderlo.
No tenía tiempo para pensar en fechas especiales.
— Yo no lo sabía…
— Ahh… —Soltó Rivers como si acabara de descubrir algo.— Con razón lleva todo el día mirándote con cara de perro pateado.
— ¿Él qué?
De forma automática (y muy poco disimulada) se giró hacia donde debía estar el actor justo cuando se tomaba un receso para repasar sus líneas.
En ese mismo momento, Roier lo estaba observando con el peor rostro de tristeza que había visto en su vida. Y cuando se dió cuenta de que lo había atrapado haciéndolo, rápidamente bajó su vista al libreto fingiendo muy falsamente que practicaba lo que leía.
Mierda.
— Oh no.
— Oh sí. —Se burló la mayor tomando asiento junto a él.— Tendrás que buscar un buen regalo de disculpas.
El joven Manager se llevó las manos a la cabeza.
No sabía qué mierdas regalarle. Por favor, el chico era millonario y tenía todo lo que quería.
¿Un libro? Demasiado aburrido.
¿Un nuevo teléfono? Jaja, no. Eso le costaría un riñón o dos.
¿Un arreglo de flores? Demasiado, demasiado cursi.
PUTA MADRE ¡¿AHORA QUÉ?!
— Tienes suerte de que yo tenga varias opciones para ofrecerte…
Volvió a hablar la rubia de forma risueña.
— ¿En serio? Decime, por favor. No sé qué chotas hacer.
Rivers soltó una pequeña risa por la desesperación ajena y se acomodó dispuesta a contarle todo al Argentino.
Roier le debía una muy grande por estar haciendo de cupido. Y algún día se la iba a cobrar.
~ • ~
Llevaba cuarenta minutos en el estacionamiento.
Cuarenta minutos en los que Roier esperaba a que Spreen apareciera con la Van a recogerlo, porque "supuestamente" tenía algunos asuntos que resolver entonces lo dejó a cuidado de su hermana… otra vez.
Y no estaba enojado, claro que no. En realidad estaba preocupado.
¿Qué era tan urgente? ¿Era eso lo que lo tuvo distraído estos días?
Verga. Necesitaba saberlo ¡Ya!
Necesitaba saber si Spreen requería de su ayuda o algo. Él podía ayudarlo con cualquier cosa.
Ok, casi cualquier cosa, porque si era algún tipo de tema amoroso con otra persona entonces no. Que no cuente con él para nada.
Oh dios, que no sea otro tema amoroso. Rogaba.
Minutos después un auto deportivo negro apareció en la entrada del estacionamiento. Roier creyó que sería de algún amigo de su padre o algo así.
Pero cuando se frenó frente suyo, tuvo una pequeña suposición que se terminó de comprobar cuando la puerta del piloto se abrió y por ésta salió su Manager.
Roier quedó boquiabierto. ¿De dónde había sacado ese auto?
— Cerrá la boca que entran los bichos.
Inmediatamente la cerró ante las palabras del mayor, pero volteó a verlo con confusión.
— ¿Y la Van?
— Hoy no la necesitamos. —Respondió acercándose al actor, en el proceso dándole unas pequeñas palmadas al capó del auto.— Tenemos este bebé.
Roier se acercó al auto dejando su mano apoyada en el borde del techo del mismo.
Tenía que aprender a conducir y comprarse un auto así. Estaba increíble.
— Un momento, ¿De dónde lo sacaste?
— Eso… es una larga historia.
— Tenemos un largo viaje…
Entonces Spreen tomó la puerta del copiloto y la abrió haciéndole una seña para que entrara.
Esto era sospechoso. Pero encantador. Casi nunca iba en el asiento del copiloto a menos que se tratara de un viaje corto.
Esto era… Raro.
— En eso tenés razón. —Respondió el mayor aún sosteniendo la puerta. Roier no había dado ni un paso.— Pero… va a ser aún más largo porque no vamos a casa.
— ¿Cómo?
Spreen lucía algo nervioso, pero por lo menos no tan tenso como antes.
El mismo dió una ligera sonrisa y señaló el interior del automóvil. Roier se la devolvió. Cualquier cosa que haya planeado Spreen sabía que era una buena idea.
— Oh, ¿Así que quieres hacerte el misterioso?
Se burló pero de todas formas ingresó al auto, colocándose el cinturón de seguridad.
— No me hago, lo soy.
Respondió el contrario, cerrando la puerta detrás de él. Luego rodeó el auto y volvió a su lugar en el asiento del piloto para encender nuevamente el motor.
— Ok, Señor misterioso. ¿A dónde vamos?
— Si te lo digo entonces deja de ser un misterio.
— ¡Por favor!
— No, tu berrinche no va a funcionar ésta vez.
El actor se cruzó de brazos y fingió estar ofendido. Pero en realidad se sentía emocionado y ansioso por lo que sea que haya preparado su Manager.
¿Es que quizás sabía que era su cumpleaños?
Ay dios, no podía aguantar más. Quería saber a dónde estaban yendo.
Roier observaba por la ventana como si fuera un niño a punto de ir al parque, para poder reconocer alguna calle o lugar pero nada. No podía adivinar a dónde estaban yendo. Seguramente era una zona a la que nunca había ido.
Y mientras tanto Spreen se burlaba de su impaciencia.
— Ya estamos llegando.
— Eso dijiste hace media hora…
— Pues ahora estamos media hora más cerca.
— ¡Spreen!
El nombrado rió con diversión, y Roier repetiría sus quejas pero una luz llamó su atención. Rápidamente se volteó hacia la ventana y entrecerró los ojos para poder agudizar su vista.
Desde lejos se podía divisar un estacionamiento. Pero no cualquiera.
Aquí los autos se encontraban en fila, todos mirando hacia un mismo punto: Esa luz.
La cual se trataba de una gran pantalla de cine.
— No puedo creerlo…
Murmuró con su vista fija allí.
No podía ser ese el lugar misterioso de Spreen ¿No?
Oh, pero cuando el auto giró hacia la entrada del estacionamiento ya no pudo contener su emoción.
— ¡¿Un Auto cine?! ¡¿Es en serio?!
Exclamó con una sonrisa de oreja a oreja mirando a su Manager. De repente todo el cansancio del trabajo y todas las preocupaciones que había tenido esos días, desaparecieron.
Roier siempre había querido visitar un auto cine, le parecía entretenido y algo romántico. Pero no sabía que existían en su ciudad.
Además no recordaba habérselo contado a Spreen. ¿Cómo lo supo?
— Siempre quise venir a un lugar así…
Spreen se acercó a la entrada y bajó su ventana para entregar sus boletos al de seguridad. Luego la cerró y siguió conduciendo al interior del auto cine.
— Lo sé. —Respondió provocando que Roier lo mirara con confusión.— O sea, bueno. Tu hermana me lo dijo y me pareció una genial idea para… Expandir nuestras noches de películas.
Roier rió. ¿"Expandir" podía ser un sinónimo de salir a una cita?
— También para darte un respiro de todo y… —Spreen consiguió un lugar bastante cerca de la pantalla y apagó el motor, poniendo toda su atención en el menor.— Por tu cumpleaños.
La mirada del castaño se relajó, pero su sonrisa ya era imborrable.
— ¿Tú lo sabías y planeaste todo esto?
— En realidad… No.—Confesó con algo de vergüenza en su tono de voz, y Roier, a pesar de la respuesta quiso volver a reír.— Al principio no. Después tardé en darme cuenta y le pedí ayuda a tu hermana. Fue un caos encontrar el lugar y conseguir los boletos. Y ni hablar del auto… Perdón.
Spreen desvió la mirada sintiendo como su rostro se calentaba hasta sus orejas. Tener que confesar todo eso le quitaba la esencia a la salida. Pero tampoco iba a mentirle. Aunque entendía si Roier se decepcionaba.
Pero desde el punto de vista de Roier, todo era muy distinto. Podría besarlo allí mismo por lo que había preparado en tan poco tiempo.
No.
En realidad, con solo tenerlo a su lado era más que suficiente.
— No tienes porqué disculparte. Yo nunca te lo mencioné.
— Entonces tuve que preguntarte.
— Tampoco era tu obligación.
Spreen iba a replicar una vez más pero Roier negó y apoyó su mano sobre la ajena en la palanca de cambios.
El Manager sintió ese tan conocido escalofrío recorrer su brazo, pero no quitó su mano. Ni siquiera lo intentó.
— Gracias por esto. Es el mejor regalo del día.
Roier le mostró otra de esas cálidas sonrisas y Spreen simplemente no pudo despegar su mirada de él.
No podía dejar de mirarlo.
Y entonces su mente lo atacó de la nada, recordando que; alguna vez ese mismo chico tan brillante y alegre, intentó acabar con su vida.
Spreen no podía ni imaginarse algo como eso. Ese pensamiento causó un tipo de sentimiento vacío en su pecho, que bajó hasta su estómago para convertirse en un molesto nudo.
Bajó su vista con culpa. Elevó un poco su mano para soltar la palanca y la giró haciendo que sus dedos se encontraran con los impropios dando un leve apretón. Al mismo tiempo, ignoró la sorpresa en el rostro del menor.
— La película va a comenzar.
— A-ah, sí. Ehh… —Roier tartamudeó girando hacia el frente.— ¿Qué película darán?
Preguntó, pero antes de que Spreen respondiera, el logo de "Marvel" hizo presencia en la pantalla grande.
Roier volteó hacia el mayor con una ceja alzada, ya que no era un secreto el fanatismo del chico hacía ese tipo de películas.
— Era esto o una de terror más tarde, y sé que no te gustan.
— ¿Y no había algún musical?
— Ro, ¿Vos querés que me mate?
El más joven se carcajeó cubriendo su sonrisa con la mano libre.
Segundos después Spreen se contagió de su risa, acompañándolo.
— Además ésta te va a encantar. También tiene música. —Dijo, y agregó:— Buena música.
Roier resopló aunque no tenía problema en verla. Cualquier cosa que viera con Spreen estaba perfecto.
Cuando los primeros minutos de la película pasaron, fue inevitable para Roier perderse en la trama. Aunque, por favor, ¿Quién no se iba a sentir intrigado con un grupo de guerreros espaciales conformado por una asesina galáctica, un mapache, un árbol, un tipo raro y un idiota? Era realmente entretenido.
Pero lo que más llamó la atención de Roier, fue el fugaz enamoramiento de StarLord con Gamora. Un simple humano que se enamoró a primera vista de la mujer más letal de la galaxia que no paraba de rechazarlo.
Increíble. Le sonaba a algo.
A mitad de la película, el estómago de Roier rugió y Spreen extrajo dos paquetes de la parte de atrás del auto. Mcdonald's, ¿Cómo no?
Roier se quejó porque pudo haber comprado palomitas, pero Spreen dijo que "los pochoclos/palomitas están sobrevalorados". De todas formas, ¿Quién iba a rechazar una buena hamburguesa rellena de cheddar y calorías explosivas? Nadie.
— ¡Ay, no puede ser!
Se quejó Roier luego de beber un sorbo de su refresco. Estaba tan metido en la escena donde StarLord le muestra su música a Gamora, comienzan a acercarse lentamente y cuando están a punto de besarse, Gamora sacó su cuchillo amenazando al hombre.
¡Es que no!
— ¡¿Por qué no se deja amar?!
Volvió a quejarse dejando su bebida a un lado.
— Quizás porque StarLord es un poco idiota.
Respondió Spreen restándole importancia.
— Puede ser idiota y pendejo, pero tiene un buen corazón. —Contraatacó Roier, siendo fiel defensor de Peter Quill, a pesar de que apenas hoy había sabido de su existencia.— Además solo es un beso. No está pidiendo su mano en sagrado matrimonio.
— Ro, un beso puede ser mucho más profundo que eso. Y si ella no quiere hacerlo con el primer pelotudo que se cruza, está bien.
Claramente Spreen no le iba a spoilear que ambos personajes terminaban juntos en las siguientes películas.
— No es cualquier "pelotudo". —Volvió a defender volteandose al argentino.— Estoy seguro que están destinados. Solo míralos, mira la química que tienen.
— No están destinados. Apenas se conocieron, Ro.
— Ugh, eres tan escéptico. —Volvió su vista a la película y señaló a la mujer de piel verde.— Y ella le tiene miedo al amor.
— ¿Cómo no hacerlo? La secuestró el mismo Titán tirano que asesinó a sus padres, creció siendo una máquina de matar y su hermana está loca. No hay amor ahí. —Spreen, a.k.a Defensor número uno de Gamora.— Ella construyó barreras para no volver a salir lastimada, ni que vuelvan a matar a uno de sus seres queridos. No podés presionarla.
Ante esa última frase, la mente de Roier se iluminó y volvió a voltearse para ver al chico a su lado, muy concentrado en la pelea que estaba pasando.
— Yo creo que… Gamora tiene que dejar esas barreras atrás porque StarLord se ve como un buen tipo.
Spreen soltó una corta risa nasal viendo cómo acorralaban a Peter Quill.
— Lo dudo, mirá. Ni puede cuidarse a sí mismo.
Pero pronto, en la pantalla apareció Gamora para ayudar y defender al pobre hombre.
— Por eso encajan perfectamente.
Spreen frunció el ceño listo para replicar, pero cuando giró, se encontró con los brillantes y bellísimos ojos avellana.
Estaba cerca.
¿En qué momento se acercaron tanto?
— Gamora debería dejarse amar.
Roier lo dijo con seguridad. De forma muy confiada, y Spreen ya no sabía si seguían hablando de la película o no.
— StarLord debería rendirse.
Le devolvió la frase reformulada con la misma seguridad, o eso creía.
Y de repente, Roier preguntó:
— ¿Por qué?
Spreen se quedó sin palabras. Había muchas razones para hacerlo pero en esos momentos desaparecieron.
Por dios, estaban hablando de una película. Solo una película.
— Porque ella es una asesina galáctica. No puede amar.
— Entonces, ¿Por qué cada vez que puede demuestra lo contrario y termina cerca de StarLord? —Una pequeña sonrisa se asomó en los labios del menor.— Eso es muy confuso ¿Sabés?
Spreen quiso debatir sobre eso pero ¿Qué podía decir? Tenía razón.
Por más rechazos que hubiera, Gamora siempre terminaba cerca de StarLord. Quizás porque realmente no podía alejarse de él.
Cómo Spreen no podía alejarse de Roier.
— Igual, Gamora no va a aceptarlo.
Intentó defenderse, pero hasta su voz salió dudosa.
— ¿Por qué no?
Mmm, otra vez se había quedado sin palabras.
Quería decir que no era bueno que eso pasara, que Gamora iba a terminar decepcionando a StarLord por no cumplir con sus expectativas. Que StarLord se terminaría aburriendo de ella y todos sus problemas.
Porque StarLord y Gamora eran muy diferentes.
Al igual que Roier y Spreen.
Pero poco importaba en esos momentos, dónde estaban solo ellos dos en el auto, en un auto cine viejo, con paquetes de comida botados a sus pies y dos corazones que estaban latiendo en la misma sintonía. Con sus manos que se rozaban en ocasiones, y hasta se tomaban con total inocencia.
¿Por qué no?
Se repitió en la mente de Spreen.
¿Por qué no?
Mientras Roier tomaba el atrevimiento de acercarse lentamente hacia él.
La mirada avellana bajaba y subía desde los labios del pelinegro hasta sus ojos con ese precioso color amatista.
Spreen hizo lo mismo, echándole un vistazo a sus suaves belfos rosados. Solo un empujón y podría volver a probarlos. Sin alcohol ni libretos de por medio.
Sin barreras.
Cuando sus narices se rozaron y sus respiraciones se mezclaron. Spreen cerró los ojos con fuerza y apartó el rostro a un lado.
Mierda, mierda, mierda, mierda-
Necesitaba un respiro. Su corazón iba a mil por hora como si hubiera corrido una maratón y sus neuronas ya no hacían sinapsis.
Tomó una larga bocanada de aire mientras Roier se alejaba con una sonrisa derrotada.
Había estado tan cerca. Quería llorar.
¿Quién vergas estaba manejando su miserable vida?
Apoyó su cabeza sobre el respaldo del asiento y suspiró. Dios, nunca había estado tan cerca de lograrlo. Solo necesitaba un poco más. Solo un poco.
El silencio inundó el auto así que Spreen se aclaró la voz para disipar la incomodidad.
— Yo… Te traje algo.
Roier rápidamente se incorporó interesado viendo cómo Spreen se estiraba hacia el asiento trasero en busca de algo.
En eso, la camiseta celeste que llevaba el Manager se levantó un poco dejando ver parte de su abdomen bajo.
Y no, maldita sea, no. Ese no era el día de Roier.
El castaño apartó la mirada muy a su pesar y repentinamente pensó que la vista fuera del auto era muy interesante.
— No tenías que comprar nada…
— Tenía que. Aunque no fue todo mi idea, Rivers dijo que podía gustarte pero… No sé.
Respondió, volviendo a su lugar con una pequeña caja en su mano.
Roier lo miró con curiosidad y luego su atención fue a la caja.
— No es la gran cosa. Y lo podés cambiar si no te gusta.
Spreen ofreció el regalo hacia el actor, y éste tímidamente aceptó.
Tomó la pequeña caja entre sus manos y dudó unos segundos antes de abrirla.
— En serio, no tenías que hacerlo.
— Callate y abrilo porque me voy a morir de la vergüenza.
Eso hizo reír al menor y finalmente le quitó la tapa a la caja.
Su semblante se relajó con asombro. Dentro de ésta se encontraba un brazalete brillante, con diferentes dijes y colores. Algo infantil y adorable.
Roier lo agarró con delicadeza y lo analizó. Un dije en especial llamó su atención, éste tenía la forma de un Oso. Sonrió al verlo.
— Realmente no estaba seguro de dártelo, no me parece tan "wow" ni nada, y-
— Está perfecto. —Lo interrumpió agrandando su sonrisa. Y lo miró.— Gracias, es muy bonito.
Spreen devolvió el gesto con un ligero sonrojo.
Con rapidez, Roier se colocó el brazalete en su brazo derecho y se lo mostró. Luciendolo como si fuera una prenda de mucho valor.
— ¿Qué te parece? A mí me encanta.
La tímida risa del argentino llegó hasta sus oídos.
— Supongo que es muy vos.
La frase lo confundió un poco, pero siguió moviendo el brazalete en su muñeca con mucha ilusión.
Por un descuido, movió un poco su pie y un fuerte ruido de líquido se escuchó en todo el auto.
Roier se congeló en su lugar y Spreen cerró los ojos aguantando los miles de regaños.
— Decime que eso no fue la bebida.
—... Entonces no te voy a decir nada.
— La puta madre. Carre me va a matar…
Mensaje nuevo:
Desconocido
¿Hola?
¿Me recuerdas?
[3:13 AM]
Lo siento por la hora. Fue muy difícil conseguir tu número.
Eres muy precavido.
[3:14 AM]
Pero, lo que quería decir es que
¡Feliz cumpleaños, cariño!
[3:15 AM]
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